VIGENCIA DE GEORGE MARSHALL EN LA ACTUAL DEFENSA EUROPEA. Coronel Garcia Riesco.

 

En el marco del Programa de Colaboración de Asociados (AEME-PCA 2023-24), el Coronel del ET, r y Politólogo D. Jesus Alberto Garcia Riesco, asociado de AEME, redacta el siguiente articulo. 

 

VIGENCIA DE GEORGE MARSHALL EN LA ACTUAL DEFENSA EUROPEA

George Marshall constató que, en la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos (EEUU) no estaba preparado para la guerra, por lo que se embarcó en una cruzada para crear un ejército con capacidad de combate que ahorrase vidas humanas en futuros conflictos. En Fort Benning revolucionó la enseñanza militar y, en 1938, viendo inerme al país ante la amenaza alemana, potenció el reclutamiento universal e impulsó las maniobras con fuego real que —a pesar de los errores en África e Italia— fueron clave en la fase final de la Segunda Guerra Mundial.
Europa vive una situación similar a la estadounidense de 1938 —no está capacitada para responder a la amenaza rusa— por lo que Marshal es una valiosa referencia en la ineludible tarea de lograr una disuasión efectiva.

Primera Guerra Mundial
Marshall quedó muy afectado por las excesivas e innecesarias bajas estadounidenses en la guerra. En el ataque a Saint-Michel y en la ofensiva de Meuse-Argonne vivió dolorosamente la pérdida masiva de vidas estadounidenses debido a la inadecuada instrucción; «las patéticas dificultades que encontramos» —señala— «mostraron una falta de preparación total y absoluta»[ ].
Además, los soldados lucharon con armamento de fabricación francesa o británica, ya que la poderosa industria estadounidense había sido incapaz de suministrar el material que demandaba el conflicto; «la Junta de Industrias de Guerra (War Industries Board, WIB) de Baruch» —precisa Herman— «había logrado construir montañas de armas, pero apenas unas pocas llegaron a tiempo para ser empleadas en la guerra»[ ].
La experiencia del conflicto, también le hizo abogar por la conscripción (servicio militar obligatorio) como solución a la falta de preparación, propia de los períodos de paz a los que seguían movilizaciones apresuradas que no aportaban fuerzas adecuadas al combate.

La revolución en Fort Benning (1927-1932)
Como profesor de la Escuela de Infantería de Fort Benning, Marshall revisó, tanto el método como el contenido de la instrucción para que el futuro mando de pequeñas unidades —cuya iniciativa consideraba vital— reaccionase oportunamente en el combate. Programó realizar el 80 % de la instrucción en el campo (figura 1) y enfatizó la importancia de innovación táctica, la creatividad y la flexibilidad.

Figura 1: La enseñanza en Fort Benning era práctica y basada en la realidad de la guerra

Al modo de la Auftragstaktik alemana —mando orientado a la misión—, los mandos debían detectar intuitivamente los detalles relevantes y tomar decisiones rápidas y creativas con la información disponible. En consecuencia, los alumnos del centro debían de resolver problemas sobre el terreno sin estar condicionados por soluciones previas; «la estructura mental del líder», precisó Marshall, «es más importante que el bagaje técnico»[ ].
Dio gran importancia a la formación moral; consideraba imprescindible tener combatientes robustos y agresivos que se crecieran ante la adversidad. Doctrinalmente, luchó para sustituir la «guerra de trincheras», que tantas muertes había originado, por la innovadora «guerra de movimientos» alemana basada en la potencia de fuego y en la maniobra de flanco (Flankenangriff).
Fort Benning también fue un semillero de buenos mandos que resultaron imprescindibles en la Segunda Guerra Mundial. Entre los ciento cincuenta futuros generales que se formaron en el centro estaban Patton, Eisenhower y Bradley, quienes jugaron un papel clave en el conflicto.
Marshall resume así su pedagogía: «Familiarizar al futuro mando con la realidad de la guerra y las condiciones extremadamente difíciles y altamente desconcertantes bajo las cuales deben resolverse los problemas tácticos frente al enemigo»[ ].

