LEGADO ESPAÑOL EN ESTADOS UNIDOS
Manuel de Montiano, el general español que creó la primera comunidad de esclavos libres un siglo antes de la abolición
El gobernador de La Florida española fundó un poblado con esclavos que huían de las plantaciones británicas. Un proyecto trata ahora de reconstruir el fuerte
Fue erigido en la cabecera del arroyo Mosé, al norte de San Agustín -fundado en 1565 como el primer asentamiento español permanente en la actual Estados Unidos– y próximo a los senderos que conducían a San Nicolás y los asentamientos de los indios apalaches, en los confines de La Florida española. Lo llamaron Gracia Real de Santa Teresa de Mosé y el fuerte fue la primera comunidad de esclavos libres de Norteamérica, décadas antes de la independencia de Estados Unidos y con más de un siglo de adelanto sobre la abolición oficial de la esclavitud en suelo americano.
Durante las décadas previas los habitantes de Mosé habían escapado de las plantaciones británicas en Carolina del Sur y Georgia y recibido asilo religioso en La Florida española. Una arriesgada emigración que junto a quienes la firmaron tiene como protagonista al general español Manuel de Montiano, el gobernador de La Florida que en 1738 les concedió la libertad y ordenó la construcción del fuerte Mosé, el primer asentamiento para ex esclavos africanos en la actual Estados Unidos. “Es un episodio único en la historia de Norteamérica. Se trata realmente de la primera comunidad negra libre en lo que luego sería Estados Unidos”, relata a El Independiente Kathleen Deagan, profesora emérita de Arqueología de la Universidad de Florida y la responsable del equipo que inició las excavaciones en la década de 1980 que llevaron a su descubrimiento.
Un lugar perdido en la Historia
“Era un lugar completamente desconocido. Algunos historiadores sabían de su existencia porque hay documentos sobre el Fuerte Mosé, pero nunca fue algo en lo que la gente creyera o a lo que prestara atención. Incluso cuando lo localizamos por primera vez, hubo cierta incredulidad”, rememora la académica, vinculada aún con un emplazamiento en el que se construye ahora una réplica del primero de los fuertes, el que dos años después de su fundación fue destruido por un ataque británico y cuyos restos quedaron sumergidos bajo el agua. “Para su localización nos ayudaron los mapas que mostraban el fuerte en relación con algunas de las características naturales que aún podíamos reconocer. Superpusimos los mapas en el paisaje y empezamos a hacer pruebas hasta dar con el lugar correcto. Cuando excavamos, hallamos balas de mosquete y el foso. No nos quedó ninguna duda”.
En dos campañas entre 1985 y 1987 la expedición -lidiando con “el agua, que nos llegaba hasta las rodillas” y el barro- rescató algunos de los restos de aquel fuerte original, el que representó la libertad de un centenar de esclavos auxiliados por la Corona española. Emergieron entonces estructuras como los muros de tierra o los inmuebles de madera que edificaron sus pobladores y algunos de los objetos que levantan acta de su vida, desde pedernales hasta botellas de vidrio. “Encontramos hebillas, botones de ropa y alfileres. Hacían sus propios botones con huesos de animales. También descubrimos mucha cerámica, alguna española pero mayoritariamente de los nativos americanos; cuentas de rosario y un medallón de San Cristóbal que la gente de Mosé tenía que llevar al convertirse al catolicismo”, detalla Deagan.
