El Teniente General Martin Bernardi publica esta glosa de las virtudes militares en el digital EL DEBATE, que reproducimos por su interés.
Corazón de soldado.
Todos ellos arriesgan cada día sus vidas, todos ellos tienen que superar continuamente el temor a la muerte, pero todos ellos siguen adelante
Las imágenes de la guerra en Ucrania llenan nuestros televisores, periódicos y tertulias. Recibimos continuamente análisis de todo tipo sobre los objetivos militares y políticos de los implicados en el conflicto. Los analistas más agudos tratan de visualizar el futuro o desentrañar la mente del presidente ruso. Pero poco se habla de la intrahistoria de los soldados que, en los puestos más avanzados del frente, combaten con generosidad y valentía para defender su nación, su pueblo, su cultura y su libertad.
Sin embargo, el militar que asiste a este triste espectáculo evoca su experiencia personal, sus largos días y noches de ejercicios y maniobras, o su participación en operaciones en las que ha enfrentado situaciones de violencia, incertidumbre y peligro. Por eso, al escuchar al estratega referirse a las repercusiones de la guerra sobre el futuro de la humanidad, el militar dirige su mirada y su pensamiento al soldado que está en la trinchera, a ese que está viviendo las mismas vicisitudes que, en mayor o menor medida, también él ha vivido. Imagina a ese soldado de infantería, que pertrechado con su fusil pasa largos días y noches a bajas temperaturas, soportando sueño e incomodidades en su puesto, esperando la llegada del enemigo; al tirador del misil anticarro, que ve acercarse la inmensa mole de un carro de combate y que al tratar de batirlo no sabe si esa será su última acción de combate; al francotirador, que oculto bate objetivos lejanos sin saber si su posición será localizada y si esta vez encontrará la vía de escape; al logista, que transporta por rutas acosadas por el fuego enemigo los recursos que precisan sus compañeros para vivir y combatir. Todos ellos arriesgan cada día sus vidas, todos ellos tienen que superar continuamente el temor a la muerte, pero todos ellos siguen adelante.
Pero, ¿qué es lo que mueve al soldado a actuar de esta manera? ¿Por qué son capaces de arriesgar lo que más aprecian, sus propias vidas? ¿Cómo se consigue que un Ejército como el ucraniano sea capaz de hacer frente a un enemigo tan imponente como el ruso?
Fuerza moral
A lo largo de la historia de la humanidad, que en cierto modo es la de la guerra, todos los ejércitos han tratado de dotar a sus soldados con la fuerza moral que les impulsara a combatir con honor y valor, y también, para que fueran capaces de entregar su propia vida, si preciso fuera, en la defensa de sus ideales y de su patria. Hay dos factores intangibles que son esenciales para conseguirlo: el liderazgo de los mandos y los valores morales de sus componentes. En relación con el primero de ellos –el liderazgo–, aun no siendo objeto de este artículo, la mejor forma de visualizar su importancia es con el ejemplo de liderazgo estratégico que está ofreciendo el presidente de Ucrania,Volodímir Zelenski; un comportamiento que está teniendo un impacto directo en la impresionante actuación de su ejército.
En relación con el otro aspecto objeto de este artículo –los valores–, cabe señalar que para los ejércitos constituyen una prioridad en la formación del militar, ya que son esenciales para la eficacia de la institución. Hacerlos llegar a las mentes y los corazones de los soldados, consiguiendo que los interioricen y constituyan la guía común de su comportamiento, supone un reto de primer orden, ya que los soldados que se incorporan a los ejércitos lo hacen con sus propias creencias, valores e ideales, y los que proponen los ejércitos son de una alta exigencia ética y personal.
Credo del soldado
De este modo, el Ejército de los Estados Unidos, el más poderoso del mundo, inculca a sus soldados el «Credo del Soldado» (Soldier´s Creed), que recoge un ideario sencillo, persuasivo y conmovedor, fácil de asimilar e interiorizar. Sus artículos orientan la conducta ética del combatiente americano: «Soy un soldado Americano. Soy un guerrero y miembro de un equipo. Sirvo al pueblo de los Estados Unidos y vivo los valores de Ejército. La misión siempre será lo primero. Nunca aceptaré la derrota. Nunca abandonaré a un compañero caído. Estoy preparado para desplegar, combatir y destruir a los enemigos de los Estados Unidos de América. Soy un guardián de la libertad y del estilo de vida americano. Soy un soldado americano».
