“Hola, David.
Te tengo que hacer uno de esos encargos un poco siniestros, (de ahí el nombre de la carpeta) pero para ti, al estar en el gremio, será fácil de entender.
Me gustaría presentarme ante el Padre Eterno (ya sé que no es tu onda, pero ya me disculparás) como si de un nuevo destino se tratara.
Quiero iniciar ese viaje con uniforme de presentación, ya sabes, camisa blanca, corbata negra, guantes blancos.
- No quiero llevar divisas, ante el Padre Eterno no puedo ser más que un soldado español que quiere servir a su País, qué más da la graduación.
- No quiero llevar condecoraciones ni más curso que el paracaidista. Sólo el rokisqui, que me enseñó los valores de la milicia que tanto he amado y a la que tanto debo.
- Preocúpate de que mis zapatos estén brillantes, y mi aspecto sea el que corresponde. Pásame revista como ese buen sargento que eres y del que tanto me enorgullezco.
Puede que mi camino pase por un horno, pero ya sabes, pasaremos….. como debe ser.
Te quiero con todas mis fuerzas, hijo…”