El Comandante del E.A. D. Manuel Parrilla Gil, asociado de AEME, publica en su Blog este retazo histórico de la Aviación española.
Hemricourt primero contra los comunistas y después contra los nazis.
La guerra civil española atrajo desde el primer momento a un importante número de pilotos extranjeros, que de una u otra forma se alistaron de forma voluntaria, para participar en el conflicto.
Los grupos más numerosos fueron sin duda los rusos, que llegaron como asesores técnicos para instruir a los pilotos españoles en el material de la ayuda soviética, pero que combatieron en primera línea y que durante el conflicto llegaron a formar un contingente de 772 pilotos. A estos les seguían los alemanes adscritos a la Legión Cóndor, y los italianos de la Aviación Legionaria, en números similares. En julio de 1936, tratando de burlar las restricciones del Acuerdo de no intervención, se formó un grupo de voluntarios encuadrados en la Escuadrilla España, que, al mando del escritor francés, André Malraux, estaba dotada de tres bombarderos Potez 540 y 14 cazas Dewoitine 372. Aunque sobre su participación pesan numerosas críticas desde su propio bando, incluidos Lacalle e Hidalgo de Cisneros, que afirmaban que los voluntarios polacos, franceses, alemanes y estadounidenses, no contaban con la adecuada preparación, eran pilotos civiles atraídos por el sueldo y la aventura, y más motivados por las juergas en Madrid que por derrotar al enemigo.
Aparte de los grupos anteriores, participaron numerosos pilotos alistados de manera individual, como los ingleses y americanos Berry, Lord, Acosta, Baumler, Tinker o Dahl. Ya tratamos en la anterior entrada del blog sobre la importante participación del alemán Walter Katz y sus aportaciones en la caza nocturna. Hoy vamos a hablar de un noble belga, Rodolfo Hemricourt de Grunne, hijo del conde de Hemricourt y de la condesa de Montalembert.
Cuando Rodolfo estaba postrado en su cama del hospital Queen Victoria en Sussex, el 22 de agosto de 1940, con terribles quemaduras en su rostro vendado, y con el brazo y la pierna izquierdos escayolados después de sufrir varias operaciones, recordó aquel decisivo 22 de noviembre de 1936, cuando en un hospital militar de Burgos tomo una de las decisiones más importantes de su vida.
Rodolfo había viajado a España en julio de 1936, contaba con 24 años y estaba decidido a combatir a los revolucionarios comunistas. Cuando consigue llegar a Burgos el 9 de octubre, se alista en la Centuria Argentina de la Falange, y participa en los combates de avance desde Palencia a Santander. El 19 de noviembre es herido en una pierna y le trasladan al hospital de Burgos. No recordaba el nombre, pero en la cama de al lado se encuentra convaleciente un piloto de Breguet XIX, comparten una semana de convalecencia y Rodolfo que no tiene problemas para comunicarse en español es convencido para alistarse como piloto.
Así lo hace, y tras ser dado de alta se integra como Alférez en el Tercio de la Legión, y es enviado a Tablada para realizar el curso de piloto de guerra. Desde el 3 de diciembre hasta el 27 de enero de 1937 recibe en Sevilla la formación en vuelo tras la cual es destinado a Zaragoza, donde comienza a volar el Heinkel-46 apodado en España “Pava”.
Solo un mes volando las “Pavas”, y el mando le considera con la experiencia suficiente para pasarle a la aviación de caza, en el grupo 1-E-2, donde se convertirá en uno de los pilotos de Heinkel-51, pionero de la famosa maniobra “la cadena” de ametrallamiento a las columnas enemigas.
El dolor le impedía concentrarse, las heridas provocadas por la operación en las que el cirujano neozelandés Archibald McIndoe, había intentado reconstruir su desfigurado rostro y las heridas que había sufrido en su pierna izquierda requerían de la administración de morfina, cuando la dosis dejaba de surtir efecto, Rodolfo comenzaba a sufrir. Inmerso en su agonía de dolor, con dificultades para respirar, se sumergió en una especie de catarsis somnolienta. Recordó entonces su paso por otro hospital, esta vez en su Bélgica natal.
