Ciclo AEME 1/21. Economía y desigualdades sociales en el Mediterráneo

AEME comienza este año la serie de Ciclos dedicados a la Seguridad y Defensa con el Ciclo 7/21 dedicado a la Seguridad en el Mediterráneo 

El Mare Nostrum, en  términos de seguridad, se caracteriza por ser una región donde los conflictos presentan una dimensión multidireccional, la línea de fractura más evidente es la norte-sur, en la que coexisten unos países con un notable aislamiento internacional, otros con guerras o conflictos civiles junto a algunos más que se pueden considerar como países “fallidos”.
En la Directiva de Política de Defensa 2020, del pasado mes de agosto se señala al Mediterráneo como una región de especial interés para España, donde la estabilidad continúa amenazada por los desafíos del terrorismo, la criminalidad y la debilidad de algunos estados

 

El siguiente es el articulo noveno  del Ciclo 1/21

 

Economía y desigualdades sociales en el Mediterráneo

 

El título de este trabajo tan solo pretende ser una llamada de atención al lector interesado, en la medida que el alcance de su título, obviamente, sobrepasa con mucho los mejores intentos de estas escuetas líneas. No obstante, dado el contexto del nuevo ciclo de trabajos sobre Seguridad en el Mediterráneo en el que se enmarca, tan bien traído a colación en los momentos actuales, trata de ser una reflexión en la que se consideran aspectos poliédricos, pero importantes que deben tenerse en mente como referencia. Al menos, los referidos a la problemática entre el norte y el sur del mediterráneo, ya que, por razones de espacio, se dejan para otra ocasión los aspectos económicos y de seguridad asociados a su parte este, donde el canal de Suez, Turquía/Chipre, Siria, Líbano e Israel/Palestina y Oriente medio en general, son elementos también decisivos a tener muy en cuenta, dentro de la actual problemática existente.

Así, se pretende acotar algunos aspectos de la cuestión de la seguridad en el Mediterráneo, relacionada con la economía y con la desigualdades de renta existentes, especialmente tras los efectos generados por la pandemia de la Covid 19, echando una ojeada a los desequilibrios económicos, migraciones y desigualdades sociales, que subyacen entre dos importantes continentes separados por un mar, cuyos entornos geográficos, referidos a las costas norte y sur, bañan sus aguas, y sobre todo, teniendo muy presente que por tamaño, “África, no cabe en Europa”.

El Mediterráneo es un mar cruce de culturas milenarias, que hoy, separa una Europa desarrollada, con un fuerte dinamismo económico y con unos valores fundamentales consolidados, y un gran continente africano, donde su parte Norte, está acotada por Marruecos, y Egipto en sus extremos, países en rápida y dinámica consolidación económica, con Libia y Argelia, como sus principales países productores de petróleo, donde la primera, hoy por desgracias, tiene casi todos los perfiles de un estadio fallido, y con una Túnez, foco impulsor en su día de una efímera “primavera árabe”, pero que sigue aun buscando una nueva identidad con perfiles más democráticos. En cualquier caso, toda esa cuenca de países ribereños está actuando de forma decisiva como un freno muy a tener presente, frente a la presión migratoria de todo tipo hacia Europa del resto del continente africano (1).

Toda África suma más de 1.100 millones de habitantes, dispone de una clase media en creciente evolución, con un PIB del orden del 2,5 billónes de dólares y con un crecimiento demográfico que, según las estimaciones actuales, llevará a que en 2050 una de cada cuatro personas en el mundo será africana. Aun así, hoy África, pese a lo anterior, se puede decir que es un continente en conflicto, desestructurado, con enormes desigualdades y dificultades para salir adelante, con incipientes democracias, en general, débiles, donde los abusos de poder son constantes. Al mismo tiempo, dispone de una enorme cantidad de recursos y reservas naturales, muestra signos de una clara expansión económica, que es compatible hoy con un espacio político, donde la corrupción se da en múltiples formas, destacándose muy en particular, en el África subsahariana, según el Informe de Transparency International, de 2014 (2). Además, y junto a estos rasgos particulares, aparece otro muy relevante para la seguridad en el mediterráneo, según el índice de poder militar, y es la clara evidencia estadística de que sus gastos en defensa empiezan a superar en valor relativo a los países occidentales (3).

Respecto a la otra orilla mediterránea, la europea, se puede resaltar que es un espacio que dispone de principios basados en la dignidad de las personas, las libertades, la igualdad, la solidaridad, la ciudadanía, y, sobre todo, dispone de una justicia que posibilita una convivencia basada en el imperio de la ley. Ejercita un desarrollo económico y social equilibrado y sostenible, con capacidad de hacer frente a los retos de la globalización, particularmente los relacionados con la actual pandemia de la Covid 19. Un ejemplo concreto a este respecto, son las de medidas económicas con el denominado “Plan de Recuperación Europeo”, y su Mecanismo de Recuperación”. Aun así, el informe “The Global Economy in 2030: Trends and Strategies for Europe” identifica un conjunto de carencias para Europa y plantea diversos escenarios de futuro, pero la realidad apunta a que su capacidad de resiliencia es muy elevada, y las actuales fisuras en su cohesión, serán un revulsivo, para la superación. (4)

 Las desigualdades de renta, en general, y las sociales en particular, suelen analizarse con una doble perspectiva. Por un lado, se toman como referencias comparativas el PIB o renta per cápita entre países, tanto los desarrollados, como aquellos considerados en vías de desarrollo. Así, se presta atención a las diferencias que mantienen en sus niveles de producción o renta per cápita, y la evolución de ésta, poniéndose especial atención en su mayor o menor grado de convergencia o distanciamiento. Por otro lado, el estudio de las desigualdades se suele orientar hacia el análisis de las particularidades de un país en concreto, y se focaliza en el análisis de los grados de distribución de los ingresos entre los miembros, al de nivel de acceso a la educación, en la capacidad y disponibilidad de sus servicios asistenciales y sanitarios, etc.

En los últimos años la pobreza extrema (persona que viven con menos de 1,25 dólares diarios de acuerdo con el Banco Mundial) se ha reducido de manera generalizada, según muestran los datos ofrecidos por las publicaciones basadas en el índice de Gini (5). No obstante, “A lo largo de la historia, las pandemias han sido uno de los fenómenos que más han repercutido en la distribución de los ingresos y la riqueza de las sociedades. Tanto es así, que la mayoría han conllevado un aumento pronunciado de las desigualdades”. Sin embargo, “los sistemas de protección sociales del pasado nada tienen que ver con los mecanismos que provee el estado de bienestar moderno, en el contexto de las políticas públicas que se están llevando a cabo” (6).

Entre los analistas y académicos hay coincidencia en considerar que la Covid 19, ha sido y sigue siendo, un elemento acelerador de tensiones, con múltiples efectos asociados a los desequilibrios y amenazas que estaban latentes en un mundo cada vez más globalizado. Informes relativamente recientes, parecen apuntar a que en la actualidad, se está produciendo una mejora en los índices de desigualdad entre los países del mundo en cuanto a su niveles de renta, sin embargo se detecta también, que a nivel país, se observa un incremento en las desigualdades entre los estratos de mayor nivel de renta y los más bajos, y consecuentemente, en las diferentes oportunidades para tener un acceso equitativo a la educación, la sanidad y la mayoría de los servicios básicos (The World Inequality Report 2018).

A modo de epilogo, y como afirma Thomas Piketty, “la historia de la distribución de la riqueza es siempre profundamente política y no podría resumirse en mecanismos puramente económicos”, al tiempo que señala que” la historia de las desigualdades depende de las representaciones que se hacen los actores económicos, políticos y sociales, de lo que es justo y no lo es, de las relaciones de fuerza entre esos actores y de las elecciones colectivas que resultan de ello” (7). Concluimos, en cualquier caso, resaltando que tenemos el convencimiento de que a pesar de los desequilibrios y amenazas que se perciben en torno a la seguridad en el Mediterráneo y los riesgos que subyacen, Europa desempeñará un papel de liderazgo en su gestión, y estará sustentado en sus valores occidentales, que serán una referencia solida en el mundo actual, a pesar de sus elevadas cotas de volatilidad e impredecibilidad.

  

Referencias

(1) Olier, Eduardo (2016), “Los Ejes del Poder Económico” Edit. Pearson

(2) www.transparency.org/cpi2014.

(3) www.Globalfirepower.com/countries-listing.asp.

(4) Olier, Eduardo (2018) “Guerra Económica Global” Edit. Tirant lo blanch

(5) Olier, Eduardo (2016), “Los Ejes del Poder Económico” Edit. Pearson

(6)  Dosier “El impacto de la Covid 19 en la desigualdad en España” (2021). www.inequality-tracker.caixabankresearch.com

(7) Piketty, Thomas (2014), “El capital en el Siglo XXI”, Fondo de Cultura Económica.

 

José Lorenzo Jiménez Bastida. General de División del Cuerpo de Intendencia EA, r

 Doctor en Ciencias Económicas (Análisis Económico Internacional)

   Asociación Española de Militares Escritores

 

 

Otros digitales en que se publica:

https://www.elradar.es/economia-y-desigualdades-sociales-en-el-mediterraneo/