Singularidades de la guerra en Ucrania. Jesus Argumosa

El General de División Jesus Argumosa, anterior Presidente de AEME publica en La Critica este interesante trabajo sobre la guerra de Ucrania

 

En estas fechas de la última decena de agosto, la contraofensiva ucraniana, iniciada en los primeros días del pasado mes de junio, ha conseguido pocos resultados importantes. La línea de defensa rusa fortificada a lo largo de unos 900 kilómetros entre las provincias de Jersón y Jarkov –a la que se denomina Fabergé– tiene, en algunos lugares, algo más de 30 Km de profundidad con todo tipo de obstáculos desde alambradas de espino, fosos contracarro y dientes de dragón hasta casamatas, fuertes de hormigón armado, laberinto de trincheras y campos de minas. Es muy difícil atravesar esta línea sin superioridad aérea de la que Ucrania no dispone. (…)

Por un lado, Ucrania está ejerciendo su esfuerzo principal en el Sur con el doble objetivo de cortar la cadena logística que circula por el corredor terrestre que existe entre la región rusa de Rostov y la península de Crimea, anexionada por Rusia en 2014, para lo cual intenta llegar a las ciudades de Melitopol y Berdiansk y de destruir el puente del estrecho de Kerch, intentando que Crimea se quede aislada totalmente. Al mismo tiempo, pretende recuperar territorios de las provincias de Zaporiyia y Jersón, anexionadas por Rusia el pasado otoño.

                              Soldado ucraniano

Asimismo, está atacando a las fuerzas rusas desplegadas en el este del país con el propósito de recuperar la región de Donbás que integra las provincias de Lugansk y Donetsk, parte de cuyos territorios fueron anexionados por Rusia en otoño de 2022. Del mismo modo, está defendiendo el territorio recuperado del control ruso en su contraofensiva del pasado otoño, en la provincia de Jarkov, ante los continuos ataques de las fuerzas rusas.

Por otro lado, Rusia, simultáneamente al lanzamiento de misiles contra todo tipo de infraestructuras y ciudades ucranianas como Odesa, Lutsk o Lviv situadas en el oeste de Ucrania, muy lejos del frente –Lutsk se encuentra a 100 km y Lviv a 70 km de la frontera de Polonia– o contra las ciudades de Dnipró, Zaporiyia y Donetsk ubicadas en el este, se encuentra defendiendo sin idea de retroceso la línea de defensa Fabergé realizando contraataques a lo que se añade ataques en la provincia de Jarkov al objeto de recuperar parte del territorio de esta provincia que fue reconquistado por Ucrania en la contraofensiva del pasado otoño, como se ha dicho anteriormente.

Con independencia de las confusas razones del paso de la actitud ofensiva a la defensiva de Rusia en el mes septiembre de 2022, a los siete meses del inicio de la invasión de Ucrania –un país con unas Fuerzas Armadas mucho más numerosas, un armamento y equipo muy superior y una preparación y adiestramiento teóricamente a años luz del existente en las Fuerzas Armadas ucranianas– lo cierto es que el arte de la guerra está volviendo a emplear en Ucrania, en muchos aspectos, sistemas defensivos y actividades militares utilizadas hace más de un siglo.

Llama la atención la mezcla y combinación sin precedentes de modernos y sofisticados aparatos, materiales y armamento de última tecnología como sensores, satélites y drones que proporcionan tanta información que hacen transparente el teatro de operaciones, con sistemas de posiciones de defensa plagadas de obstáculos prácticamente similares a los existentes en la Primera Guerra Mundial (IGM).

La batalla de Verdún, cuya región fortificada estaba constituida por un anillo doble de 28 fortalezas y obras más pequeñas, situadas entre 2,5 y 8 km alrededor de la ciudad, que formaba parte de dos líneas de fortalezas desde Belfort hasta Épinal y desde Verdún hasta Toul, duró desde febrero hasta diciembre de 1916. En el año 2000, Hannes Heer y K. Naumann calcularon que hubo 377.000 bajas francesas y 337.000 alemanas. Una media de 70.000 bajas mensuales.

