La absorción del Cuerpo de Carabineros (LIII y LIV))

El diario EUROPASUR publica periódicamente una serie de artículos sobre la Guardia Civil en San Roque, cuyo autor es nuestro asociado y Delegado para Andalucía de AEME el coronel de la Guardia Civil Jesús N. Núñez Calvo, doctor en Historia. Por el interés histórico reciente de estas narraciones, esta web publicará los capítulos que aparezcan en el mencionado diario. El siguiente corresponde a los  capítulos LIII y LIV

 

La absorción del Cuerpo de Carabineros (LIII y LIV)

 

Tras la sublevación militar de 1936, las vicisitudes que padeció el capitán Manuel Lamadrid, destinado en Algeciras, darían para escribir una novela o servir de guion para una película, sin necesidad de ficción alguna

A fin de enero de 1935, el capitán Enrique Letrán López, jefe de la 3ª Compañía de Puente Mayorga (San Roque) de la Comandancia de Carabineros de Algeciras, fue destinado a la Comandancia de Cádiz, siéndole asignado el mando de la 2ª Compañía de Vejer de la Frontera, donde terminaría teniendo el trágico final relatado en el capítulo anterior.

En su lugar fue destinado, por primera vez, pues en noviembre de 1937 repetiría en singulares circunstancias, el capitán Manuel Lamadrid Rivas, de 40 años de edad, natural de la población tinerfeña de La Orotava, donde su padre, el coronel Luis Lamadrid Mendaro, había sido jefe del Regimiento de Infantería Orotava núm. 65.

Tras cursar estudios en la Academia de Infantería de Toledo y obtener el empleo de alférez estuvo destinado consecutivamente en el Batallón de Cazadores de Mérida núm. 13, de guarnición en Barcelona, y en el Regimiento Cádiz núm. 67, de guarnición en la capital gaditana. Ascendido al empleo de teniente fue destinado al Batallón de Cazadores de Segorbe núm. 12, de guarnición en Tetuán, participando en las Campañas de Marruecos durante casi tres años, siéndole concedida, entre otras, la cruz de 1º clase del mérito militar, con distintivo rojo, “en atención a los distinguidos servicios prestados y operaciones realizadas en nuestra Zona de Protectorado en África”.

A fin de julio de 1924 fue destinado nuevamente al Regimiento Cádiz núm. 67, pero tres meses más tarde ingresó en Carabineros, siendo destinado a la Comandancia de Algeciras. Se le asignó el mando de la Sección de Guadalmesí, en Tarifa, teniendo a su cargo los puestos de infantería de Arenillas y Guadalmesí, en primera línea de costa.

Después de dos años de servicio allí, pasó destinado a la Comandancia de Barcelona, donde permanecería hasta su ascenso a capitán en marzo de 1935. Durante ese largo periodo de más de ocho años, “prometió por su honor servir bien y fielmente a la República, obedecer sus leyes y defenderla con las armas”; contrajo matrimonio canónico con María Moreno Páez, natural de la localidad gaditana de Alcalá de los Gazules; y participó activamente en sofocar la intentona revolucionaria e independentista acaecida en octubre de 1934.

Según consta en su hoja de servicios, “en los primeros momentos se incorporó a la 6ª Compañía, protegió en unión de otras fuerzas al Cuartel de la 4ª Sección del Muelle y una pieza de artillería emplazada en las inmediaciones de la Aduana; cooperó al bombardeo del depósito general de Comercio; adquirió interesantes noticias respecto a los lugares en que había depósitos de armas, dando lugar y contribuyendo a ocho reconocimientos que dieron por resultado la incautación de numerosas armas, porras, municiones y documentación”.

Al ser promovido al empleo de capitán fue destinado a la Comandancia de Lérida, siéndole conferido el mando de la 1ª Compañía con residencia en Seo de Urgel. Conforme a lo dispuesto por el inspector general de Carabineros, general de división Gonzalo Queipo de Llano Sierra, en su circular núm. 39, de 19 de mayo de 1935, se le redactó informe individual en el sentido de que, “no pertenece como socio, afiliado o adherido a ningún Centro, Partido, Agrupación o Sociedad, que revista carácter político, ni a ninguna Organización ni Entidad de carácter Sindical o Societario”.