Era una vida muy dura. Sus habitantes estaban en la frontera y tuvieron que construir el fuerte desde cero
“Era una vida muy dura. Sus habitantes estaban en la frontera y tuvieron que construir el fuerte desde cero”, explica a este diario Jane Landers, historiadora de Fuerte Mosé, profesora de la Universidad de Vanderbilt y autora de Black Society in Spanish Florida. “Era un lugar pobre bajo ataque todo el tiempo, así que los hallazgos no son demasiado glamurosos. Lo que me resulta más interesante de las piezas encontradas es un medallón de estaño que por un lado mostraba a San Cristóbal llevando al niño Jesús sobre su hombro a través del agua. En el reverso hay algo que parece una rosa de los vientos que usaban los marineros. Tenía un pequeño agujero en la parte superior, como si la llevara colgada del cuello, a modo de un medallón”, detalla. “Los nuevos pobladores tuvieron que cortar los árboles para construir los edificios y también la protección exterior, un muro defensivo alrededor hecho de barro. Lo levantaron al mismo tiempo que intentaban plantar lo suficiente para alimentarse y criar algunos animales. Y a la vez también guarecerse de los ingleses que intentaban deshacerse del lugar porque no querían que atrajera a más fugitivos y les robaran a sus esclavos”.
Una lucha contra los elementos en la que contaron con el plácet y el apoyo de Manuel Joaquín de Montiano y Sopelana (1685-1762) en su calidad de gobernador colonial de La Florida española. “Fue muy solidario con la nueva ciudad. Se podría decir que tenía una razón muy práctica para serlo porque era la primera línea de batalla. España había ofrecido la libertad a los esclavos de distintos modos: se podía comprar; el rey podía liberarte para realizar el servicio militar; tu dueño podía poner fin a la esclavitud como el acto de un buen cristiano. En este momento, se aplica porque son militares que podían ayudar a defender la comunidad”, señala Landers.
En medio de las escaramuzas entre españoles y británicos
El predecesor de Montiano había tratado sin mucho éxito de hallar una solución a un fenómeno al alza, el de los esclavos que abandonaban las colonias británicas en Carolina del Sur y Georgia para cruzar hasta territorio español en busca de una nueva vida. Los primeros once esclavos arribaron en 1687 a San Agustín y solicitaron asilo a las autoridades españolas. “El gobernador no sabía qué hacer con ellos. Escribió peticiones a España para obtener alguna orientación. En 1693, el rey Carlos II emitió una Real Cédula en la que establecía que si alguien huía de una colonia protestante y pedía santuario religioso en una colonia católica sería recibido y liberado. Creó un flujo de esclavos de Carolina a La Florida española a partir de entonces. Cuando Montiano llega al puesto, existe tanta competencia entre los imperios español y británico que se da cuenta de que puede utilizar todo esto de manera muy eficiente, creando un pueblo libre en la frontera”, apunta la historiadora.
“Durante sus 12 años como gobernador de La Florida, le tocó una época realmente intensa de conflictos, guerras e incursiones. Era un período militar y social muy difícil. Fue en ese contexto en el que llegó y estableció el Fuerte Mosé. También organizó incursiones a las zonas británicas. Algunas tuvieron éxito, otras no; pero estaba constantemente lidiando con el problema británico en San Agustín”, desliza Deagan, que reconoce la modernidad de la decisión que abanderó. “Era casi como el Abraham Lincoln de las colonias españolas de aquella época, proporcionando una vía para la libertad en una época de conflicto, aunque no todo fue bondad y altruismo por parte de Montiano. También fue una buena política de defensa contra los británicos. Hubo muchas idas y venidas, escaramuzas y ataques. Los británicos perdieron el primer asalto y se convirtió en un verdadero punto de discordia en las negociaciones en Europa”, agrega.
Para Anthony E. Dixon, historiador dedicado a la diáspora africana en EE.UU., “Montiano apoyó al fuerte y a sus habitantes con honesta sinceridad”. “Realmente apreciaba el vigor y la capacidad de lucha de los hombres del fuerte. No había españoles estacionados allí, sólo los que hacían visitas oficiales para necesidades de entrenamiento y abastecimiento. Es un hecho que demostraba la autonomía del pueblo bajo los requisitos generales de los españoles, de los cuales los dos principales eran la conversión al catolicismo y el compromiso de defender San Agustín. Su apoyo a los habitantes de Mosé quedó probablemente más patente cuando el fuerte fue atacado y destruido. Organizó el traslado seguro de los habitantes a San Agustín”, argumenta.
