AEME I Ciclo 2025: Irán y Estados Unidos. Perspectivas de futuro. Embajador Stampa

AEME I CICLO 2025.  IMPACTO MUNDIAL DEL RETORNO DE TRUMP

 

    Irán y Estados Unidos. Perspectivas de futuro.

 

No sabemos qué es lo que va a sustituir a lo que se pretende que desaparezca, aunque si hablamos de perspectivas de futuro entre Washington y Teherán, cualquier pacto tendría que tratar de estos cuatro puntos.

Nuclear

Para la comunidad internacional lo esencial es mantener la barrera a la proliferación nuclear. Desde 2003 se lo ha repetido a Teherán y aunque el Tratado de No Proliferación sea un ejemplo claro de discriminación al dividir al mundo en dos – unos pocos países con armamento nuclear y los del resto del planeta a quienes se les prohíbe- para los 5 Permanentes del Consejo de Seguridad, nucleares ellos, es norma universal e incuestionable. Quizás mejor así. El desprestigio del texto aumentó al comprobarse que los 5 privilegiados nucleares incumplían las obligaciones a las que se comprometieron en el art. 6º del TNP: el “cese de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana” y la firma de “un tratado de desarme nuclear bajo control internacional”. Y aunque a estas alturas de la vida nada nos sorprenda, es obvio que algunos artículos del texto parecen ser mas exigibles que otros.

Pero no puede hablarse de la relación Irán-Estados Unidos sin mencionar a Israel.

A Netanyahu siempre le convino exagerar lo que él llamó la “amenaza existencial” iraní. Así calificó el programa nuclear civil de Irán (civil en sus orígenes y posiblemente con un perfil mucho menos civil en su evolución). Esas referencias a la “amenaza existencial” fueron útiles a Netanyahu para ralentizar a su conveniencia la relación con los palestinos. Recordemos la teoría sobre los círculos concéntricos, formulada más o menos así: El círculo exterior (Irán nuclear) lo componía la amenaza iraní mientras que el interior (Solución de los dos Estados) lo representaba la negociación con los palestinos. Mientras no desapareciera el círculo exterior no se podía tratar el interior.

Por si fuera poco, Netanyahu confundió a su antojo el contexto de las amenazas que decía percibir. Frente a amenazas existenciales se reacciona de inmediato; ante las estratégicas se negocia. El programa nuclear iraní – opinaba el exministro israelí Shlomo Ben-Ami- no parecía tanto una amenaza existencial como una amenaza estratégica y por tanto negociable, aunque esa idea nunca fue la apreciación de Netanyahu que maneja bien las hipérboles y se mueve con soltura a la hora de diseñar escenarios apocalípticos.

Para el primer ministro resultaba impensable negociar con los palestinos y más con los iraníes. Nunca tuvo interés en hablar. Tampoco existió por parte de sus antagonistas. Ambos abominaron el diálogo entre adversarios, olvidando lo esencial: que la negociación diplomática no se precisa con los que se coincide sino con quienes se está en desacuerdo. Ya lo dice en su Historia de la Diplomacia el embajador Ochoa: “por lo común prescindir de la diplomacia es resignarse a la guerra”.

Tras los acontecimientos de 2024 y 2025, Netanyahu abordó decididamente el círculo interior – y no precisamente a través de la negociación- con lo que, a partir de entonces, por inercia, la tentación de aplicar las mismas medidas al círculo exterior se convirtió en peligrosa hipótesis. Pero en Washington no lo vieron claro. Irán no era, ni es, tan fácil de reducir como un “proxy” y además Trump tampoco es de los que alienta el culto a Marte, así como así, en primera instancia.

Comoquiera que haya sido el planteamiento revuelto de los círculos concéntricos de Tel Aviv, lo cierto es que Trump decidió pasar a la acción diplomática con Irán para frustración de Netanyahu, síntoma obvio de que las agendas no coinciden necesariamente. Ahora el norteamericano se encuentra paradójicamente decidido a elaborar un acuerdo directo con los iraníes, reeditando el de 2018 que él mismo demolió. También esto lleva su sello personal porque hasta la fecha el Departamento de Estado estuvo ausente en las conversaciones en Omán y Roma. El ministro de Asuntos Exteriores Araghchi negocia con Steve Witkoff, no con Marco Rubio.  

