El día 9 de marzo, la Asamblea General de China eligió a XI Jinping como Jefe de Estado del país de la Gran Muralla, lo que viene a confirmar que va a continuar la actitud agresiva china en el teatro geopolítico mundial creando una gran inestabilidad e incertidumbre, habiendo desaparecido la tradicional política de Pekín de crecimiento económico armonioso. Sin duda, China aspira a ocupar un status de gran potencia rivalizando con Estados Unidos en la definición de la geopolítica internacional aunque no debemos olvidar los graves problemas internos existentes en el país como puede ser el Tibet, la situación de los uigures en Sinkiang o el futuro de Hong Kong o los externos que afectan a su estrategia de seguridad de su entorno cercano tales como la rivalidad con Japón, el proceso nuclear de Corea del Norte, la crisis con Taiwán o sus aspiraciones ilegales en relación con su dominio sobre el Mar de China Meridional.
Por todo ello, AEME quiere contribuir al análisis del posicionamiento de China en la geopolítica del siglo XXI, a través del ciclo titulado “Quo vadis China” cuyos artículos se han publicado normalmente los sábados siendo este articulo el que cierra el CICLO.
La diplomacia y la desinformación en China
China ha pasado de una economía de planificación centralizada a ser la segunda economía de mercado del mundo, a tener el segundo ejército más potente, un presidente vitalicio, capacidades para impugnar las normas del orden internacional y una maquinaria masiva de propaganda y control de la información. De este modo, Beijing ha desarrollado una serie de instrumentos para convertirse en un modelo alternativo que intenta cambiar el orden internacional de postguerra.
La presidencia de Xi Jinping se aleja del perfil bajo en asuntos internacionales que promovió Deng Xiaoping en la década de los 80, o del modelo de emergencia pacífica en la década de 2000 del presidente Hu Jintao y del primer ministro Wen Jiabao, que comenzaron a trabajar dentro del sistema multilateral de instituciones internacionales y celebraron unos Juegos Olímpicos en 2008. China en aquel momento no mostraba ambiciones hegemónicas ni revisionistas en el sistema internacional, pero tras la Gran Recesión de 2008 comienza su desembarco en África y América Latina.
La llegada de Xi Jinping al poder en 2012 dará un giro a la política exterior con un mayor liderazgo y protagonismo gracias a su diplomacia de gran potencia, con más responsabilidades en el marco de Naciones Unidas, y la defensa de su seguridad e integridad territorial. La política exterior de China será más agresiva con reclamaciones territoriales en el Mar de China, conflictos fronterizos con India o maniobras de bloqueo marítimo y aéreo de Taiwán. Durante el XX Congreso del Partido Comunista Xi ordenó a sus militares que se preparasen para una acción en Taiwán, si la reunificación no se producía de manera pacífica.
La mayor asertividad de Beijing en las relaciones exteriores se ha transmitido a sus diplomáticos que cada vez son más rudos a la hora de defender el modelo chino con lo que denominan diplomacia del guerrero lobo. China ha cambiado y ahora defiende sus intereses fundamentales frente a los discursos que la critican. El crecimiento económico de China sostenido en el tiempo (oscilando entre el 9,5% en 2011 al 6,7% de 2017) sufre un impasse debido a la crisis inmobiliaria y la estrategia de Covid cero liderada por Xi que han llevado al país a la desaceleración económica.
El posicionamiento de China como modelo alternativo a nivel económico y político podría intensificarse con la guerra de Ucrania e iría acompañado de una revisión de las estrategias de comunicación para contar bien lo que sucede en China. Beijing apuesta por responder al discurso occidental ya que sufre de lo que denomina déficit del “derecho internacional a hablar” y quiere romper con el patrón básico de un discurso internacional donde Occidente es el fuerte y China la débil.
Los medios estatales de China desempeñan un papel central en la promoción del discurso oficial en el exterior. Beijng creó en 2016 medios estatales multilingües, como CGTN (China Global Television Network), un canal de televisión que informa en seis idiomas; y medios oficiales que han establecido asociaciones con los principales diarios internacionales. Y en los últimos años han proliferado cuentas oficiales en las redes sociales para ser caja de resonancia del discurso oficial chino. La centralización y el control de la comunicación externa deberían permitir construir un discurso internacional unificado.
La pandemia de COVID-19 empujó a China a desarrollar una comunicación agresiva a través de embajadas que usan las redes sociales para difundir una imagen positiva de los logros de China y criticar a los países occidentales. En un principio se utilizó la denominada diplomacia de las mascarillas para mejorar la imagen de China como país origen del virus, mediante el envío de ayuda médica o de material sanitario por parte de Beijing, donaciones de empresas o de las comunidades chinas en el exterior. Conforme fue avanzando la pandemia y China fue derrotando al virus apareció la diplomacia del guerrero lobo que se caracteriza por el uso de la retórica de confrontación por parte de los diplomáticos chinos al denunciar las críticas a China y ser combativos en entrevistas y en las redes sociales.
China ha optado por una narrativa internacional que ya no solo pasa por censurar las críticas que recibe, sino por el uso de la desinformación y de las teorías de la conspiración al estilo ruso. Los diplomáticos chinos presentaron en twitter contenidos de confrontación o conspiración, y sus relatos más seguidos fueron los más combativos. Este giro en la política exterior china se ha ido construyendo lentamente desde 2009 y se aceleró después de que Xi Jinping llegó al cargo en 2013. Tras el estallido de la pandemia, los diplomáticos chinos se sintieron atacados, pero también orgullosos de la forma en que su país manejaba la crisis. La nueva mezcla de confianza e inseguridad creciente se combinaron para crear lo que ahora llamamos diplomacia de guerrero lobo, cuyo origen proviene de la película Wolf Warrior que retrata a un ex soldado de las fuerzas especiales chinas que interviene en una guerra en un país africano protegiendo a los ciudadanos chinos. La película sugiere una participación activa de China en los asuntos internacionales, cierta hostilidad hacia Occidente y una exaltación del nacionalismo.
En el extranjero, muchas embajadas han desplegado una campaña de comunicación sin precedentes, publicando artículos de opinión en sus sitios web y hablando extensamente en los medios de comunicación del país anfitrión. Además de la comunicación institucional y el uso de los medios tradicionales, el nuevo fenómeno ha sido el uso por parte de los diplomáticos de las redes sociales Twitter y Facebook, que están prohibidas en China. El líder de estos diplomáticos es Zhao Lijian, subdirector del Departamento de Información del ministerio de Exteriores y conocido por sus declaraciones incendiarias, ha sido relegado hace pocas semanas de su puesto; mientras el exembajador de China en EE. UU., Qin Gang, se convertía en el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de China. ¿Está China cambiando de estrategia? Es pronto para afirmarlo, pero la actitud de Beijing ha causado rechazo en muchos lugares del mundo y podríamos estar ante un cambio de estilo diplomático con el fin de enfriar las relaciones entre China y Occidente.
Miguel Ángel Benedicto
Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid.