Presentación en el Instituto de Historia y Cultura Naval de la Armada Martín Alonso Pinzón, un olvido injusto

Presentación del libro del coronel de Infantería de Marina (R) Juan Ángel López Díaz “Martín Alonso Pinzón, un olvido injusto”, por el capitán de Navío (R) y colaborador de La Crítica Aurelio Fernández Diz, en el Instituto de Historia y Cultura Naval de la Armada.

 

Querido Almirante General, queridos amigos y compañeros, señoras y señores:

Debo de empezar mi intervención agradeciendo a Juan Ángel López Díaz el haberme ofrecido participar en la presentación de su libro que me ha permitido aumentar considerablemente mis limitados conocimientos sobre esta parte tan importante de la Historia de España.

A la lectura de su currículum he de añadir que Juan y yo nos conocemos desde hace unos años por nuestra común participación en las actividades en el Foro de Pensamiento Naval y en la Asociación Española de Militares Escritores (AEME), a la que ambos pertenecemos. El padre de Juan, capitán de navío don Diego Lopez Lourido fue uno de los comandantes que tuvo del mítico Crucero Canarias, lo que pudo despertar en él una temprana vocación marinera.

Su libro, en cuya presentación tengo el honor de participar, es una verdadera historia del Descubrimiento de América. El autor ha trabajado como un investigador minucioso y, como tal, no ha podido prescindir de unas gotas de criticismo positivo, tan necesarias para poder acercarnos a la realidad que estamos investigando.

La completísima Bibliografía que nos ofrece, una lista casi inabarcable de investigadores e historiadores nacionales y extranjeros es una clara demostración del ímprobo y minucioso trabajo realizado por el autor. Podemos destacar como más destacados a don Cesáreo Fernandez Duro o don Julio Guillén Tato, insignes historiadores, sin duda de sobra conocidos por todos de los presentes en esta sala.

El libro es un verdadero libro de consulta cuyo volumen nos da una idea del interés y del esfuerzo del autor al introducirse en un campo que, aunque ya muy estudiado, aun presenta considerables lagunas y puntos controvertidos, muchos de ellos ocasionados, o motivados, por la diferente personalidad de los dos principales personajes que participaron en la preparación y ejecución de este grandioso y trascendente acontecimiento que fue nuestro Descubrimiento de América.

Casi todas, por no decir todas, las peripecias relacionadas con la expedición, y que minuciosamente se describen en el libro, estuvieron, sin lugar a duda, directamente relacionadas con la muy diferente personalidad de los dos hombres más importantes de ella: Cristóbal Colón, como comandante de la expedición, y Martín Alonso Pinzón como su segundo comandante.

La simple lectura del libro nos da la imagen de un Cristóbal Colón bien informado, visionario, buen negociador y convincente, como demostró al lograr convencer a nuestros Reyes Católicos del muy posible éxito de la exploración que les proponía emprender, si recibía su apoyo, y al lograr la incorporación a su proyecto de Martin Alonso Pinzón, con sus hermanos y su propia fortuna, y lo mejor de los navegantes de Palos.

Pero Colón fue voluntariamente enigmático, al ocultar su propio origen y otros muchos aspectos de su vida, y también durante el cumplimiento de su misión, principalmente después de tocar tierra. A partir de entonces, tuvo un notorio comportamiento retraído, poco claro, desconfiado y suspicaz hacia sus subordinados, pero, de un modo especial, hacia su segundo comandante Martín Alonso, igual que cualquier gallego que no se fía de su vecino.

No puedo evitar confesar ante esta importante audiencia que, al leer el libro, tuve el presentimiento de que, a lo mejor, los de Pontevedra tienen razón cuando reclaman, aportando muchos más datos que los italianos aportan, que Colón nació y vivió en un pueblecito de esta capital, que ya cuenta con una casita-museo a él dedicada. Porque, para un verdadero gallego, ir a Génova, o a cualquier otra parte del mundo, y regresar transformado, ha sido durante muchos años, y aun es hoy, la norma, la conducta habitual del alma gallega, que también es la mía.

