La Zona Gris como escenario de confrontación (II)

El diario digital La Critica publica la parte II del trabajo “La Zona Gis como Escenario de Confrontación” , cuyo autor es el Coronel del E.A. Martin Torrijos, asociado de AEME

 

La Zona Gris como escenario de confrontación (II)

 

La Zona Gris

 

El empleo de medios “letales” junto con otros “no letales” es, en principio consustancial con lo que viene denominándose “guerra híbrida”, que requiere de la existencia de un conflicto armado, de una “guerra”, en el sentido más clásico del término; pero, si hay un elemento claramente diferenciador de la Zona Gris es que, para que se distinga realmente de la “guerra híbrida” es preciso que, en su conjunto, el conflicto que subyace se mantenga por debajo del umbral del enfrentamiento bélico, al menos, generalizado.

A la hora de buscar una definición de este término no es fácil encontrar un consenso y, de hecho, muchos autores optan por exponer primero lo que consideran las características de esta Zona, para abordar luego una definición.

Aquí vamos a ofrecer una definición gráfica que es una de las más utilizadas, como el espacio que se encuentra entre la resolución de un conflicto en el marco de la legalidad nacional e internacional (Zona blanca) y el enfrentamiento armado abierto (Zona negra).

Por citar a un autor español, Javier Jordán, “la Zona Gris es un espacio intermedio en el espectro de conflicto político que separa la competición acorde con las pautas convencionales de hacer política, del enfrentamiento armado directo y continuado”.

Aunque el concepto nació con ocasión de la Guerra Fría, su marco conceptual no puede reducirse solo a la rivalidad entre grandes potencias. Es más, en la esencia de la Zona Gris subyace la idea de desigualdad: una vuelta de tuerca de las clásicas estrategias “del débil al fuerte”.

Teniendo en cuenta esta “desigualdad”, que puede ser de muy diversa naturaleza, incluso dándose entre dos “grandes potencias”, en las que algún elemento lastra a una de ellas, la Zona Gris gira en torno a estrategias multidimensionales, de implementación gradual y con objetivos a largo plazo.

Entre sus principales características se encuentran:

a) Persigue objetivos políticos a través de campañas cohesionadas e integradas.
b) Combinación de métodos hostiles de todo tipo que buscan provocar efectos estratégicos sin llegar al enfrentamiento directo.
c) La utilización únicamente de medios que permitan tanto la “negación plausible”, como la “no atribución”; lo que hace esenciales en la actualidad los ataques cibernéticos, que dificultan sobremanera la inculpación de sus responsables -si es que llega a conocerse el origen de los mismos- o el empleo de unidades paramilitares y, en ocasiones, por su discreción, de Fuerzas Especiales.
d) El conflicto gira en torno a intereses altamente valorados por quien se adentra en la Zona Gris, es decir, por intereses sustanciales en juego.
e) Gradualismo: se suele tratar de un conflicto a largo plazo donde abundan las acciones interconectadas para lograr progresos de manera progresiva.

Esto hace que las acciones en la Zona Gris no sean fáciles de identificar.

Un elemento esencial para ello es detectar su finalidad.

Las acciones en la Zona Gris como elementos de continuidad.

Normalmente, este tipo de acciones son de carácter estratégico y con ellas se pretenden alcanzar objetivos políticos difícilmente alcanzables en el marco legal de las relaciones internacionales, sin el empleo de la fuerza y siempre de resultado incierto. Todo ello requiere una planificación a largo plazo, con una gestión acertada de los “tiempos estratégicos” y envuelto en la ambigüedad.

Por tanto, la “Zona Gris”, en puridad, no debe entenderse tanto como una franja dentro del eje guerra-paz o como un conjunto de tácticas más o menos innovadoras, sino como un “mecanismo útil para forzar el statu quo”, en definitiva, una herramienta para el estricto control de la escalada, que provoca en todo momento la inacción del rival, ya que el volumen de fuerza que sería necesario emplear para hacer frente a los movimientos muy limitados y no cinéticos que caracterizan a esta Zona, sería totalmente desproporcionado, dado el paraguas convencional bajo el que se producen.

Si, aunque como luego veremos, las acciones en la Zona Gris no son algo realmente novedoso en la historia de la humanidad, no es menos cierto que la Guerra Fría fue un ejemplo de este tipo de actuaciones y que, tras ella, se han multiplicado las acciones susceptibles de enmarcarse en esta categoría.

