Jose Maria Treviño Ruiz, Almirante (r), asociado de AEME, publica en la revista MILITARES, esta recopilación histórica del hundimiento del submarino C-5
LA VERDADERA HISTORIA DEL HUNDIMIENTO DEL SUBMARINO C-5
ANTECEDENTES
El pasado 5 de enero, el periódico La voz de Galicia publicaba una curiosa noticia, “El submarino fantasma que provocó un cese en la Armada”. Como antiguo comandante de submarino, no pude sustraerme a la curiosidad de leer con detenimiento la noticia al completo y posteriormente investigar la veracidad al respecto. La noticia en sí se refería al cese del capitán de fragata subdirector y jefe de estudios de la Escuela de Especialidades de la Estación Naval de la Graña (ESENGRA), por la publicación en la orden del día 31 de diciembre de la efeméride correspondiente a esa fecha, referente al “heroico hundimiento de un submarino de la escuadra roja”. Esta efeméride no le gustó a un diputado del BNG Néstor Rego, que pidió que se investigara este hecho; esta pesquisa unida a un tweet criticando el léxico del jefe de gabinete del secretario general de Podemos, Julio Rodríguez, hicieron que Defensa cesase fulminantemente al capitán de fragata jefe de estudios de la ESENGRA. Aquí convendría aclarar varios puntos. En primer lugar, en prácticamente la mayoría de los buques e instalaciones de la Armada, en la Orden del Día se incluye una efeméride histórica naval, casi siempre referida a un hecho de armas correspondiente a la larga historia de la Armada Española, efeméride que el escribiente de la Unidad, obtiene de un libro que data de 1968, y que se titula Gloriosas efemérides de la Marina de Guerra Española. De aquí descartamos que la redacción corresponda al capitán de fragata, bajo mi punto de vista injustamente cesado, sino copia literal del citado libro de efemérides. Hay otro tema además que escapa de mi comprensión después de 48 años en la Armada. El responsable de un buque o dependencia, para lo bueno o lo malo y de cara al exterior, es siempre su comandante, su responsabilidad es tanta como su autoridad, principio básico del mando. En este caso concreto el corpus delicti, era la utilización en la efeméride de la expresión escuadra roja, por lo que según el diputado del BNG, “el Ejército español continuaba operando en claves políticas e ideológicas de la guerra y del franquismo”. Algo en lo que también incidía, el ex JEMAD. Pero en bien de la verdad y del correcto léxico empleado hagamos un recorrido sobre lo que hay de cierto en la denominación utilizada y de lo que realmente le sucedió al infortunado submarino C-5.
LA FLOTILLA DE SUBMARINOS EN JULIO DE 1936
En el comienzo de la Guerra Civil, el 17 de julio de 1936 a las 1700 horas en la Comisión de Límites de Melilla, la Armada Española contaba con 12 submarinos, seis pertenecientes a la Serie B y otros seis de la Serie C. Los primeros habían entrado en servicio entre 1922 y 1926 y fueron construidos por la Sociedad Española de Construcción Naval (SECN) en el astillero de Cartagena. Su diseño estaba basado en el del prototipo norteamericano F-105, construido bajo patente de Holland por los astilleros de la Electric Boat Company en Groton, Conneticut. Estos submarinos de 563 ton, podían considerarse anticuados ya que su diseño era anterior a la PMG, y por su pequeño tonelaje eran costeros. Los cuatro más antiguos, B-1 a B-4 estaban destacados en la Estación Naval de Mahón y los dos más modernos, B-5 y B-6 estaban asignados a la Flotilla de Submarinos ubicada en el Arsenal de Cartagena. Su armamento lo constituían torpedos Whitehead de 450 mm que podían ser lanzados por sus dos tubos de proa y otros tanto a popa, además de un cañón de 76mm ubicado a proa de la vela. Su cota máxima era de tan sólo de 40 metros y la dotación de 34 personas, de ellos 5 oficiales. Los seis submarinos de la Clase C, eran un desarrollo mejorado de los anteriores, realizado por la SECN