La tragedia del castillo de Olite (4ª parte final)

Nuestro asociado, el C.N., r D. Luis Mollá , nos recuerda la tragedia del Castillo de Olite, que costó la vida  a 1477 españoles, en su mayoría gallegos. ¡Que Dios los tenga en su Gloria!

 

 

La tragedia del castillo de Olite (4). FINAL
Durante muchos años estudié el caso del “Olite”, di muchas conferencias y escribí la historia de forma novelada: “Perdidos en la memoria”. En ese tiempo cada vez que trataba de encontrar a los responsables de la muerte de aquellos 1.477 desgraciados me enredaba en mis propias pesquisas. El “modus operandi”, en la línea del quién hizo mal qué y la consiguiente valoración tratando de sopesar y comparar entre sí las decisiones de unos y otros nunca me llevaban a ninguna conclusión, hasta que un día se me encendió la luz: por encima de los que habían tomado decisiones equivocadas había un personaje que se movía entre sombras y había hecho en todo momento lo correcto.
En mi opinión, el principal responsable del hundimiento del “Olite” fue Artemio Precioso, precisamente porque no dio ningún paso en falso, sino todo lo contrario. Consiguió escapar de Capitanía la noche en que Galán fue detenido y, tras deambular perdido toda la noche, llegó a San Javier y se puso al frente de sus hombres para volver sobre Cartagena y sofocar la rebelión de Barrionuevo, llegando a los puntos potenciales de desembarco antes que Moreno. No olvidemos que la guerra no había terminado y hundir buques enemigos formaba parte de sus responsabilidades.
Con el final de la contienda a 25 días vista, el hundimiento del “Olite” fue un desgraciado acto de guerra. No resulta fácil de explicar, sin embargo, lo que, para quien esto escribe constituye una de las mayores felonías de esta historia: el final de los restos del barco y los soldados ahogados en sus bodegas. En 1951, en plena vorágine de la venta de chatarra sumergida, el Estado, propietario del buque hundido, lo vendió a un empresario bilbaíno que lo dinamitó en el fondo del mar para convertirlo en chatarra. Fue terrible, explicaba el jefe de los buzos contratados, con cada explosión salían centenares de cadáveres y huesos que se enterraban de noche y a escondidas en un lugar apartado del cementerio de Cartagena…
Para quien ha visitado en Pearl Harbor y Scapa Flow los pecios del “Arizona” y “RoyalOak”, hundidos ambos en la Segunda Guerra Mundial, y asistido con emoción a los homenajes que a diario se hacen a los cientos de marineros ahogados y que todavía permanecen dentro de los cascos sellados de los buques, el lamentable final del “Olite” constituye una afrenta a nuestra historia que produce repugnancia. Una vez extraídos los mamparos, el buque quedó sometido a la acción de la corriente que arrastró y diseminó buena parte de los restos, quedando únicamente la quilla descansando sobre el fango, con algunas muestras dispersas de la impedimenta de los soldados.
En 2005, con motivo de las obras de ampliación de la refinería de Repsol en Escombreras, se arrojaron sobre estos últimos restos cientos de miles de toneladas de cemento, roca e ignominia. Ese fue el final definitivo del buque y de la memoria los 1.477 soldados, jóvenes en su mayoría, que marchaban jubilosos a Cartagena para celebrar el final de una guerra que les permitiría, al fin, llevar una vida digna como corresponde a cualquier ser humano.
Tras la Guerra Civil el “Olite” se convirtió en una espina, pues representaba un error gigantesco de los ejércitos nacionales. Para hablar del barco y los soldados muertos había que bajar la voz. Los supervivientes se reunieron durante muchos años frente al palo del barco en La Coruña, pero sentían que a sus compañeros perdidos no se les había homenajeado ni recordado nunca como merecían. Empecé esta historia contando cómo en la capilla del Colegio de Huérfanos de la Armada los chavales de mi generación rezábamos por los ahogados del “Baleares” cada seis de marzo, pero no sucedía lo mismo con los del “Olite” al día siguiente. ¿Por qué?
Cerca de la Navidad de 1939 Moreno pidió audiencia a Franco y el general lo recibió en El Pardo. El almirante quería saber si había algo contra él; a su paso la gente bajaba la voz para referirse al “Olite” a sus espaldas y el Caudillo le había saltado para nombrar Ministro de Marina a su hermano menor Salvador. Franco lo tranquilizó y le nombró Capitán General de Cartagena primero y de Ferrol después. A título póstumo se le concedió en 1950 el título de Marqués de Alborán, que hoy llevan sus descendientes. Incluso su bisnieto, el cantante Pablo Alborán, hace honor con su nombre artístico al abuelo, que murió en 1945 siendo Capitán General de Ferrol, consumido por la pena y la impotencia.
