LA PAZ EN UCRANIA CON HIPOTECAS. General Martinez Isidoro

 

                                              Anna Bosch: «Putin no tiene prisa y tiene objetivos de máximos»

 

 

                    LA PAZ EN UCRANIA CON HIPOTECAS

 

 

La lectura de los 28 puntos del Plan de Paz para Ucrania presentado por el Presidente Trump, al margen de la importancia del “esfuerzo pacificador” del líder norteamericano, es desoladora para el país agredido por Rusia, para Europa, y para un orden internacional basado en reglas.

Es posible, y esperanzador, que estas primeras sensaciones sean paulatinamente dulcificadas por  las negociaciones de Ginebra, en Moscú y Abu Dhabi, sobre un conjunto de proposiciones en las que Rusia , país agresor y transgresor de acuerdos importantes, como la Carta de la Naciones Unidas , el Acta Final de Helsinki y los Acuerdos de Paris de 1991, de la mano del Presidente Trump, plantea prácticamente el “desvanecimiento” de la soberanía de Ucrania, la pérdida de territorio , además de Crimea, y unas condiciones de seguridad que dependen de un país con antecedentes de agresión y deseos de expansión.

El plan de paz tiene también las características de una estrategia de “pinza” establecida, de hecho, entre Estados Unidos y Rusia sobre Ucrania; hay sospechas de una cierta concertación, por las últimas noticias de las relaciones del enviado especial de la Casa Blanca, Steve Witkoff, con Moscú, sobre todo por la amenaza inicial de Donald Trump de retirar la ayuda norteamericana al Presidente Zelenzky, de momento ya no circunscrita a una fecha determinada, pero que gravita siempre sobre el líder ucraniano.

Yendo a los 28 puntos del posible acuerdo, en vías de negociación, y si elaboramos un cuadro de doble entrada con el contenido de los puntos y su repercusión en Rusia, Estados Unidos, Ucrania y Europa, y damos coeficientes de satisfacción a cada uno de aquellos, el resultado es abultadamente favorable a los intereses de Rusia, seguido a bastante distancia por Estados Unidos, Unión Europea, y francamente perjudicial para Ucrania.

Este sería un tanto el marco del significado de este posible acuerdo de paz, que lógicamente Ucrania debe estar negociando para que el impacto no le sea tan desfavorable; Rusia consigue, caso de llegar a término este acuerdo, prácticamente todas sus aspiraciones y las quiere cerrar jurídicamente, con cautelas de denuncia del acuerdo si alguna de las cláusulas, leoninas, se denuncian.

A nivel estratégico, se prohíbe tácitamente la adhesión de Ucrania a la OTAN y la extensión hacia el este de la Organización Atlántica, haciendo constar este extremo en la letra de su Tratado y en la Constitución ucraniana. Este aspecto, siempre anhelado por Putin, limita la soberanía de los posibles candidatos a ingreso, preocupados por su seguridad, y de la propia organización que no puede dar respuesta a esas peticiones, distorsionando su finalidad, además devalúa la propia soberanía de Ucrania.

La exigencia rusa, de que la OTAN no despliegue en Ucrania y que sus fuerzas europeas lo hagan en Polonia, constituye una opción estratégica que debilita la defensa y reacción de occidente ante cualquier ataque ruso a otros países, siendo operacionalmente contraproducente.

La apertura de negociaciones Rusia-OTAN, bajo la supervisión de Trump, dadas las concesiones anunciadas, auguran un cambio sustancial de la geopolítica en Europa acorde con las tesis rusas ya esbozadas en la Conferencia de Munich del año 2007.

En el mismo nivel, Rusia renuncia a atacar a los países europeos, considerando que este aspecto podría estar entre sus derechos, cuando en ningún caso ha existido una amenaza sobre sus intereses vitales por aquellos, que podría ser una interpretación del derecho a la legítima defensa consagrado por la Carta de Naciones Unidas.

Quizás de las pocas cosas positivas del acuerdo sea la posibilidad de negociar la fortaleza del Tratado de No Proliferación Nuclear y los acuerdos START(vencen en 2026), que restablecerían las medidas de confianza en una Europa bien necesitada de seguridad, caso de progresar a otros ámbitos más ambiciosos.

En el ámbito del derecho internacional, el plan de paz consagra la compensación territorial, y quizás económica, hacia un país que está usurpando territorios mediante una invasión armada, que ha destruido bienes y personas en Ucrania y perturbado su existencia como país libre.

