La ética como marco de reflexión sobre la profesión militar

GOOGLE NEWS se hace eco de lo publicado en la revista GLOBAL STRATEGY, que  recoge en su sección Política de Defensa, un interesante articulo que ha sido redactado por nuestro asociado el General de División del E.A., r D. Juan Antonio Moliner Gonzalez el pasado  27 de noviembre sobre el tema:

 

La ética como marco de reflexión sobre la profesión militar

Cualquier profesión, habitualmente, se ejerce desde una visión ética, y toda visión ética conlleva una definición de lo que es una profesión y un buen profesional, ya sea en estructuras públicas o privadas.

Por ello, el objetivo de esta breve comunicación es dar cuenta de lo que es y significa y también de la importancia de la ética militar. Importancia para las Fuerzas Armadas (FAS) como institución con el fin de cumplir la misión constitucional que tienen encomendada (garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional), pero trascendencia para las personas que eligen libremente como profesión la militar. Es en este último aspecto en que centraré gran parte de mis comentarios y análisis.

Vivimos en una sociedad democrática como la española, que se basa el imperio de la ley y la defensa de los Derechos Humanos, y que tiene, al menos de momento, como referentes éticos y valores morales de orden universal, que creemos merece la pena defender, los de la civilización occidental.

Conocemos que las FAS son la institución que tiene delegado, entre otras funciones como las recientemente desplegadas para colaborar al esfuerzo común en la lucha contra la pandemia del coronavirus, el uso de la fuerza militar.

La utilización de esa fuerza militar no se puede obviar que es ejercer violencia que puede producir, y produce, destrucción y muerte. Esto en una sociedad como la nuestra, debe desarrollarse con plenas legalidad y legitimidad.

Legalidad, ateniéndose escrupulosamente al Derecho Nacional y al Derecho Internacional asumido por nuestro país.

Legitimidad que tiene dos connotaciones Legitimidad de origen, ejerciendo la fuerza en defensa de una causa justa (se corresponde con el principio jurídico del ius ad bellum). Y legitimidad de ejercicio, utilizándola de forma respetuosa con los usos y reglas de la guerra, que deben entenderse como usos y reglas morales de la guerra y no legales, además de mantener en todo momento el principio de humanidad (sería el ius in bello).

También se generaliza en nuestra época el concepto del ius post bellum, el que establece las circunstancias que tiene que incluir una paz justa, pues cuando la fuerza militar es utilizada, el objetivo final es retornar a la situación de paz. Sus principios son corolarios del ius ad bellum, en cuanto la teoría que defiende la justicia del recurso a la fuerza debe exigir la legitimidad al establecer los justos términos que ponen fin al mismo, llegándose incluso a exigir en la reconstrucción del país derrotado la implicación activa del vencedor.

Finalmente, empieza a darse sentido al término ius ante bellum (Lucas, 2020, p. 93 y ss.), a partir de la idea de que la adquisición de competencia ética por parte de los militares es una exigencia personal e institucional que exige una actualización permanente de los contenidos formativos que hacen del profesional de las armas, alguien capaz de decidir sobre la utilización de la fuerza letal, la forma adecuada de hacerlo y el logro de una paz que sea estable y digna. Por esto es tan importante estar formado y capacitado para llevar a cabo un adecuado análisis y poder aplicar en el desarrollo de las funciones profesionales las orientaciones que aporta la ética militar.

Todo ello debe ser desde una perspectiva ética en la que se concilia el valor de la persona humana individual con el valor de la supervivencia de la humanidad, de la cultura y del propio grupo social. En consecuencia, es este componente de legitimidad el que otorga pleno sentido al concepto de ética militar.

Fuente: elaboración propia a partir del capítulo: Jus Ante and Post Bellum, de Lucas, 2020

 

Esta exigencia no debería implicar solo a los miembros de las Fuerzas Armadas. Es notoria la escasez de estudios, análisis y publicaciones sobre ética militar, incluso en los ámbitos especializados, que hay en España. Pocas son las excepciones, mereciendo citarse la publicación en 2019 por la Academia de las Ciencias y las Artes Militares del libro: «Principios y valores. La ética».