Tampoco importa que Colón fuese portugués, como sostuvo don Antonio Rumeu de Armas, porque podríamos atenernos a lo que Luis de Camoens dejó escrito en su obra “Os Lusiadas”: “en la península Ibérica habitan castellanos y portugueses, pero todos somos españoles”, expresión y sentimiento que deja por lo menos constancia del mutuo afecto y hermandad que siempre existió entre españoles y portugueses.

El Descubrimiento de un Nuevo Mundo, posteriormente completado con la gesta iniciada por Magallanes y finalizada por nuestro Juan Sebastián Elcano, permitió a la Humanidad entera tener cumplida constancia de las verdaderas dimensiones de nuestro planeta, conocimiento que dio lugar a un proceso de globalización que aun hoy continúa.

Todo lo escrito hasta hoy por tantos historiadores, representa solamente una aproximación a la verdadera Historia, aproximación que aún no es completa, porque aún no puede serlo hasta que se resuelvan como corresponde los puntos de vista controvertidos, las versiones contradictorias que sobre los mismos hechos aún pueden existir con el mismo peso argumental, que propicia que nuestros historiadores tengan ante sí un filón inagotable de estudios e investigaciones posibles.

El ya mencionado don Antonio Rumeu de Armas, en su día director de la Real Academia de la Historia, es uno de los historiadores más mencionados por Juan López Diaz, lo que sin duda es uno de sus pluses. Don Antonio Rumeu fue también profesor de Historia en nuestra Escuela de Guerra Naval, en donde muchos de los presentes pudimos haber tenido la suerte y el honor de conocerle. Según este magnífico profesor, de obligado recuerdo, el Descubrimiento de América fue y es el acontecimiento de mayor importancia que haya podido vivir la Humanidad entera, consecuencia de la decisión de unos reyes excepcionales y de la fuerza interior acumulada en el alma de los españoles, después de años de Reconquista.

Ni la llegada del hombre a la Luna, nos decía don Antonio Rumeu, se podía siquiera comparar, por su absoluta intrascendencia, mientras que, con el descubrimiento de un Nuevo Mundo, España cambió el concepto que de sí mismo tenía el Mundo conocido. Y todo fue distinto.

Porque España no colonizó, como lo hicieron los que, bastante más tarde, compitieron con ella, en su exclusivo beneficio. España “españolizó, igual que Roma romanizó”. Y por eso se crearon universidades, y por eso se llevó allí nuestra propia fe en un Dios verdadero, y por eso los indios fueron sometidos a las mismas leyes que el resto de los españoles. Y por eso nuestros ingenieros militares construyeron todo tipo de instalaciones defensivas, fortalezas, iglesias y catedrales cuyos actuales propietarios cuidan y miman como preciadas joyas del pasado que aún perduran, a pesar de los fuertes terremotos que frecuentemente se producen en aquellas tierras.

No puedo evitar tampoco la mención especial que merece don Gonzalo Anes, economista e historiador, y también director de la Real Academia de la Historia, que un día nos explicó, en una de sus magistrales conferencias, que cuando la Universidad de México era una de las más avanzadas del mundo entonces conocido, la península de Manhattan era solo un campo de cocodrilos. Mensaje que no deberían de olvidar los actuales dirigentes mexicanos. Porque México pertenecía a la Nueva España.

Los Reyes Católicos, antes de tomar una decisión, sometieron sus planes al previo informe de una Junta de especialistas y al juicio de la prestigiosa Escuela de Salamanca, en la que residía el pensamiento científico y teológico español de la época y en el que se basó la labor civilizadora de España, como bien se recuerda en el libro.

Con el conocimiento que se albergaba en esta Escuela, que nunca tuvo parangón posible en ningún país del mundo, España pudo ser la madre del derecho internacional y del derecho humanitario.

En mi opinión, lo que pretende el autor con su Libro no es desmitificar al comandante de la expedición ordenada por los Reyes Católicos, el ya para siempre almirante Cristóbal Colón, sino que lo único que pretende el autor es, verdaderamente, rescatar de un injusto olvido a su segundo comandante, Martín Alonso Pinzón, sin cuya providencial y directa intervención, el Descubrimiento de América probablemente no hubiera podido llegar a producirse por tres motivos principales:

  • Propiciar la decisión de continuar la misión en momentos de incertidumbre.
  • La preparación del viaje, seleccionando a las personas que él conocía como con más experiencia en el arte de la navegación.
  • Aportar todos sus recursos materiales, 500.000 maravedíes, se dice, y la selección de los barcos que habrían de culminar en el mejor cumplimiento de la misión encomendada.

