La revista MILITARES entrevista a la Coronel HERNANDEZ Frutos.

La revista MILITARES, en su último numero, publica una Entrevista a la Coronel del Cuerpo de Sanidad Militar Dña. María del Pilar Hernández Frutos, Vocal de Cultura y Convenios en la Junta Directiva de AEME, que reproducimos a continuación:

 

 

Coronel médico Doña María del Pilar Hernández Frutos

Damos hoy voz a la primera mujer militar que entrevistamos en nuestra revista MILITARES. ¡Bienvenida! y a sus órdenes.

 

En corto y por derecho, sin más preámbulos, la coronel médico FRUTOS, nacida el 18 de enero de 1961 en
Zaragoza, nos dice que realizó sus primeros estudios en Madrid. Para ella, la vida de estudiante consistía en largos paseos de casa al colegio y del colegio a casa porque no había medio de transporte de puerta a puerta. Soy de la primera promoción de EGB, BUP y COU. Libros descomunalmente gruesos y pesados. Carteras de mano y callos porque no había mochilas. Clases por la mañana y por la tarde con alguna sesión de tres eternas horas vespertinas hasta las siete. Tuve una educación privilegiada; no por los lujos del colegio sino por los contenidos y su diversidad. Aprendí mecanografía con una basta máquina gris, Olivetti, que dejaba agujetas en los antebrazos y arañazos en los dedos cuando alguno de ellos
se escurría entre las teclas. Aún se sorprenden mis hijas de que recuerde trozos enteros de poemas y detalles de “letras”, a pesar de ser de ciencias, porque ellas no los tienen en su currículum.

 

¿Dónde realizó sus estudios profesionales?
En la Universidad Complutense de Madrid y mi formación clínica en Hospitales Militares: tercero y parte de cuarto curso en el ya desaparecido Generalísimo, y el resto, incluyendo algunos cursos del Doctorado, en el Gómez Ulla, actual Hospital Central de la Defensa.

 

– ¿Tuvo alguna relación con el mundo militar durante aquellos años?
Mucha, obviamente. Mi padre fue Guardia Civil y soy nieta de ferroviario y policía. Las abuelas, a sus labores. También tengo tíos por ambas partes y un hermano que son militares. Durante la carrera, digamos que el ambiente era de inmersión puesto que militares eran los profesores y militares los pacientes con los que realizábamos las prácticas  Recuerdo especialmente aquellas ruidosas habitaciones
de seis camas del control “B” de cada planta donde estaban ingresada la Tropa, por entonces de reemplazo.

 

Mi coronel ¿Por qué decidió ser militar?
No me acuerdo de cuando aún no quería ser militar. Un buen día, ya independizada de mis padres, mi madre me trajo a casa una carpeta con documentos escolares antiguos, el carné de la piscina, las tarjetas de la fotoseriación que se hacía por entonces en los colegios, etc., Entre aquellos papeles había un informe del equipo de psicología del centro donde ya aparecía que quería ser militar y por entonces yo tenía once años. Allí se decía que estaba más dotada para las letras que para las ciencias (!) y me sugerían profesiones como escritora y periodista. Es difícil saber por qué quería yo ser militar con once años, pero, más tarde, aun siendo imposible porque no admitían mujeres, me empapé de los valores militares que vi durante mis años universitarios. Leía mucho sobre el tema e incluso asistí en la entonces Academia de Asistencia Sanitaria a un curso de perfeccionamiento, nada menos que “Cirugía de Guerra”, que se ofertaba también a los doctorandos. Fue la primera vez que pisé la Academia. Huelga decir lo duro que resultaba ver a mis compañeros de promoción, varones, por el hospital vistiendo el uniforme del
Ejército de Tierra.

 

– ¿Tiene relevo familiar en la carrera de las armas?
Estamos en ello. Mi hija mayor se prepara para ser médico militar.

