AEME I CICLO 2025. IMPACTO MUNDIAL DEL RETORNO DE TRUMP
El futuro de Oriente Medio
Marta González Isidoro
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha convulsionado Oriente Medio, una región caracterizada por el conflicto, la incertidumbre y la volatilidad. Si hay un efecto Trump en esta región se verá en la forma en la que éste sea capaz de combinar la agresividad económica con la voluntad de negociar. El enfoque empresarial prevalece como patrón habitual en un presidente que ha sido elegido para hacer realidad el eslogan de su campaña electoral: MAGA (Make America Great Again). El intercambio utilitario encaja muy bien con su visión del mundo. Diplomacia transaccional al servicio de intereses particulares. Y aunque es difícil descifrar las intenciones de Donal Trump en Política Exterior a pesar de la cantidad de medidas, tanto simbólicas como prácticas, que ha tomado desde que asumió el cargo de presidente a principios del mes de enero, en lo que respecta a la agenda de Oriente Medio es poco probable que adopte la misma política que durante su primer mandato.
Los cambios tan drásticos que ha vivido la región desde el 7 de octubre de 2023, como la debilitación del poder de Irán y el llamado “Eje de la Resistencia”, la vuelta de la causa palestina a la agenda regional, la caída del régimen de Bashar el Asad en Siria o la creciente importancia de las monarquías del Golfo en la competencia entre potencias van a ser los ejes sobre los que se estructure el poder en una región en donde los riesgos también crecen. Trump crea una ola de expectativas en el mundo árabe que podrían resultar en decepción con el tiempo. Su visión de Oriente Medio gira en torno a la posibilidad de promover un acuerdo de normalización entre Arabia Saudí e Israel, con un mensaje de paz y estabilidad que parece querer relanzar el papel de Israel como potencia regional, al tiempo que presiona para que proporcione una hoja de ruta palestina, la estabilización del Líbano y Siria o la búsqueda de un canal de diálogo con el régimen iraní para resolver la cuestión nuclear por la vía diplomática sin descartar la coerción por medio de las sanciones. Pero al mismo tiempo destaca la posición de Qatar como mediador o la implementación del acuerdo con Hamas, exponiendo la contradicción entre el deseo de diseñar un nuevo orden en Oriente Medio que ponga fin a todas las guerras y el extremismo mientras mantiene a Qatar como aliado, un actor que promueve narrativas incendiarias por medio del canal Al-Jazeera, financia el terrorismo y se rige por la ideología de la Hermandad Musulmana a la vez que ofrece una imagen internacional de progreso.
Gaza: una propuesta arriesgada
La creencia de Donald Trump de que su llegada a la Casa Blanca y la contundencia que demuestra va a convertir en hechos consumados su voluntad se manifiesta también en la forma en la que está obligando a los actores regionales a reevaluar posiciones arraigadas. La guerra contra Hamas ha reconfigurado el panorama regional y los cálculos de los diferentes actores, especialmente Egipto y Jordania, que dejan de ser esenciales en el mantenimiento de la seguridad y la estabilidad regional. Trump sorprende con una propuesta radical para reubicar a la población palestina de la Franja de Gaza para garantizar una vida mejor y más segura y transformar la Franja en la “Riviera de Oriente Medio” en un plazo de 10 a 15 años. De practicarse, la pesadilla de Aman y El Cairo de fortalecer el concepto de “patria alternativa” se hace realidad en un plan que pone fin al negocio de la violencia y la manutención eterna. La desfinanciación de la UNRWA y la salida del Consejo de Derechos Humanos lanza el mensaje de que cualquier proyecto de reconstrucción que no obligue a Hamas y a los palestinos a rendir cuentas por sus actos y a renunciar al compromiso con la idea de resistencia será imposible de implementar.
Más allá de la retórica y del equilibrio entre prioridades contrapuestas, esta sugerencia que ha suscitado una fuerte controversia internacional rompe los esquemas tradicionales en el que se enmarca la cuestión palestina, al ofrecer una solución a la cuestión de los refugiados y al derecho de retorno, pilar central de la ideología nacional palestina. Las monarquías del Golfo, satisfechas por el regreso de una administración que puede generar cambios significativos en la región a su favor, sobre todo en lo referente a impedir que Irán avance en su programa nuclear, ven el potencial que tiene esta propuesta como una forma de sacudir el estancamiento de la región, forzándoles a ofrecer una solución más realista – aceptable tanto para Israel como para Estados Unidos – o a ceder el control a Estados Unidos para que lidere los esfuerzos de reconstrucción. Conscientes de que los palestinos son una fuente inagotable de problemas, la causa palestina no es un elemento prioritario para unos países que están en pleno proceso de diversificación de sus economías, que comparten el enfoque transaccional de Trump y que están interesados en normalizar sus relaciones con Israel. La propuesta de construcción de una base norteamericana para garantizar el proceso de conversión de la Franja en una entidad viable, sostenible y funcional es vista por las monarquías suníes como una forma de neutralizar el papel desestabilizador de Doha y de romper la alianza que han forjado Turquía, Siria y Qatar, para exportar gas a Europa desde Qatar a Turquía pasando por Siria, en una clara competencia con el eje del mediterráneo oriental vigente antes del 7 de octubre. Relegada la base de Qatar a un segundo plano y neutralizada Turquía en el Mediterráneo, podría significar el fin del status quo.
