Interesante articulo que publica La Razón sobre Antonio de Nebrija, en este año que se conmemora el 500 aniversario de la muerte de esta histórica figura y analizamos cómo fue su desarrollo como colegial en la Universidad más antigua de Occidente
De Antonio de Nebrija, del que este año se cumple el 500 aniversario de su muerte, conocemos bien su extensa carrera pero no tanto un periodo que, sin embargo, fue determinante para su desarrollo como humanista: el que pasó en Bolonia, en el Real Colegio de San Clemente de los Españoles. Nebrija llega a la Bolonia de Giovanni II Bentivoglio, señor de la ciudad desde 1463 a 1506. Florecía el Renacimiento, con la enseñanza del griego y el latín, la filosofía, la medicina y la astronomía en la ciudad que albergaba la Universidad más antigua de Occidente. Eran tiempos de Girolamo Manfredi, de Pico della Mirandola o Nicolás Copérnico.
Antonio de Lebrixa (1444-1522), como se le conocía por aquel entonces, era admitido en el Real Colegio el 2 de marzo de 1464. Llegaba provisto de una carta de presentación del Cabildo de Córdoba y su propósito era dedicarse a la teología con el fin de obtener más tarde un puesto eclesiástico en España, por lo que aspiraba a una beca reservada a los teólogos que finalmente obtuvo. Años más tarde manifestaría que renunció a ese proyecto debido a su «irrefrenable atracción por las mujeres». Sin embargo, en la semblanza autobiográfica que aparece en el prólogo de su «Dictionarium hispano-latinum» (Salamanca, 1495) los motivos que aduce son muy distintos: manifiesta que se trasladó a Bolonia «no por la causa que otros van (o para ganar rentas de iglesia o para traer fórmulas de Derecho Civil y Canónico, o para trocar mercaderías), mas para que por la lei de la tornada después de luengo tiempo restituiesse en la possessión de su tierra perdida los autores del latín, que estavan ia muchos siglos avía desterrados de España».
Llegaba Nebrija entonces a un Real Colegio en el que no existía todavía la loggia del Terribilia, tampoco el jardín delantero (que sería adquirido y amurallado en tiempos de Sepúlveda) y que era entonces una plaza pública. El cortile, pavimentado en el siglo XVI, era un jardín con árboles y arbustos en flor, y el actual era un huerto. Los amplios ventanales eran apenas modestos tragaluces. En el acta de admisión de Nebrija podemos leer que se le asignó la «segunda habitación después de las letrinas» y se corresponde con la que hoy se conoce como «habitación de Nebrija» y describe cómo estaba amueblada: una mesa con dos bancos, una cama de madera con colchón, almohada, edredón, colcha y «dos sábanas viejas», y una arquilla. Esta sería la suya hasta 1466, cuando cambia a la «segunda habitación desde la Biblioteca», que parece corresponder hoy a la conocida como «habitación del decano».
El dominio del latín
Aunque de los estudios de Teología de Nebrija en Bolonia nada se sabe, sí se conoce a través de sus propias declaraciones que asistió a las lecciones de Galeotto Marzio, humanista que ocupó la cátedra de Retórica y de Poética de la Universidad de Bolonia. Años más tarde, siendo ya Nebrija un reconocido humanista, citará en varias ocasiones las enseñanzas del humilde Galeotto, dedicándole el respetuoso apelativo de «maestro». Es en este ambiente boloñés donde tendrá Nebrija conocimiento de qué significaba el dominio de la lengua latina y en su «Divinatio in scribenda historia» (1515) presume de haber llegado a aprender el latín en Bolonia, «ciudad nutricia de todas las buenas artes», tras haber adquirido los rudimentos de la lengua en su Bética natal y no diciendo nada de Salamanca, cuya pésima opinión sobre el bárbaro latín de los profesores salmantinos es bien conocida. También en Bolonia tuvo Nebrija su primer contacto con el griego, que nunca llegará a dominar, y quizá también con el hebreo, del que solo llegó a aprender los rudimentos.
