Los odiosos e inaceptables incendios forestales de cualquier verano

El Capitán de Navio, r Fernandez Diz, miembro de la Junta Directiva de AEME,  publica en el digital LA CRITICA, una interesante reflexión sobre los “odiosos y absolutamente inaceptables incendios forestales”.

 

Los incendios forestales que se producen en España en época de verano son una lacra inaceptable que perjudica gravemente la vida y la hacienda de todos los españoles y de un modo especial de aquellos que tienen que sufrirlos directamente. Es absolutamente necesario romper el vínculo que pueda existir entre los incendios y cualquier forma de beneficio económico que de ellos se pueda obtener, aunque sea de forma indirecta.

Puntuales, como siempre, ya tenemos con nosotros los odiosos y absolutamente inaceptables incendios forestales que nos amargan el verano. La opinión pública española está, con toda la razón del mundo, seriamente preocupada por el grave daño que supone, para la vida y la hacienda de los ciudadanos, que miles de hectáreas de zonas verdes sean cada año pasto de las llamas y todo ello complementado por una notoria y declarada pasividad de la administración y del poder político ante tan grave catástrofe.

Se puede constatar también un notorio despiste de muchos de los comunicadores y formadores de la opinión pública que hablan, escriben o nos informan como si no tuviera importancia alguna que más del 60% de los incendios que nos matan o nos arruinan no fuesen directamente provocados y que más del 96 % están directamente relacionados con todo tipo de actividades humanas que obligan a un análisis continuo y profundo de todo lo que se está haciendo mal. Porque hay en el ambiente como una espesa ley del silencio que impide tomar en la debida consideración la causa más probable y provocadora de la tragedia.

Debemos de recordar al antiguo Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) al que probablemente habría que volver, una vez debidamente modernizado y adaptado a la grave situación de incendios casi imposibles de controlar por su simultánea frecuencia y siniestra amplitud. El ICONA fue un organismo público de grato recuerdo para muchos técnicos que tuvieron que ver con él [1] cuando el llamado cambio climático o no existía o parecía mucho más benévolo con los españoles.

Todo se toma como una desgracia inevitable y hasta aceptable, si no fuese por lo costosa que resulta en vidas humanas y bienes materiales de todo orden y de un modo especial con la destrucción del medio en el que vivimos, el medio que sustenta nuestras propias vidas.

Hoy mismo hemos conocido que alguna chispa de alguno de los incendios de Galicia, Zamora, Cataluña, Ávila o Salamanca ha podido saltar insólitamente nada menos que hasta nuestra querida isla de Tenerife para amenazar gravemente, una vez más y sin compasión, grandes extensiones de zonas verdes canarias, incluido el maravilloso valle de la Orotava.

Y, si hemos de tomar en consideración las declaraciones de lo más alto de nuestra cúpula política, que no es lo más alto en lo que a eficacia y gestión pública y administrativa se refiere, todo este salto de chispas incendiarias se debe hoy al cambio climático o a la imprudencia hoy de los canarios y ayer a la imprudencia de los gallegos, zamoranos, catalanes, abulenses o salmantinos que tanto aman su tierra, como les sucede a todos los españoles. Y así año tras año, pensando siempre en superficialidades y lugares comunes, pero sin profundizar en las verdaderas causas de lo que está pasando.

Hace ya algunos años se declaró un incendio cerca de mi refugio gallego. Pude ser testigo directo de cómo un carrusel de seis avioncitos que parecían de juguete, se dedicaron durante bastante tiempo a descargar 150 litros de agua, lo máximo que podían llevar, pero no precisamente cerca del fuego, lo que parecía hacer evidente hasta dónde llegaba su intención de apagarlo. Después de tamaño esfuerzo los avioncitos tenían que regresar a Santiago para cargar otros 150 litros de agua y repetir la operación hasta que, por falta de luz suficiente, tuvieron que suspender su agresiva lucha contra un fuego que continuó como estaba. Esta flotilla aérea pertenecía a una empresa de un país del Este de Europa donde las mafias son frecuentes, como en Italia y muy probablemente también en España. En estos días hemos podido ser testigos de cómo aviones similares actuaron también en las operaciones contra los incendios anteriormente mencionados, sin que verdaderamente podamos conocer a qué empresa pertenecían.

Los expertos y también los no tan expertos plantean sus soluciones principalmente en limpiar los montes, en su caso llenarlos de cabras o de ovejas para lograrlo, separar los árboles unos de otros, poner cortafuegos, autorizar la recogida de piñas etc., etc. Muchas de estas medidas no son aceptadas por los ecologistas, con los que, en su conjunto, podemos estar de acuerdo, pero por motivos algo distintos: no parecen suficientes y además son impracticables en la mayoría de los bosques españoles.

