Pascua Militar: más que una conmemoración

El diario La Razón publica esta columna de nuestro asociado el General de Ejercito, r Luis Alejandre Sintes, que por su oportunidad reproducimos. 

 

Pascua Militar: más que una conmemoración

 

Es bien conocida la procedencia de la conmemoración de hoy. La instituye Carlos III por la alegría que supuso la recuperación de Menorca (1781-82) que «volvía a su Dios y a su Rey» en bellas palabras atribuidas a Jovellanos, reproducidas en cuatro idiomas en un bello obelisco levantado en el puerto de Mahón. Junto con Gibraltar fue el coste del tránsito de la Casa de Austria a la de Borbón.

A aquella solicitud de «felicitar a sus tropas», se unen hoy discursos institucionales, balances, programas. Se hablará de inversiones para renovación de la Fuerza, del apoyo de las FAS a la Sociedad, del incremento de riesgos, amenazas y tensiones entre potencias, de la importancia de la disuasión, de la Europa de la defensa y de la necesidad de una correcta articulación y empleo de todos los poderes del Estado.

Con todo, el eje de la conmemoración se centrará en las palabras del Rey en su condición de jefe constitucional de las FAS, segundo de los mensajes que en estas fechas dirige a los españoles. Más comprometido políticamente el de Nochebuena, en el que, tras recordar a nuestros hermanos de La Palma, demandaba «respeto institucional y lealtad con nuestra Carta Magna», llamando a estar «en el lugar que constitucionalmente nos corresponde; asumiendo cada uno las funciones que tenemos encomendadas; respetando y cumpliendo la ley». El respeto, la lealtad y la asunción de responsabilidades, no son prácticas habituales entre parte de nuestra clase política.

En el discurso de hoy, no necesitará recordar estos extremos a los miembros de las Fuerzas Armadas. Más bien les animará a seguir en sus muy variadas funciones que van desde proteger el tráfico marítimo en el Índico, a nuestros pescadores y buques gasísticos en el Golfo de Guinea, reforzar posiciones francesas y españolas en el Sahel, adiestrar ejércitos en Somalia o Mozambique, cubrir fronteras en Ceuta, Melilla y el norte de Europa o cooperar internamente de manera eficaz con nuestra Sociedad.

Quedarán en el aire muchos temas de un hoy complejo, que recibirán críticas de quienes quieren romper nuestro estado de derecho y nuestra unidad, que topan con unas Fuerzas Armadas que, al contrario, los cohesionan y protegen. Por esto quieren que desaparezcamos físicamente de sus territorios. Socavan día a día, insaciables, poniendo precio a cada acuerdo o negociación.

Las encuestas recogen un corte generacional, en mi opinión, nacido un trágico 11-M. El Rey Juan Carlos en 1975 encontró una sociedad en que unos y otros, «buenos y malos», reconocían errores y estaban firmemente dispuestos a no transmitirlos a las siguientes generaciones. Hoy es diferente. Lo describe magistralmente Pablo Malo (1): hoy la moralidad se circunscribe a «nosotros» el grupo del que formamos parte; por el contrario, para los que no lo forman –«ellos»–, las reglas morales no se aplican con la misma intensidad. Como si el mundo solo  consistiese en gente buena que hace cosas buenas y gente mala que solo hace cosas malas. Cuando algunos políticos o partidos empiezan a pensar que el adversario no es solo el equivocado sino que es un enemigo que encarna el mal, estamos sentenciando la democracia. Esta interpretación moral del «nosotros» puede llevar a que personas supuestamente normales sean capaces de cometer crímenes de lesa humanidad. Vienen a mi mente los nombres de religiosos ligados con lazos de sangre a ETA como el Capuchino Fernando Arburúa, sacerdote de la iglesia de San José Obrero del donostiarra barrio de Alza, convertido en el sanguinario «Igeldo», el benedictino del Monasterio de Lazcano Eustaquio Mendizábal devenido Txiquia, o los sacerdotes Jon Etxabe, Julen Kaltzada, Piarres Larzábal y un largo etcétera, falsos predicadores del «no matarás» de nuestros Mandamientos (2).

Las revisiones actuales de juicios a dirigentes etarras, están ligados a asesinatos de militares, guardias civiles y policías «nuestros» que han quedado impunes. Lo interpretan «ellos» con homenajes populares sustentados por partidos que apoyan a nuestro propio Gobierno, en lo que Rogelio Alonso llama «la derrota del vencedor» (3).

Responsables de este blanqueo, dos partidos en el poder: uno sacrificando a sus propios muertos por un plato de lentejas; otro, con miedo a no ser el único en recoger las nueces, estrujando ventajas económicas a babor y estribor, agrediendo continuamente a la solidaridad entre españoles.

Es fácil hoy, que miembros de las Fuerzas Armadas, parte de esta transformada sociedad, se impregnen de estas nuevas corrientes. Individualmente son libres. Pero como colectivo, se deben sin cortapisas al servicio del bien común. Por esto llamamos a nuestras formaciones, «unidad», como la Militar de Emergencias (UME). Para dejar clara esta posición, es positivo reafirmar en un día como hoy, nuestra fe en unos valores permanentes.

(1) «Los peligros de la moralidad». Deusto. Oct. 2021. (2) . Jesús Bastante en «Los curas de ETA». La Esfera de los libros. 2004. (3). «La derrota del vencedor». Alianza Ensayo. 2018.