Eso sí, el eje del acuerdo –si existe- pasará inevitablemente por modificar el programa iraní. Desmantelándolo o no, se verá.

Misiles balísticos convencionales.

Señalaba antes que Trump podría reeditar el acuerdo de 2018. Me corrijo. Reeditar, exactamente no, porque este acuerdo incluiría nuevas condiciones que no se contemplaban en 2018. ¿Se negociarían los misiles balísticos?

En el viejo orden del siglo XX, la reducción de misiles balísticos fue práctica corriente. Cierto es que se centraba prioritariamente en los misiles nucleares estratégicos en sus diversas versiones. Pero el ejercicio también se extendía a los de alcance intermedio y los tácticos. Los negociadores barajaban un porfiado regateo de rebajas donde los misiles se calibraban en función de su movilidad, distancias y alcances, propulsión, número de cabezas, carga útil, despliegue, trayectoria balística o de crucero… Hoy la defensa antimisiles y la falta de voluntad negociadora han condenado todo esto a arqueología política.

¿Podría incluirse ahora la reducción de los misiles iraníes? Se insinuó con Obama con una propuesta de desarme iraní para los misiles balísticos con radios entre los 400 y los 2.000 kms. Ello incluiría a los Fatteh, Etemad, Shahab, Sejjil y Qadr. Los persas dijeron que podría estudiarse siempre que el desarme tuviera un ámbito regional y no se aplicase de modo unilateral a Irán creando una situación de indefensión. Obviamente el asunto no pasó de ahí. Recientemente Irán ha desvelado un nuevo misil, el Qassem Basir, que dicen que sortea las defensas antibalísticas. También dicen tener gran reserva de ellos y estar dispuestos a todo. Eso dicen… ¿anuncio con intención negociadora?

Los “proxies”  

Después de los acontecimientos en Gaza y Cisjordania en octubre de 2024, seguidos del Líbano de Hezbolá y terminados frente a los alauitas y El Asad en Siria, la República Islámica de Irán ha perdido su influencia. Israel truncó su proyección. El caso de los hutíes, sería para tratarlo aparte. La respuesta israelí al aeropuerto de Saná, es reveladora. El dialogo puede anularse. No todos quieren “deal”.

Economía y el “deal” comercial

Por el momento, Estados Unidos rechaza la idea de un ataque. Algo impredecible y caro. Prefiere el “deal”.

Hace 10 años Irán era el tercer productor mundial de gas, con 160.000 m3 (el 30% del consumo europeo de entonces). Hoy, su extracción de petróleo, castigadísima por las sanciones, apenas llega a 1,4 mbd. Sin embargo, hay cálculos que estiman que podría producir 4 mbd en seis meses, sin las sanciones. Por ello, el interés del “deal” para Washington estaría ocasionado no solo por el deseo de dar carpetazo al enriquecimiento del uranio de los ayatollahs. Petróleo y gas no dejarán indiferente a nadie. Echemos la vista atrás: Irak y Halliburton (¿recuerdan a Dick Cheney?) Chevron… Trump, criado en el sector de la construcción y experto conocedor de las leyes de bancarrota en las que ha navegado con destreza a lo largo de su vida inmobiliaria, olfatea buenos negocios como lo hizo en su carrera empresarial. Antes con sociedades en aprietos y ahora con países en dificultades: tierras raras de Ucrania en guerra; gas y petróleo de un Irán en situación de pre-guerra…

A Teherán le costará abandonar la arcaica retórica revolucionaria y entrar en el mundo del “deal”, especialmente cuando todavía existen en el sector petrolero iraní, facilitadores financieros y agentes de aprovisionamiento que ligan a los hutíes y a la Guardia Revolucionaria. Hay intereses por encima del “deal”. Pero si no se alcanza, Teherán deberá ponderar las consecuencias.

El futuro parece que ha dejado de ser una reproducción más o menos familiar del pasado. Hay nuevas reglas o ninguna. Y parece que no hay ninguna.

 

Leopoldo Stampa

Embajador de España