también en Cartagena. Todos entraron en servicio entre 1928 y 1930, por lo que se podían considerar como bastante nuevos en 1936. De 925 ton de desplazamiento, eran oceánicos, con una cota máxima de 80 m, doble que la de los anteriores y un armamento compuesto por 6 tubos lanzatorpedos de 533 mm, cuatro a proa y dos a popa, con un cañón Vickers de 76/45 mm. Su dotación la formaban 40 personas, de ellos al menos 7 oficiales. La llegada de la República en 1931 y su política naval, no pasaron de quedar en meras buenas intenciones, se llegó a decir públicamente que las pocas obras realizadas a los buques se hacían para dar trabajo al personal de las factorías. Si a esto se le unía un presupuesto insuficiente, la escasez de repuestos y una organización poco ágil, el resultado era que las reparaciones se eternizaban, los submarinos se pasaban años enteros sin varar para limpiar fondos y recorrer las válvulas de casco. Hay que destacar además que, entre el 14 de abril de 1931, advenimiento de la II República y el 18 de julio de 1936, hubo ¡20 cambios de gobierno!, con una docena de relevos en el Ministerio de Marina en tan sólo 5 años, con lo no había forma de realizar un programa naval ni de tomar decisiones a medio plazo. Lo único positivo fue la orden ministerial dada el 22 de noviembre de 1932, para construir el primer submarino de una nueva serie, denominada D, que sólo contaría con tres unidades para reemplazar a los seis anticuados B. El estado y la moral de las dotaciones tampoco era muy bueno en la Armada, Los cuerpos auxiliares y subalternos mantenían una pugna con el Cuerpo General, existiendo pruebas fehacientes de la infiltración marxista en las dotaciones de los buques, de forma similar a lo ocurrido a los marinos del arsenal ruso de Kronstadt, ya que los elementos revolucionarios de la sublevación de 1934, expulsados por sentencia judicial fueron readmitidos con el advenimiento del gobierno del Frente Popular. No obstante, el Arma Submarina española tenía desde sus inicios una gran solera y disponía de oficiales y dotaciones bien instruidas en maniobras y ejercicios y los problemas de indisciplina eran residuales, de facto cuando después de los acontecimientos del 18 de julio de 1936 en toda España, las dotaciones submarinistas no se sublevaron en Cartagena contra sus mandos. Por el contrario, ante el llamamiento al amotinamiento desde la estación radio de Ciudad Lineal en Madrid, del radiotelegrafista Benjamín Balboa perteneciente a la UMRA, las dotaciones de los grandes buques de la Escuadra se sublevaron y asesinaron a sus oficiales. El 18 de julio el Gobierno de Madrid, ordenó la salida a la mar de todos los submarinos operativos para impedir el paso del Ejército del Norte de África a la Península. Así los submarinos C-1, C-3, C-4 y C-6 largaron amarras desde Cartagena a las 1000 horas de ese mismo día, uniéndoseles el B-6 pocas horas después, mientras que el resto de los submarinos terminaba su alistamiento, encontrándose el C-5 realizando obras de reparación. El día 19 los cinco submarinos nombrados, bloquearon el puerto de Melilla para evitar la salida de las tropas en algún buque transporte hacia la Península. Posteriormente el C-6 y el B-6 fueron destacados al Estrecho de Gibraltar mientras que el resto de los submarinos se dirigía a Málaga para hacer víveres. Durante esta primera salida a la mar las dotaciones submarinistas se amotinaron apresando a sus oficiales que fueron desembarcados en Málaga y entregados a las autoridades del Frente Popular, para ingresar en prisión, siendo posteriormente fusilados ante las tapias del cementerio malagueño entre el 15 y el 21 del mes de agosto junto con los oficiales de los destructores que habían entrado en el puerto andaluz. De esta forma un total 36 oficiales del Cuerpo General perdieron la vida en esas trágicas circunstancias a los que habría que sumar los 48 que fueron