Nuestro asociado, General de División de la Guardia Civil D.Juan Carlos Rodríguez Búrdalo ganador del XXXV Premio Juan Bernier de Poesía.

 

El poeta extremeño Juan Carlos Rodríguez Búrdalo (Cáceres, 1946) ha sido el ganador de la 35 edición del Premio Juan Bernier de Poesía, por la obra titulada Latitudes. Concedido por el Ateneo de Córdoba y patrocinado por la delegación de Cultura del Ayuntamiento, el jurado del premio ha estado compuesto por Soledad Zurera López, Elena Cobos Ruiz, Antonio Flores Herrera, presidente de la sección de Poesía del Ateneo  y que actuó como secretario, y Antonio Varo Baena, presidente de la entidad.

Al premio se han presentado en esta ocasión 58 poemarios procedentes de España, Sudamérica y Europa. Rodríguez Búrdalo posee una amplia trayectoria poética reconocida y con numerosas publicaciones. En Latitudes, el autor hace un recorrido por la ciudad de Nueva York basándose en los versos que Federico García Lorca escribió sobre esta ciudad.

Licenciado en Derecho, General de División de la Guardia Civil y miembro de las Academias de Toledo y Córdoba, miembro de la Asociación Española de Militares Escritores (AEME) es autor de trece  poemarios y seis antologías.

El trabajo denominado “LATITUDES” que, de altos vuelos literarios por su calidad, nos remite a dimensiones terráqueas, extensiones y distancias angulares con el Ecuador, nos lleva a otros meridianos cuya luz alumbra los horizontes que describe, en una ciudad, más bien un conjunto de ciudades, consecuencia de la civilización occidental, y referencia universal, para financieros, científicos, artistas y poetas: New York.
Base de esta obra que la mide con sus versos y refleja, es una ciudad, y un Estado, que sólo el tratar de comprenderla nos ahoga la garganta en la impresión, un espejismo que oprime sin tregua el corazón.
Nueva York (New York), ciudad situada en la costa nororiental de los Estados Unidos, pertenece al estado de Nueva York. Conocida como la ‘Gran Manzana’, la mayor aglomeración urbana de Estados Unidos es uno de los núcleos comerciales, financieros y culturales más importantes del mundo. Nueva York ha sido la puerta de entrada a los Estados Unidos para las continuas oleadas de inmigrantes procedentes de Europa y, más tarde, del resto del mundo. (Estatua de la Libertad).

LATITUDES
XXXV Premio Juan Bernier de Poesía -Ateneo de Córdoba-,
de Juan Carlos Rodríguez Búrdalo

La fuerza expresiva ya aparece en el primer
poema dentro del lenguaje figurado
y la utilización acertada de las figuras
estilísticas, para cimentar los versos en
Poeta en Nueva York y meternos en el contexto
y su autor, Federico García Lorca:
“No preguntarme nada. He visto que las
cosas / cuando buscan su curso encuentran
su vacío. / Hay un dolor de huecos por el
aire sin gente / y en mis ojos criaturas vestidas
¡sin desnudo! New York, agosto 1929.”
Se inicia la obertura que Rodríguez Búrdalo,
titula MEMORIAL DEL BRONX, un
buen arranque musical para aquel joven
Lorca que cuando su maestro le enseñaba
a tocar el piano, le dijo abismado: “Que
aunque yo no haya llegado a las nubes, las
nubes existen”. Y ya que J.C. Rodríguez
Búrdalo, nos habla de altura, al empezar
preguntándose, por “una vida mejor, más
alta que los altos edificios”, en clara alusión
a la ciudad de los rascacielos. Los referentes
del poema permanecen fijos, e
indagan en lo que esta ciudad pudo dar a
Federico, recorriendo su estela hasta su
muerte: “¿qué memoria de Harlem te llevaste;
/ que blues de ceniza, Federico, / te
llenaron de angustia el corazón / aquella
madrugada de fusiles / qué lúpulos de sangre
estremecieron / el silencio de Víznar
con tu muerte, / qué lágrimas de plomo en
los olivos?” Para terminar este
lorquiano poema de New York,
que nos señala unas cuantas
cosas, y es una especie de IN
MEMÓRIAM de García Lorca,
concluye así: “…la ciudad y tu
verso van unidos / como el
llanto de un niño a su orfandad”.
A este primer poema le siguen
otros diecisiete que completan
el poemario, todos de depurado
verbo, medida arquitectónica
semejante a la ciudad
que describe, cincelados con
la virtuosa mano del escultor
al que el pulso no le tiembla en
su precisión, ni la vista le engaña
en perspectiva.
Vuelve en el siguiente poema
a un tema recurrente de su lírica, desde la
misma base lejana en el tiempo y el espacio,
a la verdadera Patria del hombre que
es – Según Rainer María RILKE- la infancia;
al preguntarse en este poema Pájaros
en Central Park, “¿Quién trajo estos pardales
de Castilla… a un sendero de tierra en
Central Park? La extrañeza de ver en este
nuevo parque rectangular de exacta geometría,
a estos
viejos familiares
“gorriones de un
lejano continente”,
hallados en
esta ciudad que
parece una maqueta
hecha con
cartabón y escuadra;
un dibujo cubista
de trigonometría
plana, vuelve, por contraste, al
autor, a su infancia extremeña, tan distinta
como distante, para, uniendo esas coordenadas
espaciotemporales, terminar así:
“No sé por qué estos pájaros pequeños /
me han devuelto la luz esta mañana. / Tal
vez porque su vuelo viene siempre / con el
niño callado que soñaba / un cielo tan
abierto como el suyo.”
La contrariedad de esta ciudad multicultural,
padre de todos los contrastes, y crisol de razas, lenguas, costumbres,
se da, varios poemas
después, cuando en
AUSENCIAS el autor afirma:
“Nunca vi jilgueros
en Central Park / (…) tienen
pequeño el vuelo, limitado
/a su frágil estirpe
de frutales…” Con lo que
nos lleva a la infancia, de
huertos, cardos y flores,
para alcanzar su tono elegíaco,
“Mas no puedo olvidar
su trino limpio (…)
amo a estos pajarillos
desde niño”. Y lo más intenso
del poema cuando
dice haber descubierto en
sus colores, “la primera
noción de la belleza”…
Cualquier joven oficiante
de estos lares, por aquellos
tiempos idos, queda
atrapado ahora en los
versos de estas redes.

