Jesus Argumosa General de División del ET, r publica en LA CRITICA, el siguiente articulo
A lo largo del pasado mes de septiembre se ha celebrado en Nueva York la 78º sesión de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Actualmente forman parte de la ONU 193 países, cerca de cuatro veces más que los 50 que la fundaron en 1945. Es cuanto menos sorprendente y relevador que cuatro de los cinco miembros permanentes de su Consejo de Seguridad (CSNU) no hayan asistido al máximo nivel a esta celebración.
Solo acudió el presidente estadounidense Joe Biden. La falta de asistencia del presidente ruso, Vladimir Putin, estaba prevista –existe todavía una orden de detención contra él– mientras que la ausencia del presidente chino, Xi Jinping, ha sido algo insólito para la mayoría de los expertos. También estuvieron ausentes el presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro británico, Rishi Sunak. (…)
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Para no alejarnos muy atrás, lo cierto es que, en este primer cuarto del siglo XXI, la ONU ha mostrado su irrelevancia, ya sea en su fracaso en conseguir la paz en la guerra de Irak (2003-2011), en las guerras civiles de Siria y Libia de 2011, que aún continúan, en la guerra de Afganistán (2001-2021), en la guerra civil en Somalia desde 2009, en las guerras civiles en Mali y en Sudán del Sur desde 2013, en las actuales guerras en Ucrania y en Israel que se iniciaron en febrero de 2022 y en octubre de este año, respectivamente, o ya sea por su ausencia en poner fin a las hostilidades entre Irán y Arabia Saudí que se consiguió con la mediación de China, en el conflicto de Nagorno-Karabaj, donde Rusia ha permitido que, en estos días, dicho enclave de armenios pase a soberanía de Azerbaiyán o en la actual guerra del Yemen, existente desde 2014 donde están interviniendo varios actores estatales.
Ante esta situación de falta de credibilidad y operatividad de Naciones Unidas, otros actores internacionales como la OCS o los BRICS, entre otros, junto a grandes potencias y potencias emergentes están tomando posiciones en las nacientes relaciones de poder que se alcanzarán en el nuevo mapa geoestratégico internacional que se vislumbra en el cercano futuro. Por un lado, bajo un modelo geopolítico de la multipolaridad, uno moderno de la bipolaridad o, por otro, bajo un modelo geopolítico de bipolaridad dual. Es un hecho objetivo, que el tipo de nuevo modelo geopolítico que nos espera depende, fundamentalmente, de cómo terminen las actuales guerras en Ucrania y en Israel.
Entre los varios escenarios que se pueden presentar destaca la reforma de la ONU. Desde su creación se han producido profundos cambios de poder y de riqueza en el mundo. Los nuevos países emergentes ya no quieren esperar a que las potencias que diseñaron la arquitectura internacional de poder al acabar la IIGM les permitan integrarse en dicha estructura, sino que prefieren crear sus propias instituciones para hacer valer su creciente poder.
A modo de síntesis, desde hace ya bastantes años, la mayoría de los expertos están de acuerdo en que dicha reforma debiera incluir tres aspectos principales: la ampliación de los miembros permanentes del CSNU, la supresión del derecho de veto de los anteriores, y un cambio en el peso de las votaciones de la Asamblea General, sustituyendo el actual sistema de un país-un voto, por un procedimiento ponderado.
Para el CSNU hay varias propuestas desde que entren India, Japón, Alemania y Brasil hasta que haya representantes por continentes, incluyendo África. En cuanto al derecho de veto aparecen diversas tendencias ya sea suprimirlo, que se amplie a los nuevos miembros del CSNU, o que sea por mayoría. En el caso de voto ponderado se presentan diferentes opciones pudiendo ser en función de la demografía o del PIB.
Pero junto a esta reforma de la ONU, existe un movimiento político global, liderado por China, inicialmente imperceptible, que intenta cambiar el actual sistema internacional establecido por Occidente desde 1945, por otro que responda a las nuevas relaciones de poder del siglo XXI donde las potencias emergentes y el llamado Sur Global adquieran el peso político, económico, militar y demográfico que les corresponde.
Este movimiento internacional lo viene pilotando Xi Jinping, apoyándose principalmente en la OCS y en la plataforma de los BRICS. Para ello, muy sutilmente, ha promovido la ampliación de la OCS, en su cumbre virtual del pasado 4 de julio, incluyendo a Irán como nuevo miembro. Ahora ya son 9 miembros: China, India, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán. Todos ellos suponen el 24% del PIB global y algo más del 40% de la población mundial.
En la Cumbre de los BRICS del 22 al 24 de agosto pasado, se aprobó la prevista ampliación que entrará en vigor el 1 de enero de 2024. Los nuevos seis miembros serán Arabia Saudí, Argentina, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Etiopía e Irán. Su PIB será el 37% del total global y albergarán el 47% de la población mundial. Para la organización supondrá aumentar su área de influencia geopolítica y una mayor presencia geoestratégica.
En definitiva, ante la actual falta de eficiencia y de credibilidad de la ONU, el creciente poder de algunas potencias y países emergentes está utilizando modernas organizaciones de proyección mundial que quieren ejercer su protagonismo en esta nueva era geopolítica que se avecina. Si la ONU no se reforma más pronto que tarde, puede quedar totalmente obsoleta y ser sustituida por una emergente arquitectura internacional de seguridad a espaldas de los valores de Occidente.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Escritores
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