Aunque las verdaderas causas del olvido al que fue sometido Martín Alonso podemos aceptar que están más directamente relacionados con su adelantado fallecimiento, poco después de su regreso a España, que a conspiración alguna, que se conozca.

Siguiendo el relato del libro, y ya cerca de las Azores hasta donde llegaron navegando en conserva, la Pinta y la Niña se separan debido a un fuerte temporal, tan duro que hasta el propio Colón estuvo muy convencido de que probablemente no llegaría a su destino y no podría dar cuenta a los Reyes de su descubrimiento. Al final pudo entrar en Lisboa donde permaneció unos ocho días para reparaciones en la Niña. Y fue a ver al Rey de Portugal al que, con gran riesgo por su parte, dio cuenta del Descubrimiento alcanzado. Siempre enigmático, hasta el final, nuestro personaje.

Curiosamente la Pinta había arribado un poco antes a Bayona donde tuvo que reparar también las graves averías que tuvo durante el temporal. En Bayona la noticia del Descubrimiento corrió como la pólvora.

Pero debo de insistir en que el drama de los comandantes de los buques, o de agrupaciones a flote, como fue el caso de Colón, es la extrema soledad en la que tienen que tomar sus decisiones. El conjunto Cristóbal Colón–Martín Alonso, aun dentro de sus desacuerdosfuncionó según lo que de ellos se esperaba. Cristóbal Colón se mostraba y se comportaba siempre con cautela, aunque confiando, quizá en demasiadas ocasiones, en la Divina Providencia.

Cristóbal Colón demostró, según todos los datos que podemos encontrar en el libro objeto de esta presentación, que no tenía la experiencia marinera que demostró tener Martín Alonso, que siempre navegaba en vanguardia probablemente para asegurar la derrota de las carabelas que le seguían.

Martín Alonso, demostró ser un hombre de natural intrépido, valeroso, sabio y prudente dentro de lo que es el arte de navegar, y de guerrear.

Estaba hecho de la madera de Magallanes o Juan Sebastián Elcano para los que regresar al puerto de partida, sin más motivo que la incertidumbre, era igual que aceptar el fracaso de la misión encomendada.

Como resumen de todo los expuesto puedo concluir:

  • Los dos personajes de nuestra historia hubieran podido formar un mando conjunto perfecto si hubieran confiado el uno en el otro, como no sucedió.
  • Colón, como hombre desconfiado, nunca le habló a Martín Alonso con la claridad que debía. Le decía que sí a sus propuestas, pero después las criticaba en su diario.
  • Parece que a Colón le faltó el don de mando imprescindible para someter a su voluntad al inquieto Martín Alonso que muchas veces actuó por su cuenta sin buscar la aprobación o el consenso de su jefe.
  • Esa diferencia en sus personalidades fue separando progresivamente a ambos personajes, Cristóbal Colón y Martín Alonso Pinzón de la identidad de propósitos y de la lealtad mutua a la que se debían para el mejor cumplimiento de la misión asignada.
  • Aunque el serviola de la Pinta fuese el primero en gritar ¡tierra! no por ello debemos de dejar de reconocer y considerar a Cristóbal Colón como el responsable último del éxito de una aventura que tanto significado tuvo para el conocimiento científico de la Humanidad.
  • Aunque hubo una clara falta de coordinación y entendimiento entre los dos hombres más importantes de la expedición del Descubrimiento de América, en el libro se demuestra que nunca hubo la traición o la deserción que muchos atribuyeron a Martín Alonso Pinzón, un hombre noble, valiente y decidido. Y prematuramente olvidado.

Madrid, 10 de mayo 2022.

Aurelio Fernández Diz        Capitán de Navío (R)
Asociación Española de Militares Escritores (AEME)
Academia de las Ciencias y Artes Militares (ACAMI)
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