Las fragas gallegas, de las cuales aún hay muchas a pesar de los fuegos traidores, son paraísos naturales, nichos ecológicos donde habitan gran cantidad de animales en completa libertad, menos salvajes que los humanos que, por razones inconfesables, las incendian. Por ser bastante desconocido quiero destacar que estas fragas, cuando están cerca del mar, pueden ser el hábitat de nutrias que se lanzan a él para obtener la pesca que necesitan para alimentarse, para gran susto de los practicantes de la pesca submarina. Hay fragas y bosques por toda España donde el hombre no pone ni un pie porque están muy aisladas o en lugares apartados de cualquier camino que los hace prácticamente inexpugnables, salvo por el aire.

También hay naturalmente en los bosques y fragas de Galicia todo tipo de fauna que vive en equilibrio y en estado absolutamente natural: gatos monteses, jabalíes, lobos, ardillas, zorros ,visones, todo tipo de aves rapaces, águilas, halcones, gavilanes y los queridos gorriones que están desapareciendo en más de media España, lagartos azules, pequeñas culebrillas por todos lados, serpientes de varios tipos entre las que se encuentran, cerca del agua, las víboras cuya mordedura no es necesariamente mortal, al menos en Galicia. Todo ello en un medio ambiente que puede satisfacer las aspiraciones del más exigente ecologista, algo que se puede describir aún sin ser experto en la flora y la fauna de nuestro país. Y si el fuego termina con todo…

Es evidente que esta maravilla de la vida hay que protegerla por todos los medios a nuestro alcance. Hay que ir a por todas, como decimos coloquialmente. No podemos no tener en cuenta cualquier circunstancia que pueda afectar a tan dramática tragedia que terminará con todos nosotros si no se le pone solución.

Hay que destacar que es necesario ayudar, con los fondos debidos, a los ayuntamientos a mantener, en plaza y sueldo fijos, aunque no haya fuegos, a los brigadistas que habrán de enfrentarse a ellos cuando se produzcan. La vigilancia a pie, o a caballo, de los montes sería muy efectiva si no fuese prácticamente imposible por la amplitud e inaccesibilidad de muchas partes de nuestro territorio, pero nuestra Guardia Civil, bien desplegada por todos los pueblos de España, bien conocen, o bien pueden conocer, a las personas que tienen inclinaciones pirómanas. También es cierto que la vigilancia con drones y otros medios aéreos, es hoy posible y necesaria.

No es admisible lo que ha sucedido en el valle del Jerte cuyos habitantes fueron testigos de cómo pirómanos descontrolados iniciaron un grave incendio, de noche, utilizando automóviles, linternas y alguna forma de bengalas o lanzallamas para lograrlo, sin que hayan sido detenidos, que sepamos.

En España ha habido en estos días cuarenta incendios prácticamente simultáneos y creo sinceramente que no fueron ni rayos, ni barbacoas, ni vidrios abandonados, ni colillas, ni el cambio climático los que hayan podido ser sus iniciadores, al menos aquellos que se detectaron simultáneamente en puntos distintos, como sucedió en el incendio de Lugo.

Los drones son muy buenos para vigilar, pero también para trasladar y lanzar cualquier artefacto incendiario.

Muchos hablan ya de una Ley de montes. A mí me parece una idea extraordinaria con la única condición de que esta ley prohíba la externalización de medios contraincendios para que solo puedan utilizarse medios que sean propiedad del Estado, de las comunidades autónomas o de los ayuntamientos. Es triste, pero es imprescindible reconocer que de los incendios no se puede derivar ningún beneficio económico para nadie.

Dada la proximidad de Portugal, que también es una víctima de los fuegos de verano, podría crearse un grupo operativo permanente de lucha contra incendios forestales, de utilización y financiación conjunta hispano-portuguesa, al que también podría invitarse a Francia. Cada país podría participar en su financiación, según la superficie de cada territorio, para dotarse solo con medios oficiales de los estados correspondientes.

Habría que ir pensando también en la ampliación o renovación de nuestros heroicos aviones del 43º Escuadrón del Ejército del Aire y desplegarlos de modo que puedan estar inmediatamente disponibles en cualquier parte de nuestro territorio. No hay que reparar en gastos para hacer frente a este grave problema de la lucha contra los incendios forestales que siempre habrá, pero, con las medidas que se proponen, y otras que los técnicos bien conocen, solo los verdaderamente inevitables.

 

Aurelio Fernandez Diz.  Capitán de Navio, r;  Junta Directiva de AEME;  Foro de Pensamiento Naval

 

[1] LÓPEZ LILLO, Antonio. Doctor ingeniero de montes. ICONA, UN REFERENTE PARA LA CONSERVACIÓN DE LA NATURALEZA. “El Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) fue un organismo autónomo perteneciente al Ministerio de Agricultura, fundado en octubre de 1971 y suprimido en junio de 1995. En octubre de 2021 habrán transcurrido 50 años desde su creación.

Su trabajo fue tan notorio que, transcurridos más de 25 años tras su desaparición, todavía hoy sigue siendo recordado entre las administraciones y la sociedad por su papel en la conservación de la naturaleza española. Pero la identidad de una organización consiste y se manifiesta en la memoria que de ella se posea, y actualmente poco se sabe, y menos aún se ha escrito, sobre el trabajo desarrollado por aquel recordado Instituto”.