Enrique Tapias Herrera Capitán de Navío, y Doctor en Historia, asociado de AEME nos remite este trabaja en el marco del PAA AEME 2025.
LA RECUPERACIÓN DE BAHÍA DE TODOS LOS SANTOS (BRASIL) POR FADRIQUE TOLEDO EN 1625
Desde que a mediados del siglo XVI comenzó en Brasil el cultivo de la caña de azúcar toda la producción se exportaba a Holanda, donde se refinaba y se exportaba al resto de Europa. En 1621 existían en Ámsterdam veinticinco refinerías, lo que da idea del volumen del negocio. En 1580 Felipe II, que se encontraba en guerra con los Países Bajos, se hacía con la corona de Portugal, que le correspondía por herencia. Con este motivo, las fuerzas españolas del duque de Alba entraron en Lisboa, encontrando y apresando un contingente importante de buques holandeses relacionados con este tráfico. En 1621 se producía el fin de la tregua de los doce años que impedía a Holanda continuar con este suculento negocio, por lo que la compañía holandesa de las Indias Occidentales (WIC) se planteó ocupar el territorio brasileño.
Tres años más tarde, la WIC preparó una fuerza expedicionaria de veintiséis naves bajo el mando de Jacob Willekens, con una tropa de desembarco de 3.300 hombres liderados por Johan van Dort. Como segundo en el mando de la fuerza figuraba el almirante Piet Heyn. El contingente expedicionario fue financiado por la compañía con ayuda de capital francés y veneciano. Se dudaba si tratar de apoderarse de Salvador, que era la capital administrativa del Brasil portugués, o Pernambuco. El plan elegido fue capturar Salvador en la Bahía de Todos los Santos, donde residían cincuenta mil almas, para con posterioridad hacerse con todo Brasil y, de esta forma, debilitar el comercio peninsular en el continente sudamericano.
Los portugueses se vieron impotentes para defender sus amplias costas, a pesar de haber sido advertidos por la inteligencia española de las intenciones holandesas. Cuando el gobernador supo de la inminente llegada de la armada holandesa reforzó las murallas y construyó un pequeño fuerte en un islote situado en la bahía frente a la ciudad. El 8 de mayo de 1624, tras el apoyo de fuego naval, desembarcaron las fuerzas de Van Dort sin encontrar apenas resistencia, tomando el nuevo fuerte y varios navíos que se encontraban fondeados en la bahía. Para finalizar, saquearon la ciudad, que había sido previamente abandonada. Sin embargo, el obispo del Salvador movilizó al paisanaje, que acabó asediando a los invasores. El gobernador de Pernambuco, don Matías de Alburquerque, envió una carabela a Lisboa para informar de la toma de la ciudad.
El 24 de julio se conoció en la península la ocupación holandesa en Brasil, por lo que partieron de inmediato varios navíos con pertrechos y refuerzos para Pernambuco, Salvador de Bahía y Rio de

Janeiro. Unos días más tarde se reunió el Consejo de Portugal y el Consejo de Estado para determinar las medidas a tomar. Portugal insistía en que era un asunto castellano, ya que de asentarse los holandeses en Brasil peligraban sus territorios en Perú. Finalmente, se decidió preparar una expedición armada que, dirigida por el capitán general del Mar Océano, Fadrique de Toledo Osorio, estaría formada por 52 naves, de las que 22 eran portuguesas, y 12.500 hombres.
El 5 de diciembre salió la fuerza naval española a la mar con rumbo a las islas de Cabo Verde. Como podía preverse al encontrarse en pleno período invernal, a los pocos días un fuerte temporal obligó a la fuerza a regresar a puerto. Tras cuarenta días de espera, el 14 de enero de 1625 se pudo abandonar de nuevo la bahía gaditana con veintiún galeones grandes, dos pataches, una carabela, tres tartanas y cuatro pinazas. El 4 de febrero entró la fuerza en el archipiélago caboverdiano para unirse a la escuadra de Portugal, que había salido de Lisboa el 19 de noviembre y que se encontraba a la espera en la isla de Santiago. Reunidas las fuerzas se llevó a cabo un consejo de guerra y se distribuyeron instrucciones para la navegación a Brasil y el combate.
El 29 de marzo, después de 74 días de mar y de sufrir tanto encalmadas como turbonadas, se entró en la Bahía de Todos los Santos con la fortuna de que una carabela portuguesa fue enviada por los sitiadores locales para informar de la disposición del enemigo. Fadrique ordenó la armada en formación de media luna para así impedir que escapara alguna de las naves enemigas (seis grandes y diez pequeñas) que se encontraban fondeadas. Al día siguiente, desembarcaron en la playa 4.000 infantes de marina que tomaron posiciones para el asedio a la capital, a los que se unieron grupos de nativos que llevaban tiempo hostigando a los holandeses.
El 8 de abril los sitiados prepararon dos brulotes que lanzaron contra los buques atacantes. Uno de ellos explotó antes de la embestida gracias a un cañonazo afortunado y el otro pasó rozando a uno de los navíos. Durante las jornadas de asedio se fue cerrando el círculo sobre la plaza al avanzar las posiciones artilleras. En una salida desesperada de los holandeses murió el maestre de campo Pedro Osorio, jefe del Tercio de Armada y su homólogo portugués Francisco de Almeida. Como consecuencia del intercambio artillero se hundió la capitana y varios bajeles enemigos que se encontraban fondeados. Los sitiados negociaron la capitulación tratando de ganar tiempo, pues suponían la próxima arribada de fuerzas navales de socorro. Finalmente, el 30 de abril se firmaron las capitulaciones y salieron sin armas 1.912 holandeses, alemanes, franceses y valones, que habían luchado con valentía. Se capturaron 18 banderas, 260 piezas de artillería, algunas de bronce, y 600 esclavos negros. Informó don Fadrique que se tomaron 21 navíos, pero el historiador Fernández Duro asegura que solamente fueron seis naves, ya que las demás resultaron hundidas por el fuego artillero. En el combate fallecieron 74 hombres de la armada.
Ante la esperada arribada de la flota holandesa se reunió el consejo de generales para dilucidar si se enfrentaban en la mar saliendo en su busca, o se les esperaba para combatirles a su llegada; triunfó la última propuesta ya que los trabajos de carena de los buques no habían finalizado. El 22 de mayo se avistaron 34 velas que se acercaban a la bahía en dos columnas, sin saber que la ciudad ya había sido recuperada, pues el patache que habían destacado para conocer la situación de la plaza había sido capturado. La flota holandesa mandada por Hendricks, burgomaestre de Edam, se había retrasado más de un mes por encontrar vientos contrarios y sufrir el mismo temporal que retrasó a la flota ibérica. Don Fadrique desplazó seis naves para ganar barlovento y coger a la fuerza enemiga en una pinza, pero la maniobra fue descubierta por los holandeses, que desistieron de entrar en la bahía regresando a mar abierto. El general español desestimó la persecución a pesar de que la flota holandesa después de una larga travesía debía de encontrarse en malas condiciones, como era el caso. La endeble justificación que dio el general por no haberse enfrentado a la escuadra enemiga fue que había escasez de agua y bastimentos, por lo que pese a los elogios y felicitaciones que recibió de la corte, el pensamiento general era que se había perdido una ocasión espléndida de hacer mucho daño al enemigo.
Era el primer éxito español de un año extraordinario, llamado annus mirabilis: 1625.
Enrique Tapias Herrero
Capitán de navío (R) . Doctor en Historia
Asociado de AEME.