El reclutamiento universal y los planes de movilización
Planes previos a la Segunda Guerra Mundial
En 1918, el ejército estadounidense contaba con casi tres millones de efectivos. En 1919 una comisión del Congreso propuso el Servicio Militar Obligatorio (Universal Military Training, UMT), pero durante la década de 1920 no se consideró necesario prepararse para un improbable conflicto; March señala que «el país se había vuelto militarmente inoperativo»[ ]. A la altura de 1935, una década y media de abandono había dejado al ejército con menos de 200.000 hombres lo que implicaba que muchas unidades estaban en cuadro (figura 2); Palmer precisa que «durante la guerra había ejércitos sin política y ahora hay política sin ejércitos»[ ].

Figura 2: Después de 1918 el ejército estadounidense se quedó en cuadro

A la altura de 1937, Marshall no veía al país con capacidad de alistar voluntariamente a los efectivos necesarios, por lo que consideraba vigente su convicción de que la conscripción (UMT) paliaría los inmensos problemas de reclutamiento. Pensaba que la debilidad franco-británica mostrada ante Alemania en la crisis de Munich de 1938 era consecuencia de descuidar la defensa —las fuerzas armadas de ambos países estaban peligrosamente rezagadas con respecto a las alemanas—, por lo que se empeñó en sensibilizar a los políticos estadounidenses de la gravedad de la amenaza y de las consecuencias de no preparar a la nación para la guerra.
El Plan Movilización Protectora de 1939
El Plan de Movilización Protectora de 1938 (Protective Mobilization Plan, PMP) se inició con una Fuerza de Protección Inicial (Initial Protective Force, IPF) de voluntarios que era insuficiente. Cuando en 1939 Marshall se hizo cargo del Estado Mayor, el ejército estadounidense, con menos de 200.000 hombres, era el decimoséptimo del mundo; el reto de crear los efectivos para enfrentarse a las cien divisiones de la Wehrmacht —1,4 millones de hombres— pasaba por implantar el servicio militar obligatorio, por lo que «dedicó sus energías a convertir a los civiles en soldados»[ ].
El PMP de 1939 fue un vínculo imprescindible entre el período de entreguerras y el despliegue de 1942 en el norte de África. Incluido en el anterior, el Plan Victoria de 1941 establecía las necesidades en efectivos, armamento y material para ganar la guerra al Eje.
En marzo de 1940 «el 96 % de los estadounidenses se oponían a la guerra»[ ] pero, tras la invasión de Francia «el 71 % apoyaba el reclutamiento universal»[ ], lo que facilitó el proceso legislativo. La Ley Instrucción y Servicio Selectivo (Selective Training and Service Act) de 1940 establecía el servicio militar obligatorio de 12 meses, lo que permitió reclutar 630.000 efectivos mensualmente hasta alcanzar 1,4 millones en 1941 y 8 millones en 1945 (figura 3); Pogue señala que «la conscripción hizo posible la enorme fuerza que luchó en la Segunda Guerra Mundial»[ ].

Figura 3: La conscripción hizo posible la fuerza que luchó en la Segunda Guerra Mundial

Las maniobras de Luisiana
Las maniobras planeadas por Marshall y su Estado Mayor en 1941, conocidas como las Maniobras de Luisiana, se realizaron en los estados de Tennessee, Luisiana y Carolina del Norte. Durante cuatro meses se simuló la batalla real —con la participación de más de 400.000 efectivos— para conseguir la necesaria capacidad de combate; «también se pretendía», señala Dickson, «mostrar a la nación lo que era ir a la guerra y lo que se necesitaría para ganar el siguiente conflicto»[ ].
Las maniobras fueron clave en el esquema de Marshall para dar al ejército un nuevo vigor, un nivel más alto de moral y una nueva cohorte de líderes. Se simuló el combate real de una forma sin precedentes: muchos participantes permanecieron durante todas las maniobras en zona con su equipo individual, se dispararon proyectiles de artillería con harina para marcar los impactos y potentes altavoces emitían los sonidos de la guerra.
La principal conclusión obtenida fue la necesidad de superioridad aérea y de infantería motorizada para que los ataques de carros de combate tuvieran éxito. Marshall también constató la importancia de la Unidad de Mando; «un único comandante en el teatro de operaciones debía ser responsable de las operaciones terrestres, aéreas y navales»[ ].