En la actual guerra en Ucrania han adquirido un valor esencial las posiciones defensivas. Tanto las operaciones militares desarrolladas desde el pasado otoño en la región de Donbás –recordemos que las fronteras occidentales de esta región disponen de posiciones defensivas desde 2014–, especialmente en la ciudad de Bakmut, como los ataques y contraataques que se están realizando en la citada línea defensiva Fabergé, se caracterizan por su nivel táctico en un frente estático lejos de cualquier movimiento en el nivel operacional en el teatro de la guerra. En realidad, responde a los perfiles de la cruel y letal guerra de trincheras de la IGM.

La línea de defensa Fabergé está compuesta, en gran parte de su larga extensión por varias cadenas de posiciones defensivas escalonadas en profundidad –se habla de seis– separadas entre sí entre 5 y 6 km. Cada una de ellas integrada por distintas posiciones defensivas dejando entre sí espacios vacíos que están canalizados en zigzag para que cualquier ataque, después de la apertura de brechas correspondiente, a través de ellas se encuentre de frente con una posición defensiva del segundo escalón de defensa –así sucesivamente– protegida por diferentes obstáculos, incluidos campos de minas, todos ellos batidos por el fuego, que impiden la penetración al mismo tiempo que pueden causar un gran número de bajas al atacante.

Es verdad que en esta guerra existe un alto protagonismo de los bombardeos del Arma de artillería y de lanzamiento de misiles, especialmente porque sus efectos se pueden visualizar y reconocer a través de los medios de comunicación, pero también es cierto que hay una gran participación del Arma de Ingenieros materializada no solamente en la construcción de las posiciones defensivas, en particular las del oeste de Donbás por parte ucraniana y la línea Fabergé, por parte rusa, sino también por su actuación en ataques con previa apertura de brechas utilizando explosivos y diferentes tipos de materiales especiales y en el paso de todo tipo de obstáculos al mismo tiempo que participan en la defensa contra los ataques del enemigo.

La mayor parte de los analistas y expertos estaban convencidos de que las próximas guerras se distinguirían por grandes movimientos de Unidades acorazadas y mecanizadas típicas de la guerra del Yom Kippur del año 1973 o de la guerra del Golfo del año 1990 y que ante la aparición de la cibernética y las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial o la computación cuántica las guerras emergentes serían cortas, con el empleo de menos combatientes y con un menor número de bajas. Como se está viendo, dichas previsiones se encuentran lejos de la realidad.

El armisticio del final de la Primera Guerra Mundial se firmó en 1918, dos años después de acabar la batalla de Verdún. La contraofensiva ucraniana no cuenta con superioridad aérea imprescindible para lograr el éxito en este tipo de operaciones –en todo caso, los F-16 no llegarían a Ucrania este año– ni con misiles de largo alcance que tanto Alemania como Estados Unidos se resisten a proporcionar.

En el actual contexto del teatro de operaciones en el que la estrategia militar se encuentra atascada y ninguno de los dos contendientes tiene suficiente capacidad militar para resultar vencedor se distinguen, hasta ahora, una serie de singularidades que van desde la oscura causa del cambio de la actitud ofensiva rusa por una actitud defensiva hasta el relativo peso de las nuevas tecnologías, pasando por la convivencia de una guerra de alta intensidad con una guerra de trincheras, la mezcla de medios y procedimientos modernos con los de hace un siglo, el enorme valor de las posiciones defensivas, la carencia de batallas decisivas o los frentes estáticos que se creía que habían desaparecido.

En definitiva, teniendo en cuenta especialmente las singularidades expuestas, la vital y valerosa moral del pueblo ucraniano –su bien más preciado–, la falta de voluntad mutua en unas posibles negociaciones junto a las vacilaciones occidentales en entregar a Kiev el armamento que precisa en tiempo oportuno, las previsiones apuntan a que la guerra en Ucrania se alargará más allá de lo razonablemente previsible.

 

GD (R) Jesús Argumosa Pila