Poco permaneció destinado en dicha Unidad porque a fin del mes de agosto fue destinado por segunda vez a la Comandancia de Algeciras, incorporándose al mes siguiente al mando de la 3ª Compañía de Puente Mayorga. Transcurridos seis meses, marzo de 1936, pasó en destinos internos a ejercer la jefatura de la 4ª Compañía, cuya cabecera estaba ubicada en la ciudad de Algeciras.

Dicha unidad tenía a su cargo seis secciones: la 1ª de Paredones (puestos de infantería de Paredones y Ojo del Muelle), la 2ª de San García (puestos de infantería de Las Barcas, San García y Getares), la 3ª de Cañada del Peral (puestos de infantería de Cañada del Peral y Tolmo), la 4ª de Muelles de Algeciras (puestos de aduanas de Muelles de Algeciras, de la Estación ferroviaria de Algeciras y la falúa de marinos “General Cosidó”), la 5ª de Ronda de la Comandancia (puestos de infantería de Ronda de la Comandancia, El Bujeo de Tarifa y Los Barrios), y la 6ª de Ceuta, si bien ésta solo a efectos administrativos.

La sublevación militar del 18 de julio de 1936 le sorprendería al mando de dicha compañía. Y a partir de este momento sus vicisitudes darían para escribir una novela o servir de guion para una película, sin necesidad de ficción alguna.

Como no es habitual en la historiografía acudir a las hojas de servicio redactadas en la zona gubernamental sobre oficiales que se sumaron inicialmente a la sublevación militar, resulta interesante reproducir su actuación a partir de dicha fecha:

“… con motivo del levantamiento fascista, a fines de dicho mes fue concentrada la fuerza de la Compañía y desarmada por los elementos rebeldes, siendo encuadrado en el Batallón de Infantería de aquella Plaza, quedando en el mando administrativo de la Unidad en la que continúa hasta finar el año. Durante el transcurso de este tiempo, intentó repetidas veces la comunicación con Málaga o con Madrid por medio de la Estación Telegráfica Secreta del Gobierno de la República establecida en la caseta de amarre del cable submarino de Ceuta. Efectuó trabajos en Cádiz para la evasión y entrega del remolcador de Guerra “R-15” así como en Algeciras para el asalto al torpedero “Número 19” de la Marina de Guerra Española. A fines de agosto, estableció contacto con el Consulado de España en Gibraltar, poniéndose a disposición del Gobierno de la República en unión de varios elementos militares, recibiendo orden trasladada por el Cónsul de permanecer en la zona rebelde por considerarse necesaria su presencia en Algeciras, acatándola en virtud de obediencia debida y estableciendo enlace con dicho Consulado, sin recibir instrucciones; siguiendo actuando en la referida Plaza y siendo uno de los servicios más importantes, las noticias de entrega por dos veces del Vapor “Cabo Palos” que descubierta por el Consulado, se evitó la entrega a los rebeldes”.

Su hoja de servicios proseguía con la vicisitud de que el Ministerio de Hacienda, por orden de 1º de diciembre de 1936, “dispone su baja definitiva en el Cuerpo, por hallarse en zona invadida por los facciosos sin perjuicio de lo que en su día pueda resultar de la información que se instruya al efecto”. El capitán Lamadrid estaba incluido en una extensa relación de jefes y oficiales de diversas comandancias, entre ellas las de Algeciras y Cádiz, publicada en la “Gaceta de la República”. Entre ellos se encontraba también el capitán Letrán que había sido fusilado el 6 de agosto anterior, no siendo el único que había sufrido tal vicisitud pues el gobierno de la República lo había dado de baja al desconocer lo realmente sucedido.

