Al hilo de un Foro de Pensamiento Naval

Nuestro asociado, el Capitán de Navío,r  D. Aurelio Fernández Diz publica en el digital www.lacritica.eu el siguiente articulo sobre temas del Foro de Pensamiento Naval.

 

Por considerarlo ser de interés para todos los españoles interesados en los temas de defensa comento en este artículo algunos de los temas estudiados en una de las últimas reuniones del Foro de Pensamiento Naval, celebrado con la destacada participación de almirantes y oficiales superiores de la Armada, en situación de reserva o retiro, reconocidos por su experiencia y conocimientos navales y estratégicos. (…)

Dedico este artículo a la memoria del CN. Jose María Pery quien concebía el Pensamiento Naval como una ineludible necesidad de la Armada, a cuyo servicio se dedicó en cuerpo y alma.

 

Estrategia Naval.

¿Existe? ¿Debe de existir? ¿Es necesaria? En la propia Escuela Superior de las Fuerzas Armadas (ESFAS) se da por sentado que, a tenor de la normativa actual, que da preeminencia a lo conjunto, parece que ya no hay lugar para tomar en consideración las estrategias particulares de los ejércitos y, en nuestro caso, de la estrategia naval de la que la Armada debe de alimentarse. El debate está abierto.

La estrategia naval, como cualquier otra estrategia, no existe por sí misma, no es algo oculto que debamos de descubrir. La estrategia naval es algo que necesariamente surge del planteamiento de una primera idea, de una primera voluntad de alcanzar un determinado objetivo, en nuestro caso en la mar o directamente relacionada con ella.

Es evidente que si esta idea básica en el ámbito naval no existe desde luego que la estrategia naval tampoco podrá existir. ¿De dónde provienen entonces las dudas, de dónde procede la indeterminación en la consideración de un asunto tan importante? Pues muy probablemente de algo muy sencillo: de una idea al más alto nivel político que considera que los tres ejércitos perfectamente definidos en el Art.8 de nuestra Constitución: el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, conforman un todo único que necesariamente tiene que operar siempre de forma conjunta. Siguiendo este razonamiento se deduce que, si los objetivos a alcanzar son en todo caso de naturaleza conjunta, la única estrategia posible deberá ser la estrategia conjunta y, consecuentemente, el planeamiento militar para la obtención de los correspondientes objetivos de fuerza deberá de ser forzosamente conjunto.

Pero es que la realidad en la que nos movemos no es así, tan contundente y determinante. Para lograr algún resultado de nuestros planteamientos estratégicos tenemos que someternos y tener en cuenta los condicionamientos impuestos por una realidad siempre cambiante, y que tiene existencia propia, con independencia de que pensemos en ella o no. De acuerdo con esta percibida realidad encontramos que no todos los objetivos a alcanzar no tienen por qué ser conjuntos. La volátil situación internacional, la irrupción en la mar de sujetos políticos, hasta ahora desconocidos, pero con una creciente capacidad para operar muy lejos de sus propias costas, algo impensable hace muy poco tiempo, obligan a considerar que no todos nuestros objetivos estratégicos deben de ser necesariamente conjuntos y , por tanto, debemos de dejar un espacio para que cada uno de nuestros ejércitos plantee sus propias estrategias particulares, para hacer frente a circunstancias que así lo aconsejen. Esto se entiende muy bien en el caso de la Armada, el único ejército que puede operar por largos períodos de tiempo en zonas a veces extraordinariamente alejadas del territorio nacional como es la “mar azul”, allí donde solo la Armada defender los intereses nacionales.

Pero es que, además, se puede demostrar que lo conjunto y lo no conjunto puede convivir perfectamente y constatar que los objetivos estratégicos comunes serán mucho más fácilmente alcanzables cuanto mayor sea la eficacia de las estrategias que no lo son. Así pues, todo parece indicar que las estrategias particulares de los ejércitos y la estrategia conjunta deberán de coexistir dentro de una Revisión Estratégica de la Defensa (RED), que lleva ya demasiados años sin ser actualizada, como tal vez debiera. A su vez, de esta RED debe deducirse la correspondiente Directiva de Política de Defensa seguida por las estrategias conjuntas y particulares de los Ejércitos y la Armada, y consecuente planeamiento militar para la obtención de los correspondientes objetivos de fuerza.

En resumen, estrategia naval sí, cuando se conozcan las misiones que puedan serle asignadas a la Armada para defender los vitales intereses nacionales que el Gobierno de la Nación esté dispuesto a defender o proteger en la mar azul o en el litoral, según corresponda, que de todo puede haber.

-Estrecho de Gibraltar.

En el Foro referencia de este artículo también se debatió si el Estrecho debe ser o no, en una nueva estratega naval, objeto de alguna consideración estratégica especial, como ya lo hacía el antiguo PLANGENAR de la Armada de 1978 que lo consideraba como una verdadera razón de permanencia en cualquier estrategia española. Al perecer el Reino Unido, que en asuntos navales nadie duda que debamos de tener muy en cuenta, no tiene nada parecido en relación con el Canal de la Mancha sobre el que el propio Reino Unido, y nuestros aliados en la OTAN, no parecen tener preocupación estratégica alguna.

