El general Argumosa Pila, Presidente de AEME, publica en el numero 124 de la revista MILITARES, el siguiente articulo sobreel futuro de la geopolítica mundial
¿HACIA UN NUEVO MODELO GEOPOLITICO MUNDIAL?
Si el siglo XIX fue el siglo del Reino Unido y el siglo XX, el de Estados Unidos, no hay muchas dudas de que el siglo XXI pueda ser el siglo de China. Sin embargo, el modelo geopolítico que se empleó o que se puede emplear en cada centuria no es el mismo. En el siglo XIX, se utilizó la multipolaridad. En la segunda mitad del siglo XX, apareció la bipolaridad y algo de unipolaridad en la última década. Por último, en los comienzos del siglo XXI parecía que volvía la multipolaridad, pero ahora existen diversidad de opiniones.
En esta ocasión, solo voy a considerar cuatro grandes actores internacionales que tienen una gran influencia en la geopolítica mundial de acuerdo con el PIB, el gasto militar, el dominio del mundo cibernético, el escenario del ciberespacio, el poder económico, la revolución energética, el cambio climático o el protagonismo de las empresas digitales. Estos actores son Estados Unidos, China, Unión Europea y Rusia.
China ha sido, principalmente, una potencia continental pero ahora está adquiriendo importantes capacidades para postularse como una potencia marítima. Está comenzando con su actitud agresiva en el Mar de China Continental – su actual provocación sobre Taiwán es un ejemplo -, tomando posturas en contra del derecho internacional y presionando a los países ribereños de dicho mar que también tienen derechos sobre el mismo. A pesar de la vieja política china de neutralidad, hoy está tomando posiciones claramente partidistas cuando no hegemónicas.
Después del discurso de Deng Xiaoping en el año 1978 del socialismo con características chinas, en el XIX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) de 2017 se aprobó la moderna doctrina de Xi Jinping, basada en tres pilares. La nueva doctrina geopolítica de conseguir que la humanidad progrese de una forma armoniosa; la necesidad de dotar al Ejército Popular de Liberación (EPL) de las capacidades necesarias para ganar las guerras en todo el mundo; y la implantación de la doctrina del socialismo con características chinas en una nueva era como una nueva doctrina que ya ha sido adoptada por el PCCh.
Parece lógico situar a China como amenaza al liderazgo de Estados Unidos ya que, especialmente, la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, gran apuesta estratégica de China, puede ser un elemento que haga frente con cierto éxito al dominio mundial de EEUU en los próximos años. Por otra parte, el Ejército Popular de Liberación (EPL) está dotándose de modernas capacidades, muchas de ellas procedentes de tecnologías emergentes que rivalizan con las Fuerzas Armadas occidentales.
Entre las principales causas del presunto declive de Occidente podemos señalar a la globalización, el auge de China, el nacionalismo ruso, el alejamiento estadounidense de Oriente Medio, en especial su pasividad ante la actuación de Rusia en Siria, las guerras permanentes en Afganistán e Irak, su abandono del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), la guerra contra el salafismo yihadista o las diferencias políticas, estratégicas y económicas entre ambos lados del Atlántico.
La tradicional política exterior estadounidense pasa por establecer y consolidar alianzas. Así, en el Pacífico dispone del QUAD, diálogo estratégico entre Estados Unidos, India, Japón y Australia; de los CINCO OJOS, alianza de inteligencia entre Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda; y del ANKUS, pacto de seguridad para compartir tecnología avanzada y defender los intereses compartidos en el Indo-Pacífico. Todos ellos constituyen entendimientos flexibles y con la mirada puesta en hacer frente a la creciente asertividad y agresividad de China hacia su vecindario.
La Unión Europea sigue buscando su ya anunciada “autonomía estratégica” que se sustenta, fundamentalmente, en tres aspectos. En primer lugar, apuntalando sus capacidades propias a través de la Iniciativa Cooperación Estructurada Permanente (PESCO); en segundo lugar, utilizando la cooperación multilateral como centro capital del proyecto europeo; y, por último, disponiendo de la voluntad política necesaria para fijar sus prioridades y actuar de manera autosuficiente.
