La Milicia y las Letras, Pedro Paricio Aucejo.

El diario LAS PROVINCIAS, de Valencia, publica este interesante articulo, en el que se menciona expresamente a la Asociación Española de Militares Escritores, y que reproducimos a continuación.

Acogí con satisfacción la tribuna de LAS PROVINCIAS en que el teniente coronel Miguel Aparici abordó hace semanas la actividad cultural que un grupo de militares valencianos desarrolla actualmente en nuestra Comunitat: como miembros de la ‘Asociación española de militares escritores’, investigan, publican libros, pronuncian conferencias o dan charlas divulgativas. Confirman de este modo la constante histórica que ha llevado a un copioso número de hombres de armas a compartir estas con el cultivo de las letras. Más aún, siguen la estela de ilustres nombres consagrados en la historia de la literatura española, de los que se omite con frecuencia su carácter de militares por haber destacado más como literatos que como soldados. Son los casos de -por lo que atañe solo al Siglo de Oro- Miguel de Cervantes, Garcilaso de la Vega, Vicente Espinel, Félix Lope de Vega, Luis Vélez de Guevara o Pedro Calderón de la Barca.

Sin embargo, el elenco de autores de nuestra Edad Moderna en cuyas vidas hubo una singular convivencia entre su dedicación militar y su afición a la escritura no queda restringido al catálogo de los personajes más renombrados, si bien su influencia social a largo plazo no debe estimarse menor. Así ocurre con la participación de los militares en las publicaciones periódicas de nuestro país desde el siglo XVIII, en que aparece en 1758 el primer diario de información general publicado en la Europa continental -el ‘Diario noticioso, curioso-erudito y comercial, público y económico’- gracias al turolense Francisco Mariano Nifo Cagigal (1719-1803), considerado por ello el padre del periodismo español.

Este alcañizano -aunque residente desde niño en Madrid-, además de periodista, fue ensayista, dramaturgo, traductor y polígrafo, gran divulgador de noticias agrícolas, industriales, mercantiles, literarias, históricas, morales, políticas y religiosas. Su variada producción literaria tuvo como denominador común el objetivo de reducir el atraso y la decadencia de la España de su tiempo mediante la difusión de las nuevas ideas ilustradas y la educación del pueblo en todos los ámbitos del conocimiento, en las nuevas virtudes sociales y en el buen gusto. Fue un ilustrado entusiasta y moderado que intentó armonizar la tradición nacional con la modernidad y la europeización de España. Pero lo más destacado de su actividad fueron sus iniciativas periodísticas, con las que, por medio de las variadas fórmulas que inventó para ampliar y fomentar la lectura, contribuyó decisivamente a establecer las bases del periodismo español.

Desde entonces, según el profesor García Hurtado, los militares españoles encontraron en las publicaciones periódicas un medio propicio, ágil y accesible para mostrar al público composiciones diversas (artículos de reflexión, traducciones de prestigiosos trabajos científicos del extranjero, estudio de personalidades de la época, análisis de hechos de armas del pasado, poesías…) con las que, volviendo sobre sí mismos, liberan la multitud de ideas y sentimientos que se agolpan en su interior, al tiempo que enriquecen culturalmente a la sociedad en la que viven.

Y esto ha sido así a lo largo de los siglos porque, con efímeras colaboraciones periodísticas o con grandes obras reconocidas por la tradición cultural, el soldado ha hecho patentes aquellas sutilezas del espíritu militar que Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) elogió en ‘Para vencer a amor, querer vencerlo’, una de sus obras menos conocidas. No siendo esta un drama bélico sino una comedia de aventuras fantásticas, encierra dos únicos momentos de interés militar, el último de los cuales contiene una semblanza moral de la milicia, de la que escojo los siguientes versos: «Ese ejército que ves, / bajo el hielo y el calor, / la república mejor / y más política es / del mundo, en que nadie espere / que ser preferido pueda / por la nobleza que hereda / sino por la que él adquiere; / porque aquí a la sangre excede / el lugar que uno se hace / y sin mirar cómo nace / se mira cómo procede./ Aquí la necesidad / no es infamia, y si es honrado,/ pobre y desnudo un soldado / tiene mayor calidad / que el más galán y lucido […] / Aquí la más principal / hazaña es obedecer; / y el modo como ha de ser / es ni pedir ni rehusar. / Aquí en fin, la cortesía, / el buen trato, la verdad, / la fineza, la lealtad, / el valor, la bizarría, / el crédito, la opinión, / la constancia, la paciencia, / la humildad y la obediencia, / fama, honor y vida, son / caudal de pobres soldados. / Que en buena o mala fortuna, / la milicia no es más que una / religión de hombres honrados».

En su combate intelectual por la luz, a muchos militares -como a tantos otros humanos- también les resulta inevitable la pasión de escribir la vida y vivir la escritura. Movido por la necesidad de desplegar todas las posibilidades de su personalidad, el soldado escribe para comunicar y compartir con los demás esta suerte de realización existencial por la que, eternizando el instante, calma su inagotable sed de absoluto. Escribir en la milicia: vivir, servir…, tal vez soñar.

Fuente:

https://www.lasprovincias.es/comunitat/opinion/milicia-letras-20200208010437-ntvo.html