Montiano apoyó al fuerte y a sus habitantes con honesta sinceridad
“Montiano fue capaz de concederles la libertad a los esclavos negros y fue el primero en Norteamérica, lo que tiene una enorme trascendencia”, subraya Xavier Agenjo Bullón, patrono y director de proyectos de la Fundación Ignacio Larramendi, creada por Ignacio Hernando de Larramendi y Montiano, descendiente del militar. “En el siglo XVI la Escuela de Salamanca, con una influencia tremenda en la Constitución de Estados Unidos, había comenzado a crear una literatura a favor del fin de la esclavitud de indios y negros. Fue lo que hizo posible que un general español del siglo XVIII fuera capaz de dar la libertad a los negros, en un momento en el que España estaba ya decaída e Inglaterra en su culmen”, recalca Agenjo Bullón.
La vida del primer fuerte resultó efímera. En 1739 estalló entre británicos y españoles la bautizada como guerra de la Oreja de Jenkins. El capitán Robert Jenkins perdió una oreja en los enfrentamientos navales con los españoles y cuentan que llegó a exhibirla en la Cámara de los Comunes en 1738. En medio de las hostilidades y de una rebelión de esclavos, el británico James Oglethorpe, fundador de la provincia de Georgia en la Norteamérica británica, lanzó un ataque en 1740 contra tres fortines españoles y poco después capturó el fuerte Mosé antes poner bajo asedio a San Agustín. “Ingleses de Carolina, Georgia y barcos de la Armada Real Británica urdieron el asalto a San Agustín. Durante un mes, los barcos dispararon cañones contra el fuerte. Los ingleses y los indios aliados acabaron asaltando Fuerte Mosé”, rememora Landers.
A finales de junio un contraataque del gobernador Montiano logró quebrar el asedio y adjudicarse la victoria en un episodio conocido como Bloody Mosé y que cada julio vecinos de San Agustín representan en el enclave. El fuerte sobrevivió a duras penas. “Tuvo que ser abandonado porque quedó muy destruido por los combates”, señala la historiadora. En aquel triunfo y en el establecimiento de la comunidad Montiano contó con la complicidad de Francisco Menéndez, líder de los milicianos negros. “A pesar de ser un asentamiento pequeño, la victoria tiene repercusión internacional. Con el beneplácito de Montiano, el propio Menéndez llega a enviar cartas a España detallando los servicios prestados a la Corona”, comenta la historiadora.
Mosé conoció una segunda existencia, ya sin la presencia de Montiano, que abandonó La Florida en 1749 tras ser designado gobernador de Panamá. “Lo reconstruyeron en los años 50 en un lugar diferente”, precisa Landers. “El nuevo fuerte, provisto de un montículo y seis pequeñas piezas de artillería, también se ubicaba en el arroyo Mosé. Esta vez se asignó a seis franciscanos para que atendieran a los sesenta y siete aldeanos que había repartidos en veinte hogares, según el censo de 1759”, narra la escritora estadounidense Carrie Gibson en su monumental obra El Norte: La epopeya olvidada de la Norteamérica hispana.
El nuevo poblado fue erigido donde hoy se ubica el Fort Mosé Historic State Park de San Agustín, un recinto de 16 hectáreas que alberga un pequeño museo y en cuyos terrenos las autoridades locales tienen previsto inaugurar a finales de este año una reconstrucción del primer fuerte, del que apenas quedan referencias históricas. En las estancias del museo, se exhiben las pertenencias que la familia de Montiano legó en la década de 1990. “Conservábamos algunas banderas y unos uniformes que mi padre donó al museo. Fue un milagro que hubieran llegado hasta nosotros”, comenta a este diario Ramón Hernando de Larramendi, aventurero y explorador polar que se cuenta entre los herederos del general.