ejecutados en la mar por sus dotaciones en los buques de superficie sin juicio previo. En Cartagena las cosas no fueron mejor, el día 19 un teniente de navío submarinista era asesinado en la Base por un fogonero y por la noche la masa revolucionaria intentaba escalar la muralla del Arsenal. El día 20 auxiliares y cabos abrieron las puertas de Arsenal a la masa revolucionaria del Frente Popular que por medio de grupos armados detuvieron a todos los jefes y oficiales de los buques y submarinos amarrados en los muelles, para ser encarcelados en los mercantes España nº 3 y Río Sil, que se habilitaron como buques prisión en el puerto de Cartagena. Falto de oficiales del Cuerpo General, en medio del caos, el 2ª maquinista Manuel Gutiérrez Pérez, del submarino C-5 tomó el mando de la Base de Submarinos y del Arsenal, haciéndose llamar “general” por la marinería, tras la destitución del almirante del Arsenal, contralmirante Molins. De la Base Naval de Cartagena se hizo cargo el teniente de navío Antonio Ruiz, una vez destituido el vicealmirante Márquez, que en ningún momento se había sublevado contra el Gobierno. El 14 de agosto de 1936, atracaba en el muelle de la Curra, el acorazado Jaime I, con diversas averías y tres muertos tras enfrentarse a la Aviación Nacional en aguas de Málaga por ello en su tránsito hacia Cartagena, el comité revolucionario autodenominado Guardia Roja del Jaime I, formó en la toldilla del acorazado a 10 jefes y oficiales, presos hasta el momento y los fusilaron sin juicio previo. No contentos con esta vil acción, ese mismo día los amotinados del Jaime I se hicieron con el control del Río Sil, obligándole a salir a la mar, y al estar a 30 millas de Cartagena, procedieron a arrojar a todos los prisioneros al agua amarrados de dos con las manos atadas a la espalda y una parrilla de hierro amarrada a los pies. Vuelto el Río Sil a puerto, se repitió la misma maniobra con el otro buque prisión, el España nº3, aunque el procedimiento fue distinto ya que según los prisioneros iban saliendo de la bodega del buque, se les disparaba un tiro en la nuca y se les arrojaba al agua con un peso en los pies, un total de 52 jefes y oficiales fueron asesinados por este salvaje procedimiento en el Río Sil y 147 en el España nº 3. Mientras estos luctuosos hechos ocurrían en Cartagena y su Base de Submarinos, en el puerto de Mahón, donde se encontraban atracados los cuatro submarinos B-1 y B-4, la situación revolucionaria, no era muy diferente. El día 19 de julio se constituyó un comité revolucionario que hizo prisioneros al jefe de la Flotilla de Submarinos y a todos los oficiales, enviándolos a la fortaleza de La Mola, constituida desde día 22 en prisión militar para 148 jefes y oficiales de la Armada y del Ejército. El día 3 de agosto los custodios de la prisión, cuando todos los presos se hallaban en el patio sobre las 1900 horas, abrieron las puertas al exterior y una muchedumbre armada comenzó a disparar de forma indiscriminada sobre los indefensos presos, al caer la noche un total de 132 cadáveres yacían tendidos sobre el patio de la fortaleza. De esta forma tan irracional, a la que habría que sumar la muerte de 130 oficiales en Madrid y la de 35 pilotos aeronavales en San Javier, el Gobierno del Frente Popular se encontró con la triste paradoja de que contaba con el 90% de los buques de la Flota, compuesta por un acorazado, tres cruceros, diecisiete destructores y doce submarinos, amén de otras embarcaciones menores, pero con el 90% de sus oficiales, asesinados, 355 en total. En el bando Nacional tan sólo se contaba con un viejo acorazado, el España, apodado el abuelo, un crucero, el Almirante Cervera, y un destructor operativo, el Velasco, pero con todos sus cuadros de mando intactos.
José María Treviño Ruiz. Almirante (R)
Fuente:
Revista MILITARES. núm. 123. Pag 42-45
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