Rodolfo había llegado a la residencia familiar del castillo de Aalter en junio de 1939, en septiembre Alemania atacó Polonia, y Rodolfo fue movilizado, y destinado como sargento a un escuadrón ciclista. Desde su cama en Sussex, Rodolfo recordaba su frustración, un “as” de la caza que había obtenido 14 victorias junto al legendario Gracia-Morato, y que se había licenciado como oficial en España, era degradado a sargento para mandar un escuadrón ciclista. Afortunadamente su padre tenía una cierta influencia, especialmente con el rey de Bélgica. El 15 de septiembre, Rodolfo es enviado a la Escuela de Vuelo del ejercito Belga, donde se le atribuyen los errores propios de un piloto que ha aprendido a volar en combate real, y que no está dispuesto a pasar por las absurdas maniobras de los principiantes. a pesar de eso, o quizás por ello, es destinado a la unidad de caza mejor equipada de Bélgica, el segundo Regimiento de “les Chardons”, donde va a volar el Hawker Hurricane MkI. Es evidente que los alemanes tienen intención de atacar Bélgica, pues Rodolfo tiene ocasión de interceptar varios Do-17 de reconocimiento en clara violación de su espacio aéreo. Aunque no consigue derribar a ninguno. Y el ataque alemán finalmente le pilla de nuevo en un hospital de Beauvechain, donde está convaleciente de un accidente de trafico con el brazo izquierdo en cabestrillo. Rodolfo se dirige a la base, preparan tres Hurris, pero cuando van a subir a los aviones, una formación de Messer los destruye en tierra. Los pilotos reciben la orden de evacuar Bélgica por tierra. Y acaban en Marsella, abordando un barco inglés rumbo a Gibraltar.
Los dolores han desaparecido tras la administración de una nueva dosis de morfina, y el doctor McIndoe se ha pasado a visitar a los enfermos, aprovechando el efecto de la morfina han levantado los vendajes, el doctor dice que se recupera muy bien y que la cara le va a quedar casi perfecta. Pero Rodolfo se queda preocupado, ha visto muchos quemados, en la guerra de España, por mucho que le diga el médico, él sabe que no quedan bien, le deprime. También le deprime el hecho de que los alemanes hayan atacado su país. Los alemanes con cuyos pilotos de la Legión Cóndor trabó amistad en Zaragoza, y combatieron juntos en la batalla del Ebro, y en la Campaña de Cataluña. Esos mismos alemanes fueron los que destruyeron los Hurris del Regimiento de “Les Chardons”, (Los Cardos), en el aparcamiento de Beauvechain, y fueron los mismos que casi le matan sobre el canal de la Mancha, ese mismo día por la mañana el alférez Rodolfo Hemricourt se anota dos victorias, un bombardero Do-17, y un Bf-110 Zerstorer. Por la tarde vuelven a salir de alerta desde el aeródromo de Hawkinge, y consiguen derribar cinco Bf-109 Emil, pero a costa de perder cinco Hurris MkII. Rodolfo salta en paracaídas desde su avión, pero gravemente herido por las quemaduras de la explosión del tanque de combustible y por la metralla que le ha alcanzado en el brazo y pierna izquierdos. En el fondo, Rodolfo se sentía mucho más próximo a los bajitos dicharacheros pilotos españoles, que a los distantes alemanes o los estirados ingleses. Recordaba sus alegres días en Zaragoza, y Escatron, con Salas, Aristides, Salvador, Garcia-Morato, Muntadas, “Bobito” Comas, Ibarreche, Barranco… Quizás la época mas feliz de su vida. Volvió a quedarse dormido y a su mente llegaron imágenes del río Ebro.
