IRAN Y AFGANISTAN. Análisis comparativos para conocer la evolución de la situación.

Nuestro asociado el Capitán de Fragata D. Federico Aznar Fernández-Montesinos, ha realizado a traves de los años 2014 y 2018 unos análisis de la situación en Irán y Afganistán que nos permiten comparandolos conocer la evoluciona de la situación en estos escenarios.

 

Este articulo corresponde a un conjunto de trabajos titulado: “Panorama geopolítico de los conflictos.2014”

 

 

IRÁN: POLÍTICA EXTERIOR Y CONFLICTO.

 

  1. INTRODUCCIÓN.

 

Irán es literalmente el «país de los arios.» Con este nombre, que sustituyó en 1935 a la milenaria denominación de Persia, se pretende expresar una permanente demanda de pureza.

 

Nación de contrastes y paradojas, conocerlo es acercarse a una realidad joven, pujante, culta, hospitalaria, en transformación[1], a la que se adivina próxima a eclosionar, así como apreciar los singulares paralelismos que tiene con nuestro país. Irán es contradictorio hasta casi lo esquizoide. La pretendida Revolución se ha anquilosado y la sociedad trata de escapar de sus rigideces colándose a través de los agujeros del sistema y adquiriendo por ello formas anómalas.

 

Muchas son las noticias y análisis de los sucesos pasados y presentes y de sus políticas. Puede hablarse incluso de un ánimo intoxicador. Y es que algunos estudios se sitúan, para quienes conocen de primera mano su realidad,  entre lo ditirámbico y lo apocalíptico presentando, desde dentro y desde fuera – los intereses opuestos a veces resultan concurrentes –, a los líderes iraníes como una suerte de individuos irracionales cuyo celo religioso es capaz de llevarles a destruirse a sí mismos y a los demás con tal de alcanzar sus místicos objetivos. Pero bien es cierto que, por más que se haya moderado tras el advenimiento de Hassan Rohani,  su retórica desafiante le ha alejado durante mucho tiempo de la comunidad internacional

 

La cuestión es que no hay actores irracionales sino sujetos dotados de una racionalidad e intereses específicos. Y en el gobierno iraní, a día de hoy predominan los académicos, los doctores que, en general, no suelen serlo.

 

La geografía explica no pocas cuestiones; en ella está escrito el destino de los Estados. Y el país ocupa un espacio atravesado por distintas líneas de fractura – religiosas, étnicas, lingüísticas, culturales – , ha sido frontera – hasta la creación del Estado tapón de Afganistán en el contexto del Gran Juego – de los imperios Indio, Turco, Ruso, Chino;

 

Irán como el dios Jano mira a un lado y otro entre conflictos. Su concurrencia es necesaria, más aun imprescindible, para su resolución. A fin de cuentas es lugar de paso hacia Oriente Próximo, el Caspio, el Cáucaso y Asia Central; de hecho, actualmente cuenta con 17 fronteras terrestres y marítimas.

 

Estas circunstancias lo convierten en objeto de atención internacional, una suerte falla a caballo entre varios mundos, lo que Brzezinski identificara como uno de los cinco pivotes geopolíticos de Euroasia, una encrucijada estratégica.

 

  1. ANTECEDENTES DEL CONFLICTO.

 

  • El país.

 

Irán es un vasto territorio, 1.698.195 km2, algo más de tres veces el tamaño  de España. Cuenta con 75 millones de habitantes, sobre el 1% de la población mundial.

 

Su PIB es el 33 del mundo y su Renta per Cápita 6400 dólares, mientras alberga en su territorio las segundas reservas probadas de petróleo y gas. El ineficiente sistema económico es próximo a la economía centralizada. De hecho,  el Estado es omnipresente, controla entre el 67 y el 88%[2] del PIB. Además, entre el 80 y el 85% de los ingresos por exportaciones y el 70 de los ingresos del Estado dependían en 2007 del petróleo dando origen a una economía rentista[3]  y a un crecimiento tildado de empobrecedor ya que sin llegarse a generar el conocido como “mal holandés”, ha sido fuente de múltiples desequilibrios al promover una cultura de la subvención y desincentivar la innovación. No obstante pugna por innovar e investigar y no renuncia a una tecnología propia.

 

Irán,  fue un Estado desarrollista antes de la Revolución; entre 1960 y 1979 creció al 9% anual; tras la grave recesión económica de los años posteriores a esta y la guerra con Irak, Irán creció entre 1989 y 2003 al 7,5% aunque en los últimos años este crecimiento haya entrado en recesión  a consecuencia sobre todo de las sanciones económicas, especialmente de las financieras, impuestas como consecuencia de su programa nuclear. [4] De hecho, se estima que su PIB se contrajo un 6,6% en 2012,  un 1,9% en 2013 y  tuvo un crecimiento del 1,5% en 2014. El paro se situaba en  cerca del 10,4% en 2014 si bien algunas fuentes lo elevan al 20%, mientras la inflación fue del 39,3%[5] en 2013 y del 19,4% en 2014 y ya ha obligado a la devaluación. Estos problemas pueden palparse bien en la calle.[6]

 

La economía es deficitaria en alimentos (30%) debe de importar la gasolina que consume. Todo ello se combina con un desigual reparto de la riqueza del petróleo que sitúa a más del 18,7% (2007)[7] de la población por debajo del límite de la pobreza. La renta del país es acaparada por una minoría. El 10% de la población con más altos ingresos dispone del 30% del ingresos, mientras el 10% de los más pobres, solo cuenta con el 1.6%.

 

  • La sociedad iraní.

 

En el ámbito religioso el país es mayoritariamente chií; de este credo[8] son el 89% de la población,  otro 10% son sunitas y el 1% profesa otras religiones. Merece reseñarse que el colectivo baha´i, religión surgida en tierras iraníes, ha sufrido una severa persecución.

 

El país es étnicamente diverso como resultado de su pasado imperial. son la persa 51%, azerí 24%, gilakis 8%, kurdos 7%, árabes 3%, luries 2%, baluchis 2%, tukmenos.[9]  Existen también múltiples lenguas, de la cual el farsi es la más importante, siendo la lengua materna de, al menos, la mitad de los iraníes y la utilizada por todos. Una sociedad con esta composición no puede ser monolítica.

 

La sociedad iraní es además una sociedad joven. De hecho su población se ha duplicado desde la Revolución haciendo que  en torno a 35 millones de iraníes tengan menos de 20 años si bien la pauta de crecimiento demográfico se ha reducido de modo harto sensible. Además se ha urbanizado pasando la población residente en ciudades del 40 al 69%, lo que a su vez potenció la aparición de un poderoso proletariado urbano.

 

  • El sistema institucional.

 

Ciertamente la imagen exterior que presenta el país  no es la de una democracia al uso. Los rostros de los líderes religioso políticos inundan  las calles, mientras las televisiones nacionales están copadas por clérigos en el seno de unas sociedades que, al menos en el espacio urbano, parecen demandar menos corsés sacros y más y mejores soluciones a los problemas del presente.

 

El sistema político iraní surge de la visión plasmada por Jomeini en su trabajo “Velayat e-faqhi” (El guardián jurisconsulto), una suerte de teología política que acerca lo político a lo espiritual estableciendo un modelo cultural y adaptado de democracia, la democracia islámica, en la que deja abierto al albur de lo político lo que no es objeto de regulación religiosa, constituyéndose en un faro para el resto del mundo islámico.[10] Para ello crea una serie de órganos y establece una serie de balances y contrapesos con los que se pretende buscar una suerte de consenso interno que evite cualquier tipo de autoritarismo personalista.[11]

 

Los cuatro pilares ideológicos de la República islámica suponen además una propuesta para un vasto esfuerzo educativo: el carácter inseparable de religión y política, la recuperación  del islam,  una revolución  cultural  y la creación  del hombre islámico.[12]

 

De esta manera si por un lado inserta la religión en la política también seculariza  lo religioso para finalizar anteponiendo  los intereses del Estado a través de órganos como el Consejo de Discernimiento de la Razón de Estado: el jurista en el poder puede hacer caso omiso de la Sharia en nombre de la realidad. Los clérigos quedan así insertos en la estructura  del Estado y sometidos a su razón.[13]

 

Se tilda al sistema de “democracia imposible[14]” ya que las ideas que pueden debatirse no son todas, sino que se someten a unas criba religiosa, lo que genera un déficit de legitimidad y afecta calidad del sistema democrático, máxime sí se considera que quienes han sido electos democráticamente quedan bajo la autoridad de quienes no lo han sido. Así, se da pie a un control político clerical del régimen que impide la entrada de elementos periféricos  y, con ello, a su regeneración.

 

Y por sí fuera poco, se cuestiona la neutralidad institucional del Estado hasta el falseamiento de los resultados electorales lo que en 2009 provocó una “marea verde” que se quiso ver en el contexto de las Primaveras árabes. Pero también es cierto que es el país musulmán con mayor continuidad en la celebración de procesos electorales.

 

La visibilidad plástica de la Revolución  hizo que la propuesta de islamizar la modernidad fuera sentida como una realidad practicable, haciendo que lo islámico se convirtiera en iraní y dotando al país de una nueva identidad de vocación trasnacional. Y es que dar al islam una dimensión revolucionaria le libraba de ser considerado un factor de atraso mientras Occidente y sus valores dejaban de equipararse a la modernización.[15]

 

Pero han pasado ya 36 años de aquellos sucesos.  Y la Revolución, al tratar de perpetuarse e institucionalizarse, se ha anquilosado y el embargo puede haber acabado por darle la puntilla. La incorporación a la realidad (comunidad internacional) es el Termidor de todo proceso revolucionario.

 

Merece reseñarse, más allá de las frecuentes manifestaciones de entusiasmo organizado,  la existencia de una brecha cada vez más grande entre lo oficial y lo real, entre la norma  y su práctica. La tensión de una gente hastiada porque se les imponen cargas y no se les ofrecen soluciones.

 

Y es que si en apariencia la sociedad cumple con las normas, los hechos no son acordes; así, llama la atención la incorporación de la mujer al mercado laboral, pese al papel secundario al que, en principio, parecía estar relegada (el 65% de los profesores y estudiantes son mujeres) además del cambio en sus patrones de vida (retraso en la edad del matrimonio, reducción del número de hijos, incremento del número de mujeres voluntariamente solteras, la normalidad de la extensión de la cirugía estética)  o la presencia de entre 2 y 3 millones de drogadictos.[16]  De hecho, se habla de una pérdida del sentido de la religiosidad que puede ponerse en relación con algunas campañas del gobierno para preservar y controlar la adecuación de las conductas personales a su receta moral.

 

Pero debe quedar claro que  el régimen iraní no es ni mucho menos monolítico; en la configuración de sus políticas intervienen múltiples facciones, organizaciones y personalidades, cada una de ellas con intereses concretos. De hecho,  algunos autores hablan  de una «república  oligárquica», una mesocracia  que no responde  a los estándares  occidentales  asentada  sobre el clientelismo y el reparto de las rentas del petróleo.[17]

 

Así,  beneficiarias de  los  dividendos del  petróleo, además,  de  la guardia revolucionaria se encuentran las milicias paramilitares Basij  que  constituyen una fuerza  capaz  de movilizar a varios cientos  de miles de hombres  (hay  quien  habla  de 10 millones), el proletariado de la  urbanización, la fuerza  moral del régimen o las fundaciones revolucionarias que tienen  mucho  peso ya que  controlan en torno  a un 25% del  PIB y no pagan  impuestos.[18]

 

Estas organizaciones y redes están controladas  a su vez por personas ligadas con  otros miembros  de la élite  político-clerical-militar por lazos familiares, económicos,  regionales y políticos, lo que complica desenmarañar  la telaraña de relaciones  que mantiene en funcionamiento al sistema político.[19]

 

Otra cuestión  es que las líneas  de demarcación  de los partidos  políticos, no coinciden  con las de sus homólogas  occidentales  y superan  la dicotomía derecha izquierda  componiendo  un mosaico  plural  y diverso. No se puede presentar  la realidad  política iraní en blanco y negro, con dos grandes tendencias, la oficial y la oposición, ignorando la compleja heterogeneidad existente en los campos ideológicos  y políticos.

 

  • Factores histórico culturales.

 

Irán, la antigua Persia, es una estructura política milenaria que se remonta a los primeros imperios hídricos, a los Aquemenides con el hito de Ciro II que logro su expansión a territorios africanos y europeos. Aún pueden verse cerca de Persépolis los esqueletos de las tiendas montados por el Sha Reza Phalevi en 1971 con ocasión del 2500 aniversario de la fundación del imperio, cuya legitimidad recababa.

 

 

La expansión árabe ocupó el vacío geopolítico dejado por los imperios persa (634 D.C) y bizantino, pero con la fragmentación del califato las dinastías persas se reactivaron nuevamente.  Afirma un dicho que “el Islam no conquistó a Persia, sino que Persia conquistó al Islam“, queriendo significar que en Irán se dio una indoeuropeización y dessemitización del Islam, dotándole de rasgos definitorios propios e incidiendo en el modo islámico de gobernación que dejó de ser tribal y  asimiló la forma de los grandes imperios

 

La persa, es pues ante todo una cultura específica y diferenciada dentro del mundo musulmán que trasciende lo étnico y lo religioso, es un nacionalismo con sus propias respuestas que se sirve el lenguaje simbólico del chiismo y sus mitos para vehicular un mensaje que queda conectado con la cultura dominante en las clases populares del país.

 

El farsi se consolidó definitivamente como lengua en el siglo IX, coincidiendo con recuperación de Afganistán para los persas.  En 1221 se produjo la invasión mongol. Y en 1501 se declaró el chiismo como religión de Estado, lo que les alejó paradójicamente de algunos elementos periféricos iranizados pero suníes.

 

En el siglo XVIII Ahmad Sha Durrani subyugó buena parte Irán y se convirtió en el fundador del Afganistán moderno. Sus dominios se extendieron por el noreste de Irán, Afganistán, el sur de Asia Central hasta India, más allá río Indo, siendo Herat uno de los principales centros de poder.  Pero sus sucesores fueron incapaces de mantenerlo, viéndose este reducido a principios del XIX a Kabul y sus alrededores.

 

Mohammad Sha reivindicó entonces  la pertenencia de Herat a Irán, entrando en la ciudad en 1837. Pero sus intentos por obtener el control fracasaron por intervención de los imperios ruso y británico quedando Afganistán bajo la influencia británica convertido en un colchón frente a rusos. Irán se mantuvo como un Estado independiente si bien sufrió relevantes amputaciones territoriales de la mano de rusos y británicos.

 

En 1921, tras un golpe militar, la dinastía Qajar fue sustituida por la dinastía Pahlevi. A diferencia de lo sucedido en Turquía, el cambio no trajo una república; ello determinó que el nuevo régimen no dispusiera  del plus de legitimidad  de Ataturk  y además se enfrentara  a un poder religioso más fuerte y mejor organizado sin disponer de medios para su control. Con ello su capacidad  de modernización se vio más limitada.[20]

 

El derrocamiento  de Mosadeq en 1953 por las potencias occidentales y la restitución de los poderes del Sha se encuentran  entre los prolegómenos  de la Revolución de 1979 y es determinante de la visión de los EE.UU. Por ello, la exitosa occidentalización,  que el Sha emprendiera  con el nombre de <<Revolución Blanca» a  partir de 1963 se identificó con un régimen  dictatorial  y corrupto  ejercido en beneficio de las minorías privilegiadas  y tutelada por intereses norteamericanos.

 

Las estructuras tradicionales de poder clerical que se habían preservado reaccionaron provocando la caída de un régimen fuertemente armado prácticamente sin víctimas.[21] La guerra Irán Irak, que causó un millón de muertos, sirvió para la consolidación del régimen por más que dejara al país sumido en el caos y muy deteriorado económica y militarmente.[22] Y la comunidad internacional prestó su silencio cómplice a semejante matanza.

 

Con todo,  el peso de la historia ha hecho que el área de expansión cultural se extienda  al conjunto de la región. Afganistán y Paquistán son vistos como Estados artificiales. De hecho,  buena parte de Afganistán e Irán  han compartido el mismo espacio político hasta 1857. Este substrato común condiciona poderosamente la acción iraní en Afganistán y permite un mejor entendimiento de la interacción entre ambas naciones.

 

A parte de en el arte en general, el principal legado iraní está constituido por la herencia lingüística. El darí (un dialecto del farsí), por ejemplo, constituye el idioma primario del 60% de la población afgana, con una importante implantación en las provincias occidentales y noroccidentales. El persa era la lengua de Corte en Afganistán y la que usaban los otomanos en el mundo diplomático. Es más, constituyó el idioma oficial de India hasta 1835; era el segundo idioma del país y el preferido como lingua franca por las élites.

 

Como resultado se puede viajar desde Bagdad hasta Dhaka usando el persa.  Idiomas como el darí afgano, el tayico de Tayikistán y Afganistán, el urdu de Pakistán y el bengalí de India y Bangladés son, o bien variantes del persa o idiomas con fuerte influencia pérsica. A modo de ejemplo, el sufijo “-istán”, que significa “lugar” y que sirve de gentilicio para muchos países de la zona, es de origen persa.

