En el diario impreso y ediciones digitales de EL MUNDO del sábado día 26 de marzo, el Presidente de AEME general Argumosa Pila, publica el siguiente articulo :
Putin ante el final de la guerra.
Rusia ha perdido claramente. El país de los zares tardará mucho tiempo en recuperar su estatus internacional. Si Putin anuncia que la guerra ha acabado, Occidente ha de tener una respuesta sólida
Con fecha 23 de marzo, día 28 de la guerra, las fuerzas armadas rusas intensificaban los bombardeos sobre las ciudades mientras se apreciaba una falta de progreso en la campaña terrestre. Resulta muy significativo que en los últimos 10 días el avance terrestre ruso se encuentre estancado en los cuatro ejes estratégicos de ataque con la excepción de ciertos progresos en el frente del Donbás hacia Crimea.
El esfuerzo principal ruso en esta fase de la campaña se centra en el ataque a las más importantes ciudades ucranianas desde Kiev y Jarkov, en el norte, hasta Jerson y Mariupol, en el sur. De las cuatro ciudades citadas las fuerzas militares rusas únicamente han entrado en Jerson; Kiev resiste sin estar rodeada pero bombardeada; Jarkov está soportando un espantoso cerco y un continuo bombardeo, y Mariupol está sufriendo un aterrador asedio.
En esta última, ciudad portuaria del mar de Azov, a la que Putin dio un ultimátum el pasado domingo para que se rindiera y que fue rechazado por el ejército ucraniano, se está llevando a cabo una feroz y sangrienta lucha entre su población y los soldados rusos que intentan ocupar el centro urbano. No debemos olvidar que Rusia ya domina el mar de Azov, prácticamente desde que acabó la construcción de un puente en el estrecho de Kerch, en el año 2018, dejando un único paso que controla totalmente Rusia.
En concreto, parece que Rusia esté empeñada en la conquista de las más importantes ciudades ucranianas al objeto de disponer de bazas relevantes, de gran peso, de cara a las posibles negociaciones que se efectúen entre ambos bandos que den lugar a un alto el fuego y, posteriormente, al final de la guerra. Lógicamente, Ucrania está estableciendo la defensa que más conviene para garantizar lo mejor posible sus intereses nacionales de seguridad, tratando de impedir que el ejército ruso se apodere de las ciudades,
Con independencia de la enorme masacre que se está produciendo en el ataque a las ciudades, simultáneamente existe una guerra de desgaste que afecta poderosamente a los dos bandos. Por una parte, la capacidad de resistencia del pueblo ucraniano, basada en una sólida y firme voluntad de defender su tierra y su identidad como país. Por otra, la malograda economía rusa que limita la capacidad de apoyar y mantener a sus fuerzas militares.
El lanzamiento de misiles –algunos de ellos hipersónicos– hacia el oeste de Ucrania, cerca de la frontera de países de la OTAN, en ciudades y edificios o almacenes de las fuerzas militares ucranianas, ha perseguido, fundamentalmente, dos objetivos. Por un lado, dificultar el abastecimiento de armamento y munición de los países occidentales al ejército ucraniano, y por otro, mostrar ante el pueblo europeo la potencia militar de Rusia.
Llegados hasta aquí, podemos hacer un punto de situación de la guerra al cabo de un mes de su comienzo, analizando las estrategias que han empleado los dos ejércitos y el resultado obtenido hasta ahora por cada uno de ellos. Esta guerra responde a las características de una guerra asimétrica. Un país grande y poderoso ataca a un país más pequeño y débil con la intención de ampliar su propio territorio aplicando la doctrina geopolítica del espacio vital de Ratzel, que fue llevada a cabo por el régimen nazi en la Segunda Guerra Mundial.