UN PARALELOGRAMO
RECTÁNGULO
Ala derecha este emblemático parque
(Sin los fringílidos), que aparece en varios
versos, y en la foto inferior a vista de
satélite centrado en su punto medio, para
comprobar la sintonía rotativa que guarda
su eje con la arquitectura circundante.
Crepúsculo en Central Park, es el poema
que lo lleva en referencia para describir el
ocaso en septiembre, “como un secreto
pacto desvelado… Cuando “la oscuridad
descubre su impostura”. Pues, “se enreda
entre las nubes un sollozo / del cobrizo crepúsculo
del fuego”. (…) “Y el polvo de las
horas que se apagan / crepita lento en pálpitos
oscuros”.
Pero este poema que ya apunta la metafísica
de la soledad, y el paso del tiempo, se
consuma en el siguiente, Canción ausente,
que abre citando a JL.Borges, “Ya somos el
olvido que seremos”.
El poema, subtitulado, “Estación de Ronkonkoma”,
desarrolla la historia de una
mujer solitaria que camina por los andenes,
cada tarde, tal vez como un fantasma,
“esperando algún tren que nunca llega”.
Como el tic tac del reloj que mide el paso
del tiempo, se repite la secuencia, “mañana
la veré sobre las nueve”. Vuelve el
tiempo a presentarse vertiginoso y adelantado,
porque “Ya somos el olvido que seremos”.
Un presente que ya es futuro y un
pasado inexistente.
En el siguiente poema, bajo la enseñanza
humana del tiempo, que presagia la inmensa
pequeñez del hombre, tenemos una
hermosa prosopografía, que titula, Reencuentro
en un bus. “Oscura de piel y escorado
el cuerpo/ ha subido despacio al
autobús…”. Resulta ser una mujer más
bien anciana, descendiente de españoles
que se sorprende al oírlo hablar español.
“Aprendieron su idioma, / dulces palabras
Descubrir la primera noción
de la belleza en las
alas extendidas de un jilguero,
cantando sobre su
nido en el manzano florido
/ que llenaron
mi cuna de sosiego;”,
y que
nos lleva a Unamuno:“
la sangre
gre del espíritu
es mi lengua”. O
a Juana de Ibarbourou,
en la exclamación:“
Lengua
castellana
mía, / lengua de
miel en el canto
…” , y puesta
aquí en valor.
El poema presenta
aparte un
aspecto capital,
que el tiempo dejó atrás y hoy se repite, en
estas cíclicas convulsiones y mudanzas humanas:
la emigración en torno al mundo,
muchos por necesidad, quizá otros por
aventura a buscar el finisterre que nunca
llega por muchas vueltas que le den, al ser
el mundo redondo. “Hombres sin brújula”.
Así nos brinda el hecho del nigeriano
USMAN, y de los tres campesinos andaluces,
“Que traían el color abrasado de Tabernas
/y el sueño de la América propicia /
que lejanos mensajes prometían”. Un duro
peregrinaje para llegar aquí, “en la isla
carcelaria / sufrieron desazón y menosprecio…
silencio… privaciones / y una inmisericorde
cuarentena…” Titulado ELLIS
ISLANDS que pasando por el recuerdo de
Las Uvas de la Ira, de John Steinbeck, ya
nos sitúa en el contexto con la primera cita
de Constantino Cavafis: “Cuando partas de
viaje a Ítaca / desea que tu camino sea
largo, / lleno de aventuras, pleno de experiencia”.
El poemario completo sintetiza un
viaje con estancia allende nuestras fronteras.
Y el retorno en la 2ª parte. Se viaja por
dos razones: conocimiento y evasión. La
primera está cumplida.
Manhattan -título del poema-, es en lo urbano
el distrito mayor de los cinco que conforman
Nueva York. Compuesto principalmente
por la isla homónima, rodeada por
los ríos Hudson, East y Harlem. En el corazón