«Legio Patria Nostra»
Similar es el caso de La Legión Extranjera Francesa, precursora de la española, que tiene como lemas «Honor y Fidelidad» (en su Bandera) y «Legio Patria Nostra» (en los paños de sus tambores). También cuentan con el «Código de Honor del Legionario», que deben memorizar y recitar a menudo. Constituye un impecable listado de principios éticos orientados en este caso a voluntarios no nacionales: «Legionario sirves a Francia con honor y fidelidad. Cada legionario es tu hermano de armas, cualquiera que sea su nacionalidad, raza o religión. Sé respetuoso de las tradiciones, apegado a tus líderes; la disciplina y el compañerismo son tu fuerza; el coraje y la lealtad tus virtudes. Soldado de élite, entrenas con rigor, mantienes tu arma como tu bien más preciado, tienes una preocupación constante por tu forma física. La misión es sagrada, la llevas a cabo hasta el final y, si es necesario, en las operaciones, a riesgo de tu vida. En combate actúas sin pasión y sin odio, respetas a los enemigos vencidos, nunca abandonas a tus muertos, a tus heridos, ni a tus armas».
Reales Ordenanzas
También, la tradición militar española recoge los valores del militar en las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas. Una tradición que se remonta a las de Carlos III de 1768, que estuvieron en vigor hasta 1978, más de 200 años de historia que ponen de manifiesto la permanencia del espíritu y la deontología del militar. Las Reales Ordenanzas constituyen el código con los principios éticos y reglas de comportamiento del militar español, su guía para fomentar y exigir el exacto cumplimiento del deber, inspirado en el amor a España, y en el honor, la disciplina y el valor. Destacar que ya en su artículo tercero establecen que: «La disposición permanente para defender a España, incluso con la entrega de la vida cuando fuera necesario, constituye el primer y más fundamental deber del militar».
Sin embargo, aunque las Reales Ordenanzas son fundamentales para nuestras Fuerzas Armadas, cuando el objetivo que se pretende es trascender, motivar o persuadir se precisan herramientas más próximas y conmovedoras, instrumentos emocionales que alcancen el corazón del soldado. De este modo, muchas unidades del Ejército cuentan con idearios específicos con los que sus componentes más fácilmente se identifican. Algunos ejemplos son el «Decálogo del Cadete», el «Ideario Paracaidista» o el de la Guardia Real. Pero, quizás, en la historia moderna de nuestro Ejército, quien mejor supo cómo llegar a los corazones y mentes de sus soldados fue el entonces Teniente Coronel José Millán-Astray, fundador de La Legión Española.
Los que han estudiado la biografía y la figura de Millán- Astray coinciden en la importancia que para él tuvieron las experiencias de su niñez y juventud. Hijo de un funcionario de prisiones, vivió en diferentes lugares de España y mantuvo una relación directa con los reclusos, al vivir en la misma cárcel donde su padre trabajaba. Esto le hizo ser consciente de la diversidad y realidad de España y orientó de forma importante su forma de ser y su visión del ser humano, lo que forjó en él un espíritu humanista que se reflejará posteriormente en la construcción del código de valores que ha caracterizado, durante ya más de 100 años, el espíritu único de La Legión.
Pero si su experiencia juvenil tuvo un impacto importante en su obra posterior, quizás más determinante fueron sus primeras experiencias militares. Con tan solo 17 años, recién recibido el despacho de segundo teniente, es destinado al Batallón de Cazadores nº4 enFilipinas, donde combate con su unidad y es reconocido por su valiente actuación. Las primeras experiencias de un joven oficial dejan una huella imborrable para el resto de su carrera. Millán-Astray regresó a España convencido, tras su experiencia en Filipinas, de que España necesitaba una fuerza expedicionaria eficaz y profesional. También es muy probable que comenzara entonces a idear lo que podría ser esa Legión que 23 años después creó. Más tarde, sus posteriores destinos en el Protectorado Español le reafirmaron en la idea de que el Ejército necesitaba una fuerza resolutiva de combate dotada de una fuerza moral, una mística peculiar y un espíritu combativo que constituyera la vanguardia del Ejército español.
Caballeros Legionarios
El reto de la creación de La Legión comprendía multitud de aspectos: captación, formación, equipamiento, infraestructuras… Pero posiblemente, el más importante fue dotar a un grupo multiforme de hombres de distintas nacionalidades y diversas procedencias sociales, culturales, raciales o religiosas de un código de conducta y de un espíritu que hiciera de ellos los mejores combatientes, conformando una unidad cohesionada y eficaz. En este sentido el proyecto de creación abarcó múltiples acciones e iniciativas.
La primera de ellas fue nombrar a sus componentes Caballeros Legionarios. Con ello consiguió la dignificación de unos hombres que en muchos casos venían de difíciles situaciones personales (refugiados, apátridas, ex presidiarios, desheredados, arruinados o desengañados). También decidió que no se tuvieran en cuenta sus antecedentes («nada importa su vida anterior» reza la Canción del Legionario), lo que igualaba a todos ellos, pues a partir de su ingreso pasaban a ser exclusivamente Caballeros Legionarios, unidos por el lazo emocional y de
hermandad de su pertenencia a la Legión.