 

La idea del “Gran Irán,” al menos en su sentido cultural, se encuentra muy extendida lo que genera sentimientos irrendentistas y presenta al país como víctima de engaño historia, haciendo incluso que Herat, en determinados foros, sea presentada como una provincia iraní. Pero Irán manifiesta no tener vocaciones irredentistas. No hay anhelos de expansión territorial aunque, de vez en cuando, surjan esporádicas reclamaciones  sobre Bahréin, recordando que fue una provincia de la antigua Persia y mantiene en su poder tres islas de los Emiratos Árabes Unidos ocupadas desde los tiempos del Sah. Irán se presenta como un «poder suave» constructivo y componedor en el ámbito de su esfera cultural.

 

Los baluchis son una minoría sunita que residen principalmente  en el sureste de Irán y a ambos lados de las fronteras de Pakistán y Afganistán.  Son la mayoría étnica de la provincia Sistán  va Baluchistán  (unos 600.000  a mediados de los ochenta). Los baluchis hablan el indo-iraní,  diferente del persa y más parecido al pastún  y son mayoritariamente suníes.  Estas diferencias  étnico­ religiosas  han sido un foco de tensión; se ha acusado a Irán de persecución.

 

En Pakistán  se cobija, como  se ha dicho,  el grupo terrorista  J ondollah  que opera en la zona; pretende la reunificación con sus hermanos  paquistaníes  y afganos  para  la formación  del  llamado  «Gran  Beluchistán».  Existe también un terrorismo  kurdo que coopera con baluchis y otras minorías. Pero el PJAK, cuyas bases operativas también están en Irak, busca una mayor autonomía para los 7 millones de kurdos  que viven en Irán, ambos son grupos suníes la diferencia está en que el PJAK se apoya sobre raíces socialistas.[23]

 

Azerbaiyán, país caucásico y chií del espacio post soviético, que formaba parte de su imperio pero con una conciencia más laica que sus vecinos del sur, que incluye en su vida política a partidos proturcos y proiraníes. Es preciso destacar que en Irán viven 21 millones de azeríes, tres veces más que en Azerbaiyán. Como viva expresión del pragmatismo  de su política exterior, decir que, en la guerra  de Nagomo  Karabaj, Irán apoyó a la cristiana Armenia enfrentándose con Turquía.

 

Irán también se encuentra muy presente en Asia Central por razones históricas, culturales y económicas. Los tayicos son uno de los grupos étnicos más numerosos en Afganistán; son culturalmente persas, en su mayoría suníes y representan el 27% de la población. Esta etnia posee un mejor nivel cultural y un papel eminente en la administración y el clero.

 

El tercer grupo étnico en importancia del país está constituido por los hazara, de origen probablemente mongol y religión chiita. Este grupo supone en torno a 2,5 millones afganos, en torno a un 9% de la población. Su idioma, el hazaragi guarda una gran similitud con el persa. Fuera de su tradicional área de asentamiento en la región montañosa central del país (Hazarajat), existe una importante población de etnia hazara en la zona occidental de Afganistán, especialmente en la provincia de Herat (10 %) que es la más poblada e influenciada por la cultura iraní. También existen poblaciones significativas en las provincias de Ghowr (39 %) y de Farah (5 %).[24] Como consecuencia el número de musulmanes de religión chiita es importante en comparación con otras zonas del país. A ello habría que sumar la fuerte implantación en la región (particularmente en Herat) de la etnia tayika cuyo idioma predominante es el darí y entre la cual existen fuertes minorías de orientación religiosa chiita (como los farsiwan o los quizilbash).[25]

 

  • El chiismo.

 

Los chiíes suponen una horquilla entre un 12 y un 20 % de los musulmanes, entre unos 120 y 250 millones de fieles.[26] Se encuentran mayoritariamente en todo el Oriente Medio y alcanza hasta la India, pudiendo clasificársele en tres grandes categorías: chiíes árabe parlantes, chiíes persa parlantes y chiíes urdu parlantes.[27]

 

En lo que se refiere a su distribución geográfica hay que reseñar que es un grupo mayoritario en Azerbaiyán (75%), Bahréin (61,4%), Irán (90,0%) e Irak (62,5%); se sitúa en porcentajes considerables en el Líbano (41%) y Yemen (47%); y se encuentra en clara minoría en Kuwait (30%), Paquistán (20%) – este Estado fue fundado por el líder chiita Alí Jinnah – Siria (15,3%), Turquía (20%), Emiratos Árabes Unidos  (16%) y Arabia Saudí.[28] Es lo que se conoce como el “arco chií” cuyo espacio central es ocupado por Irán que trata de constituirse en su representante, cuando no su paladín.

 

En 1501 el advenimiento de la dinastía Safaví en la antigua Persia sirvió a su unificación y puso a la religión al servicio de una  dinastía, forzó la conversión de no pocos grupos y contribuyó a la creación de una estructura religiosa –hecho inédito en el mundo islámico – que primero se sometió al régimen y sirvió a sus propósitos, reforzando el aparato del naciente Estado,  pero después se alzó contra él imponiendo sus dinámicas.[29]

 

El Chiismo quedó constituido en un elemento identitario persa, contribuyendo a la difusión y afianzamiento de esta religión. A la contra, los chiíes de origen árabe fueron tildados de quintacolumnistas; mientras los grupos culturalmente persas pero sunís (como los tayikos)  vieron afectada  su identidad.

 

Los chiíes mantienen que el liderazgo de la comunidad corresponde a los descendientes de Alí, el último de los cuales se encuentra en Ocultación. Estos disponen de la doble condición de líderes religiosos y políticos; y reciben el nombre de Imanes. En tanto no llega el último, la comunidad cuenta con la orientación de expertos juristas razón que subyace en la creación de una jerarquía eclesiástica.

 

Además, el Chiismo no es monolítico y caben distinguirse dos tipos principales: duodecimanos (el grupo mayoritario) y septimanos (o ismalíes; una de sus ramas tiene por representante al Aga Jan); un tercer tipo muy minoritario sería el quinquemano o zaydi (un grupo con una teoría más populista próxima a los jariyies). El número (12, 7 o 5) designa al último de los imanes legítimos de la línea, cuyo retorno tras la Ocultación traerá de nuevo la justicia al mundo.

 

No les diferencia del Sunismo el dogma, aunque sí elementos doctrinales y sobre todo su praxis: creen en la omnipotencia de Alá, la infalibilidad de Mahoma y el advenimiento del Juicio Final, si bien los matizan; no obstante, el papel central que se le otorga al retorno del Imán Oculto que regresa al final de los tiempos para restablecer la justicia, puede eclipsar otros conceptos fundamentales.[30]

 

En los principios de la religión (Usul-ad-Din) se diferencian en el Adl (la autonomía del individuo frente a la justicia divina) y sobre todo en la Imama, esto es, en la autoridad de los imanes, legítimos líderes de  la comunidad y capaces de interpretar el sentido oculto de las escrituras; estas se reconocen así, en cierto sentido incompletas sin esa referencia mística, lo que por otro lado dota a la religión de un componente esotérico frente a la exaltación sunita de la exégesis literaria.[31]

 

Para el Chiismo los Profetas hicieron llegar la palabra en forma de libro y presentan la letra de la revelación, pero es una escritura codificada que debe descifrarse; el Imán es el que penetra la dimensión esotérica y la transmite a los iniciados dando pie a una religiosidad prodigiosamente fértil. El Corán es así el “Guía silencioso” y el Imán es el “Corán hablante”. [32]

 

El Chiismo duodecimano, el iraní, tampoco es monolítico, un todo unitario, ni mucho menos, es un conjunto de mundos, con espacios de indefinición.  En el Chiismo siempre ha habido diferentes marja-e taqlid (fuentes de emulación, el máximo nivel jerárquico) líderes religiosos a imitar por los creyentes y nunca uno sólo, con lo que su pluralidad y diversidad estaban aseguradas; además pertenecen a distintas naciones y escuelas (colegios) que rivalizan entre sí. Sus enseñanzas y mandatos morían con ellos.[33]

 

Consecuentemente, cada comunidad chií tiene sus propios intereses lo que genera conflictos inter chiíes;  subsisten aun dentro de la misma rama y escuela (colegio) importantes rivalidades personales y doctrinales que han llegado a producir hasta el asesinato de grandes líderes. [34]Ni siquiera durante el liderazgo de Jomeini su autoridad permaneció doctrinalmente incontestada en Irán, algunos de sus pares no aceptaron ni su autoridad ni sus propuestas más relevantes. Situación que se da aun con más fuerza en el Chiismo de países del entorno, como con el Ayatolá Fadlalá, fundador del grupo ideológico Hezbolá.  No obstante también dispone de puntos de convergencia como lo son las ciudades santas y especialmente, Kerbala (en Irak) donde se encuentra enterrado el Imán Hussein, y aúna peregrinaciones, doctrinas, ideas, alianzas y financiación.  [35]

 

El Chiismo es una religión en la que coexisten quietismo y radicalismo, teocracia y laicismo; todo ello resulta posible sin necesidad salirse de la misma y acudiendo a la doctrina. Plantea como claves conceptos de injusticia, legitimidad y martirio mientras se presenta como la religión de los desposeídos.

 

Y es que históricamente los chiíes han sufrido trece siglos de marginación social (fuera de la antigua Persia y por un siglo, en el Estado indio de Awadh); han sido una minoría dominada, oprimida y desheredada, cuya historia estaba ligada a demostrar la legitimidad de la lucha por restaurar la ley de Dios en la Tierra; desposeimiento y opresión hicieron de ellos los parias del Islam pero también modelaron su carácter; una personalidad paciente, desconfiada, fiera a la vez que dotada de una inmensa capacidad de sufrimiento; como decía  Kapuscinski “el chií es sobre todo un opositor implacable.” [36]

 

La injusticia del trato dado a Alí les sitúa conceptualmente en estado de permanente rebeldía contra la autoridad. Todos los regímenes árabes, desde esa perspectiva, son tildados de ilegítimos.

 

El Chiismo así se constituye en una contracultura[37], que además se ha hecho con el poder. Dota a los discursos de un sentido mesiánico y de narrativas y retórica; todo un lenguaje de contestación al que añade el sentimiento de agravio y humillación propia de una minoría perseguida secularmente.[38]

 

Los chiitas árabes han vivido bajo regímenes que no reconocían expresamente su identidad y características que se transformaron de chiís arabo hablantes a arabo chiíes, y de ahí, a chiíes árabes. El rasgó chií se hizo más relevante que cualquier otros de los elementos identitarios de etnia, clase económica, religión y cultura. [39]

 

Los suníes acusan a los chiíes de ser heréticos, al creer que Alí dispone de un estatus divino, lo que es grave delito en el islam; esto es, de ser asociadores (shirk, asociar otros dioses a Dios) y politeístas. Razón por la que igualmente les imputan ser hipócritas (munafiqun) y faltar de corazón a la Fe.

 

Además la doctrina de la infalibilidad de los Imanes sitúa a estos, a su juicio, al mismo nivel que el Profeta Mahoma con lo que de facto, se está cuestionando su carácter de último y sello de los profetas; el Chiismo a juicio de los wahabíes presenta al Corán como imperfecto, toda vez que no puede interpretarse por sí mismo ya que debe serlo correctamente por los imanes. Entre las creencias más populares de este colectivo destaca creer que a los chiíes les resultaba lícito matar suníes (nasibi). [40]

 

Los chiíes, por su parte, consideran que el Corán no incluye toda la revelación, que algunos versículos han sido omitidos (más concretamente los que daban el poder a Alí, Surat al-wilaya y Surat al-nurayn)  y algunos hádices han sido deliberadamente olvidados; pero no los reintroducen porque eso habría sido equivalente a generar una nueva religión, aduciendo que, aceptando el ejemplo de Alí, que lo toleró, pretenden preservar la comunidad.[41]

 

El resentimiento de los chiíes hacia los suníes es menos acusado. Suelen comparar a los wahabíes con los jariyies, gentes que exceden los límites (ghuluw), nómadas incultos que tras islamizarse han vuelto a la ignorancia de la vida en el desierto y son agentes occidentales, frente a ellos productos de una civilización más refinada, una forma de superioridad (shu´ubiyyah). [42]

 

En el terreno de los hechos, el Chiismo ha sido históricamente objeto de persecución. Grupos deobandis están detrás del asesinato de los hazaras en Afganistán; en Arabia Saudí los chiíes no encuentran acomodo para su identidad. Su distribución a lo largo del área del Golfo Pérsico más rica en petróleo no ayuda precisamente a la pacificación y son vistos – o se les presenta- en no pocas ocasiones como la quinta columna de Irán en la región. Curiosamente, las razias wahabíes, seculares enemigos del Chiismo, determinaron que un amplio porcentaje de árabes de Mesopotamia se convirtiera al Chiismo.

 

En otros casos, como el de Bahréin (base de la V Flota), este movimiento afectaba a la mayoría chií del país, sometidos a la autoridad de gobernantes suníes, y que trataban a los chiíes como ciudadanos de segunda (de hecho, llevan años admitiendo  como ciudadanos  a suníes para compensar  la desigualdad  demográfica); las protestas trajeron como consecuencia  el desplazamiento temporal de tropas de Arabia Saudí para tratar de controlar el movimiento, acusándose a Irán de ser su instigador. Bahréin posibilita  el control del sector oriental del golfo pérsico.[43]

 

Y es que los países  del  Golfo mantienen  relaciones  ambivalentes  con  Irán, resultado  de la presencia  de amplias  poblaciones  chiitas  (Bahréin  61,4%, I  Kuwait 33%, Yemen 45% o los EAU 17%). Así Irán es considerado una amenaza estratégica que Arabia Saudí pese a sus ingentes gastos en seguridad no puede compensar -con tal motivo y para afrontarla en 1981 se creó el Consejo  de Cooperación  del Golfo-,  pero es también  un socio comercial privilegiado. La guerra que se vive en Yemen se presenta como un enfrentamiento entre estos dos países que se desarrolla en un tercero.

 

Ambos bloques han generado movimientos islamistas que se impregnan de sus tradiciones. El islamismo suní (mayoritariamente de tradición wahabita y deobandi) es hanbalí (Qutb, Hassan Al Turabi, Abdallah Azzam…) y se retrotrae al pasado, frente a un islamismo chií (Alí Shariati, Jomeini…) más coherente por la importancia de su dimensión jurídica y reconducido a través de una escolástica clerical, lo que no quita que disponga de un populismo basiji pero que se presenta como intelectualmente más sólido.[44]

 

Los márgenes del conflicto entre sunitas y chiitas oscilan, pendularmente y aun sin solución de continuidad, entre el taqarub (la reconciliación) de signo ecuménico y el takfir (la excomunión) por su carácter herético.

 

Y es que ya en el siglo XVIII Nadir Sha[45] intentó que se reconociera al Chiismo  como una Escuela coránica más del Islam, la quinta. En el lado suní también se reconoció al Chiismos como una escuela, la ja´afari, sin distingos especiales respecto de las demás escuelas coránicas del mundo suní y por tanto ignoró su condición de herejía que hacía de la conversión al Chiismo un compromiso con el paganismo.[46]

 

Iguales esfuerzos se hicieron desde el mundo chiita, comenzando con el propio Imam Jomeini promoviendo, por ejemplo la figura de Abú Bakr. No obstante, aceptar a los chiitas como una quinta escuela coránica es difícil porque los dictados de cualquiera de ellas son válidos para todas los demás. Y, desde el realismo político, los puentes entre suníes y chiíes pueden servir, a su vez, para el aislamiento estratégico de Arabia Saudí.

 

La visibilidad del régimen iraní enfrentándose a Israel y Estados Unidos o desarrollando su programa nuclear le han dado, en el pasado, popularidad y reconocimiento en el mundo árabe, lo que junto a las actividades misioneras organizadas  (profesores, centros culturales…,  un “poder suave”) se ha traducido en un notable incremento en el número de conversiones al Chiismo procedentes del mundo sunita (Argelia, Siria, Libia, Líbano…); esto ha generado desconfianza y un posicionamiento hostil de quienes una vez se habían sentido receptivos a las ideas de comunión, además de provocar la respuesta institucional de los países sunitas.

 

En cualquier caso, la visibilidad de Irán dio esperanzas a las minorías chiíes no integradas que se sumaron a sus propuestas, pero también dificultó el proceso de asimilación y enconó el discurso anti chií ante el aumento de poder de un actor no árabe que ponía en riesgo la visión nacionalista e identitaria de algunos actores árabes.

 

  1. ESTADO ACTUAL DEL CONFLICTO.

 

  • La Política exterior de Irán.

 

La política exterior de un país es siempre resultado del desarrollo de su política interior. Existe continuidad entre una y otra; y las claves son propias. Además, en el caso de Irán, no es constante sino evolutiva. Podíamos definirla como una política en arabesco, fruto de la naturaleza contradictoria de las fuerzas que la determinan.

 

La política exterior iraní tendría tres niveles decisorios.  En primer lugar los decisores formales,  en segundo  lugar los decisores informales, y en tercer lugar las influencias. Así se incorporan múltiples  centros de poder: la oficina del  Líder supremo,  el Parlamento,  la Presidencia,  los Guardianes  de la Revolución, el estamento  religioso, pero también organizaciones y consejos nuevamente formales e informales.[47]

 

Las  decisiones adoptadas según esta lógica  aunque  sólidas  por  consensuadas tienen  un aspecto  caótico. Siempre  han  sido un equilibrio entre  la situación  regional  e internacional  y la interna.  Un equilibrio  sometido  a fluctuaciones y generador  de incertidumbres pero que ha sabido  mantener una cierta coherencia  en la acción exterior.[48]

 

Su análisis abarca un amplio abanico de aspectos que consecuentemente pretende efectuarse  subsumiéndolos en un triple ámbito: global,  regional y referido  a su entorno  cultural.