Recordó el 3 de octubre de 1938; habían pasado solo dos años, pero le parecía un siglo. Rodolfo se encontraba al mando del capitán Salas en el 2-G-2, la ofensiva sobre Cataluña se encontraba en un momento decisivo en el que las tropas de Franco intentaban cruzar el Ebro en Fayón y en la sierra de La Fatarella. La escuadrilla de Chirris de García Morato y Julio Salvador, junto con otras seis más, habían sido desplazadas desde Extremadura al aeródromo avanzado de Escatrón, cerca de Zaragoza. Los hombres estaban ya muy cansados. La técnica de combate con el Fiat CR-32 «Chirri» resultaba dura cuando había que combatir todos los días desde hacía ya tanto tiempo. Se volaba en formación bastante cercana, lo que aumentaba la tensión, pero permitía comunicarse entre aviones la presencia de cazas enemigos. A pesar de no contar con oxígeno, los pilotos subían hasta cinco mil metros, pues esa era la forma de poder entrar al combate con velocidad, picando desde arriba. A tal altura, el frío y la falta de oxígeno producían una sensación perpetua de cansancio. Además, los combates con el Chirri requerían una continua maniobra para buscar la posición de disparo, lo que implicaba estar sometido durante todo el combate a las fuerzas centrífugas. Era un cóctel terrible: el frío, la falta de oxígeno, las fuerzas centrífugas, la tensión continua del vuelo en formación y estar todos los días combatiendo a vida o muerte. La fatiga era uno de los peores enemigos de los pilotos, especialmente de los pilotos de Chato y de Chirri. Las escuadrillas de Mosca estaban estacionadas en Valls, al norte de Tarragona. Ese día recibieron instrucciones para proteger el sector de Fayón.
Un total de doce Moscas y ocho Chatos procedentes de Villalonga, en el sur, se encontraron con quince Chirris que tenían la misión de proteger los bombardeos sobre la orilla norte del Ebro. Los primeros combates fueron un desastre para la caza republicana. Cuatro Moscas fueron alcanzados por los cazas italianos y dos Chatos recibieron también impactos letales.
Los Moscas estaban al mando del capitán Bravo que salió del combate con su escuadrilla, tratando de recomponer la formación mientras los Chatos permanecían en la lucha. En el segundo encuentro, los Chirris, que habían perdido velocidad, vieron reducida su ventaja frente a los Chatos y estos consiguieron derribar tres. La escuadrilla de Bravo volvió a entrar en combate desde arriba, en una pasada rápida sobre tres Fiat que combatían aislados sobre el Ebro, al norte de Fayón. Bravo atacó desde el norte y la patrulla del teniente Paredes desde el sur. Este alcanzó al Chirri numeral 3-51, al que se le paró el motor, aunque no se incendió. El piloto consiguió llegar planeando a sus líneas. Era Joaquín García-Morato, el máximo as de la caza española. Bravo se quedó con uno de los dos Fiat que intentaban en vano tomar ventaja sobre un Chato. Pudo ver su numeral pintado en el costado: 3-69. Le acertó de lleno con dos certeras ráfagas, una en el motor y otra en el timón y el plano derecho. El piloto intentó maniobrar lo más al sur que pudo, y se lanzó en paracaídas sobre el Ebro. Para su desgracia, el viento le fue arrastrando en su lenta caída hacia la orilla norte del río. No tuvo escapatoria y fue hecho prisionero. Era Julio Salvador, el mirlo del emblema de tres aves de la escuadrilla de Morato, que en ese momento era el segundo as de la caza de Franco. Permanecería prisionero en Barcelona hasta el final de la guerra.
Poco antes de que Garcia-Morato tuviera que regresar a sus líneas planeando con el motor dañado, Rodolfo había estado junto al comandante, volando a tres mil metros, enfrentándose a cuatro Moscas de la escuadrilla de Paredes. Vio como Garcia-Morato derribó a uno de ellos que estalló en el aire, al tiempo que él mismo alcanzaba una posición de disparo rápido sobre otro Mosca, cuyo piloto se lanzó sobre el pueblo de Corbera. Mientras tanto siguió evolucionando hacia el este en persecución de otro de los Moscas, al que derribó cerca de Reus.
