En nuestra primera “minerva” Mónica Ruiz Bremón nos explicó el origen de este curioso distintivo. En 1915 el Ministerio de la Guerra español decidió insertar una cabeza de Minerva como distintivo de los Profesores de las Academias Militares. Los alumnos lo llamarían coloquialmente la “flor de la ignorancia”, la “tortuga”, el “huevo frito”… Con los años el distintivo cambió, pero sin afectar a lo esencial: Minerva sigue luciendo en él. La historia de la diosa romana Minerva, asociada universalmente con la inteligencia y con la guerra comienza en realidad en la antigua Atenas. Cuando los dioses preguntaron a los atenienses a quién querían tener como patrono, no se lo estaban poniendo fácil: el dios Poseidón les ofreció el dominio sobre los mares, un poder seguro simbolizado por la fuerza de un caballo. La diosa Atenea, pese a haber nacido guerrera, les prometió en cambio la prosperidad derivada del trabajo manual, de la tecnología y del estudio. Los atenienses apostaron por la inteligencia sobre la fuerza bruta y Atenea se convirtió así en protectora de la ciudad más famosa de la antigüedad. La diosa, que los romanos llamaron Minerva, es, desde entonces, símbolo universal de la guerra, pero también de la inteligencia. La Academia de las Ciencias y las Artes Militares ha apostado también por acogerse al patronazgo de Minerva por ser ésta símbolo inequívoco de la inteligencia al servicio de las armas.