Por ello, también aprovecho estas reflexiones para hacer una llamada y una apelación a los expertos civiles involucrados en saberes humanísticos y sociológicos, en cuestiones de seguridad y relaciones internacionales, en asuntos de estrategia y política de defensa, para que dediquen su tiempo y sus esfuerzos al análisis y desarrollo de la ética militar.

Ética militar y moral militar

Aunque en nuestro lenguaje cotidiano los términos de ética y moral los utilizamos indistintamente, conviene hacer una breve reflexión sobre sus diferencias. La ética militar es la reflexión teórica sobre la profesión militar, sobre la institución armada, y sobre sus misiones, medios humanos y materiales y forma de cumplir sus cometidos.

La moral militar es la plasmación de esas reflexiones habitualmente en códigos de conducta que recogen los principios y orientan sobre los comportamientos correctos y adecuados que se oponen a los incorrectos, malos o inapropiados en el ejercicio de la profesión militar, códigos que son producto de la reflexión racional propia de la ética militar.

Como dice Adela Cortina: «La preferencia racional entre códigos es condición de la posibilidad de la moral» (Cortina, 2010, p. 89).

En España tenemos el magnífico código moral que son las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas (ROFAS) de 2009, con su antecedente en las de 1978 que, a su vez, tienen una larga tradición que se remonta a las de Carlos III de 1768.

Sirve, para dar una comprensión cabal de su significado, el artículo 1º: «Las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, que constituyen el código de conducta de los militares, definen los principios éticos y las reglas de comportamiento de acuerdo con la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico. Deben servir de guía a todos los militares para fomentar y exigir el exacto cumplimiento del deber, inspirado en el amor a España, y en el honor, disciplina y valor» (ROFAS, 2009, Art. 1º).

Al decir de un pensador militar reciente, Ramón Salas Larrazábal, que fue el secretario de la comisión interejércitos designada para elaborar las de 1978: «no constituye una norma jurídica de Derecho positivo que imponga una concreta manera de actuar con receta infalible para resolver todas las situaciones posibles y bajo la amenaza de una específica sanción a los contraventores, sino algo más profundo: un conjunto de principios éticos que deben incorporarse a las conciencias para que desde ellas actúen imperativamente» (Salas, apud Suárez Pertierra, 2000, p. 262).

Pero este código no es el único en las FAS. Existen algunos otros orientados a colectivos más específicos de la profesión militar, y aunque todos inspirados en las Reales Ordenanzas, son más concretos. Es el caso de las doctrinas de liderazgo y valores de los Ejércitos y Armada, los Decálogos del Cadete en las academias militares, la Cartilla del Guardia Civil, el Credo Legionario, etc.

Como estos códigos hay que adaptarlos a los tiempos, resulta muy oportuno recordar que el pasado 4 de junio el Secretario de Estado de Defensa dictó una instrucción por la que se aprueba el «código ético y de conducta del personal relacionado con la función compras», en el Ministerio de Defensa (Instrucción 23/2020).

Naturaleza de la ética militar

La ética militar es una ética profesional del militar y que este debe aplicar, además del ordenamiento jurídico, en paz y en guerra no solo en el cumplimiento de sus misiones, funciones y cometidos, sino en todo momento dada la enorme responsabilidad individual y colectiva que el militar tiene como depositario de la utilización de la fuerza militar.

Contribuye y aporta al militar, individuo y miembro de una colectividad, a:

  • Sentar los cimientos morales de la profesión de las armas y de la responsabilidad que se asume al defender a la sociedad propia.
  • Establecer los principios, valores y virtudes que deben ser la base del carácter del militar, del a veces denominado ethos militar.
  • Proporcionar las justificaciones legítimas para el uso de la fuerza y el modo de ejercerla.

