CICLO AEME II/2025: EL SALAFISMO YIHADISTA EN EL SAHEL
INTERVENCIÓN EN SAHEL DE ONU, UA Y CEDEAO
La intervención de organizaciones multilaterales, como la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Unión Africana (UA) y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), en la crisis del Sahel, ha puesto a prueba la capacidad de influencia, liderazgo y autoridad de estas organizaciones en la región. El resultado ha sido de rotundo fracaso, ya que ha terminado con el repliegue de la misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA); la precipitada salida de Malí, Níger y Burkina Faso de la organización económica, creando una alternativa con la fundación de la Alianza de Estados del Sahel (AES); y el débil protagonismo de la UA, cuyas estructuras y capacidades para influir en la región han resultado altamente discretas.
La MINUSMA fue establecida en Malí por la ONU por la Resolución 2100 del Consejo de Seguridad el 25 de abril de 2013, tras la rebelión tuareg de enero del año anterior, los golpes de estado que sufrió el país, como consecuencia de esta rebelión, y la ocupación de la parte norte de país por los grupos terroristas. Fue el principal instrumento de la ONU en la región durante una década. Su mandato principal fue estabilizar el país, proteger a civiles y asistir el proceso político tras la rebelión tuareg de 2012; con el tiempo se convirtió en la misión de mantenimiento de la paz de la ONU más mortífera en la historia, con más de 300 cascos azules fallecidos en sus diez años de operación.
La misión tuvo que soportar, desde su inicio, críticas y un amplio rechazo por parte del gobierno maliense y de la población. El apoyo que mostró la MINUSMA a la implementación de los Acuerdos de Argel, alcanzados tras la rebelión, y la protección de la población tuareg, nunca fue bien visto ni aceptado por el gobierno de Bamako, ya que consideraba que dichos avances conducían a la independencia de la parte norte, El Azawad, zona de la que se le negaba el control y la soberanía total.
La MINUSMA se replegó y fue disuelta el 30 de junio de 2023, a solicitud del gobierno de Malí. Su petición se argumentó en el fracaso de la misión de estabilización de la situación y en que nunca respondió a las expectativas creadas, tachándola de inadecuada y de dedicarse a espiar a las fuerzas armadas malienses. Se le acusó de instrumentalizar los derechos humanos en favor de los intereses de ciertas potencias y, especialmente, después de que la misión informara sobre violaciones cometidas por las fuerzas armadas malienses y sus no reconocidos aliados rusos, los Wagner.
La que más se ha implicado en dar una respuesta a la crisis producida en el Sahel ha sido la CEDEAO, activando los protocolos regionales para la democracia y el buen gobierno, frente a los golpes de estado de Mali (2020), Burkina Faso (2022) y Níger (2023), aunque su determinación y enfoque ha desencadenado una crisis en la organización, que todavía no ha terminado y que ha afectado a la cohesión de la misma.
En un esfuerzo por restaurar el orden constitucional, la organización regional suspendió a los gobiernos de transición como miembros e impuso severas sanciones económicas y diplomáticas. Estas medidas incluyeron el bloqueo económico, sanciones bancarias, la interrupción del suministro de energía y la reapertura de fronteras y del espacio aéreo. En el caso de Níger, la CEDEAO adoptó un enfoque particularmente duro, amenazando con una intervención militar para reinstaurar al depuesto presidente Mohamed Bazoum.
La política de mano dura de la CEDEAO, sin embargo, resultó contraproducente. Las sanciones y la amenaza de una intervención militar fueron percibidas por las juntas militares y por las poblaciones de dichos países, como una agresión externa y una imposición de intereses extranjeros. En respuesta, en septiembre de 2023, los líderes de Malí, Burkina Faso y Níger anunciaron la formación de la Alianza de Estados del Sahel (AES). Este pacto de defensa mutua se creó explícitamente para ayudar contra posibles amenazas de rebelión armada o agresión externa, lo que fue una clara advertencia a la CEDEAO.
El 28 de enero de 2024, los tres países de la AES dieron un paso más, anunciando su retirada inmediata de la CEDEAO en una declaración conjunta. Acusaron a la organización de ser un instrumento de desestabilización y trabajar para las potencias extranjeras.
Por su parte la Unión Africana (UA), que se posiciona como el organismo continental encargado de promover la paz y la seguridad en África, buscando una solución africana a los problemas africanos, ha demostrado tener limitada esta aspiración por obstáculos institucionales y financieros.
En la crisis del Sahel ha desempeñado un papel discreto y complementario, limitándose a coordinarse con la CEDEAO y el extinto G5 Sahel, debido a su falta de financiación para sus operaciones de apoyo a la paz. Aunque en un esfuerzo por lograr la autosuficiencia financiera, la UA ha impulsado el Fondo para la Paz de la Unión Africana, la realidad operativa sigue siendo que la UA depende, en gran medida, del apoyo financiero y logístico de socios internacionales como la UE, que es su principal donante.
En conclusión, lo que se puede destacar de estas intervenciones es que la retirada de la MINUSMA es un claro ejemplo de que el modelo de intervención no estaba adecuado a la naturaleza del conflicto en el Sahel. La doctrina tradicional del mantenimiento de la paz de la ONU se basa en el consentimiento de las partes y en la existencia de un acuerdo de paz que pueda ser supervisado, pero la MINUSMA se encontró con un acuerdo de paz impuesto y una resistencia maliense a acoger a la organización. El alto número de víctimas y la incapacidad para proteger a los civiles muestran la decepción entre las expectativas y la realidad operativa. La solicitud de retirada por parte del gobierno maliense representó una capitulación, confirmando que, sin el consentimiento del anfitrión, una operación de este tipo es inviable.
Por otra parte, el enfoque que dio la CEDEAO a su actuación en la crisis de los tres países, basado en sanciones punitivas y amenazas militares, demostró ser una estrategia ineficaz cuyo resultado fue la fragmentación del bloque regional. Si bien la respuesta de la CEDEAO se alineaba con sus protocolos, no logró conectar con la realidad política local de los países de la AES.
Las sanciones económicas se interpretaron como un castigo impuesto desde el exterior que afectaba a la población civil, creando un descontento que fue muy bien manejado por las juntas militares, que convirtió su desafío a la CEDEAO en una lucha patriótica por la soberanía. El resultado fue no una restauración democrática, sino un rechazo total del marco institucional de la CEDEAO y la creación de un bloque rival, la AES, un cambio geopolítico que amenaza el futuro de la integración en África Occidental. Esto demuestra el error de cálculo de la CEDEAO sobre el sentimiento regional, y su falta de capacidad de influencia política. El diálogo constructivo acordado entre la AES y la CEDEAO no altera la realidad de que el orden regional, tal como se conocía, se encuentra en una encrucijada crítica.
Finalmente, remarcar el papel de marcado perfil político y de coordinación de la UA en la crisis Sahel, en lugar de ser el motor operativo de la respuesta a la crisis. La falta de capacidad financiera suficiente limita su capacidad de liderazgo y acción, haciendo que la UA sea más un actor de mediación y de retórica soberanista que una fuerza de intervención autónoma.
Francisco Javier Nievas García. Coronel de Artilleria, r
