Nuestro asociado C.N. MOLLÁ AYUSO publica en el Diario de Cadiz el articulo: MAGALLANES,SI, PERO ¿Y ELCANO?

Magallanes, sí, pero ¿y Elcano?

  • El autor del artículo elogia la figura del marino portugués que ideó la expedición a las Molucas de 1519 pero reclama un mayor reconocimiento para el marino de Guetaria que lo culminó
  • “La gloria de la circunnavegación debe corresponder por entero a Sanlúcar”
  • “Elcano cumplió con la premisa de todo capitán de mar: devolver a su gente a casa”

    Días atrás mi querido y jovencísimo vecino Curro me preguntaba sobre si el mérito de la organización de la expedición de Magallanes/Juan Sebastián Elcano debería recaer sobre Sevilla, como presumía él, o sobre Sanlúcar, como le había asegurado su profesora (sanluqueña).

    La historia dice que el viaje empezó en Sevilla, capital de la marina de Castilla, donde, además, se organizó y planeó el viaje durante dos años bajo la batuta de Magallanes y con el concurso fundamental de la Casa de Contratación. Tratándose de una expedición comercial que algunos han tildado con acierto de primera piedra de la globalizaciónel viaje cumplió sobradamente las reales consignas trasmitidas a Magallanes en Sevilla; sin embargo, en una de esas maravillosas carambolas que a veces nos reserva la historia, el viaje tuvo un desenlace inesperado con la culminación de la primera vuelta al mundo a manos de una nao española al mando de uno de los mejores marinos de nuestra larga lista de meritorios: Juan Sebastián Elcano. Y esa gloria, la de la circunnavegación, corresponde enteramente a Sanlúcar, pues fue precisamente en la bellísima ciudad gaditana donde se inició y culminó.

    A pesar de no haberlo completado, la gloria del viaje recayó principalmente en la figura de Fernando de Magallanes, lo que no es injusto, pues no olvidemos que en un momento de gran zozobra política y con Castilla al borde de la ruina financiera, fue el marino portugués el que se ofreció a Carlos I para ir a buscar a las Molucas las especias que podían sacar al país del profundo pozo económico en que se encontraba, en un momento de la historia en que un puñado de cualquier especia valía su peso en oro.

    Aunque la empresa fue española en su concepto, planeamiento y financiación, rechazado por su rey portugués Miguel I, Magallanes siguió las huellas de Colón 27 años antes y puso sus conocimientos en manos del rey de Castilla. Y más allá de si tenía o no el mapa que con tanto celo guardaban los portugueses y que señalaba el paso al mar del Sur que descubriera Balboa en 1513, Magallanes tenía algo que nos faltaba a los españoles y que resultaba imprescindible para que el viaje diera el resultado esperado: experiencia.

    Conviene recordar que en aquel entonces los españoles nos limitábamos a ir y venir al Caribe en tránsitos directos de alrededor de 40 días, mientras que la expedición que quería organizar el rey se calculó para una duración inicial de dos años y por tierras y mares desconocidos, modelo de planeamiento en el que los españoles no teníamos la experiencia de los portugueses, que llevaban muchos años enviando buques a bojear el gran continente africano en larguísimas expediciones. Entre otras, esta fue una de las razones principales que movieron al rey a confiar en el marino portugués.

    Más allá de la extraordinaria preparación del viaje que hizo en Sevilla, Magallanes fue un buen capitán general que, sometido a ciertas presiones, cometió cuatro errores de bulto, el último de los cuales le costó la vida en Mactán a manos del cacique local Lapulapu. A su muerte, los expedicionarios quedaron desmoralizados, lo que dio lugar a algunos intentos de deserción. Fue entonces cuando surgió de manera tan natural como imprevista la figura de Juan Sebastián Elcano, que cumplió como el extraordinario marino que era la premisa principal de todos los capitanes de mar: devolver a su gente a casa.

    Natural de Guetaria, Elcano tenía la lógica experiencia del Cantábrico, donde echó los dientes como marino persiguiendo ballenas. Más tarde lo encontramos en el Mediterráneo apoyando las incursiones del Gran Capitán en Italia y la conquista de Orán por el Cardenal Cisneros. Embarcado como maestre de la Concepción, la expedición a las Molucas fue su primer contacto con los alisios que dominan el Atlántico, el Pacífico y parte del Índico, aunque fue en este último océano donde tuvo que dar lo mejor de sí mismo, un mar que bien podría llamarse de la Confusión, dado el extraño y peligroso resultado que produce la interacción del alisio con el monzón y las numerosas corrientes encontradas que allí se dan cita. A pesar de ser un desconocido para él, Elcano lo afrontó con decisión, a sabiendas de que por los acuerdos alcanzados en Tordesillas era un trozo de mar que correspondía por derecho a los portugueses, que desde su salida de Sanlúcar buscaban la expedición para hacerla desaparecer. Y no era el único peligro, pues la ruta los obligaba a desafiar el cabo de Buena Esperanza, llamado entonces de las Tormentas y que aún hoy sigue siendo, con Hornos y Leeuwin, uno de los puntos negros del mundo que más naufragios produce cada año, todo ello con el tenebroso añadido de una nave quebrada y una tripulación famélica al límite de sus fuerzas.

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