Nuestro asociado el Coronel D. Leopoldo Muñoz Sánchez, ha realizado la traducción de este interesante articulo publicado en la revista TIME, sobre la invalidación de la sanción a un Comandante, un Teniente y un Suboficial sobre unas actuaciones en la guerra de Irak. Es un gran dilema que se nos presenta a los profesionales cuando en segundos han de tomar una determinación, que luego será juzgada por los tribunales militares con la fría rigidez de los códigos. Parece que la decisión del Presidente Trump, basada en la filosofía “que el beneficio de la duda debería ser para quienes aprietan el gatillo”, no ha sentado bien a los Mandos de la Armada. Un articulo interesante para meditar sobre la conducta en el campo de batalla.
EL PERDÓN DE TRUMP A LOS MILITARES DE EEUU
El último viernes el presidente Trump firmó el invalidación de la sanción al First Lieutenant (ET) Clint Lorance y Comandante (ET) Mathew Golsteyn y una orden de ascenso del Special Warfare Operator First Class Edward Gallagher al empleo de Chief Petty Officer. El comunicado de la Casa Blanca termina con una cita de Trump: “cuando nuestros soldados tienen que combatir por nuestra nación quiero transmitirle la confianza para el combate”. De cara a una mala actuación en el campo de batalla, no obstante, el comunicado final de la Casa Blanca es algo que produce perplejidad y plantea la cuestión, ¿de dónde extraemos nuestra confianza para el combate?
Pete Hegseth, excombatiente de la guerra de Iraq, conservador y comentarista del programa Fox & Friends, ha dicho que el presidente cree que “El beneficio de la duda debería ser para quienes aprietan el gatillo”. La guerra es complicada, un mundo en el que las más rigurosas decisiones no son en blanco y negro sino en tonos grises que confunden. Sin embargo, en estos las cosas están absolutamente claras. Lorance fue declarado autor de una muerte y Golsteyn ha confesado que mató en dos ocasiones. Respecto de Gallagher –que posó para un foto sobre el cadáver de un prisionero ISIS ejecutado y la entregó a un amigo con el texto: “Interesante historia ésta, lo agarré con ni cuchillo de caza”- Trump intenta mostrarse simpático con el combatiente mientras, a la vez, corta la hierba a los comandantes de la Armada –los verdaderos combatientes a los que supuestamente apoya- que han solicitado degradar a Gallagher y quitarle su calificación de SEAL para mantener el buen orden y la disciplina dentro de las tropas especiales de combate de la Armada.
La confianza para combatir no viene de la permisividad sino más bien de la disciplina. Cuando ésta se quiebra –cuando los oficiales empiezan a disparar sobre civiles desarmados (caso de Lorance), cuando las tropas especiales actúan por su cuenta y ejecutan a prisioneros (caso de Gallagher y, me atrevería a afirmar, Gallagher)- la confianza para combatir se evapora. De hecho ya no se combate. Se está haciendo algo totalmente diferente: se está asesinando.
Mandos de la Armada dijeron el miércoles que están en contra de las recompensas concedidas a abogados que acusaron a un Navy SEAL condecorado que fue absuelto de la muerte de un prisionero herido del ISIS tras la intervención del presidente Trump.
Está claro que Trump no entiende la diferencia. En octubre pasado debatió en twitter el caso Golsteyn escribiendo: “Instruimos a nuestros jóvenes para ser máquinas de matar y, luego, los acusamos cuando lo hacen”, ¿es realmente así como Trump ve a nuestros soldados?, ¿como una partida de “máquinas de matar”? Cuando volví de Iraq y Afganistán, con frecuencia me preguntaban gente bien intencionada si, o no, “tuve que matar a alguien”. Mi respuesta fue: “si lo hice me pagasteis para eso”. Cosa que, frecuentemente, ha sido confundida con que fueron los impuestos los que me habían enviado a la guerra y, así, los norteamericanos se sintieron cómplices de cualquier muerte que yo hubiera realizado.
No puedo pensar en ninguna evidencia más clara de una división cívico-militar de EEUU que la decisión de Trump de perdonar a Lorance, Golsteyn y Gallagher. Incluso suponiendo que tal acción no fuera una actuación política cínica destinada a complacer a su base, representaría una mala interpretación extrema de cómo mostrar la solidaridad con nuestros militares.
Hace una semana compartí una conferencia en la que se planteó la cuestión de si “el agradecimiento por los servicios prestados” era un sentimiento apreciado por los excombatientes. El otro ponente creía que eso nos diferenciaba de la sociedad en general, haciendo sentir a los excombatientes torpemente como unos “otros”. Mi punto de vista que es una genuina expresión de gratitud que se debía apreciar. En lo que coincidimos ambos ponentes fue en que en las pasadas décadas las reglas de comportamiento con los excombatientes han cambiado a mejor. Afortunadamente no volveremos a los días de la Guerra de Vietnam, en que la gente escupía a los soldados que volvían a casa. Hoy, todos estamos de acuerdo, nadie desprecia al uniforme ni a quienes lo llevan.
Ingenuidad.
Las reglas han cambiado. Hemos descubierto una nueva forma de despreciar al uniforme. Hoy permitimos que lo lleven los que matan mientras los ensalzamos como héroes. Cuentan sus historias en informativos especiales por cable. No debería sorprendernos esta nueva norma. En 2016 el entonces candidato Trump manifestó en Iowa su personal opinión sobre asesinato y muerte. Dijo: “Podría matar de un tiro a alguien en la Quinta Avenida y no perdería votos”.
Elliot Ackerman
NOTA: Elliot Ackerman es autor de las memorias Places and Names: On War, Revolution and Returning y tres novelas, incluyendo Waiting for Eden. Ha estado en cinco expediciones en Iraq y Afganistán, concecorado con la Silver Star, Bronze Star for Valor y Purple Heart.
TIME, 18 de noviembre de 2019
Fuente:
https://ame1.org.es/el-perdon-de-trump-a-los-militares-de-eeuu/