Sus características principales, como ética profesional y aplicada, son:

  • Se sustenta en una ética de la virtud, de raíz aristotélica, orientada a la práctica, como capacidad adquirida y transformada en hábito, de las virtudes a lo que nos dirige nuestra voluntad para obrar bien para uno mismo y para los demás.
  • También asume su condición de ética deontológica de inspiración kantiana, en la que existen ciertas acciones que se deben realizar, y otras que no, más allá de las consecuencias positivas o negativas que puedan traer.
  • Pero la profesión militar es por naturaleza compleja y las consecuencias de las acciones del militar tienen una gran trascendencia, lo que exige incorporar entre sus características a la ética utilitarista de Stuart Mil y Bentham. El ejemplo de los «dilemas morales» a los que a menudo se enfrenta el militar, sobre todo en situaciones de combate explica su necesidad.

Otras características que se podrían añadir son:

  • Permite establecer límites a la conducta profesional en paz y en guerra.
  • Debe enfocarse, a la hora de plantearla, desde una perspectiva multidimensional. La historia, la política, las relaciones internacionales, la sociología, la psicología o, por supuesto, la filosofía, juegan un papel necesario para tener la visión abarcadora e integradora que la reflexión ética exige.
  • Su aprendizaje exige una metodología pluridisciplinar: teórica y científica, empírica y reflexiva.

De todo lo anterior, se remarca por su trascendencia que cuando el militar, las FAS utilizan la fuerza, el objetivo final debe ser el retornar a la situación de paz, que tiene que ser duradera, estable y digna, lo que solo se conseguirá si antes de tomar la decisión y durante el uso de fuerza se apoyan en sólidos fundamentos éticos.

Como dice el profesor Hernández-Pacheco, maestro y amigo recientemente fallecido por la COVID-19: «En fin, el paradigma militar, si por un lado es posheroico en un sentido, a la vez que en otro da ese heroísmo por supuesto, es al mismo tiempo una instancia ideal de acendrada humanidad que, junto a muchos errores, se ha ido validando a lo largo de la historia. De este modo ese paradigma es un depósito de reflexión antropológica que funciona críticamente desde un punto de vista ético, precisamente como freno a la idea de una guerra absoluta; y sobre todo en el entendimiento de que la última justificación de la guerra no puede ser otro que la paz» (Hernández-Pacheco, 2012. p. 201).

Valores y virtudes militares

Podría tratarse este asunto haciendo una loa a los valores y virtudes militares que contienen las Reales Ordenanzas: unidad, jerarquía, disciplina, honor, lealtad, obediencia, valor, etc., y que sustentan esos pilares que conforman la ética militar. Prefiero centrarme en otras consideraciones.

En las FAS los valores, esos principios éticos que inspiran conductas que debidamente interiorizados por el hábito se transforman en virtudes, deben estar acompasados con los de la sociedad a la que pertenecen. A veces, quizá en este momento, da la sensación de que hay un desfase entre los valores que actualmente se discuten y pugnan por abrirse camino en la sociedad y las virtudes que los militares mantenemos de forma más consistente y duradera.

Es cierto que los valores cambian, pero lo hacen de forma lenta pues su asentamiento en una sociedad forma parte de la cultura y esta no se modifica de la noche a la mañana. Pero cuando cambian, hay que aceptarlo.

Veamos el ejemplo de la incorporación de la mujer a las FAS españolas en un plano de absoluta igualdad. Creo que los ejércitos y armada han hecho un esfuerzo normativo, orgánico, funcional e incluso cultural, que tras el acceso inicial en 1988 ha permitido a las mujeres no solo cobrar lo mismo que los hombres, por mencionar un aspecto frecuentemente recordado para explicar su discriminación, sino poder acceder a cualquier puesto de la estructura militar si cumplen las condiciones para ello. Sin duda, hay aspectos perfeccionables, pero esa incorporación de la mujer a las FAS es una realidad que está muy por delante de otros organismos y grupos de nuestra estructura social.