La esclavitud, vista por británicos y españoles
La esclavitud fue fundamental en todas las colonias británicas del siglo XVIII, la institución más importante de la América británica colonial. En las plantaciones del sur y de las islas era esencial para todos los ámbitos de la vida. Gran Bretaña dependía de la esclavitud y de los productos producidos por los esclavos. Fue, además, el principal traficante de esclavos a través del Atlántico desde mediados del siglo XVII hasta la abolición del comercio de esclavos en 1807. Los barcos británicos transportaron millones de esclavos a América y provocaron el auge de una clase terrateniente. La esclavitud se basaba en la coerción y la violencia y hubo resistencia.
Esas prácticas, las que empujaron a la huida de los esclavos hacia Fuerte Mosé, contrastaba con el enfoque español. “Las políticas españolas eran muy diferentes”, precisa Deagan. “El código jurídico de Alfonso X decía que la esclavitud no era una condición natural; que no eras esclavo porque nacieras negro o vinieras de un lugar determinado. Eras esclavizado a causa de una guerra justa, generalmente una guerra religiosa. Pero si te capturaban en batalla o si te negabas a convertirte al cristianismo, eso era motivo de esclavitud. Había esclavos blancos y esclavos negros por esas razones. Pero en las colonias británicas, la esclavitud era una propiedad. Nunca podrían, a menos que se les diera la libertad, ser libres. En el sistema español, en cambio, había caminos hacia la libertad. A la gente se le permitía demandar a sus amos. Era una situación muy diferente”, agrega la arqueóloga.
Fue una clara demostración de la voluntad de vivir en libertad, así como de la capacidad de existir fuera de la esclavitud
Rehabilitar la memoria
Camino de los tres siglos, el hito y quienes lo protagonizaron permanecen instalados en el olvido. Una desmemoria que une a ambos lados del Atlántico. “Es una figura de relevancia histórica que no conoce prácticamente nadie, más allá de quienes se dedican a la investigación historiográfica”, lamenta su descendiente. “Es un hecho relacionado con la leyenda negra que arrastramos los propios españoles sobre nuestra historia. Es una visión medio atormentada del pasado en la que se oculta lo bueno y se realza lo malo”, asevera.
Desde San Agustín, Deagan también comparte análisis. “Me sorprende más la falta de memoria en España porque tuvo un gran impacto en las colonias españolas y en el curso de la guerra entre España e Inglaterra. Pero en EE.UU. a menudo nos hemos planteado la misma pregunta; ¿es una cuestión racial? ¿es que la gente no ve a España o a los africanos como parte de la historia de EE.UU.? Espero que no sea cierto. Ha habido algunos obstáculos: los documentos originales están en español y no en inglés; Florida no era parte de las 13 colonias originales. En los libros de historia americana, España siempre ha estado excluida. San Agustín recibe a lo sumo un párrafo”, esboza.
“Espero -prosigue la arqueóloga- que nuestros estudiantes sepan mucho más hoy de lo que sabían cuando empezamos a trabajar allí. El Fuerte Mosé se menciona en los libros de texto de cuarto grado en Florida. La visita de grupos escolares al sitio ha crecido enormemente y los profesores están fascinados. Así que cada vez hay más conciencia. La reconstrucción del primer fuerte que se está llevando a cabo contribuirá en gran medida a cambiar esa situación”.
“Es un lugar que debe ser reconocido como un símbolo de la capacidad de los negros para coexistir en EE.UU. con los europeos en una relación simbiótica. Fue una clara demostración de la voluntad de vivir en libertad, así como de la capacidad de existir fuera de la esclavitud”, presume Dixon. Entre las deudas pendientes de ser saldadas se halla la ausencia de mención del poblado en el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericanas de Washington.
