Gibraltar, colonia piratérica. Alfredo Vílchez

Interesante articulo sobre la  deslealtad, felonía, traición, perfidia o piratería que siempre sugiere el tema  GIBRALTAR

 

Buscando en viejas notas, encuentro una en la que reflejé una noticia de prensa de 2018 en la que decía que una corbeta española había puesto a todo volumen el himno español al paso por Gibraltar, y que Gran Bretaña presentó una queja diplomática por el hecho. La cuestión forma parte de la idiosincrasia pirática habitual de Inglaterra, que, al parecer, quiere apropiarse también del espacio sonoro que rodea al Peñón.

¡Calma!, no griten aún al oír lo de piratas. También podría hablar de desleales, felones, traidores, pérfidos o miserables, pero dejémoslo en piratas. Mejor lo vemos.

Cuando el nieto de Luis XIV, Felipe de Anjou, tomó posesión del trono de España como Felipe V en virtud del testamento de Carlos II –último monarca de la casa de Austria–, la no aceptación de esta herencia por parte del emperador Leopoldo I de Austria (que consideraba que su hijo, el archiduque Carlos, tenía más derecho a la corona española) provocó la llamada Guerra de Sucesión. En el transcurso de ella, una flota angloholandesa austracista (es decir, defensora de los derechos del archiduque Carlos), al mando del príncipe de Hesse-Darmstadt, ataca Gibraltar «para reducirla a la obediencia del rey de España», frase que figura en el manuscrito 5440 del British Museum, y que indica claramente que se trataba de que la soberanía de un rey de España, en este caso el pretendiente archiduque Carlos, se proyectara sobre la roca. Las tropas inglesas sólo apoyaban esta pretensión.

El gobernador del peñón, Diego de Salinas, que sólo disponía de cien hombres en total, tras aguantar un bombardeo de quince mil cañonazos, se ve obligado a capitular el 4 de agosto. Una vez tomado el peñón, el almirante británico Rooke, en vez de izar la bandera del archiduque, cuya conversión en rey de España apoyaba, iza la bandera inglesa y toma posesión en nombre de Gran Bretaña. Jorge Darmstadt –el príncipe de Hesse-Darmstad– se ve obligado a aceptar la imposición para que el archiduque no perdiera el apoyo inglés. Es decir, tuvo que aceptar el chantaje. Si esto no es traición, felonía, deslealtad, etc., ya me dirán.

El tratado de Utrech puso fin a la guerra, y permitió a Inglaterra posesiones en Gibraltar. Pero, ojo que digo “en Gibraltar”, no Gibraltar mismo, pues la transferencia se reducía a la posesión de la ciudad, el castillo, las fortalezas y el puerto. La doctora Concepción Anguita Olmedo, en su tesis sobre Gibraltar, deja bien claro que no se concedía la jurisdicción fuera de eses límites, no podía existir comunicación con el campo circunvecino, y no podía ser enajenada, vendida o dada a un tercero sin haber concedido a España la posibilidad de recuperarla. Por tanto, Tratado de Utrech, sí, pero no para todo. Sin embargo, tras apoderarse de la Roca, irán apoderándose de todo lo demás, como ahora veremos.

En 1810, durante nuestra Guerra y Revolución de 1808 (habitualmente llamada Guerra de la Independencia), los ingleses piden que se destruyan los fuertes de la frontera… ¡para que no caigan en manos francesas, claro está!, y ocupan con ese fin esas posiciones. Luego se olvidaron de devolverlas, naturalmente (línea roja de la imagen 2. Esta y las sucesivas están montadas sobre una foto aérea actual).

En 1815 se da una epidemia de fiebre amarilla en Gibraltar, y, por razones humanitarias, se les permite establecer un campamento provisional en el campo exterior (líneas naranja de la imagen 3), que luego pasaron a ocupar permanentemente. Tan permanentemente, que se incluyeron en la declaración de “Colonia de la Corona” aplicada a Gibraltar en 1830.

En 1909, pese a las protestas españolas, los británicos levantan la verja (línea verde de la imagen 4), apropiándose de todo lo que esta delimitaba. Y en ese istmo ocupado ilegalmente, se construirá el aeródromo en 1949, con la excusa de que era necesario para la Segunda Guerra Mundial.

A partir de ésta, Inglaterra se pasó por los bajos fondos todas las resoluciones de la ONU favorables a la descolonización de la Roca (de ello hablaremos otro día), y ahora incluso pretenden apropiarse del espacio sonoro, como decía al principio.

¿Es o no es adecuado hablar de deslealtad, felonía, traición, perfidia o piratería?

Alfredo Vílchez
Licenciado en Filosofía y Letras (Historia) por la Universidad de Granada (1969). ⁠Diplomado en Archivos en la última promoción de la desaparecida Escuela de Documentalistas de la Biblioteca Nacional (1980). Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid (1990)
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