de la Gran Manzana están los mayores
centros culturales, financieros y
comerciales del mundo. Entre sus enclaves
más emblemáticos destacan rascacielos
como el Empire State, la deslumbrante
Times Square y los teatros de Broadway.
Manhattan, lírico y dramático que comienza
así: “Iguales moles grises que parecen
/ un alto bosque de metal gemelo / y
frágiles espejos sin azogue”. Una buena
pintura animada de los objetos que diseña
con viveza figurativa. Siguiendo la topografía
de este paisaje urbano: “bronco barrio
asolado por el ruido / que asorda el corazón
/ y transforma en procelosa impostura
/ la desesperanza, el alma prisionera”.
Todo medido, calculado, previsto. Una especie
de cárcel de oro, dominada por la seguridad
del poder. “Rutina, bar, comida
callejera, / la manzana mordida idolatrada…
/ día tras día, siempre cada día /
hasta que apaga Manhattan su voz / y
duerme su cimborrio reflectante”.
MANHATTAN
Como referencia de esta imagen, tenemos
el poema, REFLEXIONES SOBRE EL 11-S
EN WORLD TRADE CENTER.
“Rendido el torreón de la inocencia, / han
roto la confianza que lucía / la dulce jerarquía
de la luz… / cegaron tu candor / con
fábulas ajenas / otra forma de oír en las espigas,
/ otro espejo, otro altar y otra liturgia
/ en las torres blancas del corazón.”
El autor establece un antes y un después…”
Ahora sabes la ecuación del frío; /
bucean por las venas de tu vida / yugos de
xiles / bruma que llena cálices oscuros, /
terca historia de credos inefables / que embridan
sobre muerte su razón”.
Es importante el dominio semántico del
campo elegido, para un hecho que parece
imposible llevar a la poesía.
“Ahora la impostura de los himnos / anida
en el dolor de las ausencia / y anega los aljibes
interiores / lluvia que nombra pétalos
segados / en el terco arenal de la quimera.
/ En lo alto, grises cúpulas desnudas…” El
poema busca más tarde las causas de esta
catástrofe cometida por humanos, supuestamente.
Una causa queda patente en “…
las turbias escombreras del alma”. Para
afirmar: “Porque llevas enferma la pupila /
y se pudre en tus ojos la memoria, / eres
noche perdida en otra noche; / eres frío a
la busca del olvido, / el hedor más podrido
del espanto / en las alas del pájaro más
negro.” Interesante la gradación para la
patología del mundo que busca su propia
autodestrucción. Y sin causa clara ni aparente,
acaba en su muerte prematura, bajo
el fanatismo y la sinrazón.
Las oscuras razones quedan en el misterio
más profundo. Pues desde el cielo al infierno
cohabitan en esta ciudad estado,
cual imán de atención atractivo
a millones de personas
en cualquier ámbito. Tras
ríos de tinta, el arte hizo de
ella la pila bautismal, con
cuyo nombre en su lengua
quiso iniciar todas las cosas.
Desde Manhattan Transfer,
del estadounidense John
Dos Passos, que retrata la
sociedad americana del
siglo XX, hasta los españoles
que, tras el cuerpo, le fotografiaron
el alma: de (F.
García Lorca que aquí se
asoma) hasta J.C. Rodríguez
Búrdalo, llegado también a
estas LATITUDES.
En la imagen superior, momento de
los atentados cometidos por la Red
Yihadista Al Qaeda, mediante secuestro
de aviones, sobre las llamadas
torres gemelas, de esta ciudad, el
11 de septiembre de 2001. (11-S)
Huecos que quedaron de las torres
gemelas (11-S) A su izquierda, en
la imagen, el One World Trade Center,
edificio más alto de Manhattan.