En el campo internacional, como ya se ha dicho repetidamente, Rusia ha perdido claramente la guerra. Sea en la Unión Europea, actuando como un actor único, sea en la estrecha y robusta y firme respuesta de la OTAN o ya sea en el fortalecimiento del vínculo transatlántico entre Europa y Estados Unidos, estos tres movimientos estratégicos han supuesto un gran fracaso para Rusia. Otro tanto se puede decir por el rechazo de la mayoría de los países integrantes de la Asamblea General de Naciones Unidas a la invasión rusa de Ucrania –141 votos de un total de 193 países–. A partir del fin de la guerra, e independientemente de cómo queden los acuerdos finales, el país de los zares tardará mucho tiempo en recuperar –si lo recupera– su anterior estatus ante la comunidad internacional.
En el teatro de operaciones propiamente dicho, que engloba territorio ucraniano, fundamentalmente, ruso y bielorruso, es un hecho objetivo que la moral de ambas fuerzas militares, las de Rusia y las de Ucrania, es totalmente distinta. Mientras que la moral de las tropas ucranianas es admirable, con una entrega total a la defensa de su patria, de su identidad ucraniana y de su territorio, la de las tropas rusas es todo lo contrario, sin saber qué es lo que defienden o persiguen en una guerra que no entienden y de la que no disponen de ninguna motivación.
Sin embargo, a la hora de analizar con rigurosidad la estrategia rusa, se parte de hipótesis sin contrastar, ya que no se tiene ninguna certeza de cuál es el objetivo final de Putin. ¿Es consolidar a Crimea como territorio ruso? ¿Es quedarse con el Donbás? ¿Es ocupar todo el territorio ucraniano? ¿Es alcanzar los tres mencionados? ¿O solamente quiere que Ucrania no forme parte de la OTAN? Todos entendemos que en función de cual es el objetivo político se elabora la estrategia que, en su definición más simple, consiste en el método o procedimiento a emplear para conseguir los objetivos que marca la política.
En los análisis que han desarrollado la mayoría de los expertos desde el comienzo de la guerra, cuando han visto cuatro ejes estratégicos de ataque en territorio ucraniano, uno de ellos hacia Kiev, han supuesto que se quería conquistar Kiev, capital y sede del Gobierno y de las instituciones estatales, mediante una guerra relámpago, dándole a este eje el carácter de esfuerzo principal, en tanto que los otros tres eran menos relevantes o más secundarios.
En cuanto a la estrategia ucraniana, se ha centrado en defender a toda costa los activos políticos ucranianos más importantes, desde el punto de vista de la seguridad y defensa nacional, al mismo tiempo que han realizado contraataques locales contra los objetivos rusos más sensibles, como pueden ser pequeñas unidades dispersas o elementos del apoyo logístico poco protegidos alcanzando una alta eficacia en sus resultados.
Asimismo, ha empleado tácticas de guerrillas, emboscadas, trincheras ocultas para proteger elementos avanzados y dotados de sistemas de defensa contra carros de combate tanto en los bosques como en los pueblos existentes a lo largo de las principales vías de comunicación. En realidad, está aplicando su experiencia de las lecciones aprendidas desde la anexión de Crimea en 2014 y de los ocho años de combate en el Donbás.
A la hora de poner fin a la guerra, la lógica estratégica nos dice que Putin tiene clara ventaja para considerarse ganador expresando que las metas que se han conseguido, hasta el momento que se declare el alto el fuego, se corresponden exactamente con los objetivos que pretendía Rusia en esta guerra –que solo él sabe–. En este sentido, Putin puede declarar que la guerra se ha acabado cuando lo crea más apropiado, es decir, cuando disponga de las bazas que considere más importantes para las negociaciones que se lleven a cabo. Ante esta posibilidad, Occidente debe tener una respuesta sólida, contundente y creíble.
Jesús Argumosa Pila es General de División (R) del Ejército de Tierra, ex jefe de la Escuela de Altos Estudios de la Defensa y Presidente de la Asociación Española de Militares Escritores
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