Luis Molla explica porqué sus novelas no tienen capitulo 13….

Nuestro asociado el Capitán de Navío  D. Luis Mollá Ayuso , publica en Facebook estos  relatos, que nos ayudan a rememorar a aquellas personas que pasaron fugaz pero intensamentente por nuestra vidas 

 

Relato

Me pregunta un lector por qué mis novelas carecen de capítulo 13 y que si soy supersticioso. La explicación es la siguiente:
Primera parte
Mi primer contacto con el mundillo de los helicópteros tuvo lugar mientras pasaba unos días en casa de mi hermana en el Puerto de Santa María. Mi cuñado, que en paz descanse, excelente persona y profesional, estaba entonces destinado en la Flotilla de Aeronaves y trajo a casa la noticia del accidente de un helicóptero de la Quinta Escuadrilla, el 01-513, en un vuelo de pruebas sobre la mar cerca de la base. Los cuatro tripulantes desaparecieron bajo las aguas y sus cuerpos fueron recuperados pocos días después. En los corrillos en las entonces “casas de Marina” de la calle San Juan se hablaba en voz baja del accidente y también de la mala sombra del numeral del helicóptero. Más tarde supe que prácticamente ninguna compañía aérea tiene fila 13 en sus aviones para no sugestionar a los pasajeros. Lógicamente cuando unos años después me hice piloto, precisamente de la Quinta Escuadrilla, aquellos antecedentes obraban en mi cabeza, aunque en aquellos momentos ni me consideraba supersticioso ni tenía ninguna prevención especial con el número 13. Pero las cosas empezaron a cambiar en 1986.
A primeros de mayo de aquel año salimos a la mar en el viejo portaaviones Dédalo, entrando a la finalización de las maniobras en Palma de Mallorca como puerto de descanso. Para entonces yo ya tenía muchas horas de vuelo y era uno de los pilotos de pruebas de la Quinta Escuadrilla. Al llegar a Palma había varios aparatos con averías que una vez resueltas y para poner los helicópteros de nuevo en vuelo había que dar por solucionadas con un vuelo de pruebas. Ocurría que este tipo de vuelos estaban prohibidos a bordo del portaaviones, así que teníamos que llevar los aparatos averiados en vuelo a la vecina Base de Son San Joan y allí se reparaban y probaban. En definitiva, los cinco días de descanso en Palma me los pasé en el aeropuerto haciendo pruebas, con bastante malestar por mi parte. El colmo fue que al volver a salir a navegar me pusieron de piloto en el primer vuelo nocturno, cosa que también me molestó bastante.
Los de operaciones llevaban la cuenta de las horas de vuelo para que todos voláramos un número parecido de ellas, pero resulta que las de prueba no contaban, así que a efectos de cómputo de horas fue como si me hubiera pasado los días de descanso en Palma en la piscina de un hotel. Como los de operaciones vieron mi malestar pasaron el vuelo en cuestión a mis compañeros Eduardo Vila y José María Goyanes, grandes amigos ambos.
En cuanto echaron a volar comencé a sentirme mal. En general los marinos tenemos un fuerte sentido del compañerismo que se refuerza en las dotaciones de vuelo, y una cosa que no gusta a ningún piloto es hacer los vuelos asignados originalmente a otro. Se cuentan, y son ciertas, multitud de anécdotas al respecto con resultado final desagradable en algunos casos. Por eso, y volviendo al relato, nada más despegar Eduardo y José María empecé a sentirme mal y a abominar de mi cabreo, así que decidí esperar su regreso para pedirles disculpas tomando un café en la solitaria cámara de oficiales. Allí estaba yo charlando con Josemi Prats, compañero también de la Quinta, y en un momento dado le comenté:
– Pues mira, sabes qué te digo, que me alegro de no haber salido porque desde las doce de la noche es martes y 13….
La verdad es que lo dije por decir, ya que para mí la fecha no representaba nada en aquellos días, pero justo a continuación del comentario, mientras retomábamos la conversación, se escuchó un gran estruendo y un estampido fortísimo al tiempo que el barco se estremecía violentamente. A mí la impresión que me dio fue la de que el casco hubiera chocado con una enorme roca debajo del agua, y lo primero que hice fue mirar el reloj. Eran las 01:45. Hacía casi dos horas que era martes y trece.
Está de más decir que había sido un accidente de vuelo, lo que terminó de confirmarme el olfato, pues conforme subía a toda prisa las escaleras en dirección al puente de gobierno el olor a combustible de aviación se hacía más y más fuerte. Durante un buen rato estuve convencido de que los accidentados eran mis compañeros Eduardo y José María, pero no tardé en saber que se trataba de un helicóptero de la Tercera Escuadrilla que había impactado violentamente en el palo de señales del barco produciendo la muerte instantánea a sus cuatro tripulantes, uno de ellos mi querido compañero de promoción Luis Jáudenes. En fin, no hace falta dar más detalles, pero aquel martes y 13, día de la Virgen de Fátima, algo cambió en mi cabeza, y sin llegar al límite de la superstición, empecé a coger manía al número 13…
CONTINUARA
FOTOS
1 Bella estampa del portaaviones Dédalo
2 Helicóptero Sea King de la Quinta Escuadrilla
3 Helicóptero AB 212 de la Tercera Escuadrilla