¿Paz universal al final de la guerra en Ucrania?
Poco más de un mes después de que se firmara el armisticio de la Primera Guerra Mundial (IGM), el 13 de diciembre de 1918, el presidente estadounidense Woodrow Wilson, puso rumbo a la costa europea en el vapor George Washington. Millones de personas le esperaban con gran ilusión y esperanza en Europa donde durante cuatro (4) años las potencias europeas se habían devastado unas a otras. La mayoría de la sociedad internacional era consciente de que la humanidad había retrocedido a los terribles siglos de barbarie.
Como apunta Stefan Zweig, en su obra Momentos estelares de la humanidad, desde América, se exigía “nunca más una guerra”, nunca más la discordia sino un nuevo orden del mundo, uno mejor, basado en el dominio de la ley fundada en el consentimiento de los gobernantes y apoyada por la opinión pública organizada de la humanidad. Sorprendentemente, esta propuesta de futuro se comprendió inmediatamente en todos los países y en todas las lenguas.
Con esta idea en mente, Wilson pretendía establecer la paz entre vencedores y vencidos para que fuera una paz justa. Es decir, la paz del futuro, la que debiera imposibilitar para siempre la guerra. Era preciso instituir la paz de nuevo cuño, el Covenant de Wilson, el convenio con el que trataba de fundar la Liga de Naciones.
El Covenant de la Liga de Naciones fue un documento base que destacaba la estructura, principios y procedimientos de la organización. El presidente Wilson promovió con un gran ímpetu la creación de la Liga de Naciones creyendo que fomentaría la paz y la estabilidad a través de la cooperación internacional.
Sin embargo, los europeos querían la otra paz, la paz inmediata, la que debe poner fin a la guerra con Alemania, la paz rigurosa al estilo antiguo: la de las reclamaciones, la del botín, Renania, el Sarre, Fiume, Dalmacia,.. etc. Al final, después de muchas discusiones triunfó la visión europea materializada en el Tratado de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919, que formalmente finalizó la IGM. El Covenant fue integrado en el Tratado.
Un cuarto de siglo después, la paz del final de la Segunda Guerra Mundial (IIGM) se desarrolló preferentemente basada en tratados de reclamaciones territoriales y reparaciones de guerra frente a una paz justa, universal y de futuro, aunque en esas fechas se fundó también la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sobre las cenizas de la Liga de Naciones, en un contexto alejado de los tratados de paz mencionados.
Llegados hasta aquí, y visto lo que ha pasado con los tipos de tratados de paz del final de la IGM y de la IIGM, ¿cómo se percibe la prevista paz del final de la guerra en Ucrania que ha trastocado la armadura geopolítica del sistema internacional imperante desde que acabó la IIGM?
Hasta ahora, se ha hablado de las posiciones de ambos contendientes ante las previstas negociaciones que conducirán a un tratado de paz de la guerra en Ucrania. Por un lado, Rusia pretende anexionar las cuatro provincias de Lugansk, Donestz, Zaporiya y Jerson, además de Crimea; que Ucrania no se integre en la OTAN; que sea neutral; y que sus fuerzas militares no lleguen a 80.000 efectivos.
Por otro lado, Ucrania quiere mantener su integridad territorial; la retirada de las tropas rusas de su territorio, la acción de la justicia después del conflicto, su posible inclusión en la Unión Europea, así como las condiciones necesarias y suficientes a establecer por la comunidad internacional que garanticen su soberanía, su libertad y su seguridad.
Como se sabe, cuando se está tratando del final de la guerra de Ucrania, todas las propuestas solo consideran la paz rápida, la de las reclamaciones territoriales, la del botín, en una palabra, la paz tradicional que solo contempla la realidad de la situación actual en la que la mayor parte de los actores pretenden conseguir algún beneficio inmediato.
Pero ¿qué pasa con la paz kantiana que prometía el presidente Wilson hace aproximadamente un siglo?, una paz justa basada en el cumplimiento de la ley, aprobada y protegida por la sociedad global que impidiera cualquier guerra en el futuro.
En ese caso, debieran participar en el tratado de final de la guerra, es decir en un tratado de paz universal, no solo los principales actores del conflicto sino también las grandes potencias y la comunidad internacional a través de Naciones Unidas.
Se considera muy importante que, en el Tratado o Acuerdo del final de la guerra en Ucrania, que ha cambiado profundamente el orden geopolítico mundial, se haga un especial énfasis a la Carta de las Naciones Unidas – incluso reforzando alguno de sus postulados – donde descansa una parte fundamental del mensaje de seguridad y estabilidad que se envia al mundo.
Sin duda, lo primero que se ha de decidir es el alto el fuego o un armisticio, como ocurre en la mayoría de los casos al final de cualquier guerra. A continuación, vienen las negociaciones para implantar un tratado de paz que debiera ser la paz justa, duradera y con visión de universalidad y de futuro.
Actualmente, tanto Ucrania como Estados Unidos y la Unión Europea, están intentando que Rusia acepte el acto el fuego, bajo unas condiciones determinadas mirando a una paz rápida, la de las reclamaciones. Lo mismo está haciendo Rusia en contrapartida. Ambas posiciones se han mencionado más arriba. Pero, hasta ahora no se ha tratado la posibilidad de una paz de futuro para la que se necesitaría contar con la ONU para conseguir la máxima legitimidad internacional.
Con independencia de la actitud negativa rusa actual hacia un alto el fuego, no sería un tema menor que se vaya elaborando ya el texto no solo de la paz inmediata sino también el texto de la paz universal cuyo concepto es mucho más ambicioso, potenciando la intervención de Naciones Unidas en aquellos hechos o acontecimientos que pueden impedir una guerra.
El fin de la guerra de Ucrania podría ser una excelente oportunidad para establecer una nueva forma cooperativa de relaciones internacionales con el objetivo de lograr una paz global, en la que se contemplaran, al menos, las tres dimensiones relacionadas a continuación.
La gobernanza global. Las organizaciones internacionales, como la ONU, tendrían que ser más eficaces en la resolución de conflictos. Se necesitarían nuevas formas de cooperación entre naciones, enfocadas en la prevención de conflictos y en el respeto de los derechos humanos.
Desigualdad y justicia social. Las tensiones globales nacen muchas veces de disparidades económicas y sociales. Si queremos una paz universal, se necesitaría un enfoque integral que aborde la pobreza, la desigualdad y la garantía de que todos los países alcancen un nivel mínimo de bienestar.
Desarme nuclear. El desarme y la no proliferación nuclear serían componentes clave de una paz global estable. En un mundo sin armas nucleares las tensiones entre grandes potencias y potencias emergentes serían menos destructivas.
Soy consciente de que es un objetivo muy ambicioso en la actual coyuntura internacional caracterizada por la incertidumbre, la inestabilidad y la agresiva competitividad geoestratégica entre grandes potencias y potencias emergentes, pero el espíritu de paz de Kant y de Wilson aún se mantiene vivo en gran parte de la humanidad. Puede ser el momento de despertarlo.
GD (R) Jesús Argumosa