 

Cabe dividir la política exterior iraní en cuatro fases; una primera de exportación de la Revolución  que abarcaría  el periodo de 1979  a 1989. El Termidor  del movimiento revolucionario con su incorporación al sistema internacional de la mano de los presidentes Rafsanjani  primero y Jatami después y que alcanzaría hasta 2005, en que el acenso de Ahmadineyad  marcaría una nueva retórica de confrontación. La vuelta de la moderación con Rohani en 2013, un conservador que recibió en última instancia el apoyo del sector reformista, parece querer la definitiva inserción de Irán en la comunidad internacional y con ello una nueva moderación. En esta lógica cabe inscribir la reciente suscripción del acuerdo con el grupo G5+1.

 

Hay una cuestión inherente a toda la acción exterior y que resulta clave para entender todas estas cuestiones: el reconocimiento de Irán como la gran potencia regional de Oriente Medio.

 

En  términos globales existen tres aspectos de la política exterior de irán que precisan de un detenido e ineludible análisis, a saber; la política respecto a los países de su entorno, el desafío a Occidente y la cuestión nuclear. La conjunción de ellos se realiza sobre el lugar que debe ocupar el país en el mundo, en el islam y en la región.

 

  • La rivalidad con occidente y la cuestión nuclear.

 

Las relaciones de EE. UU. con Irán se intensificaron  en la segunda  mitad del siglo XX, tras la salida de los británicos al nacionalizarse la Anglo Iranian Oil Company. Como ya se ha señalado, en 1953 auspició un golpe de Estado dando paso a una relación estratégica que durante 29 años convirtió a Irán en el gendarme de Occidente en la región.

 

Los problemas  con Irán superan lo racional para adentrarse  en lo emocional.  Tras la revolución Jomeini demonizó a los EE.UU. -«el Gran Satán»- por haber soportado  el régimen anterior. Y cuando  este país admitió temporalmente  al Sha, se produjo  el secuestro del personal de su Embajada que fue retenido durante 444 días, lo que condicionó la actuación del gobierno.[49]

 

  1. UU., por su parte, ha acabado por rodear Irán desplazando fuerzas a Arabia Saudí, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahréin, Kuwait, Irak, Omán,  Uzbekistán y Tayikistán. Es una broma muy conocida  en Irán decir que Canadá  e Irán son los dos únicos países  del mundo  cuya única  frontera  es EE. UU.[50]

 

El desencuentro  por parte de EE. UU. se ha atribuido a la cuestión nuclear, a su oposición al proceso de paz o al apoyo iraní al terrorismo internacional. Irán ha reclamado tradicionalmente a EE.UU. que no interfiera en sus asuntos internos, acepte la legitimidad de la Revolución y construya sus relaciones sobre el respeto y la igualdad. Pretende que acepte a Afganistán, Asia Central y el golfo pérsico como sus zonas de influencia,  convirtiéndolo en la gran potencia islámica y desplazando definitivamente a Turquía o Arabia Saudí.[51]

 

Como resultado, EE.UU. ayudó a Irak durante la guerra (1980-1988), aislando además diplomáticamente a Irán. En 1996, la ley Amato impuso sanciones a las compañías extranjeras que invirtieran en el sector energético  iraní.

 

En 2002 EE.UU. situó a Irán en el «Eje del mal» mientras Jatami trataba de realizar  una aproximación  apoyando tácitamente  la invasión norteamericana de Afganistán; esta declaración fue contestada desde Irán con una comparecencia conjunta de todas las líneas representativas  del régimen incluyendo el líder espiritual Jamenei (apoyado por los fundamentalistas de la línea dura), Jatami  (reformista) y Rafsanjani  (antiguo presidente, tecnócrata).[52]

 

Irán ha transferido el odio histórico a Rusia y al Reino Unido (aun en 2011 su embajada fue atacada por una multitud) hacia los EE.UU. haciéndolo  blanco de su retórica antiimperialista y anticolonial,  pero también  tratando de medir su importancia  por la de sus rivales y convirtiéndose así en líder  del mundo  islámico. De ahí también su enfrentamiento con el «Pequeño Satán> (Israel) al que combate indirectamente  apoyando a organizaciones como Hizbulá o Hamas en el complejo escenario de Oriente Medio, con réditos políticos y de liderazgo a ojos del mundo islámico.

 

Irán ha transferido  al islam el sentimiento vindicativo chií; así trata de presentarse como el paladín de un islam perseguido  y guardián de sus esencias.

 

El caso de Salman  Rusdie es paradigmático. La actuación del ayatolá Jomeini condenando  a un escritor de origen indio (nacionalizado británico) y suní por su libro supuso  un desafío a Occidente,  lo colocó a la cabeza del mundo islámico, le consolidó en el poder, tendió un puente entre chiíes y suníes, le restituyó  la iniciativa y volvió a situar a Irán y a su Revolución en la escena internacional otorgándoles presencia y visibilidad.[53]

 

El resultado es una paradoja: Irán ha sido a ojos occidentales el campeón del mundo árabe cuando  en realidad  es persa; y el líder  del mundo islámico  cuando  el chiismo es una rama minoritaria y secularmente perseguida.

 

El desafío a Occidente se inscribe en su antiimperialismo y su defensa ultranza del principio de «no injerencia»  mientras sostenía actividades  extraterritoriales. Merece citarse su apoyo a grupos como Hizbulá o Hamas incluidos en las listas  de organizaciones terroristas  de algunos  países, así como su pasada  y probada participación  en actividades terroristas en Alemania y Argentina.

 

La cuestión de los derechos humanos es otro plano de enfrentamiento que sirve a la  demonización  del régimen. Su reformulación propia, una clara provocación.  La vulneración  de derechos  fundamentales como son los de asamblea, petición, libertad de opinión y religión e intimidad, la violencia en la actuación de las fuerzas de orden público, casos de tortura o las ejecuciones públicas y hasta publicitadas (para el desafío) por procedimientos del pasado (menores y homosexuales incluidos) han suscitado en no pocas ocasiones la condena internacional.

 

Otro aspecto candente y de actualidad es el nuclear. En 1957 firmó un acuerdo con EE. UU. que preveía para finales del siglo XX que dispusiera  de 23 centrales nucleares. Jomeini  era contrario  al arma nuclear y abandonó estos proyectos.[54] En 2002 unas fotos satélites descubrieron dos emplazamientos nucleares clandestinos y en 2003 el presidente Jatami anuncia el abandono de Irán del programa de enriquecimiento de uranio. La llegada al poder de Ahmadineyad  supuso en 2005 el retomo  de las aspiraciones nucleares  y el choque con la comunidad internacional en su conjunto.

 

Irán es un país signatario del Tratado de no Proliferación Nuclear, que cuenta con derecho al uso de esa tecnología  para fines civiles pero cuya conducta no se ha mostrado fiable. Su afirmación es la esencia del desafío que ha utilizado como palanca para el cambio de estatus en la región; es difícil que pueda -o quiera- conseguir el arma como hiciera Corea del Norte, ante la mirada impotente de Occidente que contempla  escarnecido como va seccionando en sucesivas rodajas el problema al igual que un trozo de salami. Pero ni Irán es Corea, ni Oriente Medio  el nordeste asiático.

 

Si hay algo en lo que han estado de acuerdo los miembros del Consejo de Seguridad y Alemania  (Grupo 5 +1) es que Irán no debía de contar con el arma nuclear. Un Irán nuclear alteraría los equilibrios en la zona y podría originar una carrera de armamentos en la región (Arabia Saudí y posiblemente Turquía se sumarian a ella), además de tensionar a Israel.[55]

 

La elección de Hassan Rohani, que había sido jefe del equipo negociador entre 2003 y 2005 auguraba los buenos resultados que finalmente se han alcanzado. De hecho, tildó este enfrentamiento de “innecesario,” reconociendo su naturaleza simbólica. Era siempre una opción win win.

 

Con su programa ha tratado de asumir el liderazgo tecnológico (e industrial) acorde a un nacionalismo que precisa resultados. Ha tenido éxito en campos como la informática, la nanotecnología o la industria militar; está entre los nueve países del mundo capaces de colocar un satélite en órbita, y su vehículo de lanzamiento; cuenta con misiles Shahab 3 de 1.300 kilómetros  de alcance. A esta misma lógica de prestigio obedece su presencia naval en el Cuerno de África en las labores de lucha contra la piratería.

 

El reciente acuerdo[56] (pendiente de ratificación aun por las cámaras norteamericanas)  se explica en el contexto regional  de Oriente Medio y la necesidad de una colaboración activa de Irán en sus casi infinitos problemas, de no pocos de los cuales, es parte cuando no causa. También se explica por la debilidad de un régimen anquilosado y con problemas de legitimidad con una población que clama por que no se le impongan mordazas y ataduras. En esta situación el régimen no podía permitirse ni una crisis económica ni una nueva “marea verde” como en 2009.  Y es que un Estado autoritario ineficaz cuenta con un déficit de legitimidad que no puede cubrir, lo que debilita su posición negociadora.

 

En el orden internacional, la existencia de un grupo como el DAESH sólo puede ser posible por la falta de voluntad política de los actores regionales para acabar con él, e incluso pudiera ser por el apoyo implícito de alguno de ellos, por más que pueda explicarse por el vacío geopolítico en pleno centro de pentalasia, la falta de liderazgo del mundo suní, la debilidad, la fragmentación de la sociedad y falta de cultura democrática de un Estado iraquí muy influido por Irán….

 

Así, Irán es un actor necesario, imprescindible, para la resolución  de buena puerta de los problemas de Oriente Medio que no se van a tratar en este capítulo toda vez que cumple con creces abordarlos en otros: Irak, Siria, Líbano, Yemen, Afganistán y está implicado aun en más.  En el análisis que sigue puede verse la complejidad trasponible a las relaciones a levante de la frontera en las que puede verse explícitamente la naturaleza poco amistosa de su política exterior.

 

3.3. Geopolítica de la frontera de levante iraní.

 

Afganistán ocupa una posición central entre Irán, Pakistán y las ex repúblicas soviéticas de Asia Central. En consecuencia y considerando el papel que Irán pretende desempeñar como potencia regional, resulta natural que trate de alcanzar una posición influyente respecto a Afganistán en tanto que este país se encuentra muy debilitado..

 

Para ello, Teherán desplegando un amplio abanico de acciones tendentes durante mucho tiempo a propiciar el acercamiento a Kabul y a socavar las relaciones afganas con los países de la OTAN que participan en el proceso de estabilización del país. Esto da lugar a un interesante juego geopolítico.

 

Desde 1979 en que coincidieron la Revolución y la ocupación soviética de Afganistán la tensión entre ambos países se incrementó. Hasta entonces,  tradicionalmente las relaciones entre Irán y Afganistán se encontraban en un muy en segundo plano. Afganistán era el vecino pobre y atrasado; el interés por el surgió tras la ocupación soviética.

 

Durante la ocupación soviética Irán apoyo a la insurgencia de lengua persa y fue un actor en la sombra aunque relevante durante la Guerra civil (1992-1996) en la que apoyó, financió y entrenó a una débil coalición constituida por chiitas y fuerzas pro persas (aunque sunitas y turcomanas) en su lucha contra los pastunes que era a su vez apoyados por Arabia Saudí y Paquistán. Los iraníes jugaron un relevante papel en todo el proceso que condujo a la pacificación del país.

 

En 1998 el asesinato de nueve diplomáticos y agentes de inteligencia iraníes junto a la denuncia de masacres de chiitas en Mazar –e Sharif generó una gran tensión que estuvo a punto de desembocar en una guerra. Afganistán pudo ser otro teatro para el enfrentamiento con Arabia Saudí.

 

Tras el 11-S la Comisión creada al efecto acusó a las autoridades iraníes de haber consentido la libre circulación de miembros de Al-Qaeda por el país en tránsito para su entrenamiento en territorio controlado por los Talibán, entre ellos de ocho a diez de los secuestradores del 11-S

 

Ampliando el marco no ya al conjunto de la región sino también a su periferia, todo está envuelto entre razones geopolíticas. Por ejemplo, la India ha aprovechado el conflicto afgano para introducir sus empresas en ese país de la mano de la ayuda al desarrollo, convirtiéndose en el segundo donante de la región por detrás de Irán. Para evitar que la logística de sus empresas atraviese Paquistán,  está prevista la construcción de una línea de Ferrocarril, desde Ramiyan en Afganistán hasta un puerto iraní en el mar de Arabia. Con este esfuerzo además reduciría la gran dependencia que Afganistán tiene de Pakistán para el flujo mercantil.[57]

 

 “Evitar un nexo Kabul-Nueva Delhi”, la influencia india, el envolvimiento estratégico, es primordial para la política de seguridad nacional pakistaní, toda vez las largas fronteras con ambos países y la proximidad de los centros de población. La posibilidad de que Pakistán deba atender simultáneamente a un doble frente, su envolvimiento estratégico, supone un reto difícilmente aceptable.[58]

 

Las principales rutas comerciales afganas son exclusivamente terrestres y a través de Pakistán, lo que es un poderoso instrumento de presión. Consecuentemente, los pakistanís ven en el programa de construcción de vías de comunicación de la India entre Irán y Afganistán, un intento de debilitar su posición. Los afganos, por supuesto, quieren reducir su dependencia de Pakistán.

 

La India ha completado la autopista estratégica entre Zaranj (en la frontera con Irán) y Dilaram en Afganistán, con lo que se proporciona un mayor acceso desde el puerto iraní de Chabahar, en el océano índico, (que a su vez se está ampliando y acondicionando con fondos de la India), hasta la red de carreteras afganas. Empresas de la India, también están mejorando la red vial entre Chabahar y Zaranj, así como apostando por un enlace ferroviario entre Chabahar y Afganistán.[59]

 

Además Pakistán ha jugado un papel ambiguo, simbolizando por un lado el papel de aliado crítico de los EEUU en la guerra contra el terror, pero representando al mismo tiempo el epicentro de la militancia Islámica y terrorismo yihadista. Su implicación simultánea en los proyectos de oleoductos IP (Irán-India-Pakistán) y TAPI (Turkmenistán-Afganistán-Paquistán-India) es clara expresión de los malabarismos de su política exterior, no menos compleja que las diferentes dinámicas internas que vive el país.

 

China es un actor de importancia creciente en la región. Y es que es esta un área de expansión en la que el comercio es la punta de lanza, a lo que se suman consideraciones geopolíticas no menores (acceso terrestre directo a Irán y aproximación al mundo occidental mediante la construcción del ferrocarril transasiático), además de una demanda casi insaciable por recursos energéticos que contribuyan a afianzar su crecimiento.

 

Las relaciones de EE.UU. con la zona también son complejas en la medida en que sitúa al país ante una contradicción entre sus indudables intereses geoestratégicos y su compromiso a nivel global con los Derechos Humanos y la Economía de Mercado.

 

Tayikistán es el único Estado procedente de la antigua Unión Soviética que habla un dialecto del farsi y la población siente como propia la herencia cultural persa,  pese a ser mayoritariamente sunita. Irán ha estado presente en su vida política ejerciendo un papel pacificador, especialmente durante su guerra civil. Los planes de articulación de un eje geopolítico y cultural que vincule Teherán con Dushanbé, vía Herat, resultan del agrado tayiko por la necesidad de superar el virtual bloqueo que aplica Uzbekistán que ahoga su economía, aunque la proxi­midad cultural representa un desafío, ya que un espacio cultural per­sa transfronterizo choca con la narrativa historiográfica oficial.

 

En Uzbekistán el temor nacionalista al desarrollo de una cultura tayika ligada al separatismo – Bujara, capital cultural tayika está en Uzbekistán-  hace que se presente en Occidente como un dique de contención frente al expansionismo de los imperios ruso y persa.[60] Con Kirguistán las relaciones son fluidas[61] así como con Turkmenistán (Irán fue el primer país en reconocerlo tras su independencia en 1991) con el que mantiene fructíferas relaciones económicas.

 

La orografía complica las fronteras de Irán y favorece la actuación de grupos terroristas y guerrilleros, como es el caso de la insurgencia azerí en el noroeste, los terroristas de Jondollah en el Este, o los contrabandistas y traficantes de opio afganos, causando en su conjunto un problema de orden público, y un gasto enorme en recursos y vidas humanas. Las fronteras no son naturales y carecen de cualquier tipo de control, por lo que son proclives al tráfico ilegal de armas, drogas, personas, etc.

 

Irán tiene como objetivo estratégico una mayor presencia a nivel regional combinada con la salida de las fuerzas militares presentes en la misma mientras pretende conseguir la unidad regional con Kabul e Islamabad basada en sus preocupaciones e intereses compartidos frente a las políticas regionales de EE.UU.

 

El territorio ocupado por estos tres países representa un eje de unión de alto valor, entre Europa, Oriente Próximo y Lejano Oriente, es la denominada “Ruta de la Seda,” una vía de distribución de riquezas hidrocarburos de primer nivel. Afganistán constituye así, geográficamente, un corredor obligado entre Asia central, el subcontinente Indio y la salida al Índico. Las reservas de recursos energéticos en al Mar Caspio hacen del país en un claro objetivo estratégico.

 

Afganistán tiene una extensión de  652,000 km2 y 30 millones de habitantes. Irán, 1,698,195 km2, es un 68 por ciento más grande que Irak y Afganistán combinados y cuenta con un 40 por ciento más de población. Paquistán cuenta por su parte con una población de 182,589 millones de habitantes y una extensión de 796,000 km2.