Los problemas en la Segunda Guerra Mundial
Moral de combate
La Ley Instrucción y Servicio Selectivo de 1940 exigía solo un año de servicio, pero en 1941 la decisión de aumentar el plazo derivó en una grave crisis de moral en las tropas. El 50 % de los soldados de la 27ª División amenazó con desertar y otro 40 % se arrepentían de estar en el ejército (figura 4).

Figura 4: En 1941 el estado de la moral en el ejército estadounidense no era tranquilizador

Railey, a petición de Marshall, realizó un estudio sobre la moral de los combatientes y constató una flagrante insubordinación de los soldados tanto verbalmente como en la actitud negativa a instruirse: los mandos directos los temían y los oficiales generales —alejados de sus problemas— no eran conscientes de su situación; «la moral de las fuerzas armadas» —resume Railey— «tal como he muestreado y verificado desde el Atlántico hasta el Pacífico, no es tranquilizadora»[ ] .
Mandos incompetentes y tropas inexpertas
Por otra parte, las enseñanzas de Luisiana no se aplicaron en la campaña de África de 1942 ni en la de Italia de 1944. La derrota en la batalla de Kasserine (Túnez) ilustró las deficiencias de la fuerza estadounidense: líderes incompetentes al mando de tropas inexpertas; «Eisenhower estaba horrorizado», señala Carr, «por los numerosos casos de indisciplina»[ ].
En la conquista de Sicilia «sesenta mil alemanes», señala Porch, «detuvieron durante cinco semanas a una fuerza aliada ocho veces superior»[ ]. En Montecassino muchos ataques frontales contra líneas defensivas alemanas, bien fortificadas, no tuvieron éxito y costaron demasiadas vidas; Marshall asumió «la mediocre efectividad en combate»[ ].
Las causas de los problemas eran variadas y se tomó buena nota de cara a las futuras batallas en el teatro europeo. Las operaciones militares se planearon apresuradamente, no siempre existió unidad de mando, el sistema de reclutamiento fue deficiente y el período de instrucción escaso. En consecuencia, las tropas no estaban bien preparadas y carecían de relevos sólidos; «lo que el ejército necesita», precisó Marshall, «no son más divisiones, sino un suministro robusto de reemplazos vigorosos y bien instruidos»[ ].

La vigencia de Marshal
Dolorosamente consciente de la falta de instrucción en las dos guerras mundiales, Marshall luchó incansablemente para implementar el reclutamiento universal, mejorar la moral de combate, organizar con tiempo la movilización, desarrollar la conciencia de defensa y programar una enseñanza militar práctica y realista.
Su principal reto fue construir un ejército ciudadano con moral de combate. La democracia no era tal sin el reclutamiento y la formación militar universales. Además, la cantidad y calidad de efectivos que demandaba el conflicto moderno sólo podían ser aportados por sociedades cohesionadas con capacidad para movilizar ordenadamente a sus ciudadanos.
Denunció con vehemencia que bajar la guardia en períodos prolongados de paz implicaba una irresponsable falta de preparación para la guerra; el ejército aumentó ocho veces sus efectivos entre 1939 y 1941, pero no tenía la instrucción necesaria para ganar un conflicto prolongado.
En suma, Marshall se enfrentó a problemas similares a los que tiene Europa actualmente —Rusia puede desafiar la doctrina de defensa colectiva de la OTAN antes de lo esperado— por lo que su responsabilidad y constancia marcan un camino ineludible que obliga a asumir la gravedad de la situación y realizar los imprescindibles planes de movilización. Si no se hace, llegado el momento, los líderes se verán sobrepasados, el reclutamiento se hará desorganizadamente, los mandos y la tropa no absorberán la dureza de la instrucción y los industriales serán incapaces de fabricar el armamento necesario. Se pagaría, una vez más, la inconsciencia y la bisoñez con imperdonables e innecesarias bajas, pero el peor precio sería la desaparición de la democracia.

Jesús Alberto García Riesco
Coronel del E.T. (r) y politólogo

Asociación Española de Militares Escritores