Rodolfo quedo pensativo, se había despertado con un recuerdo agradable, aquel combate fue uno de los últimos para él en España. Pensaba en sus compañeros belgas e ingleses en el Escuadrón de Hawker Hurricane, eran buenos pilotos, pero ninguno había visto los combates que él había visto. En Fayón se habían enfrentado, según distintas fuentes entre 30 y 50 cazas de los grupos de Chirris y la Legión Cóndor, y un número similar de Polikarpov I-15 e I-16, Chatos y Moscas. Cuando en el Canal de la Mancha se enfrentaban a formaciones de veinte o treinta bombarderos escoltados por una docena de cazas, su experiencia en España podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Poco a poco, Rodolfo Hemricourt se fue curando de sus heridas, y su rostro, aunque con cicatrices y todavía enrojecido empezaba a recuperar su verdadera identidad. El piloto belga fue uno de los mayores éxitos obtenidos por el doctor McIndoe con sus “conejillos de indias” como él les llamaba. Y por recomendación del médico, fue enviado por el gobierno belga al Balneario de Caldas da Rainha en Portugal. Rodolfo disfruta allí de un merecido descanso y, sometido a las aguas sulfurosas y los tratamientos, se recupera completamente. En marzo de 1941 viaja a Madrid desde Lisboa, en una misión secreta, y allí se entrevista con algunos de sus antiguos compañeros del 2-G-2, entre otros con Salas, a quien convence para liberar a los prisioneros belgas retenidos en Miranda de Ebro, que finalmente son enviados a Gibraltar.
El 21 de mayo de 1941, Rodolfo de Hemricourt, había llegado a la culminación de su carrera como piloto de caza. Recuperado de las heridas, y de vuelta de su misión secreta en Portugal y España, está volando en uno de los escuadrones de elite de la RAF, el 609 basado en Biggin Hill y dotado de la última versión del caza Supermarine Spitfire MkII. Lleva menos de dos semanas volando el Spitfire, desde el 9 de mayo. El día 16 de mayo consigue la única victoria con el Spitfire, sobre un Bf-109 sobre Francia.
El día 21 Rodolfo vuela en el grupo de los amarillos, una escuadrilla al mando del comandante Malan.
Mientras el 92 escuadrón patrulla a gran altura para cubrir a los bombarderos que regresan de Gravelines, los atacantes a la refinería de Bethune en Francia son recibidos por el 609 de Biggin Hill a unos 16000 pies, para protegerlos hasta sus bases en Inglaterra.
Eran las seis de la tarde, cuando varias formaciones de Bf-109 vuelan en pareja persiguiendo a los bombarderos. La sección roja de Malan viró hacia el oeste y luego hacía el norte para enfrentarse a dos parejas de la Luftwaffe. La escuadrilla amarilla se enfrenta a dos parejas de Bf-109, el amarillo dos es alcanzado y se lanza en paracaídas, Rodolfo buscaba una posición en la panza del número dos de la primera pareja de Messer, pero la segunda pareja estaba justo en el sol, uno de los Messer derribó a Rodolfo disparando sobre la panza. Rodolfo se lanzó, sus compañeros siguieron su paracaídas hasta el agua, avisaron a los barcos de rescate. Estaban cerca de la costa, a la vista de los acantilados de Dover. Rodolfo nunca fue rescatado, su cuerpo nunca fue encontrado, no había cumplido los treinta años, si murió ese día encontró una buena muerte, la del aviador que está cumpliendo su sueño, la del aviador que defiende a su gente, la del aviador que sabe lo que se juega en cada combate. El 15 de junio de 1941, el Ejercito del Aire de España le concede la medalla militar por su heroísmo durante la guerra civil, nadie sabe que Rodolfo nunca volvería a su tierra natal en Bélgica, ni tampoco a la tierra en la que fue más feliz, España.
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