Éxodo a Cuba
A la rehabilitación física del Fuerte Mosé se suma la tarea detectivesca que Landers ha firmado durante décadas entre registros eclesiásticos y el Archivo General de Indias de Sevilla en búsqueda de los otros descendientes de esta historia, la de sus habitantes, los esclavos liberados por España. “Los ingleses consiguen finalmente el fuerte, no por la fuerza sino en virtud de un tratado de paz. Los habitantes no quieren vivir bajo el sistema inglés. Son súbditos del rey español. Se fleta un grupo de barcos para llevarlos a Cuba. Primero son alojados cerca de La Habana y más tarde un terrateniente dona una gran porción de tierra para reubicarlos en la provincia de Matanzas. Allí fundan un pueblo que se llama San Agustín de la Nueva Florida”, evoca la historiadora.
Realmente necesitamos comprender mejor cuál era la relación entre el pueblo y el fuerte
La reconstrucción del itinerario que tomaron las vidas de quienes conocieron el fin de su cautiverio en Mosé está aún repleto de preguntas para Landers. “La principal para mí es qué pasó con todas las personas que estaban allí. A los que terminaron en Matanzas, puedo seguirles la pista, pero muchos otros desaparecieron del registro”, admite. Deagan también conserva sus propios interrogantes: “Realmente necesitamos comprender mejor cuál era la relación entre el pueblo y el fuerte. No estamos seguros de si todos vivían dentro o en los campos alrededor del fuerte para cultivar, posiblemente maíz y arroz. Me encantaría saber más sobre sus relaciones con los nativos”.
Landers y Deagan han dedicado años a desempolvar la historia de la fortaleza que creó Montiano. También a librar una batalla contra la amnesia que desfiguró el hito y lo condenó a la oscuridad. “Soy optimista. La demografía de este país está cambiando y la población hispana está muy interesada en saber lo que España hizo en EE.UU. Y Mosé es un ejemplo único. Por fortuna hay suficientes personas que quieren escuchar esta historia”, concluye Deagan.
Las sombras también se ciernen sobre el origen de los habitantes de Fuerte Mosé. “Francisco Menéndez y su esposa, María de Escobar, eran de Senegambia [una región que abarca las actuales Senegal, Gambia y Guinea-Bissau así como partes de Mauritania, Mali y Guinea]”, relata Landers. Los vecinos también procedían de las áreas que hoy ocupan el Congo y Nigeria. “Son grupos muy diferentes de personas que los ingleses importaban. Desconocemos con exactitud la fecha en que fueron enviados a Carolina, pero terminan en Florida escapando de los británicos”, agrega. La comunidad de Fuerte Mosé, no obstante, era más diversa. “Algunos tenían esposas indígenas. Era una población muy diversa”, subraya.
Un crisol que también confirma Carrie Gibson en su obra. “Los registros parroquiales ilustran la gran diversidad de los antiguos esclavos, que se identificaban a sí mismos por su lugar de procedencia en África. En esta época, en Mosé había quienes se identificaban como mandingas—tal como hizo Menéndez—, faras, ararás, congoleños, carabalís y minas, entre otros. El gobernador Fulgencio García de Solís, nombrado en 1752, y sus sucesores seguían preocupados por la falta de colonos españoles, y se produjeron varios intentos de atraer a gente procedente de las islas Canarias, desde donde llegaron unas setenta y cinco personas a finales de la década de 1750”, detalla.
En las exacavaciones lideradas por Deagan no se han hallado restos de su procedencia. “Siempre tuvimos la esperanza de encontrar allí algún indicio de cultura africana, pero hasta ahora no ha sido así. No me sorprende, porque esta gente llegó a América sin nada. Cuando escaparon de las plantaciones británicas, tampoco trajeron mucho con ellos. La mayor parte de la cultura material que hemos excavado es realmente española o de nativos americanos. Hubo mucha interacción de los nativos americanos con el pueblo”, rememora la arqueóloga. Durante la expedición tampoco se localizaron cuerpos. “No los encontramos. Buscamos en los registros parroquiales de San Agustín y no hay mención de ninguna persona de Fuerte Mosé enterrada allí. Aunque hemos encontrado los registros de los soldados españoles blancos que murieron en la Batalla de Mosé, los trajeron de vuelta y los enterraron en el cementerio parroquial”.
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