 

CARRERA
– ¿Cómo fue su formación militar?
Empezó cuando, por fin, desapareció de los requisitos para ser médico militar la primera palabra:
“Varón, español, Licenciado en Medicina y Cirugía, sin antecedentes penales…” y se desarrolló la
normativa de acceso. Por entonces yo ya llevaba cuatro años licenciada y trabajaba en la Seguridad
Social. Asistí a una academia preparatoria, sobre todo por las pruebas físicas y el temido trago de desarrollar en dos sesiones de quince minutos dos temas muy amplios, los que dijeran las bolitas de dos
viejos y oxidados bombos de bingo que había sobre la mesa del tribunal de examen.
Disfruté mucho mi paso por las academias, primero en la AGM y luego en la AAS del ET sin que esto quiera decir que todo fuera apetecible. Que la vida de Cadete fuese un poco “cuadrículas” tras haber pasado por la Universidad era circunstancia común a la Sc 04 encajada a martillo en el V Bón, aunque monoangulada hasta la Jura de Bandera, tampoco supuso ningún trauma. Defendí a mis “nuevos” en el comedor durante el campamento cuando el Caballero “retra” se metía con ellos porque con las Damas
no se atrevía; participé en el asalto a la Escalera de Cañón, igualmente por solidaridad monoangulada… Una vez, el Capitán Instructor me dijo durante unos ejercicios de vivac: “Frutos, siempre estás contenta”. Yo le expliqué que, si no fuera porque había que cargar con el CETME-C todo el tiempo, aquello se parecía mucho a mis vacaciones en las Arribes del Duero.
Me costó aprender a desfilar; tengo buena motricidad fina, para el detalle, pero soy bastante patosa. Quién me iba a decir que mi sable de oficial acabaría mandando no menos de 10 veces el Batallón de Honores en la extinta BRISAN, donde los Cuerpos Comunes conservamos el Mando.
De esta época podría contar y no parar. Aparte de las anécdotas que genera toda etapa de Cadete, el hecho de ser una mujer, siendo solo ocho en toda la AGM, da para escribir un libro. Hubo relevo de General Director cuando solo llevábamos veinte días de campamento en María Cristina y, aunque nuestros instructores se emplearon a fondo, fue imposible hacer formar con armas ni al I Bón ni a la
04, lo nunca visto en la AGM. Cuando el General García Ferrer se acercó a saludarnos Sección por Sección no hubo distinciones: se dirigía a las Damas como “Caballero”.
Aquel uniforme gris, con la sahariana, junto con el moño, la falda y los tacones, me valió mi primer mote:
Olivia. Acabé usándolo de indicativo radio. Si no los puedes vencer…
La AAS era otro mundo, más internado y más académico (científico), diría yo. Y salí de la AGM, con mis estrellas de Teniente, de
caqui.

 

– Una vez superada la fase de alumno ¿cuál fue su primer
destino?
La Legión. 3º Tercio, VIII Bandera. Legionaria para siempre. Una vida dura, exigente, totalmente dedicada e igualmente satisfactoria. En alguna ocasión he dicho en público, sin dejar de lado todo lo aprendido en las academias, que de pequeña fui a un colegio de monjas y luego hice “la mili” en La Legión. La mezcla es explosiva. Lo peor de aquella época fue ser la novedad, el interés de la prensa y
otros medios, mientras que en el acuartelamiento era uno más. La Legión cumplió al pie de la letra: cada uno será lo que quiera. Además, la sarga nos unifica a todos, como pasa en la actualidad también con el uniforme de la UME.

 

– En el primer nombramiento siempre surge la idea de si uno está suficientemente preparado para el cargo que se le ha encomendado. Mi coronel, ¿sintió en algún momento algún tipo de carencia, o afrontó la prueba sin problemas?
Daba un poco de vértigo. Recién ascendida a Teniente y con una responsabilidad legal como Oficial Médico que no tiene ningún otro Teniente novato ni de los Cuerpos, ni de las Armas. Un destino maravilloso, un sueño cumplido que ponía los pelos de punta a mi familia y que causó bastante
revuelo informativo. Hoy, las Legionarias cantan saetas y colombianas al Cristo de la Buena Muerte y se ve normal.
Por suerte, yo ya tenía experiencia como médico y en el aspecto asistencial no tuve ningún problema, aunque por entonces una Unidad de mil trescientos con una instrucción exigente, daba bastante que hacer.

 

– ¿Y cuál fue el siguiente paso en su carrera una vez superada esa primera experiencia de “recién llegado “?
Tuve la fortuna de participar en las primeras misiones de proyección de grandes contingentes. Debo recordar aquí que ya estaban en marcha planes como ONUCA y ONUSAL y que, unos años antes, ya hubo médicos militares españoles en Vietnam. Una magnifica experiencia profesional que cambió mi escala de valores para siempre y me llevó de la mano a meterme de lleno en el mundo de las emergencias, que siempre me había gustado. En zona, coincidí con el recién creado EMAT que turnaba sus tres Unidades: Norte, Centro y Sur y quedé fascinada al ver sus medios y sus capacidades. La Legión se me quedó pequeña desde el punto de vista asistencial pero no la perdí de vista al coincidir varias veces con ella
en sucesivas misiones. La gran familia legionaria ha estado siempre presente en los sucesivos destinos y misiones y eso ha llegado hasta hoy.

