En el marco del III Ciclo AEME/21 titulado“ Impresiones, historias, y recuerdos de la presencia española en el Sahara Oriental”, el General Valencia Ces, asociado de AEME y de la Hermandad de Veteranos de Tropas Nómadas del Sahara nos relata las distintas etapas del hallazgo de los Fosfatos en el Sahara Occidental.
La Aventura de los Fosfatos
En 1941 se inaugura una época de grandes exploraciones científicas, con magníficos estudios en los campos geológicos, geográficos, botánicos y etnográficos.
En 1942 se realiza un reconocimiento costero por Francisco Hernández Pacheco y Manuel Alía Medina, este último, profesor de geología. Viajan en automóvil de Cabo Juby a Aaiun y, desde aquí, en camello a Villa Cisneros durante 20 días; reconocen el territorio hasta La Güera en avión y realizan una rápida prospección geológica entre Aaiun y Guelta.
En 1943, el profesor Alía recorre varios itinerarios desde Cabo Juby a Guelta y Smara y, desde Cabo Juby, a Tantan y Tizguirremtz. La expedición se realiza mediante beca de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y contribuye, ampliamente, a un más completo conocimiento geológico y morfológico del Sahara Español, en sus zonas septentrional y central.
En 1945, Alía Medina vuelve al Sahara con objeto de completar la exploración de 1943. Se desplaza desde Aaiun a Daora y Tah; posteriormente, a Smara, Tifariti y El Farsia. Encuentra oligisto y limonita al Sureste de Smara y margas bituminosas cerca de Aaiun. Pero, lo más importante, es que los reconocimientos en la zona de la Saguia le van a permitir concretar, en posteriores estudios de laboratorio, que los depósitos marinos del cretáceo y del paleoceno en la cuenca de Aaiun tienen una riqueza del 24% de fosfato tricálcico, lo que le llevará a elaborar una teoría sobre la existencia de grandes masas fosfatadas en el Sahara.
En 1947 y 1948, nuevas visitas al Sahara. En la exploración que efectúa a lo largo de la Saguia y al Sur de Aaiun, recoge muestras que dan una ley del 54-60 % de fosfatos tricálcicos, realmente extraordinaria. Llegan los primeros equipos técnicos y se inician las excavaciones.
En 1953, las actividades de reconocimientos de fosfatos se dan por terminadas. Para entonces, la zona de Izic, parece la más interesante con una cubicación de 500 millones de toneladas, ley media del 40-50 % y cerca del mar, para poder embarcar el mineral con facilidad. El inconveniente es la ley, algo baja.
El fosfato es uno de los minerales que se presenta en la Naturaleza bajo más variados aspectos y carece, en general, de características específicas que permiten reconocerlo como tal. De ahí que, salvo los expertos con una gran y profunda experiencia, ni geólogos ni mucho menos los aficionados, serían capaces de reconocerlo en el terreno. En el caso de los fosfatos del Sahara Occidental llegó Alía al descubrimiento por comparación de las series sedimentarias que lo contenían con otras análogas que se explotaban en Marruecos, Argelia y Túnez desde hacía bastantes años. El análisis químico confirmó sus predicciones. Era lógico que en series análogas se encontrasen contenidos análogos.
Realizada la comprobación de su descubrimiento, elevó una comunicación al
Gobierno señalando las áreas de posible interés en un mapa esquemático. El Gobierno, consciente de la posible importancia del hallazgo premió a Alía, y encomendó al INI su inmediata investigación y, en su caso, explotación.
El INI, a su vez, encargó a la Empresa Nacional Adaro de Investigaciones Mineras, la mas antigua (1942) de las fundadas por el INI, el desarrollo de la orden del Gobierno.
Las actividades de ADARO se desarrollaban de lleno en la zona septentrional, y precisamente en la meseta de Izic, a partir del foco donde Alía había realizado su descubrimiento, que coincidía con la zona de leyes mas altas de fosfatos conocidas entonces.