 

El PIB de Irán es 33 veces superior al afgano y más del doble del paquistaní. El comercio bilateral anual se estima en 1500 billones de dólares, Irán está tratando de aumentar su cooperación bilateral comercial con Pakistán siendo de 1000 millones de dólares en  2011, y se espera se incremente hasta los 5000 millones de dólares a lo largo de 2015. Así, en porcentajes Irán no está comercialmente tan estrechamente vinculado a Afganistán, sin embargo, está invirtiendo en la construcción de carreteras, ferrocarriles, plantas de electricidad y agua, y la apertura de las escuelas religiosas y universidades en Afganistán.  Además, están teniendo lugar negociaciones sobre el desarrollo de ferrocarriles y distintas  infraestructuras.[62]

 

Con Pakistán, los sentimientos antichiíes de los talibanes y la violencia sectaria subsiguiente  después de la victoria de los talibanes llevaron a un enfriamiento en las relaciones. También desde Irán se acusó a los paquistaníes de no luchar suficientemente e incluso de apoyar y permitir la instalación en su territorio del grupo terrorista Jondollah que afirma defender en el Baluchistán los derechos de los suníes. Y Paquistán es uno de los principales receptores del mecenazgo saudí.

 

No obstante y con todo, siempre se han apoyado mutuamente a nivel internacional, de hecho, Pakistán se ha opuesto al aislamiento de Irán, hasta el punto de haber sido este país el que ha representado los intereses iraníes en Washington. Y el comercio entre ambos países ha crecido.

 

Irán y Afganistán comparten 936 Km frontera, a caballo entre las provincias afganas de Herat, Farah y Nimruz, y las iraníes de Khorasan y Sistán – Baluchistán. La política iraní realiza en Afganistán, en concordancia con el resto de la zona, una aproximación poliédrica y en arabesco, por un lado apoya al gobierno de Kabul y por otro mantiene relaciones con algunos grupos insurgentes y líderes afganos a lo ancho del espectro político, involucrándose en una serie de actividades humanitarias, económicas y culturales entre la población afgana con las que trata de incluir a estas dentro de su órbita de influencia. Es más, se han decomisado armas iraníes en Afganistán en manos de grupos que apoyan a este país.

 

La política de Irán hacia Afganistán ha ocupado tradicionalmente un segundo nivel viéndose relegada, al menos hasta la ocupación soviética del país, y ha estado centrada sobre la región más próxima a su territorio.

 

Para  ello,  el  régimen  de Teherán ha desplegado una amplia panoplia de acciones. Algunas de ellas han contribuido a una mejora de las condiciones en Afganistán, en particular en la zona oeste del país. Sin embargo, otras más controvertidas, constituyen un motivo de preocupación  tanto  para  las  autoridades  del  país  como  para  la  comunidad internacional.  Estas  acciones,  lejos  de  tener  un  carácter  altruista,  parecen enfocadas a la consecución de los intereses iraníes en el país vecino, y a menudo dificultan la plena autonomía de Kabul, cuya acción de gobierno está condicionada por la voluntad de Teherán. Además son estrategias de negación con las pueden influir evitando la satisfactoria resolución del contencioso afgano.[63]

 

De igual manera, algunas de estas acciones dificultan y tiene  un  efecto  negativo  sobre  el  proceso  de  estabilización  que  la  comunidad internacional desarrolla. Pero es que Irán busca acrecentar su condición de líder regional.

 

La presencia de fuerzas occidentales en Afganistán y sus relaciones especialmente escabrosas con EEUU, constituyen un motivo de inquietud para Irán, lo que hace que una parte de su estrategia en el país vecino esté dirigida a debilitar las relaciones entre Washington y  Kabul,  así  como  a  reducir  la  influencia  de  occidente  en  el  proceso de pacificación. Para ello busca la acción concertada con Kabul e Islamabad sobre la base de los intereses compartidos pero también utilizando sus evidentes discrepancias sobre algunos de los aspectos de la política norteamericana para la región.

 

Para ello ha seguido una estrategia en positivo complementada con otra de presión. Su estrategia en positivo, esto es mediante políticas de desarrollo y mejora de las condiciones económicas, a nivel local y regional, está presidida por el pragmatismo político, se concentra abiertamente en la región occidental de Irán, en las provincias de Herat, Nimrud y Farah cuyo desarrollo ha promovido buscando su  asimilación a Irán y, por vía de la diferencia, su desconexión del resto del territorio afgano mediante el incremento de su interconexión al territorio iraní.

 

Se trata pues de reactivar el nodo central de la ruta de la Seda que puede servir a Irán para aproximarse a Rusia, India y China, reforzando sus relaciones con ellos, y escapar así a las presiones de los países a poniente mientras da salida a sus productos.

 

Además se trata de estrategias de largo plazo que trascienden lo económico y buscan condicionar políticamente, y que además cuentan con una claro componente regional fruto de la vocación de liderazgo iraní. En este sentido, su esfuerzo económico y político ha propiciado un cambio de  equilibrios dentro del país y aun entre los distintos países.

 

De este modo, Irán está absorbiendo oeste Afganistán dentro de su esfera de influencia económica a mayor velocidad de la que Afganistán está integrando sus propias regiones y ciudades dentro de la economía de la nación. Herat (donde se han realizado las infraestructuras de mayor enjundia)  y las otras dos capitales provinciales fronterizas han quedado mucho más cercanas a Irán de lo que lo están a Kabul.[64]

 

Todo ello hace que Irán sea uno de los principales donantes de Afganistán y que numerosas empresas iraníes se hallen establecidas allí. Este país ha puesto en marcha numerosos proyectos de carreteras y vías férreas que alcanzan incluso a Tayikistán. Las vías terrestres de conexión han sido lo más potenciado.

 

Además ha dado facilidades con ventajosos acuerdos que incluyen aranceles en puertos iraníes (para sustituir el puerto paquistaní de Karachi por el iraní de Chabahar),  se ha promovido la conexión a la red eléctrica iraní[65], lo que ha permitido durante un tiempo, disponer de unos estándares de suministro en la zona de los que aún no disponía ni Kabul.

 

Simultáneamente ha avanzado en la dirección del panpersianismo y el panchiismo estrechando los lazos con las minorías étnicas y lingüísticas afines, apoyando la difusión del farsi (darí) tanto a través de los medios de comunicación como en el ámbito de la comunicación. Se está promoviendo la construcción de escuelas y universidades de credo y lengua afín, bien becando alumnos para estudiar en Irán bien aportando por la implantación de universidades y centros de formación en suelo afgano.[66]

 

En el ámbito de la comunicación con publicaciones en que se defiende desde una perspectiva religiosa su posicionamiento político. Añádase a eso la utilización de misioneros al modo saudí esto es como educadores o la presencia de entidades filantrópicas (hospitales, clínicas…) de capital iraní que proporcionan servicios que el Estado no es capaz de suministrar.

 

Estas acciones se han complementado  a nivel político mediante el apoyo a partidos como el Hezb-e-Wahdat Islami (Partido de Unidad Islámica) pro hazara y fundado en Teherán que agrupa a chiitas desde moderados hasta radicales y que ha llevado a su líder a ser vicepresidente con Karzai. En Herat mantiene importantes vínculos con el Hezb-e Harakat-e Islami-e Mardom-e Afganistán (Partido del Movimiento Islámico del Pueblo Afgano), formación multiétnica moderada liderada hazara y pro-iraní Anwari o también con el  partido proiraní Wadhat, que es el partido más próximo a Teherán y con el que trata de reducir la influencia islamista. También se le acusa del despliegue de su servicio de inteligencia en el país, especialmente en Herat y de utilizar sus empresas para tales propósitos. [67]

 

Una cuestión critica en las relaciones entre Irán y Afganistán es la problemática del narcotráfico que, reducido en la época de los talibanes, ha experimentado tras la intervención un notable desarrollo contribuyendo a la financiación de los grupos insurgentes, la aparición de mafias económicas además de a la corrupción de todos los aparatos del Estado y gobierno. Sustituir este modelo económico es necesario aunque difícil  pero más necesario es no ignorar su realidad y su más que notable contribución al PIB nacional (en torno a la mitad), toda vez que acumula entre el 80 y el 90% de la producción mundial de opiáceos.[68]

 

El resultado de los flujos ilícitos que asolan el conjunto de la región y que se dirigen al resto de Asia y Europa es, como ya se ha señalado la existencia de 2 a 3 millones de drogadictos lo que genera un gran desafío desde punto vista moral (el consumo está condenado en el Islam), socioeconómico (detracción recursos dedicados programas rehabilitación y educación, instalaciones penitenciarias, seguridad fronteriza) y sanitario (infecciones por virus VIH). Además corrompe a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en la frontera y menoscaba su legitimidad. Irán, especialmente desde 2008, se ha implicado a fondo en la lucha contra este fenómeno con esfuerzos tanto a nivel regional como internacional. Según la ONU (informe de ONUDC correspondiente a 2013) es el país del mundo que decomisa mayores cantidades de opio y heroína con un 81 y un 34 por ciento respectivamente de la incautación mundial.

 

Más de 200.000 personas son capturadas cada año por tráfico de drogas y muchas son condenadas a la pena de muerte. Según cifras de organizaciones de derechos humanos, tres cuartas partes de los ejecutados en Irán son acusados de tráfico de drogas. En el año 2011, casi quinientas personas fueron ejecutadas por este delito. Añádase 3.700 oficiales iraníes muertos y 12.000  heridos en combates narcos. De todo ello culpa a la intervención en Afganistán toda vez que tras ella la producción de drogas se ha incrementado.

 

Irán reconoce 250 km. de frontera con Afganistán no vigilados y está procediendo a la construcción de un muro – de hecho lleva años en ello – cosa que, por otra parte, es criticada por no haberse alcanzado previamente una definición de la frontera.

 

A resultas del conflicto se ha intensificado la emigración económica, legal e ilegal, y, por supuesto el flujo de refugiados que se desplazan a Irán. Se calcula en torno a los dos millones el número de afganos aun instalados en su territorio, la mayor parte de ellos ilegales. Estos han vivido sin estar confinados en  campos y con un gran coste  social y una fuerte competencia laboral.

 

En 2002 un acuerdo entre la ONU, Irán y Afganistán establecía el retorno gradual de los refugiados. A partir de 2006 un empeoramiento de la economía  y la presión de la población iraní sometida a un incremento de las tasas de paro trajo consigo un empeoramiento de las condiciones de estancia: nuevos procedimientos empadronamiento, reducción de los subsidios y permisos de trabajo, prohibición de empleo a las mujeres afganas.[69]

 

Entre 2007 y 2009 fueron deportados un millón de afganos, lo que generó una caótica crisis humanitaria de primer nivel toda vez el desarraigo de quienes no podían volver al entorno del que partieron lo que junto a la incapacidad de la sociedad afgana para absorber tales volúmenes, hacían que acabasen en el entorno de las grandes  ciudades como una suerte de lumpen proletariado urbano incrementando aún más las ya de por sí exiguas condiciones de seguridad y el clima de violencia. Los refugiados se han convertido en una pieza más del juego político, en una baza para la presión y la negociación

 

  1. CONCLUSIONES Y PROSPECTIVA.

 

Decía Lord Palmerston que lo único eterno de los países son sus intereses y Bismark  apostillaba que los intereses nacionales son los más fríos de los intereses fríos. El presente y el futuro, no tanto como el pasado, son las piedras desde las que se construyen. Irán y Occidente llevan 36 años de desencuentros tras una Revolución que ya no es un referente para el mundo islámico, que ha encontrado otros modelos como el de Turquía (AKP) y que inspira no pocos recelos entre los países sunitas

 

La institucionalización de un proceso revolucionario ha traído, como tantas veces, su abotargamiento  y esclerotización. La sociedad iraní lleva mal los corsés que se le han impuestos. Es difícil ver películas de bañistas en biquini, para quienes van a bañarse luego obligadamente vestidas y con pañuelo; eso convierte lo extranjero en una ensoñamiento y también en un deseo no satisfecho que convive con las más rancias contradicciones. En España lo conocemos: las suecas, “Bienvenido Mr. Marshall”, las procesiones con flagelantes… pertenecen a un pasado no tan lejano y que puede sernos común.

 

Un régimen demandante con sus ciudadanos debe, cuanto menos, solucionar sus problemas básicos; la crisis económica iraní, en parte inducida por el embargo, ha obligado a Irán a sentarse a negociar, no se olvide. La economía ha demostrado ser el talón  de Aquiles  de un Irán excesivamente dependiente del petróleo y con problemas  de distribución de riquezas, si bien deben destacarse los esfuerzos que se han realizado por diversificar  las fuentes de ingresos y contar con una tecnología propia. En este sentido su aventura ha sido más exitoso que la de Argelia con sus “industrias industrializantes” en los ochenta.

 

El islamismo, como apuntara Oliver Roy se ha banalizado y la inserción en la comunidad internacional, el proceso de racionalización que impone la globalización, acabará por modular sus demandas. En el siglo XXI progreso económico e independencia (cultural, ética,…) son procesos difícilmente compatibles. El paquete se vende completo. Internet y el turismo, por ejemplo, necesariamente harán evolucionar al país.

 

Los acuerdos del 14 julio y el júbilo que ocasionaron y pude contemplar desde el propio Irán son el culmen de un largo proceso negociador y suponen muchas concesiones entre las partes. Su simbolismo es importante por más que, como señalara Rohani, este conflicto haya sido innecesario, opinión que comparto. Con todo, y como se ha visto, la política exterior de Irán no ha sido amable con Occidente.

 

Pero a los críticos con el acuerdo cabría recordarles que la naturaleza dialéctica de las relaciones internacionales hace que dejar abierta una puerta pueda ayudar en su lucha a los demócratas,  mientras cerrarla solo sirva para la consolidación  en el poder de los duros. Por tanto se impone continuar negociando aunque sin olvidar el pasado ni su sentido. Y además, hay mucho que negociar. El programa nuclear era,  a fin de cuentas,  la escenificación del ansia por el reconocimiento del liderazgo regional iraní en la región.

 

Es de esperar, eso sí, una mayor implicación y una postura más constructiva de Irán en la resolución de los conflictos que asolan Oriente Medio y pueden implicar hasta un cierto cambio en el orden regional que es de desear sea ordenado; habrá que estar atentos para ver hasta qué punto. Y es de esperar, visto lo visto, mucha intoxicación.

 

Oriente Medio cuenta con múltiples centros de poder que mantienen relaciones cruzadas entre sí. Los malabarismos de cinco bolas y las políticas de poder pertenecen al siglo XIX y son muy peligrosos además de difícilmente reproducibles; por ejemplo, las fuerzas trasnacionales vivas y activas en el siglo XXI los dificultan. Las bolas no son tan rígidas como antaño, están dotadas de una textura y consistencia variable en cada caso lo que dificulta el juego de billar.

 

El desplazamiento del centro de gravedad de la política exterior norteamericana hacia Asia Pacífico parejo a nuevas técnicas de explotación petrolífera como el fracking han reducido el interés norteamericano en la zona, una política, además, mucho tiempo condicionada por Israel. Los precios del petróleo no están en su mejor momento.

 

Oriente Medio precisa estabilizarse y el actual marco de relaciones es manifiestamente insuficiente; a fin de cuentas, ha sido incapaz de impedir los múltiples conflictos que hoy se dan en ella; precisa su reforzamiento cuando no su recambio.

 

Es demasiado prematuro vaticinar un nuevo eje de estratégico con Irán, un retorno al esquema estratégico anterior a 1979 que convertían al país en un bastión de Occidente en la zona, por más que como idea no pueda descartarse a largo plazo; son demasiados los entuertos que han de resolverse y más con un régimen que se declara antioccidental y que encuentra las raíces mismas de su legitimidad en ello. Una nueva diplomacia del pin pon como la que sirvió al cambio de modelo de relaciones con China no sería en ningún caso una mala opción

 

Es más, no se trata de sustituir sino de sumar y equilibrar. Las relaciones con países como Arabia Saudí o Qatar son añejas y deben mantenerse pero no han tenido el peso específico o han sido geopolíticamente demasiado periféricas. Y lo cierto es que no han sido capaces de estabilizar la región. Hay que superar las lógicas seculares de confrontación, sacarlas de lo emocional; en el ámbito de las Relaciones Internacionales se rivaliza por algo, no por sistema. Opciones surgidas de este marco como el salafismo como contestación geopolítica al nasserismo y a la vía socialista árabe, son hoy auténticos quebraderos de cabeza. No es malo que los países se guíen por sus propios intereses; eso los hace predecibles.

 

El sistema iraní es estable. Pero, ningún régimen,  ni siquiera  este, puede ignorar la realidad  de la sociedad sobre la que se instala. Si a una reislamización  de las bases debe corresponder  una reislamización de la cúpula, igual movimiento debe suceder a una secularización. La falta de adecuación ha generado un déficit de legitimidad del Estado.

 

El país precisa de reformas estructurales tan profundas que, cuando se acometan, alterarán  los equilibrios  del Estado afectando al estamento  religioso y a la nomenclatura. Y se van a producir; cualquier pequeño cambio puede alterar el sistema y traer uno grande.  La edad del Guía Jamenei y los crecientes rumores sobre su salud pueden acabar tarde o temprano por precipitarlas. La comunidad internacional deberá apoyarlas desde una perspectiva constructiva y posibilista, procurando aproximarlo a Occidente.