Mi opinión es que ambos estrechos no son comparables. Al otro lado del Canal los británicos tienen enfrente países aliados y, en cambio nosotros los tenemos aliados o no, tal como van las cosas. En el Canal los británicos no tienen problemas de mar territorial como si tenemos los españoles en el Estrecho. Por otro lado, el Canal tiene una profundidad promedio entre 50 y 60 metros que lo invalida prácticamente para la navegación submarina profunda y consiguiente guerra submarina. Algo muy distinto a lo que sucede en el Estrecho en el que es posible esta navegación hasta extremos que no podemos controlar con medios propios, al menos de momento. En el Estrecho, nuestro mar territorial es de 6 millas, o podría ser de 6 millas, pero nuestro más importante aliado, los EEUU, aun reconociendo que según el derecho internacional ese sería verdaderamente nuestro mar territorial, sus submarinos se mueven en el Estrecho, en inmersión, respetando solo 3 obligado por sus propias necesidades estratégicas. Ante esta situación nuestro mar territorial en el Estrecho es, de facto, de esa amplitud porque también los submarinos británicos, franceses y rusos, y pronto los chinos e hindúes, y hasta los argelinos o marroquíes, siguiendo el criterio norteamericano, asumen esa limitación que tanto nos puede afectar.

Dado el carácter internacional del Estrecho de Gibraltar cualquier submarino podría navegar en inmersión por nuestro mar territorial solo con el requisito de la previa notificación a las autoridades españolas, lo que verdaderamente no es mucho pedir.

Por todo ello, para mí que el PLANGENAR de 1978 estaba en lo cierto al propugnar que el Estrecho debe de estar permanentemente incluido en cualquier estrategia particular o conjunta de los Ejércitos y la Armada.

-Anomalía orgánica.

En la reunión del Foro de Pensamiento Naval que estamos considerando hubo también una referencia, de un modo espontaneo e imprevisto, a la organización del órgano central del ministerio de Defensa, ministerio del que forman parte también, no debemos olvidarlo, los cuarteles generales de los tres ejércitos, órgano que en la práctica no ha cesado de asumir, desde su creación, competencias de los cuarteles generales de los tres ejércitos asunción que, llevada al límite, podría transformarse en algo anti orgánico como veremos a continuación.

El órgano central del ministerio de Defensa fue organizado en el año 1984 por el ministro Narciso Serra con la participación del entonces ministro de la presidencia Javier Moscoso. La idea básica fue conseguir aumentar las posibilidades de intervención del ministro de defensa en todo lo referente a la administración y gestión de las Fuerzas Armadas, bajo su entonces reciente autoridad. Y así se hizo: se organizó un órgano central con el mismo organigrama de un ministerio civil: ministro-gabinete- secretario de estado- subsecretario-direcciones y subdirecciones generales-unidades -secciones y demás. Destacar sólo que si cada director general puede tener un promedio de tres subdirecciones generales y cada una de estas tres unidades, el número de generales, coroneles y tenientes coroneles necesarios para dotarlas se hace geométricamente inconmensurable. El órgano central del ministerio de Defensa se convierte así, por esta vía, en un ministerio en sí mismo con la tendencia natural de alimentarse de las competencias que hasta entonces ostentaban los cuarteles generales de los Ejércitos y la Armada.

Esta situación de verticalidad y centralismo sería aceptable solo en la toma de decisiones, pero no en su ejecución, según defienden los especialistas en orgánica. La verticalidad en la ejecución no se adapta bien al pensamiento militar, de un modo especial al modo de ser y actuar de la Armada. Según las modernas teorías orgánicas de Kaplan y Norton las decisiones deben de tomarse centralizadamente al nivel superior que corresponda, pero su ejecución conviene se lleven a cabo de forma horizontal y descentralizada, dentro del nivel orgánico más bajo posible.

En la Armada se espera de los comandantes de sus buques tomen sus propias decisiones con total autonomía sobre todo cuando están en el cumplimiento de la misión asignada.

La aparición del órgano central del ministerio de Defensa, diseñado en un momento histórico que ya no es el actual, obligó al establecimiento de nuevas relaciones funcionales y de dependencia y propició, al menos indirectamente, la adopción por parte de la Armada de los nuevos procedimientos de gestión basada en procesos de trabajo. El reciente decreto sobre la organización de las FFAA ordena que también los otros ejércitos adopten la misma organización. Así, se puede plantear hoy el dilema de cómo pueden coexistir una moderna forma de gestión descentralizada, como la que la Armada ya tiene implantada, con una organización de dirección y ejecución absolutamente centralizadas, como es la del órgano central del ministerio.

Adoptar una ejecución descentralizada en el órgano central, como la implantada también en algún ministerio civil, podría propiciar que los cuarteles generales de los ejércitos recuperasen gran parte de las competencias que perdieron en favor de aquel para una mayor eficacia del conjunto del Ministerio de Defensa y, en particular, de las Fuerzas Armadas del que forman parte.

Aurelio Fernández Diz.  CN (R)
Asociación Española Militares Escritores (AEME)
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