Continuando con la hoja de servicios, ya en 1937: “En igual situación en territorio faccioso hasta el 19 de marzo que fue detenido e incomunicado, siendo posteriormente procesado por un supuesto delito de alta traición”.

La absorción del Cuerpo de Carabineros (LIV)

Habíamos dejado el capítulo anterior cuando el capitán de Carabineros Manuel Lamadrid Rivas fue detenido el 19 de marzo de 1937, siendo jefe de la 4ª Compañía de la Comandancia de Algeciras, acusado de un supuesto delito de alta traición.

Concretamente se le acusaba de espionaje, tipificado en el artículo 228 del Código de Justicia Militar entonces vigente, que establecía: “Incurrirá en la pena de muerte, previa degradación si fuera militar, y en la de cadena de perpetua a muerte si no lo fuere”. De los tres apartados que comprendía dicho artículo se le encartaba por el último de ellos: “El que en tiempo de guerra, sin la competente autorización, practique reconocimientos, levante planos o saque croquis, de las plazas, puestos militares, puertos, arsenales o almacenes que pertenezcan a la zona de operaciones militares, sea cualquiera la forma en que lo ejecute”. Se trataba por lo tanto de una acusación muy grave, máxime cuando bajo sus órdenes se encontraba la sección de carabineros que prestaba servicio en el

Carabineros en 1937 en Algeciras

estratégico Puerto de Algeciras.

Según la documentación de la Comandancia Militar del Castillo de Santa Catalina, entonces prisión militar de Cádiz, a donde dicho oficial fue conducido e ingresado el 23 de marzo, su detención fue, “en virtud de denuncia al Jefe de Orden Público de Sevilla”. Hay que significar que durante la Guerra Civil fueron muy habituales en ambos bandos las denuncias,                                mayoritariamente anónimas, contra toda clase de personas. La primera consecuencia era la apertura de una investigación o procedimiento que solía conllevar el cese cautelar o la detención preventiva del denunciado hasta que se aclarasen los hechos. Con frecuencia detrás de esas denuncias había envidias, rencores, rivalidades u otros intereses espurios.

En este caso, la detención e ingreso en prisión la había ordenado, tras la denuncia recibida en la capital hispalense, el comandante juez instructor del juzgado militar eventual de Algeciras que comenzó a instruir la causa núm. 560/1937 por supuesto delito de espionaje. Durante los dos primeros días el capitán Lamadrid quedó incomunicado en una celda, permaneciendo preso hasta el 9 de noviembre siguiente, según consta en su hoja de servicios redactada en zona republicana.

Tras la intensa investigación practicada no se encontraron pruebas contra él que sostuvieran la acusación inicial, disponiéndose que fuera puesto en libertad al sobreseerse el procedimiento. Presentado a continuación en la jefatura de la Comandancia de Algeciras le fue conferido el mando de la 3ª Compañía de Puente Mayorga, el cual ya había ejercido entre septiembre de 1935 y marzo de 1936.

Hay que significar que entonces le había sustituido al frente de dicha unidad sanroqueña el capitán Francisco Zamora Medina, de 38 años de edad, procedente por ascenso de la Comandancia de Carabineros de Barcelona. Este, como consecuencia de su actuación en los sucesos revolucionarios acaecidos en Cataluña en octubre de 1934, había sido detenido y acusado de los supuestos delitos de negligencia y contra el honor militar.

Pasado inicialmente a la situación de disponible gubernativo, fue procesado y juzgado en consejo de guerra celebrado el 15 de enero de 1935, siendo condenado. La razón de ello fue que encontrándose como teniente al frente de la Sección de Carabineros de San Pol de Mar, en la noche del 6 al 7 de octubre anterior, accedió a la invitación del alcalde de la vecina localidad barcelonesa de Calella para trasladarse a un acto en la casa consistorial de dicha localidad, en el que se procedió a “la proclamación del Estat Catalá, sin formular protesta alguna”. Después, con las fuerzas a su mando, se trasladó a la población de Arenys de Mar, y, al pasar por Canet de Mar, “fue sorprendido por una partida del Somatén, con la que parlamentó el procesado”. Como consecuencia de ello, unos diez o doce de sus carabineros entraron en dicha localidad donde fueron desarmados. Al percatarse al día siguiente, “de la negligencia que habían inspirado sus actos, el encartado trató de recuperar el armamento, logrando hacerse nuevamente con casi todos los fusiles, pero sin que encontrara tres de ellos”.

