El día 9 de marzo, la Asamblea General de China eligió a XI Jinping como Jefe de Estado del país de la Gran Muralla, lo que viene a confirmar que va a continuar la actitud agresiva china en el teatro geopolítico mundial creando una gran inestabilidad e incertidumbre, habiendo desaparecido la tradicional política de Pekín de crecimiento económico armonioso. Sin duda, China aspira a ocupar un status de gran potencia rivalizando con Estados Unidos en la definición de la geopolítica internacional aunque no debemos olvidar los graves problemas internos existentes en el país como puede ser el Tibet, la situación de los uigures en Sinkiang o el futuro de Hong Kong o los externos que afectan a su estrategia de seguridad de su entorno cercano tales como la rivalidad con Japón, el proceso nuclear de Corea del Norte, la crisis con Taiwán o sus aspiraciones ilegales en relación con su dominio sobre el Mar de China Meridional.
Por todo ello, AEME quiere contribuir al análisis del posicionamiento de China en la geopolítica del siglo XXI, a través del ciclo titulado “Quo vadis China” cuyos artículos se han publicado normalmente los sábados.
Relaciones Unión Europea-China: ¿China un socio, aliado o rival sistémico?
En la actualidad vivimos un desorden mundial. El orden mundial que conocíamos se ha reconfigurado, producto del surgimiento de nuevos actores globales, algunos son potencias emergentes y otras son grandes potencias con tradición histórica, pero que por circunstancias políticas han estado en el ostracismo internacional y ahora buscan volver a la primera línea de las grandes potencias mundiales. Es el caso de Turquía, Irán, Rusia y China. Todos estos antiguos grandes imperios: Otomano, persa, ruso y chino.
El tiempo nos dirá si la invasión rusa a Ucrania, fue por los motivos que expone el Kremlin o fue la excusa perfecta para establecer un nuevo orden mundial. Independientemente de qué país gane la guerra, lo que se ha evidenciado es que existen grupos de países y que en las regiones del mundo hay más división y menos integración de lo que se pensaba.
La guerra Rusia-Ucrania ha permitido diferenciar entre países aliados, de países socios y países amigos. Occidente pensaba que tenía aliados y socios en Asia, las Américas y África, con los cuales compartía valores y principios comunes. Sin embargo, conforme ha transcurrido los días en la guerra rusa-ucraniana dicha aseveración va quedando diluida en el tiempo, y la realidad impone una supremacía de los intereses por encima de los valores y principios.
Si bien es cierto que se puede afirmar que dicha guerra ha servido para plantear un nuevo orden mundial. Lo que es cierto también es que, habido varios errores de cálculo, en términos geopolíticos. Por ejemplo, Rusia pensaba que iba a dividir a la Unión Europea y la OTAN, y no ha hecho otra cosa más que consolidarlas. Por otro lado, la amistad expresada por parte de China a Rusia, puede transformarse en una dependencia aún mayor de la tenía Rusia con los países de la Unión Europea. Además, queda por ver el coste-beneficio de dicha amistad.
Por el lado de China, todo parece indicar que tampoco había calculado las repercusiones de la guerra comercial con los Estados Unidos. Tampoco contaba con el reagrupamiento y respuesta coordinada por parte de los países llamados occidentales. Aunque habría que realizar un inciso al respecto, los países de América Central y América del Sur han preferido mostrar una cierta inclinación hacia Rusia. Por tanto, Occidente en su conjunto no está del todo cohesionado. Aquí uno de los grandes desafíos de la UE en su búsqueda por restablecer las relaciones con los países de la región llamada América Latina y el Caribe (ALC). Ni que decir de los efectos de la pandemia provocada por el COVID-19 que afectó a todos los países tanto en las áreas sanitarias, sociales, económicas y comerciales.
El peso económico y comercial de China en ALC crece a la par que crecen los préstamos vía cooperación. Si a estos hechos le agregamos la creciente presencia de Irán, Turquía, India e Rusia en la región ALC, el desafío es cada vez mayor para la UE. Pero lo acuciante para la UE es que esos mismos actores también desarrollan acciones exteriores en otras regiones del mundo a través de foros u organizaciones regionales, lo que debilita la presencia e influencia de la UE. Por ejemplo, la Organización de Cooperación de Shanghái (1996), el Foro Económico Internacional de San Petersburgo (1997) o la Iniciativa de la Franja y la Ruta (2013). Demuestran las aspiraciones de China y Rusia por tener un rol preponderante en la toma de decisiones de la agenda regional e internacional, y por tanto lograr la reconfiguración del orden mundial que tanto proponen realizar.
La Brújula Estratégica de la UE busca implementar un plan de acción para reforzar la política de seguridad y defensa de la UE para 2030. En materia de política exterior se busca a nivel multilateral e internacional reforzar la cooperación con socios estratégicos como la OTAN, Naciones Unidas y la OSCE, Unión Africana y ASEAN. A nivel bilateral se pretende crear asociaciones bilaterales con países afines y socios estratégicos, principalmente con los Estados Unidos, Canadá, Noruega, Reino Unido y Japón. Así mismo, se espera que desarrolle asociaciones adaptadas en la región de los Balcanes Occidentales, la vecindad oriental y meridional, África, Asia y América Latina. En esta nueva reconfiguración de las prioridades de política exterior y seguridad de la UE, se considera a China como un rival sistémico, anteriormente era considerado un socio comercial y de cooperación.
La guerra comercial entre China y Estados Unidos, y el apoyo de China a Rusia en la guerra con Ucrania, han servido para repensar el futuro de las relaciones europeas-chinas.
Teniendo en cuenta que el presente se juega en la región Asia-Pacífico y el futuro en África. La Organización de Cooperación de Shanghái, que incluye entre sus miembros a China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, india, Pakistán e Irán. Por consiguiente, son países que cubren gran parte de la región Asia-Pacífico. Entonces podemos concluir que no es un tema menor y a no tener en cuenta. Si a estos hechos, agregamos que, según datos del Ministerio de Exteriores de China, la cooperación desarrollada por el gobierno chino en África incluye grandes proyectos como la construcción de 6000 kilómetros de vías férreas, 6.000 kilómetros de carreteras, más de 20 puertos y 80 instalaciones eléctricas. O que los BRICS contemplan una ampliación de miembros a países como Argelia, Argentina, Irán, Arabia Saudita, Turquía, Egipto y Túnez. Entonces los instrumentos para crear un nuevo orden mundial se hacen efectivos. El préstamo del banco de los BRICS consolidaría aún más el peso de China en otras regiones del mundo, a través de la promoción de un modelo de desarrollo y de cooperación Sur-Sur, que pretende hacer de los países del Sur Global países más fuertes en el tablero internacional.
Entonces podemos concluir que China si representa un rival sistémico para la UE. El liderazgo que busca tener la UE como actor global puede verse reducido dada la amplitud de la acción exterior de China hacia otras regiones del mundo.
Para la UE las relaciones con China son importantes, como los son las relaciones con los Estados Unidos. Por otro lado, queda por ver cómo se va a desarrollar las relaciones Estados Unidos-China, dada la interdependencia económica-comercial y financiera que tienen. Cómo se desarrollen dichas relaciones tendrán repercusiones directas en las relaciones UE-China.
Ahora bien, si tomamos en cuenta, que existe una nueva región no física, el ciberespacio, y que en el actual mundo de la era digital es el ciberespacio la principal área de desarrollo, y que éste ha sido creado y es gestionado por las llamadas Big Tech Companies, que a su vez éstas son principalmente estadounidenses y chinas, entonces la UE se enfrenta a un reto existencial como actor geopolítico.
Entre las mayores contribuciones que ha realizado la integración europea a la historia de las relaciones internacionales ha sido el promover un mundo basado en el respeto por las normas, un sistema internacional integrado mediante las acciones de la cooperación internacional, por tanto la UE puede ejercer un rol importante en la reconfiguración de ese nuevo orden mundial, donde ejercer como un interlocutor y mediador entre grandes potencias para regular el ciberespacio puede atribuirle un sitio privilegiado en dicho nuevo orden.
La UE puede ser un puente entre Asia y las Américas, entre Asia y África y entre Asia y el Mediterráneo. Para lograrlo deberá de dejar de aspirar a ser un actor global y comenzar a comportarse como un actor geopolítico.
Dr. Mario Torres Jarrín es director del Instituto de Estudios Europeos y Derechos Humanos de la Universidad Pontifica de Salamanca.