 

Es este un régimen que utiliza la represión eficazmente y basa su legitimidad en el hecho religioso; ello unido a la falta de dirección política de la oposición hace difícil que pueda sucumbir ante movimientos como la “marea verde” de 2009 que fue desactivada violentamente.

 

Es más el carácter nacionalista y la historia de Irán impide que la solución a sus problemas pueda venir desde fuera; cualquier  intento de interferir directamente en sus asuntos internos fracasará. La solución a los problemas iraníes debe venir desde dentro. Y la sociedad está lista y lo demanda, la cuestión es ayudarla a afrontarlo. Solo eso.

 

Los cimientos sobre los que se ha construido  la sociedad iraní son sólidos. Un pueblo educado, una sociedad civil vertebrada…están preparados como lo estuvo España en 1975. Las oportunidades de negocio que se abren son muchas y no pequeñas (energía turismo, transportes…). Es de esperar que las empresas españolas puedan posicionarse adecuadamente. Nuestros vecinos y aliados tradicionales son suníes pero las relaciones en el siglo XXI se establecen entre Estados, no entre grupos religiosos.

 

La centralidad geopolítica de Irán es demasiado importante para que Occidente renuncie a su amistad. Los Estados sirven a los pueblos y no a la inversa; lo que tiene que producirse, se producirá. El ritmo lo marcará el país, Occidente debe contribuir a que se desarrolle de una forma ordenada. El tiempo siempre acaba por alcanzarnos a todos.

 

 

CRONOLOGÍA

 

 

Siglo VIII A.C. Imperio medo

 

640 A.C. Fundación del Imperio persa por Giro el Grande
522 A.C. Máxima expansión Imperio persa bajo Darío 1
331 A.C. Batalla de Gaugamela  Victoria de Alejandro Magno
634 D.G. Comienza la  invasión árabe del Imperio persa
Siglo IX Se consolida la lengua farsi
1221 Ocupación mongol
1501 Proclamación del chiismo como religión de estado
1639 Fin de la guerra de 150 años frente a Turquía
Siglo XIX Rivalidad ruso británica por Persia
1828 Cesión del Cáucaso a Rusia
1921 Golpe de Estado de Reza Khan coronado emperador en 1925
1935 Persia cambia su nombre por el de Irán
 

1941

Derrocamiento de Reza Khan por su posicionamiento pro alemán. Comienza reinado Reza Palhevi
1951 Nacionalización de la industria del petróleo
1953 Derrocamiento del primer ministro Mosadeq
1963 Revolución Blanca, occidentalización autoritaria del sah
1979 Revolución Islámica
1981 Fin de la crisis de los rehenes
1980·1988 Guerra Irán lrak
 

1989

Muere Jomeini. Le sucede Ali Jamenei. El tecnócrata Rafsanjani nuevo presidente. Reelegido en 1993
1995 EE.UU. impone sanciones a Irán por su apoyo al terrorismo
1997 El Reformador Jatami nuevo presidente. Reelegido en 2001
2002 EE.UU. incluye a Irán en el Eje del Mal
2003 Irán anuncia suspensión programa enriquecimiento de uranio
 

2005

Ahmadineyad elegido presidente Irán. Se reanuda programa  de enriquecimiento de uranio
 

2006

Irán enriquece uranio al 3,5%. El Consejo de Seguridad vota imponer sanciones
2009 Reelección de Ahmadineyad. Marea Verde. Protestas en la calle
 

2010

Irán inicia un programa para enriquecimiento de uranio al 20%. Escala·da. Se intensifica el régimen sanciones de la comunidad internacional
 

2012

 

La Unión Europea impone un embargo a los productos petroleros iraníes

2013 Elección de Hassan Rohani como Primer Ministro
2015 Acuerdo nuclear

 

 

[1] KEDDLE. Niikki R. El Irán moderno. Verticales  de bolsillo. Barcelona 2009.

 

[2] MALEKI, Abbas.”¿A dónde va Irán?” en VV.AA La Vanguardia Dossier núm. 24/ 2007 “Irán por dentro”  p. 29.

[3] HAKIMINIAN, Hassan “La economía después de la revolución”en VV.AA La Vanguardia Dossier num. 24/ 2007 “Irán por dentro”  p. 75

[4] KHOSROKHAVAR, Farhad “La nueva sociedad Irání y el poder político conservador^ en VV.AA La Vanguardia Dossier num. 24/ 2007 “Irán por dentro”  pp 8-15.

[5] KHAJEHPOUR, Bijan. “The Impacts of Internal and External Tensions on the Iranian Economy “ en Middel East Program. Occasional paper, 2011.

[6] IBIDEM.

[7] CIA World Fact Book.

[8] VV. AA. •Dossier  Irán 201O». www.maec.es.

 

[9] IBIDEM.

[10] YANN, Richard. El islam shií. Ediciones Bellaterra, Madrid 1998.

[11] ZACCARA, Luciano. «Irán: sociedad política y económica» en VV. AA. Irán como pivote geopolítico. Ministerio de Defensa 2010.

[12] TOSCANO, Roberto. Op,Cit.

[13] YANN, Richard. Op.cit.

[14] SCHIRAZI, Asghar «Una república imposible» en VV. AA. La Vanguardia Dossier nº 24/ 2007. «Irán por dentro» pp.18-26.

[15] TOSCANO, Roberto. Op.cit.

[16] VATANCA, Alex. Republic enemy – “US policy and Iránian elections”. Janes Intelligence Review, 2008 p. 8

[17] NASR, Vali. «La nueva potencia hegemónica» en VV. AA. La Vanguardia Dossier nº 24/ 2007. «Irán por dentro» pp.18-26.

[18] SCHIRAZI, Asghar •Una república imposible>> en VV. AA. La Vanguardia Dossier n° 24/ 2007. •Irán por dentro>> pp.18·26.

[19] ZACCARA, Luciano. Op. cit.

[20]HALLIDAY, Fred. •Contexto sociopolítico: La política interna de Irán y efectos en su política exterior>• en W. AA. Irán Potencia emergente en Oriente Medio. Implicaciones en la estabilidad del Mediterráneo. Cuaderno de Estrategia no 137, Ministerio de Defensa 2007, p. 28.

 

[21] DE PLANHOL. Javier. Las naciones del Profeta. Biblioteca del Islam Contemporáneo. Ediciones Bellaterra.Barcelona 1988,p. 667.

[22] NÚÑEZ GARCÍA-SAUCO, Antonio. «Introducción» en VV. AA. Irán como pivote geopolítico. Ministerio de Defensa 2010.

[23] VATANCA, Alex. Op. cit., p. 7.

[24] ESTEBAN DE LAMA, Miguel Ángel. “Irán ante la misión de ISAF en Afganistán.” Monografía para el III CSIFAS, Escuela Superior de las Fuerzas Armadas 2010

[25] IBIDEM

[26] DEL PINO, Domingo. “Chiitas contra Sunitas” Revista Española de Defensa Núm. 246 noviembre 2008 pp. 62-67

[27] MARTÍN, Javier. Sunnies y chiíes. Los dos brazos de Alá. Ed.La Catarata 2014.

[28] DEL PINO, Domingo. “Chiitas contra Sunitas” Op. cit.

[29] Martín, Javier. Sunnies y chiíes. Los dos brazos de Alá. Op. cit.

[30] MARTÍN, Javier. “Los Chiíes”. Revista Foreign Policy. Abril/mayo 2006 pp. 14-21.

[31] ARUFLO, Alessandro. El Mundo Islámico . De Mahoma a hoy. Editorial Popular, Madrid 2002.

[32] AL GHARBI, Iqbal “El Chiismo y el Magreb”Akkar/Ideas, Primavera 2009 pp. 20-21.

[33] MARTÍN, Javier. Sunnies y chiíes. Los dos brazos de Alá. Opus citada.

[34] IBIDEM

[35] MARTÍN, Javier. “Los Chiíes”. Opus citada.  pp. 14-21.

[36] IBIDEM.

[37] AL GHARBI, Iqbal “El Chiismo y el Magreb” Akkar/Ideas, Primavera 2009 pp. 20-21.

[38] YANN, Richard. El Islam Shií. Ediciones Bellaterra, Madrid 1998.

[39] MNEIMNEH, Hassan. “The arab reception of Vilayat-e-Fasquih. The counter-Model of Muhammad Mahdi Shams al-Din.” Current trend in Islamist Ideology/Vol 8.

[40]BARM, Samuel. Opus Citada.

[41] IBIDEM.

[42]IBIDEM.

[43] TALT, Robert. «Iran still center of middle east great game» en http://www.rferl.org/content/is_Irán_still_center_of_mideast_great_game/3556457.html.

[44] FRADKIN, Hillet. “b The Paradoxes of Shiism” en VV.AA.  Current Trends in Islamist Ideology Vol  8.

[45] Sha de Persia, fundador de la dinastía de los Afsharidas.

[46] ELAD ALTMAND, Israel. Opus citada.

[47] ZACCARA, Luciano. «Irán: sociedad política y económica» en VV. AA. Irán como pivote geopolítico. Ministerio de Defensa 2010.

[48] NASR, Vali. Op. cit. pp.18-26.

[49] CLAWSON, Patrick. «The red lines. How to progress in US Iran Policy». The Washington Institute Working paper. 2010. www.washingtoninstitute.org.

[50] PATRIKARAKOS, David. Iranian Impasse. ISN, Center for Security Studies (CSS), ETH Zurich, Switzerland 2010.

[51] NASR, Vali. Op. cit. pp.18-26.

[52] AMUZEGAR, Jahangir. «Iran crumbling Revolution» en Revista Foreign Affairs January/ February 2003. pp. 47-50.

[53] YANN, Richard. El islam shií. Op. cit.

[54] CARPINTERO, Natividad. «El programa nuclear Iraní» en VV. AA. Irán como pivote geopo-lítico. Ministerio de Defensa 2010.

[55] SOLANA, Javier. «Hacia un consenso en Siria» http://www.project-syndicate.org/com-mentary/toward-a-syria-consensus-by-javier-solana/spanish.

[56] Las claves del acuerdo son que Irán no producirá uranio altamente enriquecido durante los próximos 15 años; se deshará del 98% del material nuclear que posee; eliminará 2/3 de las centrifugadoras instaladas; las potencias podrán verificar el grado de cumplimiento del acuerdo. Naciones Unidas podrá levantar las sanciones que pesan sobre Irán, que antes del levantamiento deberá cumplir algunos acuerdos básicos. Las sanciones se mantendrán durante los próximos cinco años en el caso de las armas y durante los próximos ocho en el caso de los misiles balísticos. (http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150714_iran_acuerdo_nuclear_potencias_ac)

 

[57] VV.AA. “Análisis de regiones. Sur de Asia (I). Afganistán-Pakistán-Irán” Escuela Superior de las Fuerzas Armadas, diciembre 2012.

[58] IBIDEM.

[59] IBIDEM

[60]JASI, Feruza “Relations between Iran and Central Asia” en http://enews.fergananews.com/article.php?id=2520

[61] IBIDEM.

[62] IBIDEM.

[63] ESTEBAN DE LAMA, Miguel Ángel. “Irán ante la misión de ISAF en Afganistán.” Monografía para el III CSIFAS, Escuela Superior de las Fuerzas Armadas 2010.

[64] “Iran to carry out projects in Iraq, Afghanistan, Tajikistan”, Fars News Agency, julio 3, 2008.

 

[65] “Iran pledges help in power sector”, Pajhwok Afghan News, june 25, 2006.

 

[66] “Iran Universities to open branches abroad”, Fars News Agency, february 15, 2009.

 

[67] ESTEBAN DE LAMA, Miguel Ángel. “Irán ante la misión de ISAF en Afganistán.” Monografía para el III CSIFAS, Escuela Superior de las Fuerzas Armadas 2010.

[68] IBIDEM

[69] ESTEBAN DE LAMA, Miguel Ángel. “Irán ante la misión de ISAF en Afganistán.” Monografía para el III CSIFAS, Escuela Superior de las Fuerzas Armadas 2010.

 

Este articulo, corresponde al documento “Panorama geopolítico de los conflictos.2018”

 

 IRAN, UN PAIS EN EL CANDELERO

 

 

Irán es un país bellísimo, una cultura milenaria e imprescindible, cuya presencia, por una razón o por otra, es permanente en los medios de comunicación. Y es que su conducta viene siendo desde 1979, fecha de su Revolución,  objeto de especial preocupación en la comunidad internacional.

 

Ahí está la inquietud que suscita su pasado revolucionario y perturbador; su eventual liderazgo en la región; su rivalidad geopolítica con Arabia Saudí; su oposición al Estado de Israel con la que trata de hacerse con la representación del mundo islámico pese al carácter minoritario con que cuenta el Chiismo dentro del mismo; su apoyo a grupos de milicias como Hezbolá, Yihad Islámica y Hamas; su papel en la guerra Siria, donde ha contado con entre 70 y 80 mil efectivos, según la fuente, nutridas probablemente por contingentes de refugiados afganos y paquistaníes, y eso sin contar las fuerzas de Hezbolá, nada menos que un tercio de las cuales han caído en combate; sus interferencias y juegos geopolíticos en Afganistán y los países de Asia Central;  su rol en Irak; la polémica suscitada por la retirada del acuerdo nuclear de Estados Unidos y el eventual alineamiento norteamericano con las tesis de Israel; su apuesta por la expansión del Chiismo aun en países de tradición sunita; sus relaciones con Qatar que están en el fondo de la actual proscripción saudí del régimen; la instrumentación desestabilizadora de las poblaciones dentro del llamado arco chií …

 

Y es que Irán es uno de los países más sólidos de la región. La raíz interna del problema que plantea es que aún hoy es un país prisionero de la retórica de una Revolución que tuvo lugar hace más de 40 años y que trata de retener una sociedad que ha cambiado y que mayoritariamente quiere mutar sus estructuras. Y ese cambio acabará por producirse más pronto que tarde. Los signos en ese sentido no son pocos; la mutación mejor que sea pilotada desde dentro para que sea ordenada. Esto a veces hace olvidar que antes de la Revolución, Irán era nada menos, que el guardián de los intereses de Occidente en la región; las viejas fotos en blanco y negro de padres y abuelos que cuelgan de las tiendas vestidos con corbata, lo atestiguan.

 

  1. IRÁN COMO ACTOR INTERNACIONAL.

 

La palabra Irán significa literalmente el “país de los arios;” esta denominación, en 1935, sustituyó a la añeja Persia; había en ello un ánimo de modernización y refundación. Y es que el Imperio persa, es uno de los grandes imperios del mundo antiguo  – sus orígenes se sitúan en el siglo VII a. C.; no obstante, las dinastías de Elam son del 2800 a.C – cuando abarcaba toda la superficie comprendida entre China y el Imperio bizantino, su gran rival histórico; llego a  incluir parte de los actuales Estados de Libia, Bulgaria y Pakistán.

 

Lo cierto es que la Historia de Irán – y no solo  la Revolución- han  originado  una cultura sincrética que mezcla lo occidental con lo oriental, lo laico con lo secular, lo urbano con lo rural acelerando la construcción de un Estado-nación;  para ello se basó en las ciudades de lengua persa, lo cual le ha hecho entrar no pocas veces en conflicto con las identidades particulares.[1]

 

Y es que la persa, es ante todo una cultura específica y diferenciada dentro del mundo musulmán que trasciende lo étnico y lo religioso, es un nacionalismo con sus propias respuestas que se sirve el lenguaje simbólico del Chiismo y sus mitos para vehicular su mensaje.

 

Irán es, de hecho, un vasto territorio (1650 km2, tres veces superior en tamaño al de España) que ocupa un espacio atravesado, como se ha visto, por distintas líneas de fractura (religiosas, étnicas, lingüísticas, culturales), ha sido frontera (hasta la creación del Estado de Afganistán en el contexto del Gran Juego) de los imperios indio, turco, ruso, chino; es lugar de paso hacia Oriente Próximo, el Caspio, el Cáucaso y Asia Central; de hecho, actualmente cuenta con 17 fronteras terrestres y marítimas.

 

Estas circunstancias le convierten en una falla no solo geológica – periódicamente se suceden catastróficos movimientos telúricos en el país como el que, en  2003, arrasó la ciudad histórica de Bam – a caballo entre varios mundos, lo que Brzezinski identificará como uno de los cinco pivotes geopolíticos de Eurasia, una encrucijada estratégica. Es el Estado mejor situado para dominar Oriente Medio y, junto con Rusia, para monopolizar las rutas entre el Gran Oriente y el Gran Occidente. Cuenta además con un peso demográfico suficiente para ello.

 

Y es que con sus 81 millones de habitantes (algo más del 1% de la población mundial) dispone de las segundas reservas probadas de gas y las cuartas de petróleo y su PIB sea el 20º del mundo  (el 83º sí se atiende al PIB per cápita).

 

No obstante, hay una fractura entre sistema político y sociedad real; se apunta a una pérdida de religiosidad que, de facto, ha motivado diversas campañas de promoción. La presencia de entre 2 y 3 millones de drogadictos[2], por ejemplo, es un severo cuestionamiento del sistema normativo y moral; Irán es no solo un país de tránsito sino también de consumo de estupefacientes. La Revolución se ha institutocionalizado anquilosándose y ya no es capaz de aportar más soluciones salvo reproducirse a sí misma. Lo que no es en modo alguno discutible es que el régimen se mantiene estable, aunque se trata de una estabilidad susceptible de modificarse abruptamente.