Mecanismos de identificación
Estableció mecanismos de identificación del legionario con el proyecto común:
El lema de La Legión, que es también la contraseña de su toque de corneta –«Legionarios a luchar, legionarios a morir»– recoge en seis palabras la misión del legionario, el combate, y su reto más importante, enfrentarse a la muerte.
Los símbolos exteriores: uniforme, gorrillo, guiones, banderines, cornetas y tambores, que diferenciaban físicamente a las unidades legionarias.
La liturgia militar: paradas, actos de honor a los caídos, himnos y canciones, que ensalzaban el espíritu y la mística legionaria.
El emblema: la ballesta y el arcabuz en aspa, dividida por la pica truncada y en medio la corona real, evocando las armas de los Tercios españoles y su eficacia en combate.
Todos estos elementos incidían y siguen incidiendo de forma determinante en uno de los más importantes potenciadores de la capacidad de combate de una unidad militar: su espíritu de cuerpo, y por esta razón fueron cuidadosamente diseñados e implementados.
Pero el mayor acierto de Millán-Astray fue la creación del ideario de La Legión: el «Credo Legionario», redactado con un lenguaje directo y conmovedor para llegar al corazón del legionario. En su libro La Legión, Millán-Astray comenta que «surgió espontáneo, como si dictásemos unas instrucciones cualesquiera; sentíamos La Legión, pensamos en el espíritu militar y en el de sacrificio. Queríamos que rindiesen culto al honor militar y al valor militar y que, sugestionados con estos sentimientos, vencieran el instinto y no temiesen la muerte. Y queríamos también dictar las austeras reglas de la hermandad que iba a nacer para que fuera militar, guerrera y heroica».
Doce espíritus
El «Credo Legionario», constituido por doce espíritus, es un compendio de los valores del mejor combatiente. Entre ellos destacar:
El coraje, al que llama el Espíritu del Legionario, «único y sin igual, de ciega y feroz acometividad».
La combatividad, pues se debe acudir al combate «siempre, siempre, aunque no tenga orden para ello» y se «pedirá siempre combatir sin turno».
La valentía ante la muerte, «el morir en el combate es el mayor honor…».
El patriotismo y amor a la Bandera, «porque la teñirá la sangre de sus legionarios».
La disciplina, «cumplirá su deber, obedecerá hasta morir».
La abnegación y el espíritu de sacrifico, «el legionario jamás dirá que está cansado…, será el cuerpo más veloz y resistente» y «no se quejará de fatiga ni de dolor ni de hambre ni de sed ni de sueño, hará todos los trabajos…».
El compañerismo y la amistad, «no abandonar a un hombre en el campo hasta perecer todos» y «a la voz de ´A mí La Legión´ acudirán todos…y defenderán al legionario que pida auxilio».
La integración multinacional, «todos los legionarios son bravos, cada nación tiene fama de bravura…, hay que demostrar que pueblo es el más valiente».
El «Credo Legionario» se ha mostrado desde la fundación de La Legión como el mejor crisol y aglutinador en la tarea de integrar y amalgamar a soldados sin otra ambición que servir a España. El Credo constituye la columna vertebradora de La Legión, la auténtica base inmaterial que cohesiona a sus legionarios, contribuyendo a la conformación del espíritu de cuerpo. Se revela como un verdadero ideario de vida que es capaz de dar sentido al día a día del legionario, y le permite crear unos vínculos y lazos que, sin considerar procedencia, ideología, raza o religión, se estrechan y refuerzan cada día. El Credo se recita, se vive y se practica. Sin lugar a dudas constituye el espíritu de La Legión, su auténtica alma que la hace inmortal.
Si al iniciar estas líneas se planteaba el interrogante de qué es lo que mueve a los soldados a combatir con honor y valor, arriesgando sus vidas por aquello en lo que creen, la respuesta la encontramos en los valores que conforman su Corazón de Soldado. La historia proporciona multitud de ejemplos en los que los soldados españoles han demostrado que efectivamente así es. Como cuando en 1898 los defensores de la iglesia de Baler en Filipinas resistieron durante 337 días el asedio de una fuerza muy superior de tagalos. También, los legionarios que en 1921 se ofrecieron voluntarios para ocupar el blocao de Dar Hamed, sabiendo que al auxiliar a sus compañeros se enfrentaban a una muerte prácticamente segura. O más recientemente, cuando en 1993 el Teniente Muñoz Castellanos del Segundo Tercio de La Legión dio su vida por España en Bosnia Herzegovina al transportar plasma sanguíneo al hospital musulmán de Mostar.
Si España quiere preservar su soberanía y forma de vida y asegurar su libertad y seguridad, la mejor garantía la encontrará en mantener unos ejércitos formados por mujeres y hombres que, investidos de auténticos valores morales y militares, tengan Corazón de Soldado.
Miguel Martín Bernardi es teniente general del Ejército de Tierra