La gira asiática de Trump 
Desconcierto nuclear y ambigüedad geopolítica
La semana pasada, el presidente estadounidense, Donald Trump, ha realizado una gira
por el Este de Asia en un entorno temporal de desorden mundial donde superpotencias como
Estados Unidos y China junto con grandes potencias y potencias emergentes están aplicando
sus normas en sus zonas de influencia regional e internacional que va a hacer muy difícil
edificar un sistema mundial en el que se respeten y se cumplan unas reglas universales
basadas en principios y valores asumidos por toda la comunidad internacional.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hemos pasado por varios modelos
geopolíticos mundiales. El primero fue el de la bipolaridad coliderada por Estados Unidos y la
Unión Soviética, donde se convivió con la guerra fría, hasta la caída de la URSS a comienzos
de los años 90 del siglo XX.
A partir de dicha fecha y hasta la guerra de Georgia, en el año 2008, se instauró el modelo
geopolítico de la unipolaridad en la que Estados Unidos era el único hegemón, A lo largo de
ese tiempo se desarrolló la guerra del Golfo, la guerra civil de Ruanda, la guerra civil argelina,
entre otras, aparte de los atentados de 1991 contra las Torres Gemelas, apareciendo la guerra
contra el terrorismo. Durante estas largas seis décadas imperaba un sistema de reglas
globales, aunque no siempre se cumplían con la debida rigurosidad.
Desde la guerra de Georgia de 2008, donde la actuación de la Unión Europea y de
Estados Unidos no fue lo suficientemente resolutiva, ha dado comienzo un moderno modelo
geopolítico al que se denomina multipolaridad pero que aún está en proceso de establecerse
de forma definitiva. Como no se dispone actualmente de ninguna norma o regla sustentada
por la comunidad internacional, se denomina a este periodo un desorden mundial.
En este momento, este desorden mundial está materializado, principalmente, por las
guerras en Ucrania y en Gaza, por el reequilibrio estratégico entre potencias, por la
desaparición de las instituciones internacionales, por la rotura de los principios de integridad
y soberanía internacional, por la violación del derecho internacional o por las maniobras de
grandes actores financieros en el escenario del poder. Todo ello ocurre en un mundo inestable,
complejo e incierto sin ninguna referencia clara.
Los objetivos de Trump en su gira asiática han sido, fundamentalmente tres. El primero
ha sido la firma de acuerdos comerciales, tecnológicos, energéticos y de minerales críticos
como las tierras raras con sus aliados del Este de Asia, especialmente con Malasia, Corea del
Sur y Japón. Con ellos ha reducido los aranceles y ha conseguido que los dos últimos realicen
unas inversiones de 350.000 y de 550.000 dólares, respectivamente, en territorio
estadounidense. De este modo, ha reafirmado y consolidado su estrecha alianza con estos
aliados asiáticos.
A mayor abundamiento, Estados Unidos y Vietnam alcanzaron compromisos para reducir
aranceles y fortalecer las cadenas de suministro. Por otro lado, Trump facilitó una tregua
fronteriza entre Tailandia y Camboya.
El segundo objetivo ha sido la reunión con el presidente Chino, Xi Jinping, con el objeto
de disminuir tensiones y buscar una cooperación y colaboración amistosa e imprescindible
entre los dos superpoderes. Las dos superpotencias, en pleno pulso para la hegemonía global
se han comprometido a detener su confrontación en la guerra comercial que inició Trump a
comienzos de año.
Pekín ha pospuesto la entrada en vigor de sus nuevas restricciones a la exportación de
tierras raras, elementos esenciales para abastecer todo tipo de tecnologías emergentes,
desde las demandas de semiconductores más avanzados hasta aviones de combate de última
generación pasando por teléfonos móviles, inteligencia artificial o computación cuántica.
Asimismo, China se ha comprometido a comprar grandes cantidades de soja a Estados
Unidos.
