Interesante aclaración histórica sobre el concepto “reconquista”
En defensa de España.
Don Alfonso el Sabio, después de haber ganado a los moros la plaza de Cádiz… , por Matías Moreno González. © Museo Nacional del Prado. |
Las agresiones provienen de fuera y dentro de nuestras fronteras, si bien es cierto que las primeras, por cuanto son historiográficamente fácilmente rebatibles, son probablemente a la larga menos lesivas. De esta forma, es fácil rebatir, por ejemplo, las palabras del presidente de México (AMLO) respecto a la necesidad de España de pedir disculpas por la “Conquista”, que nunca fue de México puesto que no existía como tal, sino de la región controlada por los mexicas. La caída de Tenochtitlan no se produjo, como es bien sabido, por la acción de la capacidad militar de Cortes y sus pocos cientos de hombres, sino por el apoyo de multitud de pueblos indígenas subyugados por los mexicas (el 99% de las tropas eran indígenas), léase: txacaltecas, cempoalas, chalcos, etc. De hecho, AMLO, intencionadamente olvida que la nación surgida de la secesión de la corona española, esta vez sí, México, era de una extensión infinitamente superior al del imperio mexica, siendo los estadounidenses quienes pocos años después se hicieron con más del 50% de su territorio tras la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo (por cierto, incluso con esas, mayor en extensión al primitivo mexica), pero seguro no hemos visto a su dirigente exigir disculpas al gobierno de los EEUU. Y así, con todo.
El problema por tanto fundamental, y que sin duda tiene también su proyección al exterior, proviene del interior de nuestras fronteras. Desde los nacionalismos fraccionarios apoyados por una minoría de historiadores fuertemente ideologizados, se ha pretendido discutir la propia existencia de España, o al menos, su previa existencia a la de otras naciones etnológicas que pretenden ser naciones anteriores a la propia existencia de España (vascos, catalanes, gallegos, montañeses, etc.).
El concepto de nación no es unívoco, pero es consenso aceptar que las naciones políticas surgen como tal en el siglo XIX, y en el caso de España concretamente con las cortes de Cádiz. Entendemos por nación política, en su acepción contemporánea, y como es entendida por el filósofo Gustavo Bueno, aquella nación surgida tras la revolución francesa que rompe con el régimen anterior, absolutista fundamentalmente, y en el que la nación pasa a ostentar la soberanía que antes estaba en manos de un monarca o un príncipe. Para los nacionalismos es muy atractivo aferrarse a este momento, ya que, puede sugerir que antes del siglo XIX España no existiera y que consecuentemente es una realidad posterior a la suya. Ignoran, por tanto, que España existe, no como nación política moderna, pero sí como nación histórica desde la Edad Media, y en todo caso, siglos antes de las pretendidas naciones vascas, catalanas o gallegas. Estas últimas, defienden que sus naciones inmemoriales habrían sido sometidas tiránicamente por la corona de Castilla en una suerte de superestructura de naciones, una “Nación de Naciones” (contradictorio en sí mismo como explica Bueno en su concepto de nación) y tras su declive, es justo y necesario no solo volver a su realidad anterior, sino reparar los teóricos desmanes contra ellos cometidos.
Y el campo de batalla donde se desarrolla este conflicto es el de la Edad Media, ya que, con anterioridad, no hay capacidad de afirmar nada. Y es justamente ese espacio temporal el que se utiliza sin pudor para retorcer la historia a gusto de los nacionalismos y sus ideólogos, que ponen su foco en negar el concepto de “Reconquista” pues es ahí donde se va a ir conformando nuestra identidad nacional.
Este es un periodo complejo de nuestra historia y desconocido por la gran mayoría de nosotros. Abarca un periodo de casi ocho siglos donde hay variedad de crónicas, árabes y cristianas, no siempre coincidentes o en algún caso, como la Crónica Mozárabe del 754, demasiado breve (es consenso considerarla como la fuente primaria para entender la primera mitad del siglo VIII en la Península). Y es precisamente lo intrincado de este periodo lo que se convierte en el caldo de cultivo para que puedan desarrollarse “historias” que no son Historia. Afortunadamente, existe un amplio y nutrido grupo de medievalistas y divulgadores que se han puesto por objetivo dar luz.