En 1956, hace ADARO una evaluación de los resultados conseguidos en sus investigaciones y eleva un informe al INI, en que manifiesta que los resultados son negativos y desaconseja la continuación de las investigaciones, resumiendo las razones en tres apartados fundamentales: Escaso volumen en explotación a cielo abierto, elevado costo de la explotación subterránea y necesidad de extracción selectiva (esterilidades intercaladas) y baja ley. En ese mismo año se suspendieron las actividades y se cerraron los centros de Izic y de base en Aaiun, quedando clausurada la etapa ADARO.
A finales de 1960 fue llamado J. M. Rios al INI, presidido por Suances, e informado de la orden, procedente del Gobierno, de reanudar las investigaciones de fosfatos en el Sahara. Se le preguntó si estaría dispuesto a hacerse cargo de la tarea. Ríos no dudó un instante, aceptó inmediatamente el ofrecimiento. Se daba perfecta cuenta de que lo que le ofrecían se consideraba como una vía muerta, como un proyecto que moriría y desaparecería tan pronto como pudieran deshacerse de él. Pero, por su parte, no jugaba su amor propio; lo suyo era ejecutar trabajos geológicos y la idea de estar en el Sahara le hacía verdadera ilusión.
Mediado 1962 ya se había avanzado bastante en el conocimiento de las características geológicas del área de Izic. Se había analizado cuidadosamente la información previa. Se habían recorrido con atención los afloramientos visibles en la Saguia el Hamra y en sus afluentes y empezában a ser conscientes de que había una evolución estratigráfico-sedimentaria que apuntaba en otra dirección a la supuesta en la etapa ADARO. Preveían posibilidades de mejoramiento en otras áreas, ignotas bajo la costra silícea que ocultaba todo mas allá de los flancos de la Saguia. Se empezaba a concebir esperanzas y a forjarse ilusiones.
Todo esto se condensó durante 1962 en un nuevo Plan de Actuación, en que reelaboraron los proyectos desdoblándolos en dos planes.
Plan A. El plan que había sido encomendado oficialmente. Plan B. Estudio minucioso y sistemático de todas las demás posibilidades, a partir de Izic.
El Plan A seguía dando pobres resultados e, inmediatamente, todo el personal se volcó en el Plan B, al que se dedicaron dos equipos de geólogos. Tras una campaña preliminar de adaptación, el 23 de octubre de 1962, se iniciaba la primera campaña que clarificó ideas y dio esperanzas al equipo.
La segunda campaña de este Plan se inició en marzo de 1963 y se dio por terminada el 1 de junio. Al avanzar hacia el E y el SE se confirmaban, no solamente la mejora de la calidad y riqueza del fosfato, sobre todo en dirección SE, sino la reducción de las esterilidades intercalares en el conjunto fosfatífero. Las dos esterilidades se habían reducido a una sola. El paquete conjunto era cada vez mas delgado, pero cuanto mas delgado mas rico.
Durante la segunda mitad de 1963 y hasta la primavera de 1964, se llevaron a cabo las operaciones necesarias para conocer su extensión y evaluación. Sobre un total de 402 km² se realizaron 245 labores de pozo que sumaron 3.796 ms y 533 sondeos que totalizaron 28.837 ms, lo que procuró material e información para 15.114 análisis de fosfatos. Terminada la campaña que duró un total de nueve meses, se pudo llegar al resultado buscado: la evaluación del yacimiento. Bajo 286 km² de superficie había fosfato de calidad correspondiente a un 80% de FTC. El grosor mínimo de la capa, capa continua, era de 2,95 ms., el máximo de 5,02 y el medio de 3,98. Un tonelaje conjunto de 1.700 millones de T. repartido en forma continua en una faja de 49 kms. de largo por 6 de ancho, situada toda ella, bajo la costra silícea cuaternaria.
General de División (R) Jesús Valencia Ces
Hermandad de Veteranos de Tropas Nómadas del Sahara
Asociado de AEME
Otros digitales en que se publica:
https://ame1.org.es/iii-ciclo-aeme-21-la-aventura-de-los-fosfatos/
https://lacritica.eu/noticia/2537/sahara-occidental/la-aventura-de-los-fosfatos.html
https://www.elradar.es/la-aventura-de-los-fosfatos/
https://www.diariocritico.com/opinion/aeme/la-aventura-de-los-fosfatos