Con independencia de su reciente rotura con la OTAN, Rusia está intentando alcanzar el status de gran potencia de la vieja Unión Soviética posicionándose en contra del actual orden internacional liderado por EEUU, modernizando fuertemente sus Fuerzas Armadas, particularmente en el sector de los misiles supersónicos. Por otra parte, utiliza diferentes instrumentos para debilitar a la UE y sus Estados miembros. Tanto las relaciones con la OTAN como con la Unión Europea se hallan en su punto más bajo desde el final de la Guerra Fría.
En el capítulo del gasto de defensa en el año 2020, de acuerdo con el Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI), Estados Unidos alcanza 778.000 millones de dólares, China 252.000 millones, la Unión Europea en su conjunto 232.000 millones y Rusia 61.000 millones. Es decir, el presupuesto de defensa estadounidense triplica al chino en tanto que la suma de los presupuestos de Estados Unidos y la UE cuadruplica a la suma de los de China y Rusia.
En la segunda mitad del siglo XX imperó el modelo de la bipolaridad entre dos grandes bloques, bajo el liderazgo de EEUU y de la desaparecida URSS, siendo sustituido en los inicios de los años 90 de dicho siglo por una unipolaridad tutelada por Estados Unidos como único hegemón. Dicha unipolaridad fue reemplazada, desde la guerra de Georgia de 2008, por el inicio del cambio a un modelo geopolítico de la multipolaridad que no ha llegado a cristalizar por lo que puede dar paso a otro modelo distinto.
Es en este contexto donde está tomando cuerpo una nueva dimensión de las relaciones de poder, caracterizada fundamentalmente por la rivalidad geoestratégica entre las potencias de primer orden. Por un lado, una nueva bipolaridad ente Estados Unidos y China a la que algunos analistas la llaman una Segunda Guerra Fría. Por otro, una rivalidad entre las grandes potencias continentales – China y Rusia – y las grandes potencias marítimas – Estados Unidos y la Unión Europea – en torno a los cinco elementos o factores geopolíticos más importantes que en la actualidad definen con mayor propiedad a esta disciplina: el PIB, los gastos de defensa, las tecnologías emergentes, la energía y la dimensión militar. La denominamos bipolaridad dual.
En cuanto al potencial modelo de bipolaridad entre Estados Unidos y China, considero que el país de la Gran Muralla no tiene infraestructura actual para alojar una serie de instituciones internacionales para poder ejercer su poder a nivel mundial ni que sus autoridades tienen la intención de implicarse en este objetivo por los gastos que supone sin antes controlar su entorno estratégico cercano. Tampoco creo que Estados Unidos quiere dejar de ser una potencia global para concentrar sus recursos en Asia Pacífico. Por ello, estimo que este modelo no parece viable a corto plazo.
Sin embargo, en estas modernas relaciones de poder existe la posibilidad de establecer un nuevo modelo geopolítico, el de la bipolaridad dual, en el que aparecen dos grandes polos enfrentados, cada uno de ellos compuesto por dos centros de poder. El polo transatlántico integrado por Estados Unidos y la Unión Europea, que descansa en el vínculo transatlántico actualmente en proceso de rehabilitación; y el polo euroasiático integrado por China y Rusia, apoyado en la asociación euroasiática, cuya influencia está creciendo cada vez con más fuerza. Es la respuesta a una nueva doctrina del “equilibrio de poder” frente a la doctrina de la “política de poder” que ha tenido un gran auge en base a las alianzas o a las organizaciones multinacionales.
El tratar el modelo de bipolaridad dual es preciso señalar que, por un lado, la bipolaridad se basa en políticas e intereses contrapuestos en diversos campos como pueden ser el político, el económico, el militar, el social, el cultural o el tecnológico. Por otro, la dualidad se asienta en políticas e intereses compartidos o complementarios en los diferentes campos señalados.
En definitiva, la bipolaridad dual le puede convenir a China como un ensayo de poder internacional para probar este modelo geopolítico junto a Rusia, que aportaría no solo su potencia nuclear sino también la antigua experiencia que tuvo la URSS como gran potencia. En cuanto a Estados Unidos y a la Unión Europea, esta oportunidad les favorece desde el punto de vista de recuperar, incrementar y consolidar el vínculo transatlántico después de haber pasado por una época de cierto enfriamiento y distanciamiento.
Jesús R. Argumosa Pila General de División (R)