Cómo prueba de lo anterior, es habitual encontrarse con artículos, algunos en importantes periódicos de tirada nacional, que llegan a negar la existencia de la batalla de Covadonga (no es baladí que se elija este momento, ya que, es considerado por algunos, la génesis de lo que sería posteriormente España), que por muy mitificada que pueda estar en algunos casos, es un hecho de armas indiscutible y sobre la que disponemos de crónicas que no dejan lugar a la duda.
El objetivo que humildemente persigo con este artículo es el de recoger resumidamente los principales motivos esgrimidos por aquellos que atacan el concepto de Reconquista con el objetivo de negar una existencia previa de España a la del siglo XIX, así como por los negrolegendarios que encuentran en este periodo un terreno fértil para continuar con su labor de desprestigio y eliminación de todo lo “hispánico”. Así que, sin más dilación, empecemos.
- El término Reconquista no se empleó en la Edad Media y es un constructo del siglo XIX (cuando surge la nación política española) y posteriormente franquista:
Es cierto que hubo un uso interesado del concepto Reconquista durante la dictadura de Franco, si bien su instrumentalización no implica que esta no sea cierta y es igualmente inequívoco que el término también sería utilizado por la Segunda República o posteriormente por el partido comunista de España. Es también cierto que el término Reconquista no se encuentra en las crónicas medievales, pero se debe a que el vocablo como tal no existía, al surgir este en Francia en el siglo XVIII (que no XIX). Lo que impregna todo ese periodo es una voluntad por “restaurar”, término que sí aparece, el periodo anterior, referido al reino visigodo de Toledo. Existe una clara noción de un territorio que era Spania y de la cristiandad de dicho territorio, así como una clara vocación de “recobrar”, término que se encuentra con asiduidad, lo perdido. Lo anterior ayuda a dar sentido a las reticencias de Ortega y Gasset en su España Invertebrada, que cuestionaba la idoneidad del término al considerar que no se puede llamar Reconquista a un periodo de ocho siglos donde además no siempre hay una continuidad. Lo cierto, como comentamos, es que esa vocación de restauración estuvo presente durante todo ese periodo junto con una vocación de imperio, que requiere por su propia naturaleza de la existencia de varios reinos, territorios, condados, etc., ya que, de otro modo, no sería imperio. Esta vocación de imperio estaba inicialmente dirigida hacia el norte de África (fecho del allende), posteriormente Europa (fecho del imperio) y culminaría por extensión con América.
Esto no significa en ningún caso que lo que se restaurara fuera el reino visigodo de Toledo, evidentemente no lo fue, pero sí que existía una noción de un hecho histórico propio, inicialmente con un territorio y una religión, que había sido usurpada por los sarracenos. Hay numerosos ejemplos que evidencian la relación entre reconquista y restauración, por lo que este término tiene ya cabida en la historiografía desde hace tres siglos (la sombra del franquismo debe de ser muy larga). Sirva como ejemplo que cuando se constituyó la Junta Suprema de Asturias en 1808, se apeló a la “segunda restauración de España”, esta vez una “reconquista” contra Napoleón.
- Lo que surge en Asturias con Pelayo, es un movimiento liderado por una sociedad tribal que nada tenía que ver con godos o hispanorromanos, era más bien una suerte de irreductible aldea gala que no fue mancillada ni por unos ni por otros. Esta teoría indigenista tiene su base en los trabajos realizados por los profesores Barbero y Vigil durante la Transición.
De ser cierto, esto afectaría a la “continuidad” de la Hispania anterior y por tanto al argumento de que se pretendía una restauración. ¿Por qué querría restaurar esta sociedad indígena el régimen anterior si no tenía que ver con quienes les antecedieron? Máxime cuando además la teoría parte de la base de que ni siquiera estaban cristianizados.