 

El país es una estructura política milenaria que, remontándose a los Aqueménides  – aún pueden verse junto a Persépolis, los restos de las tiendas con las que el sah agasajó a sus invitados en 1971 con ocasión del 2500 aniversario de su fundación – encuentra su legitimidad tanto en el Chiismo – el 89% de los iraníes son chiíes, el 10% suníes y el 1% de otra religión;[3] en el parlamento hay  2 plazas para cristianos armenios y 1 para cristianos asirios, 1 para los zoroastrinos y 1 para los judíos – como en una Revolución; pero es una sociedad diversa, pujante y en ebullición[4], sin ánimo de dejarse encorsetar.

 

Y es que a lo largo de la Historia, el territorio iraní ha sido asentamiento de distintos imperios, lo que ha determinado que incorpore una diversidad de etnias en la que las más importantes son la persa 51%, azerí 24%, gilakis 8%, kurdos 7%, árabes 3%, luríes 2%, baluchis 2%, tukmenos 2%[5], y dicho sea de paso, unos 13.000 judíos.

 

Existen también múltiples idiomas, de los cuales el farsi es el más importante, siendo la lengua materna de, al menos, la mitad de los iraníes y la utilizada por todos; otro 25% de la población tiene por lengua materna un dialecto túrquico.

 

El persa era el lenguaje de la diplomacia turca, y hasta 1835 el segundo idioma de la India y el preferido por sus élites.  Además, existen dialectos del farsi en países del entorno cultural.  El sufijo “-istán“, que significa “lugar” y que sirve de gentilicio para muchos países de la zona, es de origen persa. La extendida idea del “Gran Irán,” aunque sólo sea en un sentido cultural, genera sentimientos irrendentistas.[6]

 

Esta diversidad introduce tensiones en su vida política  en la que aparecen movimientos nacionalistas y hasta insurreccionales. Y a la contra, hace que los intereses iraníes vayan más allá de las actuales fronteras políticas del Estado, extendiéndose a otros países anteriormente parte de su imperio, a su esfera cultural y al mundo chií en general. Con todo, la política exterior iraní manifiesta no tener ambiciones territoriales.

 

En este contexto, Irán ha renunciado a la recuperación de los territorios perdidos a lo largo del siglo XIX. No hay anhelos de expansión territorial aunque, de vez en cuando, surjan esporádicas reclamaciones sobre Bahréin, recordando que fue una provincia de la antigua Persia; y aún mantiene en su poder tres islas de los Emiratos Árabes Unidos ocupadas desde los tiempos del sah. Irán, a su vez, trata de presentarse como un «poder suave», constructivo y componedor, en el ámbito de su esfera cultural.

 

Su política exterior desde 1979 podría calificarse de dual en el sentido de que ha tratado de exportar la Revolución y atender a sus intereses nacionales simultáneamente,[7] primando unos u otros más o menos según la fase considerada aunque sus anhelos revolucionarios tienden a desaparecer; y además, en una triple dimensión fruto de su pasado: imperial, revolucionaria y religiosa.[8] Y está probada su pasada participación en actos terroristas.

 

De hecho, cabe dividir la política exterior de este país en cuatro fases; una primera de exportación de la Revolución que abarcaría el periodo de 1979 a 1989. A partir entonces, con la sustitución como Guía de Jomeini por Jamenei se inicia un nuevo ciclo, de facto el Termidor del movimiento revolucionario con la moderación que requiere el acompasamiento a la realidad internacional. Jamenei es pragmático y busca, como prioridad, la inserción de Irán en su entorno regional, eso sí, como líder.

 

Con él, Irán se incorpora al sistema internacional de la mano de los presidentes Rafsanjani primero y Jatami después, en un periodo que alcanzaría hasta 2005; entonces, tras ser el país incluido en 2002 en el llamado “eje del mal,” se producirá aquel año el ascenso de Ahmadineyad que marcaría un regreso a la confrontación, especialmente tras su elección en 2009 lo que llevó a sanciones más duras que las ya impuestas en Naciones Unidas en 2006, esta vez específicamente por parte de Estados Unidos y la UE en 2012. En 2013, la llegada de Rouhani traería de vuelta  posiciones más conciliadoras; este calificó la divergencia en torno al programa nuclear como innecesaria, dando paso al acuerdo de 2015 en la que se instalan las actuales divergencias con Washington.

 

Como prolongación de los añejos odios entre sunitas y chiitas, Arabia Saudí e Irán han mantenido una disputa de modo indirecto pero que ha ido creciendo en violencia e intensidad, se  ha desplazado a otros terrenos y se ha materializado en otros territorios (proxy wars).

 

Así, ha apoyado a Irak en su enfrentamiento con Irán y tratado de quebrar el eje sirio iraní creado en 1988 para hacer frente a Saddam Hussein apoyando tanto a la oposición como a movimientos islamistas en su interior, política que ha seguido durante la guerra civil siria. En Afganistán los saudíes y los paquistaníes (principales beneficiarios de las donaciones saudíes) apoyaron al régimen talibán (fue uno de los tres países que los reconocieron) mientras Irán lo hacía a la Alianza del Norte.

 

Las relaciones de EE. UU.  se intensificaron  en la segunda  mitad del siglo XX, tras la salida de los británicos al nacionalizarse la Anglo Iranian Oil Company. En 1953 auspició un golpe de Estado dando paso a una relación estratégica que, durante 29 años, convirtió a Irán en el gendarme de Occidente en la región. Pero, al mismo tiempo, permitió la transferencia del odio que en el país se sentía hacia los británicos por su dominio del país a lo largo del siglo XIX.

 

Los problemas  con Irán superan lo propiamente racional para adentrarse  en lo emocional, lo que ha cronificado el conflicto con Estados Unidos. Y es que, tras esta, Jomeini demonizó a los EE.UU. -«el Gran Satán»- por haber soportado  el régimen anterior. Y cuando  este país admitió temporalmente  al sah, se produjo  el secuestro del personal de su Embajada que fue retenido durante 444 días (con una operación de rescate fallida incluida),  que condicionó definitivamente la actuación del gobierno y sirvió a consolidar la Revolución imponiendo la línea política del Ayatolá.[9] La base de la Revolución, en clave de política exterior, fue así la humillación de Estados Unidos.

 

Las razones racionales del desencuentro norteamericano han sido la cuestión nuclear, la oposición iraní al proceso de paz, la perturbación del orden regional o  el apoyo iraní al terrorismo internacional. Irán ha reclamado tradicionalmente a EE.UU. que no interfiera en sus asuntos internos, acepte la legitimidad de la Revolución y construya sus relaciones sobre el respeto y la igualdad. Pretende que acepte a Afganistán, Asia Central y el Golfo Pérsico como sus zonas de influencia,  convirtiéndolo en la gran potencia islámica y desplazando definitivamente a Turquía o Arabia Saudí.[10]

 

En este contexto de confrontación, EE.UU. ayudó a Irak durante la guerra (1980-1988), aislando además diplomáticamente a Irán, si bien a esa época corresponde el affaire Irán-Contra o Irangate, la venta de armas a Irán para financiar la contra nicaragüense. En 1996, la ley D´Amato impuso sanciones a las compañías extranjeras que invirtieran en el sector energético  iraní.

 

Tras el 11-S la Comisión creada al efecto acusó a las autoridades iraníes de haber consentido la libre circulación de miembros de Al-Qaeda por el país en tránsito para su entrenamiento en territorio controlado por los Talibán, entre ellos de ocho a diez de los secuestradores del 11-S.

 

En 2002 EE.UU. situó, como ya se ha señalado, a Irán en el «Eje del mal» mientras Jatami trataba de realizar  una aproximación  apoyando tácitamente  la invasión norteamericana de Afganistán; esta declaración fue contestada desde Irán con una comparecencia conjunta de todas las líneas representativas  del régimen incluyendo el líder espiritual Jamenei (apoyado por los fundamentalistas de la línea dura), Jatami  (reformista) y Rafsanjani  (antiguo presidente, tecnócrata).[11]

 

Fruto de estas dinámicas, EE. UU. ha acabado  por rodear Irán desplazando fuerzas a Arabia Saudí, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahréin,  Kuwait, Irak, Omán,  Uzbekistán y Tayikistán. Es una broma muy conocida  en Irán decir que Canadá  e Irán son los dos únicos países  del mundo  cuya única  frontera  es EE. UU.[12]

 

El desafío a Occidente se inscribe en el antiimperialismo y su defensa ultranza del principio de «no injerencia»  de la Revolución que se sostiene al mismo tiempo que se desarrollan actividades  extraterritoriales. Merece citarse su apoyo (militar, financiero, político, armamentístico…) a grupos como Hezbolá, Yihad Islámica o Hamas incluidos en las listas  de organizaciones terroristas  de algunos  países, así como su pasada  y, dicho sea de paso, probada participación  en actividades terroristas en Alemania y Argentina.

 

La cuestión de los derechos humanos es otro plano de enfrentamiento que sirve a la  demonización  del régimen. La vulneración  de derechos  fundamentales como son los de asamblea, petición, libertad de opinión y religión e intimidad, la violencia en la actuación de las fuerzas de orden público, casos de tortura o las ejecuciones públicas y hasta publicitadas (para el desafío) por procedimientos del pasado (menores y homosexuales incluidos) han suscitado en no pocas ocasiones la condena internacional. Estas áreas han estado controladas por la línea dura del régimen que las han utilizado tradicionalmente para tensionar las RR.II. y escoger el momento para poner contra las cuerdas a los moderados.  En el informe de Amnistía internacional de 2017/2018, se sigue dando cuenta de esto.

 

Otro aspecto candente y de actualidad es el nuclear. En 1957 Irán firmó un acuerdo con EE. UU. que preveía para finales del siglo XX dispusiera  de 23 centrales nucleares. Jomeini  era contrario  al arma nuclear y abandonó estos proyectos.[13] En 2002 unas fotos satélites descubrieron dos emplazamientos nucleares clandestinos y en 2003 el presidente Jatami anuncia el abandono de Irán del programa de enriquecimiento de uranio.

 

Irán es un país signatario del Tratado de no Proliferación Nuclear; cuenta con derecho al uso de esa tecnología  para fines civiles pero su conducta no se ha mostrado fiable. Su afirmación es la esencia del desafío que ha utilizado como palanca para el cambio de estatus en la región; es difícil que pueda -o quiera- conseguir el arma como hiciera Corea del Norte, ante la mirada impotente de Occidente que contempla,  escarnecido, como va seccionando en sucesivas rodajas el problema al igual que un trozo de salami. Pero ni Irán es Corea, ni Oriente Medio  el nordeste asiático.

 

Con su programa ha tratado de asumir el liderazgo tecnológico (e industrial) acorde a un nacionalismo que precisa resultados. Ha tenido éxito en campos como la informática, la nanotecnología o la industria militar; está entre los nueve países del mundo capaces de colocar un satélite en órbita, y su vehículo de lanzamiento, por más que en esta área no haya llegado tan lejos como Corea del Norte; cuenta con misiles Shahab 3 de 1.300 kilómetros  de alcance. A esta misma lógica de prestigio ha obedecido su presencia naval en el Cuerno de África en las labores de lucha contra la piratería.

 

La elección de Hassan Rouhani, que había sido jefe del equipo negociador entre 2003 y 2005 auguraba los buenos resultados que finalmente se alcanzaron; no en vano, calificaba a su gobierno como “de la esperanza y la prudencia.” De hecho, tildó este enfrentamiento de “innecesario,” reconociendo su naturaleza simbólica. Era siempre una opción win win. Su programa político se centraba en la maltrecha economía nacional para la que el acuerdo era un gran paso adelante.

 

Este,[14] el Plan de Acción Conjunto y Completo, se explica en el contexto regional  de Oriente Medio y la necesidad de una colaboración activa de Irán en sus casi infinitos problemas, de no pocos de los cuales, es parte cuando no causa. También se explica por la debilidad de un régimen anquilosado y con problemas de legitimidad con una población que clama por que no se le impongan mordazas y ataduras y se mejore la situación económica.

 

En esta situación, el régimen no podía permitirse ni una crisis económica ni una nueva “marea verde” como en 2009; el esfuerzo de Ahmadineyad por reprimir el movimiento verde supuso un severo peaje en términos de legitimidad.  Y es que un Estado autoritario cuenta con un déficit de legitimidad que solo se cubre mediante la eficacia. Como resultado de todo esto, Irán cumple, según los informes, escrupulosamente lo acordado.

 

Los críticos con el Acuerdo inciden en el hecho de que  este deja fuera los vectores de lanzamiento mientras Irán que los continúa perfeccionando, lo que compromete la seguridad de Israel; además tampoco entra en su papel de perturbador regional.

 

Un Irán cada vez más cercano a su retóricamente demonizado Israel al que acosa mientras trata de crear un “eje de resistencia” apoyando a Hezbolá y Hamas y ahora puede actuar desde eventuales bases iraníes en Siria;  dispone además de misiles que puede facilitar a estos grupos sino quiere que, simplemente, los usen sus tropas.

 

Con ello conseguiría, en el contexto actual y al socaire de los Acuerdos, el envolvimiento estratégico y contacto directo con su enemigo declarado al que puede enfrentar directamente mientras su propio territorio queda  resguardado. Esto puede ser un riesgo existencial para Israel; por tanto, demanda respuestas a corto plazo, por más que la condición de minorías regionales, paradójicamente, pueda hacer concurrentes sus intereses y posibilite la colaboración en el largo plazo.[15]

 

No obstante, la decisión de retirarse del Acuerdo formulada por el presidente Trump no servirá a frenar el desarrollo del arma nuclear pues no fue capaz de hacerlo antes si Irán, a su vez, abandona el tratado. Y es que el Acuerdo puede subsistir sin Estados Unidos pero no sin Irán. La retirada del país sería, eso sí, muy dañina para la economía iraní que se había beneficiado del retorno a los mercados internacionales, perjudicaría al sector reformista del régimen y añadiría gran incertidumbre a las inversiones en el país.

 

Las amenazas vertidas por el general jefe de la Guardia Revolucionaria ya en 2018, uno de los sectores duros – y contestada por el propio presidente Trump – señala el fracaso norteamericano en Afganistán; con ello exhibe la facilidad iraní para dificultar las actuaciones de la comunidad internacional allí. Pero es que además los hutíes han atacado petroleros saudíes en Bab al Mandeb  y la armada iraní ha realizado maniobras en las inmediaciones de Ormuz trasladando un claro mensaje también a la comunidad internacional. En 2019 se han producido ataques de origen desconocido contra petroleros en la zona.

 

Las sanciones del gobierno Trump pueden profundizar, y mucho, en estos desequilibrios. Y este es el país del mundo que, después de Corea del Sur, mayor incremento de su Índice de Desarrollo Humano  ha experimentado en los últimos 30 años.

 

Con la firma del Acuerdo nuclear accedió a sus fondos congelados en bancos extranjeros y recuperar su lugar en el mercado de petróleo obteniendo un crecimiento del PIB anual en marzo de 2017 del 12,5% mientras la inflación bajaba en torno al 10%.  En 2018, tras el abandono de los Acuerdos por EE.UU  el rial se ha depreciado  un 85% y la inflación se ha disparado.[16] Y es que 2012 y 2016 Irán perdió 160.000 millones de dólares por la incapacidad de vender el crudo.[17] Con las nuevas medidas se estima puede perder hasta un 70% de la producción de crudo. Por si fuera poco, en 2017, una dura sequía ha arruinado su agricultura y le ha hecho incumplir su compromiso de suministrar electricidad al Sur de Iraq que Arabia Saudí se ha apresurado a ofrecer suplir.

 

 

  1. UNA HISTORIA COMPARTIDA.

 

Irán se sitúa en la inevitable conexión entre Oriente Medio y Asia Central. El país, al igual que el dios Jano mira simultáneamente hacia ambos lados que vienen a ser, igualmente, expresiones de su identidad.

 

Y es que en la región confluyen una pluralidad de líneas de fractura que la convierten en un área de mestizaje, de transición entre culturas no suficientemente conocidas en Occidente como la irania, la rusa y la mongola. A lo que se suma su importancia geopolítica no sólo por ser un cruce de caminos, sino también por los hallazgos de petróleo y gas y otras materias primas estratégicas.

 

Uno de esos lados, el que nos ocupa, Asia Central, es en su sentido lato, a ojos occidentales, una inmensa altiplanicie de estepas y desiertos que abarca más de seis millones de kilómetros cuadrados un espacio indefinido, lejano y desconocido,  que además ni siquiera resulta homogéneo geográfica, cultural o etnolingüísticamente. Cercana al mito, la región se asocia con Alejandro Magno, la Ruta de la Seda, el reino perdido del Preste Juan, o las hordas mongolas, lugares comunes por los que resulta imperativo transitar.

 

A lo largo de la Historia, la región ha sido poblada fundamentalmente por tres razas primarias, a saber: europeos, mongoles e iraníes, cuyo cruce es fuente de las demás. La mezcla de europeos y mongoles dio origen a turcos y tártaros; la de iraníes y mongoles a los tayikos (“cabezas coronadas” en persa); la de turcos y mongoles resulto en kazajos y kirguices (en turco, “vagabundos”/ “cuarenta tribus”); mientras turcos e iraníes dieron paso a los uzbecos (en turco “hombres verdaderos”).

 

La mayor parte del territorio afgano estuvo, especialmente en la región occidental, bajo el control del primer imperio persa y de las sucesivas dinastías e imperios  que les sucedieron, desde los Aqueménides hasta la conquista del territorio por Alejandro con el hito de Ciro II que logro su expansión a territorios africanos y europeos.