El fiscal militar solicitó que se impusiera al entonces teniente Zamora, “la pena de seis años de prisión militar correccional, por el primero de aquellos delitos, y la pérdida de empleo, por el segundo”. Según la prensa de la época fue condenado a pesar de que su defensor, comandante de Carabineros Emilio Álvarez Holguín, había abogado activamente por la absolución de su patrocinado. Recurrida la sentencia, no llegó a resolverse ya que dicho teniente resultó plenamente beneficiado por el decreto-ley de Amnistía de 21 de febrero de 1936, dictado tras el triunfo electoral del Frente Popular. Por orden de 28 de marzo siguiente, dimanante del Ministerio de Hacienda, cesó en la situación de procesado y se le levantó la suspensión de ascenso, concediéndosele inmediatamente el empleo de capitán que por antigüedad le correspondía.

Destinado a fin del mes de abril a la Comandancia de Carabineros de Algeciras se le confirió el mando de la 3ª Compañía de Puente Mayorga que había dejado el capitán Lamadrid. Al producirse la sublevación militar en julio siguiente, decidió marchar el día 25 a la colonia británica de Gibraltar para reintegrarse desde allí a Málaga, vía marítima, al objeto de incorporarse a las filas gubernamentales. Lo hizo acompañado del jefe de su 1ª Sección de Puente Mayorga, alférez Manuel González Navarro, así como de medio centenar de sus hombres. Sus penosas vicisitudes serán abordadas en un próximo artículo.

Al quedarse por lo tanto la citada 3ª Compañía de Puente Mayorga sin capitán, el 28 de julio se hizo cargo del mando accidental de la misma, hasta el 8 de marzo de 1937, por orden de la jefatura de la Comandancia, el capitán Juan Aragón Michelena, titular de la 1ª Compañía de Atunara, en La Línea de la Concepción. Este, cuando el día 19 de dicho mes se procedió a la detención del capitán Lamadrid se haría cargo también del mando accidental de la 4ª Compañía de Algeciras. La escasez de oficiales que por diversas circunstancias padeció la Comandancia de Algeciras durante la contienda, motivó que con frecuencia los existentes tuvieran que asumir simultáneamente el mando temporal de otras unidades. Se significa que dicha situación fue singularmente extrema en la zona sublevada, tanto en Carabineros como en Guardia Civil, ya que durante la Guerra Civil no se admitieron nuevos ingresos, siquiera para cubrir las bajas producidas por cualquier causa, incluidas las bélicas.

Continuando con las vicisitudes del capitán Lamadrid, resultó que apenas permaneció unas semanas al frente de la mentada 3ª Compañía de Puente Mayorga. El 30 de diciembre de 1937, en unión de su esposa, María Moreno Páez, marchó vía marítima a la colonia británica para incorporarse a las filas gubernamentales, al igual que anteriormente había hecho el capitán Zamora.

Para no levantar sospechas en su plan de fuga urdió la estratagema de salir a pescar en un bote. Una vez en Gibraltar se presentó ante el representante del gobierno de la República allí acreditado, emprendiendo al día siguiente, viaje vía marítima a la ciudad internacional de Tánger en el norte de África.

Jesús N. Núñez Calvo.  Coronel de la Guardia Civil. Doctor en Historia.

Fuente:

https://www.europasur.es/san_roque/absorcion-Cuerpo-Carabineros-LIII_0_1750325210.html

https://www.europasur.es/san_roque/absorcion-Cuerpo-Carabineros-LIV_0_1751825103.html