Nuestro asociado Luis Alejandre escribe en La razón: Ni pedir ni rehusar ,

Parece que cierta parte de la sociedad descubre una Institución que lleva años al servicio de todos, que no se ha preocupado demasiado por venderse bien

 

Superan reticencias estúpidas en ciertos puntos de nuestra España de personas que confunden los términos de la emergencia nacional con los de su más ciega y egoísta interpretación de la política»

Las formas negativas de estos dos verbos, contienen todo un código de conducta. Lo recoge Calderón de la Barca (1) en uno de sus poemas más conocidos, tras su paso por aquel ejército del siglo XVI.

Acaba de dejarnos el general José María Sánchez de Toca, en este aluvión de muerte que afecta especialmente a nuestros veteranos –civiles y militares– sin distinción de grados, clases o uniformes. Sánchez de Toca era una de las cabezas más brillantes que he conocido en el Ejército. Con veinte años ya escribía en la revista de la Academia de Infantería de Toledo –Alijares– sobre Joyce y su «Ulises», cuando los demás mortales no pasábamos de lo que en el Bachillerato se nos enseñaba sobre el héroe de Homero. Nos reencontramos en dos Banderas Paracaidistas: su corpulencia no encajaba excesivamente bien con las condiciones estándar de los paracaídas «fabricados para pequeños para ahorrar seda», como decía. Sus aterrizajes «creaban escuela». Pero no perdía su sentido del humor, claro índice de su inteligencia.

Siendo coronel, escribió para la revista «Ejército» una brillante reflexión comparando el «hágase en mí según su palabra» de una Piedad que hoy Jueves Santo está más que presente entre nosotros como madre, con la actitud callada, disciplinada, y asumida por los miembros de las Fuerzas Armadas, que Sánchez de Toca materializa en la más modesta de sus formaciones, la infantería: «humilde y necesaria como el pan, que moja en todas las salsas y por Dios que no le falte; machacada y estrujada como uvas que se hacen vino alegre y suben a la garganta en palabras sencillas: «esto no es nada»; «está hecho»; «no importa»; «todavía aguanto». Es, «tratar de hacer bien lo que hay que hacer, aceptando de entrada que puede salir mal y asombrarse gozoso cuando sale bien». «Es, esforzarse sin pedir nada a cambio, si acaso un rato de vidilla, porque es humilde hasta para pedir, por no darse importancia».

Hoy los vemos desplegados, sin pedir ni rehusar, por toda España.

En punta de lanza la UME, el Hospital Gómez Ulla y la Brigada de Sanidad. Pocos días después, todos los necesarios, apoyando, patrullando, abasteciendo, montando hospitales de campaña, desinfectando residencias, transportando medicinas desde Shangai, custodiando nucleares o reforzando hospitales en Melilla. «¡Allá donde les mandan, van!». Superan reticencias estúpidas en ciertos puntos de nuestra España de personas que confunden los términos de la emergencia nacional con los de su más ciega y egoísta interpretación de la política. Incluso de algún sindicato de la Guardia Civil, celoso de su apoyo. Ellos, que siempre han apoyado las reivindicaciones salariales de los miembros de la Benemérita respecto a las policías autonómicas, «sin esperar nada a cambio», cuando son un colectivo aún más distanciado en sueldos que ellos, incluso del resto del funcionariado público.

«Acaso un poco de vidilla», dice Sánchez de Toca. Les basta un pequeño aplauso en Sabadell o en Melilla. Les basta el afecto de sus familias que conllevan su misión, protegiendo a sus hijos, desinfectando, lavando, apoyando sin condiciones. Les basta la satisfacción del deber cumplido. ¿Se ha quejado alguno de ellos de falta de mascarillas? ¿De horas de servicio? ¿De algún alcalde catalán o vasco?.

Parece que cierta parte de la sociedad descubre una Institución que lleva años al servicio de todos, que no se ha preocupado demasiado por venderse bien, con suerte diversa respecto a sus responsables ministeriales, desconocida cuando no vapuleada por determinados medios, incluido por su fijación, el subvencionado cine.

El mismo buque «Galicia» que hoy está atracado en Melilla prestó impagables servicios en Centroamérica cuando el Mitch; el mismo Gómez Ulla atendió con eficacia a los contagiados del Ébola y ahora a los primeros llegados de China; los que han montado hospitales de campaña lo hicieron antes en Herat allá por el norte de Afganistán no hace demasiado tiempo. Y un montón de los desplegados ahora saben lo que ha representado el nacionalismo en los Balcanes, cuando viven necios intentos de excluirles de Cataluña o del País Vasco; o han vivido en Irak, Líbano o Afganistán lo que son evacuaciones de heridos y enfermos, lo que es la muerte.

Hoy son los que formados en primeros auxilios son además capaces de asimilar en pocos días técnicas de desinfección y de autoprotección. Alcanzan estas «aptitudes» porque tienen bien definidas sus «actitudes» de servicio, apoyadas en la vocación y en estos antiguos códigos de conducta –Cervantes, Calderón de la Barca, Alonso de Ercilla– que constituyen, por una parte la servidumbre y por otra la grandeza, de las gentes de armas.

Todo sin pedir ni rehusar.

(1) «Aquí la más principal hazaña es obedecer/ y el modo como ha de ser/es ni pedir ni rehusar/.»

9 abr. 2020    La Razón     Luis Alejandre General (R)

Fuente:

https://ame1.org.es/ni-pedir-ni-rehusar/