Cambios en los equilibrios de poder
Turquía, que también combina persuasión política con amenazas militares, es otro punto en la mirada de los numerosos conflictos abiertos en la región. En el escenario sirio, aunque los Estados Unidos son el principal partidario de las fuerzas lideradas por los kurdos – las SDF -, también presionan a su líder, Mazloum Abdi, para que modere gradualmente sus demandas, se desarmen y se integren en el nuevo gobierno de Damasco, alineándose aparentemente de este modo con las demandas turcas. El repliegue de las SDF era inevitable, y un acuerdo con el gobierno liderado por Ahmed al-Shaara puede evitar temporalmente una invasión turca que Trump, a todas luces, parece querer evitar. Si se desea estabilidad regional, el aterrizaje de esta segunda administración de Trump en Siria pasa por enviar a Erdogán el mensaje de que no abandonarán a las SDF como lo hicieron en 2018, aunque la intención de retirar las fuerzas norteamericanas en medio de una dinámica regional extremadamente frágil posiciona a Ankara como un actor central en el panorama post Asad.
Siria se ha convertido en un nuevo espacio de disputa geopolítica, siendo la principal preocupación de Trump alejar al nuevo gobierno de HTS de cualquier vínculo con Irán y Rusia, insinuando la posibilidad de eliminar las sanciones que penden sobre el país. La estrategia de máxima presión contra Irán, apuntando a su estabilidad económica, tiene como objetivo paralizar el apoyo a sus proxys en el Líbano, Irak, Siria y Yemen y neutralizar su capacidad para continuar con su programa nuclear. La administración Trump plantea en este sentido imponer sanciones muy estrictas al régimen teocrático iraní, particularmente a las exportaciones de petróleo, que en la actualidad superan los 1´5 millones de barriles diarios y devolverlas a los niveles de 2020 (unos 400.000 barriles diarios). Estrechamente alineada la política exterior de Turquía y de Qatar en Siria, el dilema que enfrenta Trump es cómo evitar la colisión entre sus dos aliados, Turquía e Israel. El objetivo de Israel de fortalecer sus defensas en los Altos del Golán, destruir las armas sirias y proyectar poder en el espacio regional choca con un avance neo otomano turco que también aprovecha la pérdida de influencia de Rusia e Irán para convertir Siria en un estado satélite-cliente. En Jerusalén no ocultan la preocupación ante lo que parece una nueva amenaza más peligrosa que la de Irán: la conformación de un eje sunita, bajo la estela de la Hermandad Musulmana, y con los grupos terroristas palestinos, como Hamas y la Yihad Islámica Palestina, establecida por Irán y con fuertes vínculos con Turquía y Qatar. Con el agravante de que el nuevo gobierno de Damasco le da a Turquía, miembro de la OTAN, libertad de acción por todo el territorio.
Conclusiones
Oriente Medio vive un momento de especial incertidumbre tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos y lo que parece, si no hay alteración futura, es que va a primar el deseo de proyectar los intereses de Estados Unidos en la región en términos mercantilistas. Trump ve el mundo en sentido utilitario y utiliza la influencia económica y los incentivos como palanca de presión para generar adhesiones. Las señales contradictorias que envía son fuente de desconfianza en un ecosistema que funciona en un equilibrio sistémico temporal y siempre sujeto a los cambios. Un ecosistema que, por otro lado, Estados Unidos no termina de comprender.
El enfoque transaccional en la región se podría traducir en priorizar acuerdos bilaterales frente a multilaterales, buscando expandir los Acuerdos de Abraham, especialmente con la incorporación de Arabia Saudí. Los beneficios económicos y estratégicos para ambos podrían ser un incentivo, en un momento en el que el eje chií está fuertemente debilitado, la causa palestina es un asunto secundario – a pesar de la exposición mediática –, el papel de la Liga Árabe y la Unión Europea es irrelevante y la reconfiguración de Oriente Medio que plantea a partir de la propuesta sobre Gaza altera todo el panorama regional.
La prioridad manifestada de “acabar con las guerras” se refleja, por el momento, en una posición más amable con Israel, un activo estratégico con el que no siempre se siente alineado en sus intereses. La presión para que mantenga el acuerdo con Hamas o para que concluya sus operaciones en Gaza y en Líbano son una prueba de que las necesidades estratégicas de Israel no siempre coinciden con los intereses estratégicos norteamericanos. Es por eso que la región seguirá siendo muy volátil y dependerá de cómo reaccionen actores clave, como Irán, Turquía, Arabia Saudí o Israel.
Marta González Isidoro
Colaborador de la Asociación Española de Militares Españoles.