El diario ABC, publicaba el pasado día 1 de enero, este interesante artículo del Profesor D. Juan Velarde Fuertes, Presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y primer Asociado de Honor de AEME
UN ACTIVO ECONÓMICO: EL EJÉRCITO
QUIZÁS en España, como consecuencia del libro de Carande, «Carlos V y sus banqueros» y de la observación de una progresiva decadencia económica, a partir del siglo XVII, se afianzó la idea de que las Fuerzas Armadas constituyen siempre un claro pasivo para la economía. Pero he aquí que, al analizar la Revolución Industrial, ha permitido a Ruttan que pueda sostener en su «Is War Necessary for Economic Growth? Military procurement and tecnology development» (Oxford University Press) «que la inversión gubernamental a gran escala y a largo plazo» ha sido «el motor de casi todas las tecnologías de alta utilidad del último siglo», las llamadas OPT. Y ello a partir de seis complejos tecnológicos: los de la aviación, los de la exploración del espacio exterior, los de la tecnología de la información, los de Internet y, desde luego, los de la energía nuclear. E indica, por ejemplo, en este último caso, que esta energía «tal vez no se habría desarrollado en absoluto sin las grandes inversiones gubernamentales».
Veamos además los datos empíricos expuestos por Mariana Mazzucato en «El Estado emprendedor. Mitos del sector público frente al privado», donde expone multitud de argumentos que destruyen una crítica a multitud de posturas antimilitaristas. Toma, para eso, apoyo en una exposición de Keynes en «The end of “laissez faire”»: «Lo importante de un Gobierno no es hacer cosas que ya están haciendo los individuos particulares y no el hacerlas un poco mejor o un poco peor, sino hacer aquellas cosas que no se hacen hoy en absoluto». Esa búsqueda de cosas nuevas relacionadas con la defensa militar, pero después favorecedoras del desarrollo económico, ¿ha tenido lugar en España? Porque si es así no puede decirse que nuestros Ejércitos hayan sido, o que ahora sean, una carga molesta. Es más, en estos momentos por supuesto, y desde el siglo XIX, de ellos proceden apoyos clave para nuestro progreso material. Porque, ¿de dónde ha procedido un impulso básico para implicarnos, desde el siglo XIX a ahora mismo, en la Revolución Industrial? ¿Es posible olvidar en ese sentido lo que significó el general Elorza para que el mundo nuevo siderúrgico se incorporase a España? Pero también hay que añadir lo que supusieron nuestros marinos para que los denominados por Carande «los caminos del oro y de la plata» fuesen no sólo cómodos, sino segurísimos para la recepción de estos metales que llegaban de América a España, y que, a continuación, se remitían para mantener nuestro peso en Europa, unas veces a Flandes, otras a Génova, y que desde ahí, precisamente se acababan enviando para financiar la llegada de productos asiáticos a Europa, a través de Filipinas, porque allí existía un fuerte tráfico procedente de China, ávida siempre de la plata española, y gracias al control naval que se tenía por España, prácticamente se pasó a considerar en el siglo XVIII al Pacífico como una especie de lago español. El tráfico así provocado llegaba a través de la Nao de Acapulco a México, y desde allí, por el Atlántico, arribaba a España y a puertos europeos.
¡Y qué decir del mundo de la aviación y de sus complementos! He comprobado muchas veces en Argentina que, para intereses españoles de todo tipo, lo mucho que significó, y aun significa, el vuelo del Plus Ultra.
Y en un ámbito más actual, no es posible olvidar el asunto de la energía nuclear, ya que ésta ha pasado a ser parte importantísima de nuestra economía, y ¿es posible ignorar que nació precisamente todo ello en el ámbito militar? Yo no puedo dejar de tener presente mis conversaciones en ese sentido con el almirante Cerrolaza, precisamente en torno al papel que habían tenido las Fuerzas Armadas en la integración de esta tecnología, repito tan favorable para nuestra energía. Ahora mismo esto lo confirma el libro del general Guillermo Velarde, «Proyecto Islero».
Además nuestro futuro económico depende en gran medida de la espléndida renta de situación que ha pasado a tener nuestra patria. La colosal corriente de tráfico en proceso acelerado además, que desde las costas asiáticas del Pacífico y del Índico, se dirige hacia la rica Europa del Norte, se practica por el Mediterráneo y nos rodea. El estar precisamente vinculadas las costas de España a esto, genera una fuente de renta adicional notable. Y gracias a las Fuerzas Armadas esto se puede mantener con seguridad, con lo que tiene consecuencias económicas muy positivas gracias a la participación militar española dentro de la OTAN. Así es como se afianza el desarrollo, no ya de nuestros puertos, sino de su ampliación hacia el interior de España. Y he ahí un reciente enriquecimiento que sería imposible si no existiese una colaboración del mundo militar.
¿No es hora, pues, de abandonar actitudes antimilitaristas? Y dejo a un lado que, además, España no se explica sin ir en su historia de San Quintín a Lepanto, de Otumba a Cartagena de Indias, de Bailén a Baler, de Alhucemas al Alcázar de Toledo.