Precioso y Guirao consiguieron escapar a Argel en los pocos aviones disponibles que quedaron en el aeródromo de Los Alcázares. Sorprende que no hicieran sitio a Pallarés, que era carne de pelotón de fusilamiento, pero tanto en Cartagena como en Valencia, cuando comenzaron a escucharse los tambores del ejército nacional la consigna fue la del sálvese quien pueda.
Precioso se exilió en la URRS y después en Yugoslavia donde fue director de una escuela militar. Más tarde pasó a Checoslovaquia donde se doctoró en macroeconomía. Siempre fue reacio a hablar del “Olite”, al que recordaba con un sentimiento de pena. Tras la amnistía de 1969 viajó a España donde hizo mucho dinero como representante del cristal de Bohemia. Fue también secretario general de Greenpeace España. Murió en 2003 en Madrid a los 90 años.
Guirao escapó con Precioso y pasó la Segunda Guerra Mundial luchando contra los alemanes en la Resistencia francesa. En 2006, con 93 años, visitó la Parajola, donde dijo no arrepentirse de sus decisiones: “Fui y soy consciente de mis actos; la guerra es la guerra y luché por lo que creí. La República tenía nombre de mujer y machos para defenderla, pero ahora no los tiene”. Murió al año siguiente. Paradójicamente y según sus propias palabras, durante mucho tiempo la muerte de Pallarés no le dejó dormir.
No lo recuerdo bien, pero debió ser hacia 1984, con ocasión de mi participación en unos ejercicios antisubmarinos en Cartagena. Estaba anunciado un debate entre Guirao y Precioso en el cine Teatro Circo. Era la primera vez que se encontraban después de despedirse en Argel. A lo largo de una hora se mostraron recelosos el uno con el otro, como los boxeadores que se rehúyen en lugar de buscarse. Sí recuerdo que Guirao recriminó a Precioso el haberse aburguesado, cosa que sentó mal al que había sido su jefe.
José Virgili sobrevivió con muchos huesos rotos, pero no quiso perderse el desfile que se organizó en Cartagena a la llegada de las tropas nacionales. Decía que para eso habían embarcado en Castellón. Su encuentro con el general Camilo Alonso Vega sintetiza lo sucedido en Cartagena aquellos días tan tristes. El general lo conocía y tenía familiaridad con él y al verlo escayolado de la cabeza a los pies le preguntó:
– ¿Qué te ha pasado Pepe?
– Ha pasado, mi general, que nos han engañado como a chinos…
Queda para el análisis personal de cada cual la actuación personal de Guirao respecto a la matanza de 1500 soldados jóvenes con la guerra a punto de terminar. Y pudo ser peor, pues la poderosa Flota republicana se movía por aguas cercanas a las que navegaban en el mismo momento los indefensos barcos de la Expedición Cartagena, y de haber hecho por ellos hubiera podido hundir a cuantos encontrara en sus proximidades, pero el almirante Buiza interpretó que para él la guerra había terminado y prefirió seguir su rumbo para internarse y entregarse en Bizerta con sus barcos.
Esta historia constituye un homenaje a los soldados, al triste final de los muertos y al no menos triste de los condenados a vivir. A los restos del barco quebrados por la dinamita y a su historia, injustamente silenciada.
Que descansen en paz. Los que puedan.
Fotos
1.- Durante el franquismo se les silenció por representar un grave error militar, la transición apartó a un lado a unos y otros, y para los que vinieron después, la ley de memoria histórica los ignoró por ser muertos de Franco. Las 1.477 víctimas del Castillo Olite continúan perdidos en la memoria.
2. Finalmente los supervivientes llevaron a cabo el desfile militar para el que habían viajado a Cartagena. Con el “Olite” recién hundido todavía pueden verse en la carrera algunos féretros a hombros de compañeros que no quisieron que sus camaradas muertos se perdieran el desfile.
3.- En el año 2001 todavía quedaban algunos supervivientes con vida. En la foto posan delante del palo del barco en La Coruña.
4.- Retirada la primera cruz y la Piedad erigidos inicialmente como homenaje a los fallecidos, se levantó una segunda cruz metálica que no tardó en ser abatida y arrinconada en el muelle hasta su desaparición.
5.- La campana del barco se conserva en el Museo Naval de Madrid con el nombre original del buque.
6.- Escombreras hoy.
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