II Ciclo AEME/22: LOS NICHOS CLAVE Y LA CLAVE DE LOS NICHOS DE LA INDUSTRIA DE DEFENSA

La Asociacion Española de Militares Escritores (AEME), ha iniciado inicia una nueva serie de artículos que verán la luz los sábados, en varios digitales, bajo el titulo general de: II CICLO AEME/22: LA INDUSTRIA DE DEFENSA EN ESPAÑA. el siguiente corresponde al cuarto artículo de la serie.

 

LOS NICHOS CLAVE Y LA CLAVE DE LOS NICHOS DE LA INDUSTRIA DE DEFENSA 

 

Introducción

Sabido es que todo lo relacionado con la guerra (aunque sea fundamentalmente para evitarla) está inmerso en una niebla que nos impide definir con exactitud aquello de lo que hablamos, por mucho que intuitivamente creamos tenerlo claro, convirtiéndonos en remedos de San Agustín cuando pretendía enfrentarse al concepto del tiempo (1). Descrita directa o indirectamente por Sun Tzu, por Baltasar Gracián o por Clausewitz, la lógica paradójica que envuelve la estrategia se extiende más allá de su propia aplicación al marco que la hace posible.

Lo que la “industria de defensa” es.

En esas circunstancias, la “industria de defensa”, ni es “industria”, ni es de “defensa”.

Por un lado, todos entendemos que el propio concepto de industria excede lo que podría limitarse al sector secundario, ya que estamos hablando de aquella actividad económica que procura los bienes o servicios que necesitan la Armada y los Ejércitos, lo que más allá de manufacturas (vehículos, armas y demás), incluye servicios básicos o avanzados, construcción de infraestructuras o alimentos. Industria es aquí sinónimo de la cadena de suministros necesaria para el buen funcionamiento de las Fuerzas Armadas, y cuyo resultado lo mismo se refiere al motor eléctrico de un submarino, que a un curso de guerra electrónica, una camilla, un algoritmo, crema de protección solar, un acuartelamiento, un informe financiero, cierto transporte o una ración de berberechos.

En cuanto al hecho de que la labor de esa industria se centre en las necesidades de la defensa, caben dos consideraciones.

La primera es que como consecuencia de cierto “buenismo”, fundamentalmente europeo occidental (con alguna excepción, eso sí, entre las que no nos encontramos), la “defensa” ha ido perdiendo color y mezclándose intencionadamente con la “seguridad”, hasta el extremo de que esta última ha llegado a fagocitarla, por mor de una pretendida mejor aceptación de la realidad castrense por parte de la sociedad. Así, ya hablamos sin complejos de la Estrategia de Seguridad Nacional, como si integrándolo todo bajo un paraguas más amplio (sin llegar al extremo de los británicos… aún) hiciese pasar desapercibido el hecho de que la estrategia es lo que es (2), por mucho que se quiera extender ese concepto fascinante a lo que no debería denominarse sino “política”.

La segunda es que una actividad de alta tecnología, como es el caso, tiene la vocación (casi el deber patrio) de ser exportadora. Aunque cumpla obviamente con las restricciones que la ley establezca, lo cierto es que una venta exterior puede acabar siendo el germen o al menos un factor favorecedor (o un mero aditamento) de una agresión exterior, convirtiendo esa “defensa” exactamente en lo contrario.

La clave de los nichos de la industria de defensa

 Toda empresa especializada (y las relacionadas con la defensa lo son casi por definición), busca un mercado específico en el que poder destacar en virtud de sus capacidades tecnológicas y productivas: un mercado nicho. En un rango de actuación tan amplio como el descrito, en el que la industria de defensa se encargaría de cubrir todo el espectro de las necesidades de la defensa (nada menos), identificar los sectores clave resultaría, de nuevo, paradójico (cómo no), ya que cualquier delimitación de lo que es más importante excluiría de forma automática otros productos o servicios que son simplemente vitales (¿o es que podemos decir a priori que las balas son más prioritarias que el gasoil, que el agua, que las botas o que las comunicaciones?).