 

Los motivos de esta evolución son muchos y muy variados, pero tienen que ver con factores estructurales que impiden o dificultan la repetición de las guerras en el sentido clásico y que van desde el riesgo de escalada nuclear hasta la globalización económica, pasando por cambios sustanciales de corte sociológico, todavía no consolidados, pero cada vez más relevantes, en el panorama mundial.

Otro factor de primer orden, es la creciente sensación de rechazo a la guerra (en parte debido a la paulatina generación de vínculos y sensibilidad entre las distintas naciones, fruto, a su vez de la interconexión entre los ciudadanos, favorecida por la globalización (que vuelve a surgir como factor determinante en la fuerte aparición de este concepto).

Aunque en teoría los protagonistas activos de actuaciones en la Zona Gris no suelen ser las potencias hegemónicas, poco interesadas en alternar alterar el orden existente, es cierto que el país que genera una Zona Gris en beneficio propio está jugando al límite de legalidad y en esta circunstancia es conveniente tener cierta capacidad militar, precisamente para desincentivar un pase a la “Zona negra” (guerra) por actuaciones o a instancia de terceros; por lo tanto, por paradójico que pueda parecer, el actor que despliega una estrategia de creación de una Zona Gris para huir de la posibilidad de un enfrentamiento militar a gran escala, debería contar con una no desdeñable capacidad militar, a fin de mantenerse en todo momento, o al menos mientras le interese, dentro de la escala de Grises.

Ahora bien, no solo son los estados los actores de la Zona Gris. A veces éstos suelen emplear para ello proxys que pueden ser otros estados o también actores no estatales.

 

A título de ejemplo puramente especulativo tenemos el uso por Rusia de las minorías eslavas de habla rusa presentes en diversos estados de Asia Central, especialmente si éstas se sienten lesionadas o el de China que se sirve de minorías étnicas sínicas desperdigadas por diferentes estados del sudeste asiático (Filipinas, Singapur, Malasia y Birmania) para asegurarse quintacolumnistas que en un primer momento apoyen un discurso propio y, llegado el caso, sean susceptibles de ser movilizadas.

El caso de Irán es aún más palmario, en la media que se sirve de organizaciones como Hezbollah, habiéndose erigido Teherán como paladín de la causa chií en el mundo para tejer su propia Zona Gris en el mundo.

Por último, en este apartado creo necesario traer a colación el papel que las Fuerzas Armadas de un país pueden desempeñar en este tipo de conflictos.

La actuación de las Fuerzas Armadas del Estado de un estado que actúa en la Zona Gris puede dirigirse a apoyar a la población local afín del estado en el que intervienen, en aras a cubrir los objetivos trazados desde primer momento (como puede ser la independencia la una parte del territorio del Estado afectado), llevando a cabo operaciones de infiltración de agentes de inteligencia, así como con el uso de Fuerzas Especiales especialmente útiles como multiplicadores de fuerza para la obtención de HUMINT, la propaganda política, operaciones de Información, etc.

Guerra en la Sombra

Antes de ahondar en algunos ejemplos que ilustren lo que se puede entender por “actuaciones en la Zona Gris” (locución que personalmente prefiero a la de Zona Gris, a secas), vamos a traer a colación otro concepto al uso: “Guerra en la Sombra”.

Aunque la inmensa mayoría de los autores consideran que la Zona Gris se opone a la existencia de una Open warfare o Guerra abierta (con independencia del tipo de que trate), a fin de evitar implicaciones políticas, jurídicas, económicas, sociales, etc., no es menos cierto que a veces se utiliza como sinónimo de “Zona Gris”, la expresión de “Guerra en la Sombra”, porque así se denota mejor su carácter de invisibilidad, en contraposición a la guerra abierta o convencional; en el entendimiento de que en la Zona Gris, aún sin enfrentamiento abierto, se pueden dar acciones cinéticas de baja intensidad y localizadas.

Esta nueva tipología de la guerra podría calificarse como Guerra Híbrida, porque contiene métodos tanto militares como no militares; pero a diferencia de este tipo teórico de guerra, no contempla un enfrentamiento directo militar entre Estados.

Así pues, estaríamos hablando de dos términos que podemos considerar sinónimos: “Actuaciones en la Zona Gris” y “Guerra en la Sombra”.

Ejemplos de actuaciones en la Zona Gris

Operar en la Zona Gris no es una estrategia novedosa.

