UCRANIA: UNA PAZ IMPUESTA O UNA DERROTA ADMITIDA General Martinez Isidoro

 

UCRANIA: UNA PAZ IMPUESTA O UNA DERROTA ADMITIDA

 

Los últimos acontecimientos en la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, caracterizados por unas negociaciones improductivas en resultados para una paz permanente y duradera, tienen una significación evidente, Rusia no pretende un final del conflicto equilibrado, ni racional, que ponga fin al derramamiento de sangre, a la destrucción de zonas residenciales e infraestructuras críticas, y al sufrimiento de una población siempre amenazada, el Presidente Putin desea llevar a Ucrania a una paz impuesta y a una derrota admitida, también, cada vez más, por la comunidad internacional.

Se había confiado excesivamente en la certeza del Presidente Trump sobre su capacidad para detener la guerra, repetidamente anunciada en su campaña electoral, en su relativa afinidad con el Presidente Putin y en la potencia económica y militar de Estados Unidos como para “forzar” la voluntad del líder ruso, y la decepción es la menor de las sensaciones sobre los resultados obtenidos, después de más de 4 (2+2)horas de comunicación directa entre ambos mandatarios; solo un acuerdo ventajoso para Estados Unidos, éxito comercial y estratégico de momento, de explotación de minerales especialmente valiosos para las necesidades manufactureras actuales, y poco más.

Trump, en esta fase de sus intervenciones, ha amenazado de forma directa al Presidente ucraniano, le ha “forzado” a ciertas concesiones hacia Putin, al menos de actitud, incluso se ha llegado a montar un espectáculo televisado en el Despacho Oval en el que Zelenski apareció como el responsable de la actual situación, encuentro prolongado, con una mayor delicadeza, en la Basílica de San Pedro, con la finalidad ambos de crear con el líder ucraniano una nueva visión de unas posibles negociaciones con el agresor Putin.

El Presidente ruso no quiere la paz con Ucrania, pretende y busca una derrota, lo demuestra no solo por los últimos acontecimientos en los que ha intervenido Trump como mediador e impulsor, incluso cuando este ha “forzado” a Zelenski a hacer concesiones. sino por una sólida convicción de que Rusia no puede ser vencida, y quizás tenga razón, por su Historia, por su magna extensión territorial , por el carácter sacrificado del pueblo ruso, y por él mismo, miembro destacado del KGB, el servicio más dedicado a la defensa y expansión de la soberanía soviética en la Guerra Fría, y colaborador necesario con la STASI, por su destino en la Alemania Oriental, en la época más terrible de la política hacia occidente, cuyo brazo ejecutor fue precisamente dicha policía política de infausto recuerdo.

Ninguno de los objetivos geopolíticos esgrimidos por el Presidente Putin en la Conferencia de Munich en su discurso del año 2007 ha sido alcanzado; con sus decisiones de los últimos15 años el nuevo orden internacional no ha cambiado significativamente, polarizado en gran medida por las dos presidencias de Trump, pero dominado todavía por Estados Unidos, por su potencial económico y militar. Tampoco ha conseguido el alejamiento de la OTAN de las fronteras de la Federación Rusa, para gozar de su habitual “zona colchón”, mantenida históricamente y todavía deseada por un líder como Putin, anclado en temores ancestrales.

La militarización del espacio está en marcha, aspecto siempre desterrado por Putin, y la proliferación del armamento nuclear y sus vectores camina hacia límites que superan los tratados al respecto, ahora conculcados, con la excepción del Nuevo STAR que caduca en 2026. La ONU, “templo sagrado” de las decisiones del intervencionismo militar ha sido ampliamente superada con su invasión a Ucrania y reducida su validez a cuestiones subsidiarias. La problemática de la política nuclear de IRAN carece de la presencia rusa, barrida de Oriente Próximo, en unas negociaciones en las que Estados Unidos domina y amenaza con acciones militares, al más puro estilo de Trump. Se puede admitir entonces que Putin solo ha conseguido una muy buena relación, interesada, con China que le ha servido de contrafuerte económico y estratégico en su guerra contra Ucrania, y que sus grandes líneas de Munich están pendientes, aspecto que también puede significar una amenaza de futuro para Occidente.