 

¿Se fijó alguna meta a corto plazo y pudo conseguirla?
Me propuse aprender todo lo posible sobre el funcionamiento del EMAT,
desarrollar protocolos asistenciales, preparar a la Tropa para sus cometidos auxiliares, cada vez más especializados y que acababa de desaparecer como tal, al igual que los Oficiales y Suboficiales de Sanidad pasando a ser Especialistas.
El problema era que el personal asignado para los cometidos y tareas no facultativas provenía de cualquier especialidad y esto nos creó no pocos inconvenientes. Esta circunstancia se ha solventado solo en parte con la Tropa Sanitaria y de ello hace aún pocos años. Queda camino por recorrer en este sentido.
Este reto, en buena parte, lo conseguí con el destino en el EMAT y posteriormente el de Profesor Titular en la nueva EMISAN, ya dedicada a los Cadetes de los Cuerpos Comunes de Sanidad. Pude ejercer mi libertad de cátedra para modificar contenidos arcaicos en Enseñanza de Formación y promover nuevos Cursos de Perfeccionamiento entre ellos los de Logística Sanitaria e Inteligencia Sanitaria.
La docencia me apasiona y crear contenidos al paso de las innovaciones que traen los tiempos es siempre fascinante. Más adelante, en la entonces División Logístico-Operativa de la IGESAN y mi comisión de servicio en Grupos de Trabajo de la OTAN, vi nuevos horizontes en el ámbito conjunto, en la redacción de documentos doctrinales, asistí a la inauguración del CIFAS, etc.
Mi permanente tendencia a enfrentarme a retos se vio premiada con el destino siguiente, en la UME, de la que fui Jefe de Sanidad durante sus siete primeros años. Ponerla en marcha fue un reto y verla crecer e imbricarse en la sociedad una enorme satisfacción. A este destino siguió la BRISAN donde pude ejercer el mando e implicarme en proyectos tan motivadores como el Sistema de Simulación de Sanidad del ET y la Pista de Instrucción de Sanidad de Combate, única en Europa y el nuevo proyecto de Estación de Descontaminación de Bajas NBQ.

 

– Y con la vista puesta en un final de carrera, ¿logró subir los peldaños soñados en sus primeros años de oficial?
Tengo que decir que sí. No he llegado al empleo de OficialGeneral pero con los años que pasaron entre la Licenciatura y el acceso a las FAS, ya sabía que podría llegar hasta aquí pero que no pasaría, por edad. Haber mandado la AGRUSAN interinamente en dos ocasiones y la BRISAN accidentalmente son motivo de orgullo y satisfacción.

 

-Haciendo un recorrido por sus diversos destinos, ¿cuál ha sido el que más le ha marcado profesionalmente?
Tengo que admitir que todos. En todos había retos, proyectos, objetivos y en todos he sufrido y disfrutado sus luces y sus sombras. En todos ellos, balance positivo. De todos me he llevado algo enriquecedor pero la marca indeleble, sin duda, La Legión. Muchos años después de aquel destino, me vienen a la memoria y a la boca todos los artículos de nuestro Credo. Mis subordinados me han oído repetir una y otra vez, cuando había que cumplir en circunstancias adversas de cualquier tipo, aquello de “trabajará en lo que le manden.”

 

¿Considera mejorable alguno de los aspectos vividos
en el ejercicio de la carrera?
Casi todos. Siempre quiero más, un poco como el lema de los Juegos Olímpicos. Siempre se puede mejorar, hacer más, y es obligado intentarlo. Ahora veo, con la perspectiva de los años, los errores cometidos, a veces por no saber, por inexperiencia. Eso es lo que he tratado de volcar en la instrucción a lo largo del tiempo.

 

– ¿Existen, a su juicio, diferencias entre la actividad del militar de sus primeros años y la que pueda realizar un oficial de hoy?
Sin duda. Hay menos Unidades, mayor tecnificación, Tropa Profesional, las misiones internacionales se suceden, han aparecido nuevas profesiones sanitarias que no se han incorporado aún a las FAS. No hemos recuperado aún a los Suboficiales de Sanidad…

 

– ¿Cuál debe ser a su juicio el perfil del militar del futuro?
Todos deberían ser como hemos sido los “aspirinos” siempre, con formación militar y universitaria o de grado medio, en la medida que corresponda, abiertos a nuevas tecnologías, pero conservando los valores que nos hacen lo que somos, militares profesionales.