En los últimos años, trabajos y hallazgos arqueológicos demuestran que tanto la presencia romana como goda en Asturias es notable, y muy superior a lo que inicialmente se había imaginado: en la última década se han encontrado tumbas visigodas como las halladas en el yacimiento de Argandenes en Piloña. Si bien es cierto, que la relación en esa región fue diferente debido a su distinta configuración con mayores asentamientos rurales y pocos núcleos urbanos. La realidad, en todo caso, es que los astures que auparon a Pelayo estaban cristianizados, y que tenían vinculación con familias godas de la zona, lo que no exime de que convivieran también estructuras sociales pretéritas, lo que de ser cierto para Asturias lo sería también para otras regiones de Spania. En esta línea hay que destacar los trabajos realizados por el historiador Armando Besga Marroquín.
La crónica Rotense, por otra parte, menciona a Pelayo como espatario (algo así como un soldado de la guardia real) del rey visigodo Rodrigo, que huye, como lo hicieron muchos, hacia las montañas frente al empuje de los musulmanes.
- Si no hubo conquista musulmana, no tiene sentido hablar de “Reconquista”. Tesis defendida inicialmente por Ignacio Olague y con posterioridad por islamólogos como Emilio González Ferrin.
Esta es otra tesis muy extendida que muy resumidamente viene a afirmar que los musulmanes entraron por que se les “abrieron las puertas”. Una realidad utópica que muestra cómo una cultura dominante es invitada a entrar por una población dócil que casi llega a ansiar la llegada de los musulmanes y que a su vez es tratada por estos con compasión y misericordia. Esto explicaría la velocidad con la que los sarracenos tomaron la práctica totalidad de Spania (15 años). Se dibuja por tanto una conquista dulcificada. Aunque no cabe duda de que hubo pactos, muchos forzados por la situación, la tesis sostenida es ampliamente discutible. Nos remitimos a la Crónica Mozárabe que dice así de la conquista islámica: «De este modo arrasa con la espada, el hambre y el cautiverio no solamente la Spania Ulterior, sino también la Citerior [.] Arruina hermosas poblaciones, entregándolas al incendio, condena al suplicio a los ancianos y a los potentados, mata a puñaladas a los jóvenes y niños de pecho, e infundiendo de esta manera en todos, el terror».
Recomiendo una interesante lectura al respecto a quien pueda interesarle entender en detalle la conquista musulmana: Espada, hambre y cautiverio. Conquista Islámica de España de Yeyo Balbás.
La idea de cuándo surge España es fuente de debate. Es posible por tanto encontrar varias fechas como origen, desde el inicio de la Reconquista, pasando por la toma de Granada o las Cortes de Cádiz entre otras. Parece poco sensato en todo caso, pretender que el nacimiento de una nación se produzca con un hecho concreto y unívoco, la firma de un tratado, o la conquista de una ciudad, por ejemplo. Parece más bien, un proceso que se va conformando poco a poco, aunque sin duda hay elementos concretos que se producen con el paso del tiempo que pueden ayudar a aproximarnos a una fecha: así, es interesante la tesis sostenida por el filósofo Pedro Insua en su último libro, Cuando España echó a andar, que sitúa el nacimiento de España con Alfonso X el Sabio, ya que sostiene que es el castellano, como idioma universal lo que marca la diferencia, o dicho de otra forma, es hasta el punto más lejano hasta el cuál podemos, los españoles desde el presente, retrotraernos y entender lo que se dice y escribe.
El hecho de que en España vivieran un conjunto de pueblos con rasgos “culturales” propios no convierten a dichos pueblos en naciones políticas o históricas. Y esto no parte de la idea de España de unos ideólogos recalcitrantes y seguramente de derechas que quieren negarles a los vascos, catalanes, gallegos, o por qué no a los asturianos (que tienen el bable), su derecho a ser reconocidos como tales (Engels, que no era precisamente de derechas, opinaba lo mismo acerca de su realidad histórica o más bien de la ausencia de la misma). Todos ellos existían y existen, como realidades etnológicas, siendo España el elemento aglutinador que las definía, tanto antes, como ahora y a pesar de las diferencias.
Acabo con este extracto de la Crónica Rotense que muestra la teórica respuesta de Don Pelayo al obispo Oppas (aliado de los musulmanes). «Cristo es nuestra esperanza de que por este pequeño monte que tú ves se restaure la salvación de España y el ejército del pueblo godo».
Gonzalo Castellano Benlloch