En contrapartida, Putin ha podido comprobar la resistencia de Ucrania, durante estos más de tres años de guerra en los que Rusia no ha conseguido tampoco grandes objetivos militares, en los que su arte operacional ha brillado por su ausencia; sus combates de posiciones, no consolidadas, en las 4 provincias en litigio, en el Este de Ucrania, pertenecen más a la historia de la Primera Guerra Mundial que a los grandes movimientos de la Segunda; para obviarlo ha utilizado todo tipo de artillería , obuses, de cohetes y misiles, y drones de lo más variado, en especial sobre las infraestructuras críticas y zonas residenciales ucranianas  a efectos de rebajar la moral de los agredidos, aspecto conseguido en estas últimas  fases de los combates.

Ucrania ha respondido con una mayor diversidad de opciones del arte de la guerra, no solo resistiendo en sus extensos frentes con Rusia, sino realizando acciones de gran contenido operacional, tanto directo como indirecto. No solo se ha atrevido a atacar y neutralizar su presencia a la flota rusa del Mar Negro, impidiendo un siempre pendiente desembarco anfibio en la zona de Odessa, sino que ha hecho vulnerable la alimentación logística terrestre de las operaciones rusas a través del estrecho de Kerch, siempre en peligro de acciones ucranianas; la invasión del Oblast de Kursk, efímera en permanencia, ha distraído fuerzas rusas de empleo en el este de Ucrania y necesitado una gran operación diplomático militar de apoyo de Corea del Norte  a Rusia, con efectivos cercanos a una División, mostrando la disposición de Putin a aliarse con estados agresivos, también nucleares, para conseguir sus fines, aspecto que da la dimensión de las alianzas de una hipotética tercera guerra mundial.

En lo que respecta a la utilización del armamento nuclear por parte de Rusia, tantas veces esgrimido, Ucrania ha conseguido disuadir de su empleo, manteniendo una relación bélica del “débil al fuerte” que aún rozando la decisión rusa de empleo de armas nucleares tácticas no ha forzado la voluntad de Putin de hacerlo, jugando también con la disuasión general de sus apoyos occidentales.

En lo que respecta a la utilización de la acción indirecta, siempre existente y presente incluso en tiempo de paz, su aparato de inteligencia, en especial su servicio de inteligencia SBU, ha sabido estar bien informado de la situación no solo del frente sino de la retaguardia rusa, utilizando sus herramientas tradicionales de espionaje, subversión y sabotaje; la primera obvia, la segunda más sutil y de efectos en plazos de tiempo altos, pero demoledora de las retaguardias si cala en la población, y sobre todo la tercera que se ha hecho legendaria en la reciente Operación Telaraña, verdadera acción de alcance estratégico con repercusiones en las capacidades que pueden debilitar la agresión a larga distancia de Rusia.

La sorprendente utilización de la tecnología, incluso con realizaciones novedosas y de poca complejidad y carestía, ha forzado en Ucrania  la creación de una industria de defensa que se adhiere a las operaciones militares y les da soluciones para luchar contra una potencia militar muchas veces superior, ejemplo sin duda de lo que debe de ser una Defensa Nacional articulada en todos los sectores, siendo el civil vital.

Todo parece indicar que Ucrania sebe hacer frente a una voluntad de Rusia muy negativa para alcanzar una paz, porque quiere una derrota, como en la IIGM contra el régimen nazi que tanto evoca, una paz impuesta con una neutralización como país en todos los sentidos; la ya muy próxima Cumbre de la OTAN de LA HAYA será definitiva para arrumbar estos conceptos.

 

Ricardo Martínez Isidoro            General de División del ET, r

Presidente de  la Asociacion Española de Militares Escritores