El C.N., r D. Luis Mollá, asociado de AEME publica en Facebook, la segunda parte de esta curiosa experiencia a bordo del mayor yate del Mundo , el OCTOPUS.
“Octopus”. Una experiencia inolvidable. (2)
Como es fácil de imaginar la vida a bordo del “Octopus” constituyó una caja de sorpresas. La tripulación estaba constituida por unas veinte personas, la mayoría mujeres y según me contó un oficial de puente gaditano el proceso de selección es bastante exigente.
Pero lo que más llamó mi atención fue la cámara de control de las inmersiones, lugar en el que pasé la mayor parte de las horas. Para un oficial que había estado al mando de nuestro querido “Poseidón”, vendido a Mauritania muchos años atrás ante la amenaza del soplete, resultaron bastante sorprendentes la modernidad y funcionalidad del lugar desde el que se controlan las inmersiones en el “Octopus”. Un moderno sistema de posicionamiento dinámico permitía hacerlas sin preocupaciones por la deriva como consecuencia de la corriente.
Para la búsqueda el Instituto Hidrográfico nos había provisto de tres puntos concretos que tenían interés en investigar. Las coordenadas estaban concentradas en un radio de unas tres millas, en profundidades entre los 90 y los 110 metros. Vaya por delante que los resultados de la exploración seguramente constituyan una decepción para muchos de los que leéis estas letras y os sentís atraídos por los secretos del fondo del mar, pero no para mí por las razones que expondré.
Para la exploración utilizamos un vehículo submarino (ROV) de última generación, conducido por Mike, un galés con mucho oficio que donde ponía el ojo ponía el ROV, cosa que suele resultar bastante complicada debido a las corrientes y obstáculos que suelen encontrar estos vehículos. Yo ya había hecho otras búsquedas anteriormente en el mismo lugar, principalmente con el “Poseidón” y el “Neptuno”, pero confieso que nunca había obtenido imágenes tan nítidas. Hablaremos más delante de los resultados.
Durante la primera exploración sucedió una de las cosas más interesantes de la experiencia, cuando de repente escuché mi nombre y un saludo en un inglés con un marcado acento americano. A mi lado Mike se puso tieso y susurró un claro y diáfano: “the boss”, mientras activaba un monitor en el que apareció igual de nítida la imagen de Paul Allen que me saludaba desde su casa en Seattle.
Aquella mañana tuvimos la primera de unas cuantas conversaciones. Tras reiterar sus disculpas por el incidente del C-3, me pidió que le contara la historia del “Reina Regente” que pareció impactarle profundamente, tanto por las 420 vidas perdidas como por el hecho de que el único superviviente fuera un perro.
Le dije que la Armada llevaba mucho tiempo tratando de localizar el crucero y contestó que entendía nuestra frustración, pues él mismo la había sentido poco tiempo atrás al no encontrar el pecio de un enorme buque perdido al sur del Cabo de Santa María (Algarve portugués) durante la última guerra mundial. Supuse que estaba hablando del “Avenger”, portaaviones británico de catorce mil toneladas hundido por un submarino alemán en 1942. Le expliqué dónde estaba hundido el U-155 que había echado a pique al “Avenger” y le sorprendió conocer la “Operación Deadlight” en la que los ingleses hundieron al norte de Irlanda todos los submarinos alemanes que se entregaron tras el final de la guerra.
A continuación hablamos de la fuerte corriente que se da en la embocadura oeste del Estrecho y como un barco, más cuanto más toneladas desplaza, una vez tocado de muerte puede “navegar” muchas millas durante su descenso al fondo del océano. Un poco lo que le pasó a la proa del “Titanic”.
Durante los días que permanecí buscando “el Regente” hablamos en varias ocasiones. Paul Allen me contó que venían de recuperar la campana del “Hood”, hundido por el “Bismarck” en el Atlántico Norte. Yo no tenía ni idea y me pareció que debía haber sido una empresa dificilísima, pues el “Hood” está hundido a casi tres mil metros. Al parecer, uno de los tres únicos supervivientes del hundimiento (el barco arrastró consigo al fondo del mar a más de 1400 hombres), había expresado su deseo de volver a ver la campana, pues tocarla formaba parte de su trabajo.
El rescate se llevó a cabo bajo fuertes medidas de discreción pues Paul Allen pensaba hacer entrega de la campana a la Royal Navy en una ceremonia que sería retransmitida por Televisión.
En otra apasionante conversación contó que había conseguido localizar los restos del crucero norteamericano “Indianápolis”, hundido también en la II GM a consecuencia de un torpedo japonés, y que pronto “lo sacarían a la luz para que los 14 supervivientes del naufragio y las familias de los muchísimos muertos que produjo pudieran pasar página”.
Quedó bastante sorprendido cuando le dije que conocía la historia del barco y que había escrito un relato corto del mismo, y se rio de lo lindo cuando reproduje, supongo que en un inglés horrible, una conversación sobre el “Indianápolis” en la cinta original de la película “Tiburón” de Steven Spielberg. Me pidió que le enviara el relato y lo hice, pero no sé si llegaría a leerlo, pues murió unos pocos meses después. Finalmente el cáncer pudo con él…
Continuará
GALERIO DE IMAGENES, pinchar para ampliar:
1.- Paul Allen, filántropo y millonario propietario del Octopus. Descanse en paz.
2.- El utilitario y el submarino alojados dentro del yate
3.- Entrada del submarino a su yate nodriza. Nótese la altura de la vela inferior a la de un hombre.
4.- Recuperación de la campana del Hood