PREPARATIVOS DE VIAJE
Es el primer poema de
la segunda parte:
“Pronto dejaré Neva York
y vuelvo / con el alma desnuda
de esperanza. / Atrás
dejo los sueños mutilados
/ los nocturnos vasos comunicantes
/ que cierran la penumbra
y el silencio / sin
abrir las exclusas de la luz.”
Se inicia el viaje de retorno,
con las alforjas llenas
del conocimiento de
otras tierras. Con los “gemidos
del otoño”, y los
“soles vencidos por el frío”.
y “las palabras luminosas
en la noche / más altas que
las torres de Manhattan”.
En el siguiente poema se
abren varias interrogaciones
retóricas “¿Dónde
están las aves hoy…? que
enlazan la palabra poética
con la brevedad del tiempo,
“y la puesta de sol se confunde
con la claridad del
alba”. Para preguntarse
“¿Qué pasará cuando el
tiempo se rompa / y sea la
verdad solo recuerdo?”
La conclusión, o interrogante
metafísico, lo encontramos
en el siguiente poema, Despedida en
Hudson River, donde “el sol muriendo bajo el
frío…como sombra que agranda más en sombra
/ cuando todo es retorno hacia la nada”.
NOCTURNO, es el siguiente poema donde
se despliega la capacidad onírica, del mito
del eterno retorno, citando a Paul Verlaine:
“Será como un sueño del cual uno despierta
y otra vez se adormece, y repite el
soñar…” Y viene la hermosa descripción en
la imagen de la experiencia: “Sobrevolar
de noche Nueva York / es sembrar el suelo
de girasoles./ Apenas se repliegan las estrellas
/ ya extraño recordarte desde el
cielo / que sin luz te ve ciega y muy lejana”.
Le siguen otras prosopopeyas o personificaciones
que mantienen la altura semántica
que además es física. “Los barrios y
edificios que vestían tu esplendor… A tres
mil pies de altura, la ciudad / es como una
colmena de luciérnagas / que se van apagando
entre las nubes”. Cerrando este
ciclo con la metáfora de la luz que se
apaga. En esa “estatura de la noche”,
adonde se confunden las nubes con los
sueños, “en la vieja mochila de los años”.
Así en este viaje que puede simbolizar el
de la vida, y su desnudez final machadiana,
vemos “en un reino de silencios”, “asolado
por el ruido”, el apagarse de las luces desde
lo alto, con la caducidad del tiempo y cosas
mundanas, del efímero reino, adonde “la
oscuridad descubre la impostura”, y solo
permanece y brilla, la luz de la Palabra.
Algunos poemas:
A JOSÉ HIERRO, EN EAST RIVER
Llevaba el corazón con poco abrigo;
sólo buscó en los hombres sus verdades,
la interior claridad que las alumbra.
Soñaba revelar los oficios de un vocablo,
dejarse sobornar por un poema.
Con asombros pintó
las moradas tan blancas que tenía;
puso en ellas palabras principales,
los verbos que la sangre le dictaba,
cartonajes que apila el desamor,
estaciones diversas de la vida.
Quería resguardarse en los afectos,
mas solo poseía
una pascua de luz en la mirada,
la frágil arquitectura del pecho,
gastada en el tabaco y la ternura.
Ya no está. Donde sueña la luz el infinito,
se juntan los fragmentos del silencio.
Efímera,la vida siempre deja lugar a la memoria.
Me remango otra vez el corazón. / Queda tarea.
GREENWICH VILLAGE
Nuevamente el otoño en la ciudad,
su cartuja de bruma
y su rostro de cáliz plateado.
Un reino de silencios
escribe lentamente sus provincias
en la oscura pared del corazón.
DESPEDIDA EN HUDSON RIVER
El sol muriendo bajo el frío seco
de noviembre, timbal en la frontera
que ilumina el silencio cada tarde
en las postrimerías de la luz.
Después la noche, póstumo legado
que añade ceguedad entre lo oscuro,
como sombra que agranda más en sombra
/ cuando todo es retorno hacia la
nada. / ¿Qué puedo yo ofrecer en despedida
/ si contigo se va también mi
tiempo? /Cortemos los dos lluvia para un
ramo / que sea a nuestros pies blanca
ceniza. Sí, cortemosla pronto, que ya veo
claridad, y en sus pétalos el fuego.