 

En 1501 el advenimiento de la dinastía Safaví en la antigua Persia se sirvió del Chiismo para legitimarse y confrontar con el sultán otomano suní; puso a la religión al servicio de una dinastía, forzó la conversión de no pocos grupos y contribuyó a la creación de una estructura religiosa –hecho inédito en el mundo islámico – que primero se sometió al régimen y sirvió a sus propósitos, reforzando el aparato del naciente Estado,  pero después se alzó contra él imponiendo sus dinámicas.[18]

 

De este modo, el Chiismo quedó constituido en un elemento identitario persa. A la contra, los chiíes de origen árabe quedaron lastrados como quintacolumnistas; Han vivido bajo regímenes que no reconocían expresamente su identidad y características que se transformaron de chiís arabo hablantes a arabo chiíes, y de ahí, a chiíes árabes. El rasgó chií se hizo más relevante que cualquier otros de los elementos identitarios de etnia, clase económica, religión y cultura. [19] Mientras los grupos culturalmente persas pero sunís (como los tayikos) también vieron afectada  su identidad.

 

En el siglo XVIII Ahmad Shah Durrani subyugó buena parte Irán y se convirtió en el fundador del Afganistán moderno. Sus dominios se extendieron por el noreste de Irán, Afganistán, el sur de Asia Central hasta India, más allá río Indo, siendo Herat uno de los principales centros de poder.  Pero sus sucesores fueron incapaces de mantenerlo, viéndose este reducido a principios del XIX a Kabul y sus alrededores.

 

Más próximo en el tiempo se liga la región al Gran Juego ruso británico o  Torneo de Sombras, al decir del Conde Nesselrode, representante ruso en el Congreso de Viena. Mohammad Shah reivindicó entonces  la pertenencia de Herat a Irán, entrando en la ciudad en 1837.

 

De la rivalidad resultó en el fraccionamiento del país en tres partes. China se quedó con el Levante, el Imperio británico se hizo con la Sur, mientras la región Norte cayó bajo el poder de Rusia deseosa de reemplazar el suministro de algodón interrumpido por la Guerra de Secesión norteamericana mientras avanzaba hacia mares cálidos. Irán, al igual que Turquía, quedó al margen de la colonización occidental pero Afganistán quedó bajo la influencia británica y convertida en un colchón frente a rusos.

 

La diferencia con este país es que no se produjo la proclamación de la República tras la Primera Guerra Mundial y la cuestión de las relaciones Islam- Estado no quedaron resueltas, siendo además el Chiismo de tradición usulí, que es el que impera en Irán, más estructurado y, por ende, más fuerte políticamente de lo que lo es el Islam en el mundo sunita. Sus gobernantes adolecían del plus de legitimidad heroica con el que contaba Ataturk y no sufrieron tampoco de la frustración derivada de una derrota militar, para hacer prosperar sus reformas políticas y religiosas.[20]

 

Afganistán, se fue consolidando como una suerte de “estado-tapón” bajo la dominación británica,  mediante un reparto de fronteras que supuso la división del terreno por áreas de influencia, sin atender las rivalidades que tradicionalmente existían entre las diferentes tribus, estableciéndose la “línea Durand” que dejaba fuera de Afganistán numerosas tribus pastunes.

 

Durante la ocupación soviética Irán apoyo a la insurgencia de lengua persa y fue un actor en la sombra aunque relevante durante la Guerra civil (1992-1996) en la que apoyó, financió y entrenó a una débil coalición constituida por chiitas, fuerzas pro persas aunque sunitas y turcomanas en su lucha contra los pastunes que era a su vez apoyados por Arabia Saudí y Paquistán. Los iraníes jugaron un relevante papel en todo el proceso que condujo a la pacificación del país.

 

El escritor británico Kipling consideraba que el Gran Juego que se está viviendo en Asia Central lo ganaría aquel que fuera capaz de construir una red ferroviaria más capaz. Hoy los ferrocarriles parecen haber sido sustituido por oleoductos.

 

Con los talibanes, las relaciones no fueron buenas. En 1998 el ya citado asesinato de nueve diplomáticos y agentes de inteligencia iraníes junto a la denuncia de masacres de chiitas en Mazar –e Sharif estuvo a punto de desembocar en una guerra. Pero, tras la intervención norteamericana, la situación cambió.

 

Como resultado, en una aparente reedición, hoy se incorporan al Gran Juego (geopolítico y también geoeconómico) otros actores como  China, India, Turquía, Arabia Saudí, Estados Unidos o la propia Unión Europea configurando un difícil escenario estratégico en el que participan actores globales y regionales con intereses cruzados, como las rivalidades irano turca o irano saudí, acaecida a partir de la Revolución Islámica  por un intento de ambos países por expandir sus áreas de influencia. Por si fuera poco, hay cinco potencias nucleares en la liza (Rusia, China, India, Pakistán y Estados Unidos).

 

La variabilidad de las fuerzas que interaccionan generan una suerte de wija evanescente, unas políticas exteriores en arabesco cargada de incongruencias y redundancias.

 

Como consecuencia, se encuentra muy extendida la idea del “Gran Irán,” al menos en su sentido cultural, lo que genera sentimientos irrendentistas y presenta al país como víctima de engaño historia, haciendo incluso que Herat, donde la mayor parte de la población utiliza el darí, sea presentada como una provincia iraní.

 

Por lo expuesto, la posibilidad de alcanzar hoy un acuerdo con los talibán que supusiera el fin de la guerra en el país, como parece va a suceder cuando se está finalizando este artículo, debería contar con Teherán como un actor que garantice la perdurabilidad del mismo, como se va a ver a continuación.

 

  1. LA FRONTERA ENTRE IRÁN Y AFGANISTÁN.

 

Las fronteras son elementos de factura humana y que pertenecen a un concreto momento pero que ignoran el resultado del devenir histórico. Una historia conjunta tiene su reflejo en el momento presente cosa que resulta ajena a la geografía actual.

 

Irán y Afganistán comparten 936 Km frontera, a caballo entre las provincias afganas de Herat, Farah y Nimruz, y las iraníes de Khorasan y Sistán – Baluchistán.  Y no son pocos ni nuevos los problemas de la relación de un país que mira a Afganistán como una creación artificial sobre la que ha gobernado durante dos mil quinientos años, hasta la mitad del siglo pasado, y del que era el iraní lengua de Corte.

 

En consecuencia y considerando el papel que Irán pretende desempeñar como potencia regional, resulta natural que este país trate de alcanzar una posición influyente respecto a Afganistán. La tensión es una constante en las relaciones entre ambos países con problemas de flujos en el contexto de una frontera porosa.

 

Afganistán, con casi 30 millones de habitantes, es un conglomerado de etnias organizadas en tribus. En un país desarticulado por más de treinta años de guerra y en que predominan los enclaves territoriales, la etnia, la tribu y la religión contribuyen a la gestión y encauzamiento del poder frente a un Estado cuestionado y muy debilitado. Todos los grupos étnicos son transfronterizos, exceptuando a los hazaras, lo que nos da una idea de las influencias de los países vecinos en las diferentes zonas de Afganistán.

 

El resultado de las confluencias históricas aludidas anteriormente han hecho de Afganistán un Estado multiétnico.  El grupo étnico más relevante es el pastún que supone en torno a un 42% de la población; los tayicos son uno de los grupos étnicos más numerosos; son culturalmente persas, pero son en su mayoría suníes y representan el 27% de la población. Esta etnia posee un mejor nivel cultural y un papel eminente en la administración y el clero.

 

El tercer grupo étnico en importancia está constituido por los hazara, de origen probablemente mongol pero de religión chiita. Este grupo supone en torno a un 9% de la población. Su idioma, el hazaragi guarda una gran similitud con el persa (dialecto Darí). Fuera de su tradicional área de asentamiento en la región montañosa central del país (Hazarajat), existe una importante población de etnia hazara en la zona occidental de Afganistán, especialmente en la provincia de Herat (10 %) que es la más poblada e influenciada por la cultura iraní. También existen poblaciones significativas en las provincias de Ghowr (39 %) y de Farah (5 %).[21]

 

Como consecuencia el número de musulmanes de religión chiita es importante en comparación con otras zonas del país. A ello habría que sumar la fuerte implantación en la región (particularmente en Herat) de la etnia tayika cuyo idioma predominante es el darí y entre la cual existen fuertes minorías de orientación religiosa chiita (como los farsiwan o los quizilbash).[22]

 

En el cómputo general se estima que el 15 % de la población de la región occidental de Afganistán es chiita. Por tanto un hecho diferencial en esta región, que va a condicionar la acción iraní, es la existencia de importantes minorías que desde el punto de vista etnolingüístico y religioso presentan una gran afinidad con la cultura iraní.

 

La política iraní realiza en Afganistán, en concordancia con el resto de la zona, una aproximación poliédrica y en arabesco, por un lado apoya al gobierno de Kabul y por otro mantiene relaciones con algunos grupos insurgentes y líderes afganos a lo ancho del espectro político, involucrándose en una serie de actividades humanitarias, económicas y culturales entre la población afgana con las que trata de incluir a estas dentro de su órbita de influencia.

 

No obstante, y como ya se ha señalado, la política de Irán hacia Afganistán ha ocupado tradicionalmente un segundo nivel viéndose relegada en beneficio de otros aspectos que consideraba más relevantes, al menos hasta la ocupación soviética del país, y ha estado centrada sobre la región más próxima a su territorio que puede constituirse

 

La longitud de las fronteras afganas es directamente proporcional a sus interrelaciones con sus vecinos. Las fronteras no son naturales por lo que son proclives al tráfico ilegal de armas, drogas, personas, etc.   La orografía las complica y favorece la actuación de grupos terroristas y guerrilleros, como es el caso de la insurgencia azerí en el noroeste, los terroristas de Jondollah en el Este, o los contrabandistas y traficantes de opio afganos, causando en su conjunto un problema de orden público, y un gasto enorme en recursos y vidas humanas.

 

Por eso en 2018 se completó un muro de cerca de 2000 kilómetros y 5 metros de altura con el que se trata de impermeabilizar la frontera que mantiene Irán con Afganistán y Pakistán en su conjunto.

 

Las relaciones entre Irán y Afganistán son muy importantes (comparten 935 km. de frontera), aunque de segundo orden; Afganistán es el vecino pobre y atrasado. No obstante, pueden servir de ejemplo de estrategia de lo que se ha venido a denominar Sharp Power , poder agudo, con el que se subraya unas relaciones asimétricas en las que no existe una abierta hostilidad pero que tampoco se pueden considerar propiamente amistosas. Así, por un lado apoya al gobierno de Kabul; pero por otro, también mantiene relaciones con algunos grupos insurgentes y líderes afganos de todo el espectro político. Su proceder está presidido en todo momento por el pragmatismo.

 

Fruto de ello, ha desplegado de modo sostenido una amplia gama de acciones que son partes de una estrategia amplia y prolongada en el tiempo. Esta se sustancia en una serie de actividades humanitarias, económicas y culturales y hasta encubiertas, concurrentes entre sí y con las que trata de introducir el Oeste de Afganistán en su órbita de influencia. Por ello se concentra abiertamente en las provincias de Herat, Nimrud y Farah.

 

Algunas de sus actuaciones han contribuido a la mejora del país. Otras a menudo dificultaban la plena autonomía de Kabul condicionándola a la voluntad de  Teherán. Y otras han sido estrategias de negación que dificultaban la satisfactoria resolución del contencioso que asola Afganistán y comprometían el trabajo de la fuerza de estabilización. Con todo ello, Irán buscaba fortalecer y acrecentar su posición como líder regional.[23]

 

La presencia de fuerzas occidentales en Afganistán era un motivo de inquietud para ese país. Por eso con esta estrategia, al mismo tiempo, pretendía debilitar las relaciones entre Washington y   Kabul y reducir  la  influencia  de  Occidente  en  el  proceso de pacificación. En atención a ello buscaba la acción concertada con Kabul e Islamabad sobre la base de los intereses compartidos pero también instrumentaba sus discrepancias sobre  la política norteamericana para la región.

 

Como parte de su programa, utilizaba una estrategia en positivo complementada con otra de presión. Su estrategia en positivo, se centraba en políticas de desarrollo y mejora de las condiciones económicas, a nivel local y regional buscando la  asimilación, como decíamos, del Oeste del país; y, por vía de la diferencia, su desconexión del resto del territorio afgano mediante el incremento de su interconexión al territorio iraní.  Se trataba de reactivar el nodo central de la ruta de la Seda que le permitía  aproximarse a Rusia, India y China,  escapar así al embargo a que se encontraba sometido  y dar salida a sus productos.

 

Estamos hablando estrategias de largo plazo, con un fin y no ya solo de mera perturbación; estas trascienden lo económico y buscan condicionar políticamente. En este sentido, su esfuerzo económico y político ha propiciado un cambio de  equilibrios dentro del país y aun en la región. Irán ha estado absorbiendo oeste Afganistán dentro de su esfera de influencia económica a mayor velocidad de la que este país ha estado integrando sus propias regiones y ciudades. Herat (donde se han realizado las infraestructuras de mayor enjundia)  y las otras dos capitales provinciales fronterizas han quedado mucho más cercanas a Irán de lo que lo están de Kabul.[24]

 

La antigua Persia, era entonces uno de los principales donantes de Afganistán y numerosas empresas iraníes se hallaban establecidas allí. Ha puesto en marcha numerosos proyectos de carreteras y vías férreas que alcanzan incluso a Tayikistán.  Además ha dado facilidades con ventajosos acuerdos que incluyen aranceles en puertos iraníes – para sustituir el puerto paquistaní de Karachi por el iraní de Chabahar con el beneplácito indio; este país buscaba el aislamiento de su rival Pakistán con el que, dicho sea de paso, Irán sostiene también buenas relaciones. El escenario, como puede verse -;  se ha promovido la conexión a la red eléctrica iraní[25], lo que ha permitido durante un tiempo, disponer de unos estándares de suministro en la zona de los que no disponía ni Kabul.

 

Simultáneamente ha avanzado en la dirección del panpersianismo y el panchiismo estrechando los lazos con las minorías étnicas y lingüísticas afines, apoyando la difusión del farsi (darí) amparándose en actuaciones como la adquisición de medios de comunicación. Se promovió la construcción de escuelas y universidades de credo y lengua afín, bien becando alumnos para estudiar en Irán bien promoviendo la implantación de universidades y centros de formación en suelo afgano.[26]

 

En el ámbito de la comunicación se ha servido de publicaciones en que se defiende desde una perspectiva religiosa su posicionamiento político. Añádase a eso la utilización de misioneros al modo saudí, esto es, como educadores o la presencia de entidades filantrópicas (hospitales, clínicas…) de capital iraní que proporcionan servicios que el Estado no es capaz de suministrar. Estas acciones se han complementado  a nivel político mediante el apoyo a partidos pro chiíes o pan persas.

 

A Irán, desde la dimensión negativa y propiamente Hard,  se le ha acusado también de haber armado a grupos insurgentes afines; de hecho, se produjeron decomisos de material de guerra iraní. Así como del despliegue de su servicio de inteligencia en el país, especialmente en Herat y de utilizar sus empresas para recabar información.

 

Hay dos cuestiones bilaterales de particular relevancias que pueden ser instrumentadas como mecanismos de presión: El narcotráfico y los refugiados. Sobre el primer tema, fuentes gubernamentales informaron del apresamiento en 2017 de 1.200 toneladas de diferentes tipos de drogas y  así como de 830 toneladas de opio en unas 2.000 intervenciones por un valor de 60 mil millones de dólares. Más de 200.000 personas son detenidas en relación con esto, y si bien este año se han aumentado los márgenes de droga aprehendida para la aplicación de la pena capital, según The Guardian en 2017 fueron ejecutadas en torno a 500 personas. No obstante, Irán no informa sobre las ejecuciones que realiza.

 

En cuanto a la segunda cuestión se calcula en torno a los dos millones el número de afganos instalados en su territorio, la mayor parte ilegalmente. En 2002 un acuerdo establecía el retorno gradual de los refugiados. A partir de 2006 un empeoramiento de la economía  y la presión de la población iraní trajeron consigo un empeoramiento de las condiciones de estancia.[27] Entre 2007 y 2009 fueron deportados un millón de afganos, lo que generó una caótica crisis humanitaria. Los refugiados se convirtieron en una pieza más del juego político, en una baza para la presión y la negociación Ha habido informaciones de su recluta para la guerra de Siria.

 

En conclusión estamos ante una estrategia, pragmática, de amplio espectro y sostenida en el tiempo con la que se ha logrado ganar peso como potencia regional, asegurar su frontera occidental y la protección de la ciudad sagrada de Mashadd creando un colchón estratégico e interferiendo en la actuación de las fuerzas occidentales en la región generando un equilibrio que le resultaba beneficioso.

 

 

  1. ENTORNO AMPLIADO. IRÁN Y ASIA CENTRAL. EL TRIÁNGULO IRÁN, AFGANISTÁN Y PAKISTÁN.

 

 

Irán se encuentra presente en Asia Central donde es un actor de primer nivel por razones históricas, culturales y económicas. Además, Afganistán ocupa una posición central entre Irán, Pakistán y las ex repúblicas soviéticas de Asia Central. La frontera del norte de Afganistán con Turkmenistán, Uzbekistán y el Tayikistán tiene 2.000 kms de longitud y al oeste, 850 km de desierto le alejan de Irán.