Otro ejemplo completamente diferente. La capacidad profesional del militar en España no solo ha consistido, en estos últimos decenios, en adaptarse a organizaciones de seguridad y defensa internacionales y participar con idénticas cualidades competenciales en unidades multinacionales, sino que en apoyo de ese principio recogido en nuestra Constitución de promover y colaborar en el mantenimiento de la paz en el mundo, nuestras FAS llevan desde 1989 participando en operaciones de mantenimiento de la paz en el exterior.

Casi 150 000 hombres y mujeres han participado en todo tipo de misiones en el exterior. Muchos, exactamente 188, lo han hecho con sacrificio de su vida. Ninguna falta o incidencia grave por comportamientos ilegales o no éticos han sido achacados a nuestros militares.

Sin duda, esta realidad y una preocupación por los factores éticos en nuestras participaciones en el exterior han debido pesar en la referencia al concepto de «seguridad humana» en la recientemente aprobada Directiva de Defensa Nacional 2020.

Su apelación al mismo se recoge, además de en la introducción, en la directriz de actuación 2, que dice: «La política de Defensa estará guiada por la búsqueda constante de la paz, la estabilidad y el fomento de la Seguridad Humana, adoptando como principios el respeto a la legalidad internacional y los Derechos Humanos conforme a la Carta y Resoluciones de Naciones Unidas. La práctica del multilateralismo y de la acción concertada con socios y aliados serán los principales métodos de gestión de nuestra defensa en el exterior» (Directiva de Defensa Nacional 2020, Ministerio de Defensa).

De lo anterior es necesario resaltar que la formación y capacitación en ética de los militares españoles es notable. Junto a esto pienso, al mismo tiempo, que es mejorable. Y ello me lleva al último tema a considerar.

Formación en ética militar

La formación del profesional de las armas en ética militar debe facilitar el alcanzar una capacitación que, al lado de la operativa, táctica, logística, administrativa o estratégica, le permita ser competente para desempeñar sus misiones apoyado en comportamientos morales resultado de la reflexión ética.

Esa formación, que se introduce en nuestras academias y escuelas de formación desde el primer día, y que se integran en la vida cotidiana mediante la exigencia, 24 horas al día, de una escrupulosa conducta apoyada en las virtudes militares recogidas en nuestras ROFAS, debe continuar como formación permanente a lo largo de toda la vida militar.

Permanente no solo porque el profesional va adquiriendo más altos empleos que llevan aparejados mayores responsabilidades, sino porque como se ha apuntado, la sociedad también cambia en sus valores y las FAS deben asumir esa realidad y conjugarla éticamente en sus principios y virtudes.

Pero, además, porque la propia función militar, lleva implícita la asunción de capacidades militares y el desarrollo de sistemas de armas apoyadas en las nuevas tecnologías, lo que demanda una permanente actualización de la reflexión ética sobre las mismas. Robótica e inteligencia artificial son ejemplos de esas nuevas tecnologías que todos dicen que serán, quizá ya lo son, claves en el futuro de la sociedad y también de las FAS, y respecto a las cuales su utilización implica retos y desafíos de naturaleza moral sobre los que hay que reflexionar desde la ética militar.

Finalizo con una referencia a la «responsabilidad social», tan en boga en estos días. Como anécdota mencionaré que el ministerio de Defensa fue el primer departamento de la administración que publicó una Memoria de responsabilidad social corporativa el 27 de octubre de 2010.

Esa responsabilidad social de la institución militar le exige, de forma principal, mantener y promover una ética militar que sea la base de la virtud y ethos militar de sus miembros, colectiva e individualmente, en paz y en caso de conflicto, mostrando de ese modo la excelencia y calidad moral de la institución, de los Ejércitos y la Armada de España, es decir, reflejo de cómo el militar y la institución armada asumen su responsabilidad como instrumentos del Estado al servicio de la sociedad a la que sirven y de la que forman parte.

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