Así pues, habida cuenta de que nuestras empresas ya cubren muchas de las necesidades de nuestras Fuerzas Armadas, parece sensato centrar el tiro en aquello de lo que carecemos, siendo conscientes de que a éstas no las debería faltar de nada, pues acudirán al extranjero a dotarse de los equipos o tecnologías que no puedan encontrar en casa.

Y ahí está la clave: el Gobierno de España fomenta la compra nacional (cuando es posible), como ventaja estratégica. Por lo que, si pensamos en “nuevos” nichos de mercado, debemos tener en cuenta las necesidades operativas, con el fin de satisfacer esa demanda.

Identificación de los nichos clave: el papel de las asociaciones

Ahora bien, dado que el desarrollo de soluciones a esos requerimientos no es inmediato, ¿cómo podrían las empresas acelerar su reacción y adelantarse en lo posible a la consolidación de las tendencias?

La respuesta es sencilla: conociendo lo antes posible y sin intermediarios las necesidades de las Fuerzas Armadas. Ese diálogo directo es frecuente entre el estamento militar y las grandes empresas del sector, aquellas que integran y suministran los grandes sistemas de armas. Pero ese contacto natural siempre ha sido bastante escaso entre las Fuerzas Armadas y la pléyade de PYMES que suministran bienes o servicios menos glamurosos, que son meros subcontratistas de los grandes grupos o que disponen de una tecnología dual que ni siquiera saben que pueda ser de aplicación para la defensa. Todas ellas atesoran un know how sobresaliente que bien podrían afilar si supieran hacia dónde dirigir sus esfuerzos de I+D+i, siempre concebidos a largo plazo.

El pequeño tamaño de muchas empresas impide todo contacto directo entre ellas y el cliente final, como es lógico. Y el gran número de sociedades dificulta el acceso en sentido contrario. Por eso debe existir un vehículo que lo haga posible, haciendo de puente entre esos dos mundos.

Pues bien, me cabe el honor de presidir un clúster que nació hace apenas tres años con la vocación de convertirse en un foro en el que las empresas punteras, independientemente de su tamaño, pudieran escuchar a las Fuerzas Armadas, y en la que éstas pudieran conocer, de primera mano, de qué capacidades dispone nuestra industria. Un foro en el que las empresas de defensa pudiesen interactuar entre sí para buscar sinergias y establecer colaboraciones. Un foro (complementario a las grandes asociaciones), cuya principal pretensión es atraer el talento empresarial e industrial español al mundo de la Defensa, haciéndoles ver que sus habilidades pueden ser de utilidad al servicio de todos nosotros.

Hace unos días el Clúster de la Industria de Defensa (CID) reunió en Santander a su Consejo Asesor y celebró la entrega de sus premios anuales. El Palacio de la Magdalena se convirtió en un hervidero de ideas sobre cómo suplir las carencias más perentorias: municiones merodeadoras e inteligentes, sensorización del campo de batalla, inteligencia artificial, comunicaciones seguras, artillería de largo alcance, telemedicina, materiales más ligeros, textiles autoadaptables, vehículos autónomos de todo tipo, etc. El evento fue un ejemplo de esa imprescindible interlocución entre lo militar y la empresa, donde gracias a la clave para localizar los nichos (el empeño de nuestra sociedad por comprar en España), se perfilaron al final algunos de esos nichos clave…

Conclusiones.

Las necesidades de las Fuerzas Armadas se extienden al sector textil, al agroalimentario, a la construcción, al de la movilidad… o incluso a cría de mulas, llegado el caso. Cualquier cosa es susceptible de ser industria de defensa y no solo los aviones de combate, los submarinos o los vehículos de combate de infantería.

El CID quiere contribuir, modestamente, a que la industria de defensa se suba al carro de las necesidades de nuestras Fuerzas Armadas al amparo del incremento presupuestario que empieza a vislumbrarse.

 

      Manuel Vila González.        Presidente del Clúster de Industria de Defensa (CID)

 

 NOTAS:

  • “Si no me lo preguntan, sé lo que es; pero si he describirlo, no sabría cómo hacerlo”
  • Y sobre lo que la estrategia es cabría hablar largo y tendido; baste decir que se trata del proceso de decisión que se establece cuando nos enfrentamos a una voluntad ajena que procura nuestra destrucción, en medio de circunstancias terceras que ninguna de las dos partes puede dominar.