Por su parte, Washington ha procedido a reducir, de forma inmediata, del 20% al 10% de
los aranceles impuestos en febrero pasado a los productos chinos por el tráfico de fentanilo.
También se ha prorrogado la suspensión arancelaria que ambas partes acordaron en mayo y
se prorrogó en agosto, se extenderá nuevamente por un año.
Xi Jinping afirmó delante de los periodistas que ambos líderes deberían guiar la dirección
de las relaciones bilaterales y trabajar juntos para lograr éxitos más prácticos y beneficiosos.
Por su parte, Trump se ha comprometido a realizar una visita a Pekín en abril de 2026. Esta
declaración supone un regalo importante para el dirigente chino ante su pueblo ya que permite
destacar que es un gran estadista capaz de celebrar un desfile en Pekín acompañado de Putin
y Kim Jong-un y negociar con Trump en los aledaños de la Cumbre del foro Cooperación
Económica Asia-Pacífico (APEC) celebrada en Corea del Norte.
El tercer objetivo era tratar con Xi Jinping la manera de presionar a Putin para que se
pudiera parar la guerra en Ucrania. Trump pidió a Xi Jinping que le ayudara a convencer a
Putin para poner fin a la guerra en Ucrania. Sin embargo, apenas hubo una vaga mención por
Trump a este tema después de la reunión con el presidente chino. Tan solo comentó que en
relación con la citada guerra “vamos a trabajar juntos para ver si podemos hacer algo”.
En realidad, aunque los medios no lo han recogido con la debida relevancia, este objetivo
era el más importante a conseguir por Trump en esta gira. No obstante, y tras su leve alusión
a trabajar juntos para poner fin a la guerra en Ucrania, la impresión que se deduce de esta
cuestión es que Xi Jinping no ha querido entrar al trapo y continúa con su tradicional política
de que Rusia no debe perder esta guerra. Lo que es un hecho objetivo es que la imposición
de la paz por la fuerza puede ser válido para la guerra en Gaza, pero no para la guerra en
Ucrania.
Tampoco Xi Jinping consiguió que Trump cambie su posición de respaldo total a la
independencia de Taiwán, isla que China considera como una provincia rebelde.
Quedan dos importantes e inquietantes incógnitas trascendentales, geopolíticamente
hablando, en esta gira. Una es la declaración de Trump, antes de reunirse con Xi Jinping,
sobre las “instrucciones que ha dado al Departamento de Guerra para que comience a probar
nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones”, después de tener conocimiento de las
pruebas rusas con misiles de crucero Berevestnik, con capacidad nuclear, y del torpedo
Poseidón de propulsión nuclear.
Según estimaciones de la Asociación de Control de Armas (ACA), organización basada
en Estados Unidos, Rusia posees 5.580 cabezas nucleares, Estados Unidos 2.225 y China
3600. De acuerdo con el Departamento de Defensa de Estados Unidos, para 2030 Pekín habrá
superado el millar.
La otra incógnita se refiere a la ausencia de Trump en la cumbre del foro de APEC,
dejando que China se posicione como paladín de este grupo regional que agrupa a 21 países
y representa cerca del 60% del PIB mundial. Estados Unidos sigue apostando por la
bilateralidad alejándose del mundo multilateral dejando un vacío geopolítico, en este caso en
la región mundial que más está creciendo financiera y económicamente, que está ocupando
China.
En definitiva, con independencia de que, en esta gira asiática, Trump ha conseguido
consolidar la colaboración y cooperación con sus aliados del Este de Asia y reducir las
tensiones comerciales y geopolíticas con China, no ha alcanzado ningún avance en relación
con la guerra en Ucrania, se ha metido en el laberinto del arma nuclear sin saberse claramente
cuál es su estrategia mientras abandona el tradicional liderazgo de Estados Unidos en el
escenario de la colaboración y cooperación multilateral que ha sido su baza más importante
desde la Segunda Guerra Mundial. Todo ello encamina al país del Mississippi a perder poco a
poco el liderazgo y prestigio mundial.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Escritores