Pese a que Bolonia era en aquel momento un centro cultural de segundo orden, Nebrija tuvo la capacidad de empaparse de todas las novedades que bullían en el ambiente (los nuevos métodos gramaticales propugnados por Lorenzo Valla, el creciente interés por la lengua y literatura griegas) al tiempo que convivía en el Real Colegio con juristas y médicos. Esta última circunstancia explica su posterior interés por los textos jurídicos y médicos (redactaría el «Lexicon juris civiles» (1516, «Diccionario de Derecho Civil»), el «Dictionarium medicum» («Diccionario de Medicina», que no llegó a publicar en vida) y las «Annotationes in libros Pandectarum» («Anotaciones a los libros de las Pandectas», también inéditas). Estas últimas se han conservado gracias a una única copia manuscrita presente en el Códice 132 de la Biblioteca del Real Colegio de España. «Este humilde volumen», explica Ramón Gutiérrez González, profesor de Filología Latina en la Universidad de Almería, «es uno de los mayores tesoros del Real Colegio de España y da testimonio de cómo, en fechas poco posteriores a la muerte del humanista, el Colegio se preocupó de reunir todas las obras que pudo de su ilustre hijo, tanto impresas como manuscritas (recurriendo para esto último, según parece, a los hijos del humanista). Ya en la ‘‘Brevis Collegii descriptio’’ (‘‘Breve descripción del Colegio’’), que Juan Ginés de Sepúlveda publicó en 1521 como apéndice a su ‘‘Liber gestorum Aegidii Albornotii’’ (‘‘Libro de los hechos de Gil de Albornoz’’), Nebrija, todavía vivo, encabeza la lista de ex colegiales ilustres: a partir de este momento se convertirá en el “bolonio” por excelencia».
Pero allí, Nebrija también anduvo ocupado en la administración del Real Colegio, que ya entonces, igual que ahora, vivía de las rentas que le procuraban sus propiedades rústicas y urbanas. «Según se desprende de los registros custodiados en el Archivo del Colegio», cuenta el profesor Gutiérrez, «Nebrija fue consiliario (miembro del consejo del rector) durante el curso 1468-1469 y vicerrector en el verano de 1468, en medio de unas circunstancias dignas de reseñar: tras declararse la peste en Bolonia, los colegiales se habían retirado a la posesión del Colegio más alejada de la ciudad, Bragiola, sita a 17 kms. al este de Bolonia (en el actual comune de San Pietro-Terme)». No sería este el único contacto que Nebrija tuvo con el campo boloñés, puesto que en varias ocasiones (1465, 1466, 1469) el Colegio le envió a supervisar la vendimia y la siega en sus posesiones. También en 1469 ejerció como copista para el Colegio transcribiendo los estatutos, trabajo por el que recibió un discreto pago de siete sueldos boloñeses. Suponemos que lo hizo para mejorar de algún modo su maltrecha economía, pues es bien sabido que Nebrija tuvo siempre graves problemas para administrar sus fianzas. Y su periodo boloñés no fue la excepción a esta regla. Se desconoce en qué gastaba su dinero en Italia, pero podemos suponer que fuese en libros, nada baratos en aquellos tiempos. Así parece indicarlo que en 1468, habiendo contraído una deuda con el Colegio, entregó en prenda cuatro volúmenes: las Cartas de Cicerón, un Horacio, un Marcial y un Claudiano.
El 1 de mayo de 1470, Nebrija pedía un permiso para ausentarse del Colegio por seis meses y ya no volvería hasta 1507, cuando ocupó una plaza de Colegial hasta 1515, esta vez para estudiar Derecho y siguiendo los pasos de su padre, Sancho de Nebrija. Y es en Bolonia, donde sin duda tuvo una vida mundana mucho más intensa que la de su progenitor, conocería a su primera mujer, Caterina, con la que, finalmente, regresa a España.
Fuente:
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