Una nueva entrada en el Blog de nuestro asociado Luis V. Perez Gil, Doctor en Derecho, Premio Extraordinario de la Universidad de La Laguna, Alférez (RV)
La víspera del Día de la Fiesta Nacional de 2022, el presidente francés Emmanuel Macron pronunció el tradicional discurso a las Fuerzas Armadas en el Hôtel de Brienne, en París. Una vez más, el presidente francés hizo una referencia clara y precisa a la fuerza de disuasión nuclear como garantía de la existencia de Francia como un Estado fuerte e independiente, en un mundo crecientemente complejo, de relaciones inciertas y donde la guerra, el enfrentamiento y la competencia entre Estados se han convertido, de nuevo, en los riesgos fundamentales a la seguridad nacional –el discurso completo está disponible en el sitio web del Palacio del Eliseo–. Después de décadas dominadas, primero, por los dividendos de la paz de la Posguerra Fría, y, después, por la Guerra Global contra el Terrorismos (GWT por sus siglas en inglés), la invasión rusa de Ucrania ha devuelto los asuntos de la seguridad a la pugna entre Estados, propia del marco descriptivo clásico de las doctrinas que se adscriben al realismo político. En un mundo más violento y peligroso los conceptos de interés nacional y equilibrio de poder vuelven al primer plano y, al menos a corto plazo, se imponen a los de globalización y cooperación internacional. En este contexto, las políticas propias de la seguridad basadas en la fuerza militar y la disuasión nuclear recuperan, si es que alguna vez lo perdieron, todo su significado.
El general de Gaulle, el más grande de los franceses del siglo XX, proclamó en su segundo discurso en Bayeux en 1952: “¡Defensa! Esta es la razón de ser principal del Estado. No puede fallar sin destruirse a sí mismo.” La situación de Ucrania ante las armas rusas pone de manifiesto la vigencia de esta afirmación. Por ese motivo, Francia, que sufrió la derrota, la humillación y la ocupación a manos de las armas alemanas en junio de 1940, se dotó bajo el liderazgo degaulliano con la Force de Frappe, dotándose de la capacidad para causar daños de proporciones catastróficas a cualquier potencial agresor que ataque su territorio nacional, sus intereses vitales o ponga en peligro su continuidad como Estado independiente –sobre el arsenal nuclear francés, véase Kristensen y Korda: “French nuclear forces, 2019”–. Esto lo sabe y lo expone el presidente francés, cada vez que tiene ocasión de referirse a las Fuerzas Armadas y a la capacidad defensiva de Francia, con independencia de su filiación política o de la vigencia más o menos larga de su mandato –así el importantísimo discurso de Macron de 7 de febrero de 2020 en la prestigiosa l´École Militaire de París, comentado en la entrada UN DISCURSO PARA UNA NUEVA EUROPA QUE CHOCA FRONTALMENTE CON LA REALIDAD, de abril de 2020–. De este modo, el presidente Macron afirmó en su discurso de 13 de julio de 2022 que, “en este contexto de adaptación de nuestras capacidades a las necesidades de defensa y seguridad, nuestra disuasión nuclear y estrictamente defensiva también seguirá siendo la garantía definitiva de nuestra soberanía y autonomía estratégica”. Este es el lenguaje de las grandes potencias, que saben cuáles son sus intereses y qué papel desempeñan en el mundo. Mucho se habla de la supuesta debilidad de Francia comparada con otras potencias occidentales, pero esos análisis desconocen, o ponen en un segundo plano, su capacidad nuclear militar –este año se celebra el cincuenta aniversario de la primera patrulla de disuasión de su primer SNLE (SSBN en inglés)–, su condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y su derecho de veto en los asuntos fundamentales que afectan a la paz y seguridad internacionales, es decir, su participación en la creación de las normas que se imponen al resto de los actores internacionales.
Esa y no otra es la realidad de las Relaciones Internacionales, a pesar de las utopías que se cuentan a los ciudadanos europeos desde instituciones que no tienen que ver y que nunca nacieron para preservar la integridad de la Nación. Reflexionemos sobre estas ideas porque en estos momentos se juega el futuro de Europa y es preciso estar armados, material y moralmente, para luchar y ganar los embates a los que se enfrenta. La alternativa es la guerra y la destrucción.