En lo que respecta a las relaciones Rusia- Ucrania, la dependencia de la soberanía del país agredido, del país agresor, constituye la superación de la irracionalidad del posible acuerdo, que contempla incluso la petición de elecciones en Ucrania, que, con este acuerdo, si no es modificado, supondría el fin de Zelenski probablemente, si decide presentarse; además el acuerdo limita la entidad de las Fuerzas Armadas ucranianas en 600.000 efectivos, aspecto que no tiene en cuenta los riesgos y amenazas de Ucrania, tan evidentes como reales, cuando en 1994 Rusia daba garantías de seguridad a Ucrania a cambio de retirar sus armas nucleares.

Las garantías de seguridad a Ucrania, condición básica de cualquier acuerdo, se indica que serán “fiables”, aunque fragilizadas con varios condicionantes, incluso con la posibilidad de que un accidente táctico militar ucraniano pudiera tener lugar.

Rusia, y sus responsables operacionales, reciben la amnistía junto con los ucranianos de todos los hechos punibles de la guerra, lo que supone un gran premio jurídico para Putin, que se libera de su imputación por la Corte Penal Internacional, también se reincorpora a la economía global, en un momento que las sanciones empezaban a acosar la economía rusa.

En este mismo nivel, la concesión territorial a Rusia, de los territorios conquistados militarmente, y de aquellos que se hicieron mediante una operación híbrida, Dombás y Crimea respectivamente, se une a la consideración de “como conquistados” aquellos que actualmente están en manos de Ucrania, tanto en Dombás como en los Oblast de Jersón y Zaporiyia, obligando a Ucrania a desmilitarizar una zona cuya organización del terreno (fortificación, especialmente) ha contenido los avances rusos.

En el ámbito económico, la cesión a Rusia de los territorios en litigio significaría la pérdida de unas posibilidades de explotación de recursos estratégicos necesarios para la gran revolución tecnológica a la que asistimos, quizás de los más ricos del planeta, además de la pérdida de las cuencas carboníferas y de grafito, así como de petróleo y gas, no solo en esas provincias ucranianas sino en el Mar Negro, cuyo acceso y tráfico se le niega también a Ucrania una vez cerrado el del Mar de Azof; Rusia recibiría, por otra parte, el 50% de la energía producida en la Central Nuclear de Zaporiyia.

 

El desbloqueo de los fondos rusos, en manos de instituciones financieras de occidente, “concediendo” una aplicación a la reconstrucción de Ucrania de un tercio, unos 100.000 millones de dólares, e imponiendo a Europa la carga de otros 100.000 millones para el mismo fin, con la clausula de que Estados Unidos recibiría el 50% de los beneficios que se generen “salpican” el acuerdo con las pretensiones económicas de Trump, siempre presentes, y facilitan futuros negocios conjuntos entre Rusia y Estados Unidos.

Finalmente, se impone a Ucrania una reeducación que incorpore los valores de Europa y evite la “nazificación del país”, leit motiv siempre esgrimido por Rusia para justificar su “operación especial”; la aceptación de un posible ingreso de Ucrania en la UE, recarga, a futuro, la responsabilidad de Europa en la reconstrucción y devenir estratégico en la región.

Un Consejo de Paz, presidido por Donald Trump, dirigiría y supervisaría el proceso; el alto el fuego llegaría cuando todas las premisas estuvieran cumplidas y la retirada de las fuerzas en presencia consumada.

Si se resume, a modo de conclusiones, el contenido del análisis de los 28 puntos previos del acuerdo de paz del Presidente Trump, habría que clasificar el documento como previo, a negociar, como así está sucediendo en diferentes foros, pues tal y como se presentó constituye una concesión permanente a Rusia ,con un negocio económico para Estados Unidos, una pérdida de soberanía para Ucrania y una gran insatisfacción para la Unión Europea, insignificante en el proceso, y damnificada por una reconstrucción de un país agredido  de la que no es responsable.

Lo verdaderamente sorprendente de este acuerdo de paz es que provenga de Estados Unidos, pues parece haber sido redactado por Moscú, dado que Rusia obtiene todo lo que se había propuesto en sus enunciados estratégicos tradicionales.

Si no se consigue una negociación que disminuyan las pretensiones rusas, y se somete a Ucrania y a la Unión Europea a las mismas, habrá desaparecido la libertad de acción de la OTAN, Europa deberá acelerar sus capacidades de autodefensa y Ucrania, además de ser un país agredido, será un país sometido y sacrificado por una potencia con un líder autócrata, que pasa por encima de las reglas que rigen la democracia y la seguridad internacional.

 

Ricardo Martínez Isidoro                  General de División r

Presidente de la Asociacion Española de Militares Escritores.