Antecedentes históricos de acciones que hoy encajaríamos en la Zona Gris los tenemos cuando en el Siglo XVII los franceses comenzaron a proporcionar armas de fuego a los indios norteamericanos para que pudieran enfrentarse a los españoles en el Mississippi y La Florida. O cuando los ingleses, franceses y holandeses empleaban los corsarios (barcos civiles al servicio de su Corona) que actuaban como piratas) para hostigar las operaciones de la Armada Española en el Caribe. O en el Siglo XVIII, el ejemplo del Alférez de Navío Martínez al mando de la Bahía de Nootka, en la actual costa oeste de Canadá, cuando desenmascaró varios buques de bandera portuguesa que en realidad estaban capitaneados por británicos con intenciones más allá de las comerciales. En todos estos casos no existía guerra abierta, pero sí una clara competencia.

En la historia reciente, desde la misma Guerra Fría hasta el día de hoy se podrán citar innumerables casos de Conflictos en la Zona Gris.

Algunos ejemplos citados por varios autores tenemos:

Ø En 1901 Estados Unidos instigó una revuelta armada en los territorios colombianos del actual Panamá para favorecer su independencia y asegurar la construcción del Canal y el control de su área adyacente.

Ø La construcción y difusión de narrativas —en lo posible de manera encubierta, a través de terceros— que afecten a los procesos políticos de otros Estados, favoreciendo los intereses de quien las promueve y deslegitimando las instituciones del bando rival (lo venimos sufriendo a nivel interno en España, como ahora veremos).

Ø Ciberataques contra entidades públicas y privadas, que además de amedrentar y generar confusión en el proceso de toma de decisiones políticas, airean la vulnerabilidad del adversario, como los famosos ciberataques sufridos por Estonia en 2007 o, más recientemente, la caída de los servidores del Servicio Público de Empleo Estatal español, en Marzo y en Junio de este mismo año y que, aunque se sospecha de hackers rusos (sin que nadie haya dirigido una acusación al gobierno de ese país), están aún bajo investigación.

Ø En 2010 China suspendió temporalmente las ventas de minerales raros a Japón después de que los guardacostas nipones detuvieran a unos pescadores chinos en el marco de una disputa por aguas territoriales.

Ø También en 2010 cuando China retrasó mediante inspecciones la compra de plátanos hasta que estos se pudrieron en los muelles filipinos con el fin de presionar a Manila en el contencioso sobre el Arrecife Scarborough, en el Mar del Sur de China.

Ø El respaldo mediático de Moscú a diversos partidos de extrema derecha anti-UE.

Ø Los intentos de influir en las últimas campañas electorales de Estados Unidos y en la de varios países de la Unión Europea por parte rusa, empleando al canal de noticias Russia Today y a una Agencia de investigación en Internet (caso denunciado por la Comunidad de Inteligencia norteamericana).

Ø El empleo por el Gobierno chino de las agencias de viajes estatales para redirigir su flujo turístico, penalizando a países como Corea del Sur (un descenso del 40% de turistas chinos) o a la República de Palao por motivos políticos.

Ø La realización de maniobras militares a gran escala cerca de la frontera de otro país, probando ostensiblemente nuevos sistemas de armas (misiles balísticos por parte de Irán), o violando repetidamente el espacio marítimo o aéreo de los vecinos, como por ejemplo hace Rusia en el Báltico.

Ø La anexión de Crimea en 2014 por Rusia, como caso de “hecho consumado” con un mínimo de empleo de la fuerza, que quebró la estrategia disuasoria Ucraniana y hasta de la propia OTAN.

Ø Las denominadas “tácticas del salami” (sliced salami tactics), concatenando acciones de bajo perfil que proporcionan ganancias graduales y que a la vez dificultan una reacción severa por parte del adversario, a modo de suma de pequeños hechos consumados que, por su reducida entidad no justifica el empleo de la fuerza y deja margen al arreglo diplomático de las diferencias. Con cada movimiento disminuye la probabilidad de que el adversario reaccione si no ha hecho nada hasta ese momento. Un ejemplo sería la construcción de islas artificiales con instalaciones militares y la creación de zonas de identificación de defensa aérea por parte de Pekín en el mar del Sur de China tratando de afirmar su soberanía sobre esos espacios.

Y así podríamos seguir con innumerables ejemplos. Basta con estos y con la “derivada” de comprobar que Rusia y China están detrás de muchas de estas actuaciones.

 

Juan Carlos Martin Torrijos
Coronel del Ejército del Aire       Profesor del ISEN / Universidad de Murcia
Miembro de la Asociacion Española de MIlitares Escritores
Fuente: