Sonrisas crueles
El próximo 27 de abril se cumple el treinta aniversario del atentado contra el cuartel de Loyola, en San Sebastián, una más de las embestidas de ETA sobre este centro militar.
Fue un alevoso ataque, al final de la jura de bandera, mientras el jefe del Regimiento Tercio Viejo de Sicilia 67, coronel García de Frías, al que relevé un mes después, presidía el desfile de los soldados.
Los familiares se apretaban en el recorrido cuando sonaron disparos. Resultaron heridos el coronel, en una pierna, y el padre y la abuela de un soldado, en el abdomen. La indignación fue terrible, pero sin pánico ni gritos. Se disparó a placer con fusil, desde una altura dominante, que daba a los dos asesinos impunidad y fácil evasión. El coronel dio instrucciones para solventar la situación y asistir a los heridos; antes de ser evacuado, ordenó: «La bandera que la retiren con los honores que se le deben». Palabras de un soldado sereno y valeroso ante el peligro.
En fecha tan señalada, cuando estos hechos se ocultan, es necesario recordar tan salvaje acción: una cobarde realización de fuego contra indefensos. Como siempre, la maldad y vileza de los terroristas se pusieron en evidencia.
Hoy seguimos viendo la misma infamia en los rostros de los asesinos, decorados con sonrisas crueles, vestidas de superioridad moral, al volver a casa homenajeados como héroes, después de cumplir malamente sus condenas. Indignidad que palpamos en los gestos y acciones de los políticos que firmemente les apoyan, sin exigir arrepentimiento ni compensación moral y material hacia las víctimas.
Para éstas, sólo el olvido y, a veces, el desprecio.