 

– ¿Qué les dice la veterana a los jóvenes que desean iniciar ahora la carrera militar?
Que ánimo y adelante. Es una profesión vocacional, pero se aprende lo necesario para ejercerla; que las exigencias propias se ven recompensadas con creces con la quizá demasiado manida satisfacción del deber cumplido. Que las cosas que valen la pena tienen un precio más alto precisamente por ese valor especial que no todos saben apreciar.
Yo he llegado a implicarme tanto, que cuando un día me llamaron “doctora” por los pasillos del Colegio de Médicos adonde fui para un trámite, no me di por aludida, me sentí rara. Ser médico militar es una sola cosa, imposible separar, aunque se exprese con dos palabras.

 

– ¿Volvería a ser militar si se pudiera dar la vuelta al tiempo?
Sin dudarlo. Ya me encargaría yo de hacer trampa y ajustar bien el reloj para eliminar aquellos cuatro años en que estuve deseando intentarlo y no pude.

 

RESERVA
– ¿Cuál considera que ha sido su mayor logro profesional? Y ¿Su proyecto no conseguido?
Como logro, destacaría cambiar los contenidos de los viejos planes de estudios de la EMISAN cuando llegué de profesora, que eran los mismos que ya me parecieron trasnochados cuando pasé por la AAS como Alférez Cadete. Como proyecto no conseguido, la incorporación de los Suboficiales que tanto necesitamos a ese enorme hueco de las profesiones sanitarias de Ciclos Superiores. En su día me tocó justificar en un informe esta necesidad, pero sigue siendo papel lamentablemente.

 

Una experiencia que no hubiera querido vivir, mi coronel
Dos. Los médicos nos formamos para curar, aliviar y recuperar en lo posible. Sabemos que no podemos hacerlo todo. De hecho, se dice que la Medicina es la única profesión abocada al fracaso puesto que todo el mundo se muere, pero la muerte de compañeros bajo nuestros cuidados, especialmente en zona, aunque sepamos de antemano que no hay solución, es una experiencia terrible.

 

La otra es ver cómo, tras una ausencia prolongada de casa por razones del servicio, una bebé no reconoce a su madre. Por suerte los bebés no tienen memoria. No soy ni de lejos la única que ha vivido estas experiencias.

 

– Tres modelos de militar de todos los tiempos
Tres me parecen poco. Aquí voy a barrer un poco para
mi tierra y otro poco para la Sanidad Militar. Palafox, inolvidable; todos los grandes cirujanos que aparecen en los libros de Historia de la Medicina (y que casi nadie sabe que fueron militares) y una señora que supo ganarse los galones de sargento: Agustina de Aragón.

 

– Nombres de otros tantos políticos, de aquí o de otros
países.
Me temo que no soy de política, más bien me defrauda, pero me quedo con la actitud ante la vida de un señor al que no nombraré y que, aun no compartiendo sus ideas, fue capaz de charlar en paz y armonía con el Papa ¡en latín! Eso es cultura y tolerancia.

 

– ¿Cuáles son sus aficiones ahora que el reloj va más despacio?
Por el momento, al reloj le cuesta muchísimo ir más despacio. Mi deseo es estar siempre ocupada. Camino kilómetros a diario, a buena marcha, pero con la mente en calma. He vuelto a lo que decía aquel informe psicológico escolar que yo no conocí hasta ser adulta y emancipada: escribir. La verdad es que he escribo desde siempre y ello me resulta sumamente placentero. A
veces, necesito escribir. Últimamente me decanto por la literatura infantil. Leo y escribo. Es adictiva.
– ¿Qué lugar ocupa la familia en su vida diaria?
El principal. Siempre fue así, pero todo militar sabe lo que suponen las necesidades del servicio.
– Optimista sobre el futuro
Siempre. Si no buscamos uno mejor y trabajamos para ello, qué nos queda? ¿Una distopía? De eso ya viven los que no saben vivir la realidad.
Unas últimas palabras para los españolitos del siglo
XXI
No sé si estoy capacitada para dirigirme a los españoles antes de cumplir por lo menos noventa años, pero el mensaje es el mismo que oyen mis hijas permanentemente: que estudien, que se formen, que sean buenos profesionales o artistas o lo que quieran ser a todos los niveles. Que disfruten siéndolo. Que nunca se conformen con solo hacerlo “bien” y que procuren dejar a España mejor que como la encontraron.

 

Equipo revista MILITARES

 

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