 

Trata de reactivar el nodo central de la ruta de la Seda, como ya se ha dicho,   para aproximarse a Rusia, India y China, y escapar de este modo del cerco de las potencias occidentales reforzando sus relaciones con los países de Asia central, que considera su patio trasero, y escapar así a las presiones de los países a poniente mientras da salida a sus productos.[28]

 

Los países de Asia central, recíprocamente, valoran la situación estratégica de Irán y la posibilidad de acceso a los mares meridionales, una vía de escape del Imperio ruso. Es este, además, un espacio también  ligado al mar Caspio y su conectividad; hay discrepancias sobre el reparto del espacio marítimo y, subsiguientemente, de las riquezas que alberga.

 

Tayikistán es el único Estado procedente de la antigua Unión Soviética que habla un dialecto del farsi y la población siente como propia la herencia cultural persa,  pese a ser mayoritariamente sunita. Irán ha estado presente en su vida política ejerciendo un papel pacificador, especialmente durante su guerra civil. Los planes de articulación de un eje geopolítico y cultural que vincule Teherán con Dushanbé, vía Herat, resultan del agrado tayiko por la necesidad de superar el virtual bloqueo que aplica Uzbekistán que ahoga su economía, aunque la proxi­midad cultural representa un desafío, ya que un espacio cultural per­sa transfronterizo choca con la narrativa historiográfica oficial.

 

Uzbekistán ha sabido hacer valer ante Occidente su importancia como vía de tránsito de suministros milita­res para Afganistán, y, en contrapartida por su colaboración, ha obtenido un cierto “reconocimiento” de su régimen y una mejora de sus relaciones con la UE y EEUU. En agosto de 2009 Uzbekistán suscribió con los EEUU un acuerdo de coopera­ción militar, que permite el tránsito de suministros militares a Afganistán. La perspectiva de un acuerdo que ponga fín a la confrontación más largo que han tenido fuerzas norteamericanas, unida al deterioro de las relaciones entre EEUU y Pakistán, está impulsando un acercamiento todavía mayor entre Washington y Taskent.

 

En Uzbekistán, tras la muerte de Islam Karimov, el temor nacionalista al desarrollo de una cultura tayika ligada al separatismo – Bujara, capital cultural tayika, está en Uzbekistán-  hace que se presente en Occidente como un dique de contención frente al expansionismo de los imperios ruso y persa.[29] Con Kirguistán las relaciones son fluidas[30] así como con Turkmenistán (Irán fue el primer país en reconocerlo tras su independencia en 1991) con el que mantiene fructíferas relaciones económicas.

 

Las relaciones con Pakistán son especiales.   Y es que Pakistán ha jugado un papel ambiguo ante la comunidad internacional, simbolizando por un lado el papel de aliado crítico de los EEUU en la guerra contra el terror, pero representando al mismo tiempo el epicentro de la militancia Islámica y del terrorismo yihadista lo que es clara expresión de los malabarismos de su política exterior, no menos compleja que las diferentes dinámicas internas que vive el país.

 

Históricamente, Pakistán ha tenido siempre unos vínculos geopolíticos, culturales y religiosos muy estrechos con Irán, siendo este el primer país en reconocer su independencia en 1947, situándose ambos países en el CENTO (Organización del Tratado Central, en el contexto de la Guerra Fría y bajo el paraguas norteamericano) o el Pacto de Cooperación Regional. Sus relaciones se vieron perturbadas por la revolución iraní, pese a lo cual Paquistán fue el primer país en reconocer al gobierno que surgió fruto de la misma.[31]

 

Con Pakistán los sentimientos antichiíes de los talibanes y la violencia sectaria subsiguiente  después de la victoria de estos llevaron a un enfriamiento en las relaciones. También desde Irán se acusó a los paquistaníes de no luchar suficientemente e incluso de apoyar y permitir la instalación en su territorio del grupo terrorista Jondollah que afirma defender en el Baluchistán los derechos de los suníes. No obstante y con todo, siempre se han apoyado mutuamente a nivel internacional, de hecho, Pakistán se ha opuesto al aislamiento de Irán, hasta el punto de haber sido este país el que ha representado los intereses iraníes en Washington. Y el comercio entre ambos países ha crecido sensiblemente.

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La relación triangular entre India, Pakistán y Afganistán a la que se suma como comodín Irán, es otro de los malabarismos de la región. Pakistán trata de “evitar un nexo Kabul-Nueva Delhi”, que supondría su envolvimiento estratégico.[32] La India utiliza a Irán para llegar hasta Afganistán y construye infraestructuras a través de este para sortear a Pakistán y conectar con el mar a Afganistán.[33]

 

Siguiendo esta lógica, la India ha aprovechado el conflicto afgano para introducir sus empresas en ese país de la mano de la ayuda al desarrollo. La India es el segundo donante de la región por detrás de Irán. Pero la logística de sus empresas y la explotación de los recursos mineros de Afganistán habrían de pasar forzosamente a través de Pakistán. Para evitarlo se promueve una línea de ferrocarril que vaya desde Ramiyan hasta un puerto iraní en el mar de Arabia. Con este esfuerzo además reduciría la gran dependencia que Afganistán tiene de Pakistán para el flujo mercantil.

 

Así, la India ha completado la autopista estratégica entre Zaranj (en la frontera con Irán) y Dilaram en Afganistán, con lo que se proporciona un mayor acceso desde el puerto iraní de Chabahar, en el océano índico, (que a su vez se está ampliando y acondicionando con fondos de la India), hasta la red de carreteras afganas. Empresas de la India, también están mejorando la red vial entre Chabahar y Zaranj, así como apostando por un enlace ferroviario entre Chabahar y Afganistán.

 

Pakistán e India tienen un pasado común de enfrentamiento que es relevante desde la perspectiva iraní; tres de las cuatro guerras que han vivido surgen del problema de Cachemira donde se han producido actos por parte de grupos terroristas radicados en Pakistán. El análisis de la situación no puede obviar el innegable componente indio que tienen las relaciones afgano paquistaníes.

 

Evitar un nexo Kabul-Nueva Delhi”, como sea dicho, la influencia india, el envolvimiento estratégico, es primordial para la política de seguridad nacional pakistaní, toda vez las largas fronteras con ambos países y la proximidad de los centros de población. La posibilidad de que Pakistán deba atender simultáneamente a un doble frente, su envolvimiento estratégico, supone un reto difícilmente aceptable hasta el punto de poder dilatar el final del conflicto en el país. La frontera afgana es una vulnerabilidad, una puerta trasera a defender.[34]

 

Eso implica la militarización la política exterior y que supone un terrible gasto militar. Desde esta perspectiva el apoyo que se presta a los talibanes afganos es una baza relevante en el juego político en evitación de un eventual gobierno afgano excesivamente escorado hacia India y fuerte. El escenario afgano, en este marco, queda relegado a la condición de teatro secundario. El problema de Pakistán, así visto, no son los talibanes paquistaníes sino los indios.

 

Irán tiene como objetivo estratégico una mayor presencia a nivel regional combinada con la salida de las fuerzas militares presentes en la misma. Teherán pretende conseguir la unidad regional con Kabul e Islamabad basada en sus preocupaciones e intereses compartidos frente a las políticas regionales de EE.UU.

 

 

Alamut, el mítico castillo de la secta de los asesinos,  no es solo un castillo sino una pieza del sistema defensivo de los nizaríes que protegía un bellísimo valle del mismo nombre, no demasiado lejos – teniendo en cuenta el tamaño del país – de Teherán y del mar Caspio. Irán está plagado de lugares míticos, de historia y de sueños. Esa secta puede identificarse con ese Irán exportador de la violencia a su entorno regional, algo que no puede permitirse, porque al final, como en 1256, pueden venir los mongoles. La globalización es la racionalización de cualquier ensueño, revoluciones incluidas.

 

Y es que de una manera u otra, el país se encuentra implicado en buena parte de los conflictos regionales. Para ser readmitido en la sociedad internacional deberá ineludiblemente renunciar a esa página de su Historia y restituir la confianza. En el siglo XXI la retórica revolucionaria no es de recibo y menos aun cuando proviene de un país rico. Además, la Revolución no es un referente para el mundo islámico, que ha encontrado otros modelos; este, por si fuera poco,  inspira recelos entre los países sunitas.

 

Irán une Oriente Medio y Asia Central convirtiéndose en la confluencia de múltiples líneas de fractura.  Es un vértice geopolítico y un hito clave de la Ruta de la Seda. Ha pretendido ser, atendiendo a su población, historia, geografía y recursos,  la gran potencia islámica y desplazar a países como Turquía, Paquistán o Arabia Saudí mientras aspira a mantener el mismo estatus que la India.

 

Ha pretendido lograr así el reconocimiento en su entorno más próximo, en lo que consideran su patio trasero, es una actuación obligada. Irán cuenta con capacidad, voluntad y medios para negar el éxito en Afganistán. En el caso de continuar su confrontación con Estados Unidos la presión en los estrechos y, sobre todo – por su carácter de amenaza no existencial – en Afganistán, serían entonces estrategias probables de respuesta.

 

Desde la óptica iraní tanto Afganistán, como se ha apuntado, pero también Paquistán son Estados artificiales. Este substrato común condiciona poderosamente la acción iraní en Afganistán y permite un mejor entendimiento de la interacción entre ambas naciones. De hecho y como se ha visto,  buena parte de Afganistán e Irán  han compartido el mismo espacio político hasta 1857, esto es, durante unos 2500 años.

 

Ello se ha traducido en una historia compartida así como en lazos culturales, religiosos y étnicos y los ha utilizado para incorporar sus territorios orientales a mayor velocidad de lo que el país logra integrarlos lo que le dota de un colchón estratégico ante un país turbulento y que exporta inestabilidad, refugiados y opio.

 

Y es que Afganistán es un país muy dependiente de Irán. Unas fronteras porosas y su falta de control hacen posible todo tipo de tráficos ilegales, las tensiones en las relaciones bilaterales entre ambos países se sitúan en los movimientos de los refugiados afganos, la inseguridad fronteriza o la indefinición del trazado de la frontera.

 

La importancia de Afganistán para Irán tiene sus razones en elementos de prestigio y seguridad nacional, toda vez que la región significa la llave de acceso al Jorasan, el granero de Irán y una importante posición para la defensa de la ciudad de Mashadd. Sería así un colchón estratégico de una región a la que históricamente ha estado ligado.

 

Para la comunidad internacional es importante por razones geoeconómicas y geopolíticas de primer nivel. La geopolítica de los oleoductos que se vive en la zona y que tiene como epicentro a Afganistán es expresión del componente regional del problema.  También resulta crítico cara al futuro perseverar y resolver satisfactoriamente cualquier actuación iniciada y no volver a permitir la instalación de grupos terroristas sobre el territorio de un Estado fallido amparados sobre una falsa concepción de la soberanía.

 

Pero cualquier intento de llegar a un equilibrio en la cuestión afgana que pretenda ignorar los intereses de los actores principales estará abocado al fracaso.Irán es pues un actor indispensable en la resolución del conflicto afgano toda vez su carácter de potencia regional y los vínculos históricos y políticos que ligan a ambas naciones. No es un actor neutral sino que se encuentra guiado por sus propios intereses, entre los que se sitúa la salida de las fuerzas occidentales de la región. En este sentido, los líderes iraníes han explotado las debilidades de la relación entre Kabul y Washington.

 

Irán cuenta con capacidad, voluntad y medios para negar el éxito de las operaciones emprendidas en Afganistán. Su aproximación al problema es poliédrica y hasta en cierto sentido contradictoria, situación que concurre y aun se acentúa en el resto de los intervinientes (Paquistán, India, China, Estados Unidos). Son políticas exteriores que se producen en arabesco, de un modo no lineal y cargado de contradicciones. Ello obliga a plantear la resolución del problema afgano en clave regional.

 

El retorno de Estados Unidos al acuerdo nuclear seguramente afectaría favorablemente a la resolución de la crisis afgana estableciendo las bases de su resolución; pero también la recíproca es cierta. Para no pocos analistas Irán es el aliado natural de Occidente en la zona, como de hecho lo fue hasta la Revolución, y esta situación está llamada a recuperarse transcendiendo históricas desavenencias.

 

La problemática, por tanto, no puede ser de más actualidad.

[1] DE PLANHOL, Javier. “las naciones del Profeta ”Biblioteca del Islam Contemporáneo, ediciones Bellaterra, Barcelona 1988, pp 667-669

[2] VATANCA, Alex. Republic  enemy – “US policy and Iranian elections”. Janes Intelligence Review, 2008 p. 8

[3] VV.AA. “Dossier Irán 2018”. Ministerio de Asuntos Exteriores 2018 www.maec.es

[4] KEDDLE, Niikki R. El Irán moderno. Verticales de bolsillo, Barcelona 2009.

[5] VV. AA. «Dossier Irán 2018». Op.Cit.

[6] Idiomas como el darí afgano, el tayico de Tayikistán y Afganistán, el urdu de Pakistán y el bengalí de India y Bangladés son, o bien variantes del persa o idiomas con fuerte influencia pérsica.

[7] HALLIDAY, Fred. «Contexto sociopolítico: La política interna de Irán y efectos en su política exterior» en VV. AA. Irán Potencia emergente en Oriente Medio. Implicaciones en la estabilidad del Mediterráneo. Cuaderno de Estrategia nº 137, Ministerio de Defensa 2007, p. 35.

[8] IBIDEM p. 24.

[9] CLAWSON, Patrick. «The red lines. How to progress in US Iran Policy». The Washington Institute Working paper. 2010. www.washingtoninstitute.org.

[10] NASR, Vali. «La nueva potencia hegemónica» en VV. AA. La Vanguardia Dossier nº 24/ 2007. «Irán por dentro» pp.18-26.  . pp.18-26.

[11] AMUZEGAR, Jahangir. «Iran crumbling Revolution» en Revista Foreign Affairs January/ February 2003. pp. 47-50.

[12] PATRIKARAKOS, David. Iranian Impasse. ISN, Center for Security Studies (CSS), ETH Zurich, Switzerland 2010.

[13] CARPINTERO, Natividad. «El programa nuclear Iraní» en VV. AA. Irán como pivote geopolítico. Ministerio de Defensa 2010.

[14] Las claves del acuerdo son que Irán no producirá uranio altamente enriquecido durante los próximos 15 años; se deshará del 98% del material nuclear que posee; eliminará 2/3 de las centrifugadoras instaladas; las potencias podrán verificar el grado de cumplimiento del acuerdo. Naciones Unidas podrá levantar las sanciones que pesan sobre Irán, que antes del levantamiento deberá cumplir algunos acuerdos básicos. Las sanciones se mantendrán durante los próximos cinco años en el caso de las armas y durante los próximos ocho en el caso de los misiles balísticos. (http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150714_iran_acuerdo_nuclear_potencias_ac)

 

[15] ARTEAGA, Félix. “La retirada unilateral de EEUU del Acuerdo nuclear con Irán: repercusiones inmediatas.” ARI 68/ 2018, Real Instituto Elcano 2018.

[16] FALAHI, Alí. “Los detonantes económicos del estallido de las protestas en Irán,” Diario “El País” 02 01. 2018.

[17] MUNS, Alexandre. “Claves del acuerdo nuclear con Irán,” Diario “Cinco Días”, 04.08.2018

[18] MARTÍN, Javier. Sunnies y chiíes. Los dos brazos de Alá. Los libros de la Catarata, 2008.

[19] MNEIMNEH, Hassan. “The arab reception of Vilayat-e-Fasquih. The counter-Model of Muhammad Mahdi Shams al-Din.” Current trend in Islamist Ideology/Vol 8.

[20] HALLIDAY, Fred. «Contexto sociopolítico: La política interna de Irán y efectos en su política exterior» en VV. AA. Irán Potencia emergente en Oriente Medio. Implicaciones en la estabilidad del Mediterráneo. Cuaderno de Estrategia nº 137, Ministerio de Defensa 2007, p. 28.

[21] ESTEBAN DE LAMA, Miguel Ángel. Irán ante la misión de ISAF en Afganistán.” Monografía para el III CSIFAS, Escuela Superior de las Fuerzas Armadas 2010

[22] IBIDEM.

[23] IBIDEM.

[24] “Iran to carry out projects in Iraq, Afghanistan, Tajikistan”, Fars News Agency, julio 3, 2008.

[25] “Iran pledges help in power sector”, Pajhwok Afghan News, june 25, 2006.

[26] “Iran Universities to open branches abroad”, Fars News Agency, february 15, 2009.

[27] ESTEBAN DE LAMA, Miguel Ángel. “Irán ante la misión de ISAF en Afganistán.” Monografía para el III CSIFAS, Escuela Superior de las Fuerzas Armadas 2010.

[28] IBIDEM.

[29]JASI, Feruza “Relations between Iran and Central Asia” en http://enews.fergananews.com/article.php?id=2520

[30] IBIDEM.

[31] VV.AA. “Perfil de país: Pakistán”. Anuario Internacional CIDOB 2012.

[32] VV.AA. “Análisis de regiones. Sur de Asia (I). Afganistán-Pakistán-Irán” Documento de Trabajo. Escuela Superior de las Fuerzas Armadas, diciembre 2012.

[33] IBIDEM

[34] VV.AA. “Análisis de regiones. Sur de Asia (I). Afganistán-Pakistán-Irán”Escuela Superior de las Fuerzas Armadas, diciembre 2012.

Fuente:

Colaboración del Capitán de Fragata Aznar Fernandez-Montesinos