Este articulo corresponde a una serie, que se difunde los martes de cada semana, en la que los asociados de AEME, publican sus trabajos como colaboración en esta pagina web, en el marco del Programa de Activación de Asociados (PAA).
El General Argumosa Pila, Presidente de AEME, nos ilustra sobre la situación de la defensa europea tras los cambios habidos en la Presidencia de los EE.UU.
La defensa europea después de Trump
No parece haber duda de que durante los cuatro años de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos las relaciones euro-estadounidenses no fueron nada fáciles. Las diferencias sobre el Acuerdo de Paris sobre el clima, la denuncia del pacto nuclear con Irán, sus especiales relaciones con Rusia, la puesta en cuestión de la utilidad de la OTAN, el Nord Stream 2 o la imposición de aranceles estadounidenses a bienes europeos, entre otros, fueron asuntos que crearon desconfianza entre las dos orillas del Atlántico.
Sin embargo, la nueva Administración estadounidense, ha dado un giro copernicano a estas relaciones. Por un lado, en la Declaración de la Cumbre de Ministros de Exteriores de la OTAN, el pasado 23 de marzo, se reafirmaba el duradero vínculo transatlántico entre Europa y Estados Unidos, con la Alianza Atlántica en el corazón. Estamos unidos por nuestros valores democráticos compartidos y por nuestra adhesión a los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.
Por otro, la intervención del nuevo presidente estadounidense, Joe Biden, en la cumbre telemática europea del día siguiente mostrando su compromiso ante los socios europeos en ámbitos como la lucha contra la pandemia, el cambio climático, la recuperación económica o la lucha por los derechos humanos, parece indicar unos nuevos tiempos de estrechas relaciones entre las Estados Unidos y la Unión Europea. También habló de los intereses compartidos en materia de política exterior, incluidos China y Rusia.
La intervención de Biden fue el colofón a las giras emprendidas por Europa tanto por John Kerry, enviado especial de EEUU para el Clima, en la primera quincena de marzo, para abordar con la Comisión Europea los preparativos de la cumbre del clima que se celebrará este año en el Reino Unido como por Antony Blinken, secretario de Estado, que se desplazó hasta Bruselas para participar en la reunión de Ministros Exteriores de la OTAN y entrevistarse con las Altas Autoridades comunitarias.
Otra iniciativa previa que ha acercado las posiciones europeas y estadounidenses ha sido cuando la Unión Europea impuso sanciones, el pasado 22 de marzo, sobre cuatro oficiales chinos y una entidad por la represión contra la comunidad de musulmanes uigures desplegada fundamentalmente en la provincia de Xinjiang. Previamente, Estados Unidos, Reino Unido y Canadá se pusieron en contacto con Bruselas y se coordinaron para imponer sanciones a prácticamente las mismas personas. A ella se añade la tregua comercial que se ha establecido con la suspensión de los aranceles entre Bruselas y Washington por el caso Airbus – Boeing.
Ante esta nueva posición de Estados Unidos respecto a la Unión Europea restableciendo la confianza y compromiso del viejo vínculo transatlántico es preciso tratar el concepto de autonomía estratégica europea donde desde hace tiempo hay un profundo debate en las instituciones de la Unión Europea, en sus países y en muchos medios de comunicación acerca de cuál es su verdadero significado, así como de la necesidad de disponer de la misma. De hecho, este término se trató frecuentemente en la UE durante los cuatro años de la presidencia Trump, ante su política aislacionista, nacionalista y proteccionista.
De todas formas, aunque la autonomía estratégica suele vincularse con la seguridad y defensa, en realidad va mucho más allá. Para ser realista, y de modo esquemático, un actor estratégico autónomo e independiente, con proyección mundial, debe tener a su disposición cuatro herramientas básicas de actuación: política, económica, tecnológica y de seguridad y defensa, utilizándolas de manera integrada, firme, coherente y creíble.
Dejando aparte las tres primeras herramientas y centrándonos en la de seguridad y defensa, esta posibilidad de que la UE actúe con plena autonomía e independencia con esta herramienta está condicionada por dos grandes razones. Por un lado, por la falta de capacidades militares para operar en escenarios de conflictos de alta intensidad debido a su dependencia de EEUU. y por otro, por la distinta percepción de las amenazas de los países miembros, lo que dificultaba la toma de decisión de la UE para actuar con una sola voz, asunto esencial para cualquier actor estratégico.
En este momento, en Europa hay dos posturas acerca de una autonomía estratégica europea. Por un lado, se hallan los partidarios de dicha autonomía. Por otro, se sitúan los atlantistas europeos, que no creen en esta autonomía estratégica por estar alejada de la realidad y abogan por un reforzamiento de la alianza con Estados Unidos como la mejor defensa de los intereses europeos.
Dentro de la herramienta de seguridad y defensa se dispone de la Cooperación Estructurada Permanente (CEP) como marco político que incluye a 25 Estados, con un compromiso dirigido a reforzar la inversión en defensa, la interoperabilidad de los ejércitos europeos y el desarrollo de capacidades militares. Simultáneamente se está reforzando el Cuartel General de la UE, creado en 2017, responsable de coordinar las misiones militares de capacitación y con la posibilidad en un futuro de que se encargue de las misiones de combate.
A mayor abundamiento, la Agencia Europea de Defensa se ha convertido en el operador central de las actividades relacionadas con la defensa financiadas por la Unión Europea. Contribuye poderosamente a reforzar la base industrial y tecnológica de la defensa europea y supone junto con el previsible ejército europeo un elemento fundamental para que la Unión Europea consiga ser un actor estratégico internacional independiente y autónomo.
Ante este inicio de luna de miel euro-estadounidense, una vez desaparecido Trump, lo primero que debe hacer la Unión Europea es actuar unida como un solo bloque y con una única voz, tomando decisiones comunes, principalmente, en temas que la han dividido como la política de emigración, el Nord Stream 2, la lucha contra el salafismo yihadista en el Sahel, las sanciones contra Rusia, las acciones frente a la pandemia y la vacunación, la guerra civil libia o las tensiones en el Mediterráneo Oriental.
Después de realizada esta profunda reflexión y tomada la oportuna decisión de convergencia política y de definición de las grandes líneas de su autonomía estratégica, donde deben integrarse las cuatro grandes herramientas señaladas más arriba, en el campo de seguridad y defensa es imprescindible que esté dotada de las capacidades militares, de capacitación y de combate, como las estratégicas de reabastecimiento en vuelo, de dominio de la información ciber y del Sistema de Mando y Control, entre otras, que permitan la participación con pleno éxito en las operaciones militares. Todo ello en plena complementariedad con la OTAN.
En definitiva, la defensa europea después de Trump está en condiciones y debe ser capaz de ejercer su propia autonomía estratégica para realizar misiones de capacitación y de combate, dentro de la herramienta de seguridad y defensa siempre que se dote de las capacidades estratégicas y actúe de forma complementaria con la OTAN. Para ello, es imprescindible que actúen de forma integral las cuatro herramientas anteriormente definidas al objeto de que la Unión Europea pueda disponer de una política independiente y soberana utilizando su autonomía estratégica dentro de la cual debe contar con adecuada dimensión militar potente, sólida y creíble.
General de División (R) Jesús Rafael Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Escritores
Otros digitales en que se publica:
https://lacritica.eu/noticia/2371/jesus-argumosa-pila/la-defensa-europea-despues-de-trump.html
https://www.elradar.es/la-defensa-europea-despues-de-trump/