RUSIA MOVILIZA RECURSOS ESPACIALES EN ELCONTEXTO DE LA GUERRA EN UCRANIA

Una nueva entrada en el Blog de nuestro asociado Luis V. Pérez Gil, Doctor en Derecho, Premio Extraordinario de la Universidad de La Laguna, Alférez (RV), está dedicada a un análisis de la política espacial rusa en el marco de la guerra de Ucrania.

 

 

RUSIA MOVILIZA RECURSOS ESPACIALES EN ELCONTEXTO DE LA GUERRA EN UCRANIA

En el blog hemos traído a colación varias veces la máxima de Friedman de que la próxima guerra entre grandes potencias se iniciaría en el espacio. La descripción de los conflictos del futuro que realiza en Los próximos años (2010) está en la línea de la sorprendente y hoy en día poco recordada Las guerras del futuro (1993) del matrimonio Toffler. Ambos comparten una extraordinaria capacidad de ver más allá de los acontecimientos presentes para tratar de generar escenarios de futuro con una distancia temporal realmente pasmosa y, tanto en el caso de los Toffler, como más reciente, Friedman, no cabe duda que sus predicciones han resultado asombrosamente acertadas. La genialidad de estas obras radica en la capacidad analítica y la simplicidad en la comprensión de las reglas de funcionamiento del sistema internacional, el poder y la influencia, que les permiten establecer reglas predictivas con un alto nivel de acierto. También, en uno y otro caso, han tenido una influencia académica extraordinaria, pero difícilmente alcanzable hasta el gran público y, mucho menos, a medios generalistas, donde priman los análisis cortoplacistas, de última hora y donde el agente especializado no tiene cabida porque se estima que la capacidad de comprensión del ciudadano medio es baja o muy baja.

Sin embargo, el análisis y explicación de este conocimiento es un bien social que debe ser difundido, porque nace de la teoría y no de la ideología y, por tanto, es válido en cualquier sociedad con independencia de su organización política y, me atrevería a decir, de su marco temporal. Pues bien, aplicando la máxima de Friedman citada al principio, la guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto la importancia decisiva de los medios espaciales en el planeamiento, conducción y ejecución de las operaciones militares para alcanzar los objetivos establecidos. La superioridad de los Estados Unidos en este ámbito es indiscutible, tanto a nivel tecnológico, como de organización y capacidades, que significativamente las aportan tanto el sector gubernamental y militar como el civil, en concreto en materia de comunicaciones de alta velocidad las que presta SpaceX con su sistema Starlink.

Las otras grandes potencias le van a la zaga. China ha acelerado sus programas espaciales para intentar reducir la brecha de capacidades, convirtiéndose en el campeón de los lanzamientos espaciales durante dos años consecutivos. Por su parte, Rusia ha continuado con tecnologías y sistemas suficientemente probados, pero sin avances significativos, de modo que se ha ido ampliando la brecha tecnológica que ya existía con los Estados Unidos. Pero, no hay nada como una guerra para espolear la investigación y el desarrollo tecnológicos aplicados, porque todo conflicto bélico implica una carrera por lograr el arma decisiva. El ejemplo paradigmático es el proyecto Manhattan y la obtención de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, su posesión permitió a los Estados Unidos acabar la guerra definitivamente en cuanto recurrió a su empleo y, de paso, cambió la naturaleza del conflicto para siempre.

Por tanto, ese desfase de Rusia en el sector espacial se ha mostrado con toda su crudeza en la guerra en Ucrania. Y de ahí, la necesidad perentoria de aumentar capacidades para combatir una guerra donde la contraparte juega con una gran ventaja. A más largo plazo, el dominio del espacio será (es ya realmente) uno de los atributos para considerar a un país como una gran potencia. A sensu contrario, los que se queden rezagados estarán al albur de los más poderosos, que se impondrán con la sola amenaza de apagar los sistemas espaciales, que provocaría el caos para el que lo sufra, por lo que, como en el caso de las armas nucleares, la simple amenaza será suficiente para lograr los objetivos políticos y el uso de la fuerza será marginal.

En el mes de agosto de 2022 se vio un incremento importante de las misiones espaciales por parte de Rusia y la China comunista -véase la entrada INTENSA ACTIVIDAD ESPACIAL DE LAS POTENCIAS RETADORAS DE LA HEGEMONIA OCCIDENTAL, de agosto de 2022-. En el caso de Rusia, estas operaciones han continuado aumentando, de modo que, en el mes de octubre de 2022, ha realizado seis lanzamientos para un total de diecinueve en lo que va de año. Al margen de misiones relacionadas con el programa civil de la Estación Espacial Internacional (EEI), la mayor parte han estado destinadas a poner en órbitas satélites de comunicaciones, de reconocimiento o de naturaleza desconocida, pero todos con evidentes aplicaciones militares. El 10 de octubre la corporación espacial rusa Roscosmos lanzó un cohete propulsor Soyuz-2.1b desde el cosmódromo de Plesetsk, en el norte de la Rusia europea, con el satélite número 17 de la serie GLONASS-K, perteneciente al sistema de posicionamiento global ruso GLONASS, que se compone de veinticinco satélites en órbita, operativos y en reserva. El 12 de octubre un cohete Proton-M lanzado desde el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, llevó al espacio con éxito el satélite de comunicaciones Angosat-2, para Angola. El 15 de octubre un cohete ligero de nueva generación Angará-1.2, que despegó de Plesetsk, puso en órbita un satélite militar de reconocimiento de nuevo tipo que recibió la denominación estándar Cosmos-2560. El 21 de octubre las Fuerzas Espaciales, rama de las Fuerzas Aeroespaciales rusas, lanzaron un cohete Soyuz-2.1v desde Plesetsk con dos satélites militares a bordo de los que las autoridades rusas no facilitaron ningún tipo de información, recibiendo la denominación estándar Cosmos-2561 y Cosmos 2562. El 22 de octubre de nuevo Roscosmos lanzó un cohete Soyuz-2.1b desde el nuevo cosmódromo de Vostochny, en el Extremo Oriente ruso, con cuatro satélites de comunicaciones a bordo: tres Gonets-M (versión civil del satélite de comunicaciones militares Strela-3) y un satélite experimental Skif-D para el sistema de acceso a Internet de alta velocidad Sfera, similar a Starlink o OneWeb occidentales. Finalmente, el 26 de octubre un cohete propulsor Soyuz-2.1a despegó desde Baikonur con la nave de carga Progress MS-21 para la EEI.

El estado de guerra en Ucrania, la implicación de las potencias occidentales en el conflicto y el efecto de las sanciones detodo tipo de los Estados Unidos, la Unión Europea y otros países bajo su esfera de influencia contra Rusia plantean cuestiones fundamentales: ¿Rusia tiene capacidad para aumentar sus satélites de comunicaciones y reconocimiento militares a corto plazo? ¿Dispone de la base tecnológica e industrial para llevar a cabo una actualización de sus sistemas espaciales a medio plazo? ¿El coste de la guerra en Ucrania afectará a la financiación del sector espacial, completamente dependiente de los presupuestos gubernamentales? ¿Rusia posee capacidad para mantenerse a largo plazo en la carrera por el espacio? Son cuestiones fundamentales y cuya respuesta determinará, como decíamos más arriba, que continúe formando parte del directorio mundial. En todo caso, la historia de las relaciones internacionales demuestra que el cambio en la estructura internacional solo se produce después de un enfrentamiento decisivo. La guerra en Ucrania no tiene esa naturaleza, pero no pasará mucho tiempo para que se produzca tal conflicto. 

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