El digital LA CRITICA publica este articulo del General de División D. Ricardo Martínez Isidoro
La Academia General Militar (AGM) es la base de la formación de nuestros futuros Oficiales, donde se aprenden y perfeccionan valores, existentes sin duda en la Sociedad, pero imprescindibles en el desempeño de la función del militar, donde las situaciones extremas, el propio desarrollo de la actividad bélica y la especial relación con el factor humano y su sensibilidad, hacen necesario poseerlos y practicarlos en alto grado.
Después de cinco años de estudios, los Tenientes de cada Promoción salen de la AGM después de haberse preparado, durante un último año para su Especialidad Fundamental, en las Academias Especiales que son sede de las Armas, concepto este no solo histórico, instrumental, orgánico e institucional, sino operativo pues cada una de ellas, Infantería, Caballería, Artillería e Ingenieros, representan una forma de acción que las distingue especialmente en el combate y la batalla, pues su especialización en el choque y ocupación del terreno, en el movimiento, en el fuego y en el trabajo técnico y especializado, y forman un conjunto tan armónico en su funcionamiento, como sea capaz de infundirlo su formación, su adiestramiento, y su Mando y Estado Mayor.
Se puede admitir que la AGM es alícuotamente responsable también del puesto privilegiado que las Fuerzas Armadas (FAS) se han ganado entre las preferencias de la Sociedad, y también ha venido teniendo el privilegio de participar en la formación de los sucesivos Príncipes de Asturias, futuros Soberanos, donde no solo han aprendido técnica militar sino perfeccionado valores, imprescindibles también para su futura actuación, como Jefes Supremos de nuestras FAS, según el Título Octavo de nuestra Constitución.
Sin embargo, no todo ha marchado como fuera deseable, han pasado diez años desde que se pusiera en marcha el nuevo Plan de Enseñanza de Formación para los futuros Tenientes del ET y el resultado, a pesar de su presentación triunfalista del momento, no es el esperado, tanto por el contenido del Grado elegido, Ingeniero de Organización Industrial (IOI), igual para todos los candidatos a futuros Oficiales de las Armas, cuando en su futuro profesional tendrán dedicaciones diferentes, como por el ritmo de los egresados, que no cumple con las expectativas de reposición de personal del ET.
Estos planteamientos han supuesto la no estabilización de un procedimiento de acceso de los candidatos que iguale sus conocimientos, como base de partida de la Carrera, asentándose en una nota de Selectividad muy alta pero diversificada, en dificultad, en nuestro sistema universitario de claro matiz autonómico, por otra parte común en el mundo universitario. Es necesario apuntar la necesidad de una gran compenetración en los Centros Universitarios de la Defensa (CUDs) entre la Universidad y las Academias Militares, aspecto que en Zaragoza, sede de la AGM y de la Universidad de referencia, no se logra a satisfacción.
También indicar al respecto que con una “materia prima” de una enorme potencialidad didáctica, como son los Cadetes de una Academia, con una gran nota en Selectividad, su dedicación exclusiva, su régimen de internado, su juventud y la disciplina intelectual y reglamentaria que se practica, y el rigor de las reglas de vida y funcionamiento que imperan, se deberían obtener mejores éxitos individuales en la AGM.
Si se compara lo sucedido en este tiempo en la Academia General del Aire, de la Armada y en la Especial de la Guardia Civil, y sus Universidades de referencia, con lo que ha acontecido en la AGM, la sensación es de fracaso, pues no ha habido la necesaria compenetración en el seno del citado CUD, cuyo Director fue sustituido oportunamente por la deriva que se percibía tomaba el asunto; en este sentido la propia Universidad de Zaragoza pudiera ser parte mayoritaria en la responsabilidad del fracaso, sin desechar otras responsabilidades políticas y de algún militar del momento.
La elección inicial del grado, IOI, y su validez para todos, responsabilidad inicial del ET, pero aprobado por el Ministerio de Defensa, como todo lo relativo a la enseñanza de formación de los Oficiales, pudo suponer un error de concepción, guiado por la excesiva unicidad para todos los futuros Tenientes, cuando su futuro profesional divergía en cuanto a cometidos, y esto no es una casualidad sino una pretensión igualitaria para mejor gestionar el ET desde un punto de vista político; así, se puede hablar con un Teniente de Infantería, actual paracaidista, que ha repetido curso en el grado, por la asignatura de resistencia de materiales, cuando no la va a emplear en su vida militar, si no es por circunstancias muy excepcionales. Sin embargo, un Teniente de Ingenieros, la necesita desde el momento en que pise su nueva vida profesional, además de muchas más horas para especializarse en ingeniería a la que tiene que dedicar el mismo tiempo, un año, para adquirir su futura especialidad, basada en otro tipo de asignaturas, pudiéramos decir “menos dóciles”.
A esta pretensión “de todos iguales”, que se puede lograr en los 2/3 primeros años de AGM, se une una cierta desconfianza, nunca testada, de que los estudios de unos no deben de superar a los de los otros, cuando son diferentes per se, o deben serlo, aspecto que no ocurre en ningún país serio de nuestro entorno, en nuestros Aliados.
Estos problemas, acumulados desde hace diez años pero larvados por la disimetría del sistema, se les quiere poner solución a corto plazo, cuando arrastran una dosis de errores, muchos de ellos de inducción política, a partir de la Ley de la Carrera Militar, que los sucesivos Gobiernos no han corregido, cuando había experiencias similares, precisamente con la Universidad de Zaragoza, en otra etapa malhadada de la formación en la AGM.
El peligro actual que se cierne sobre la formación de nuestros futuros Tenientes es la elaboración de un nuevo Grado que evite estos inconvenientes, de forma tajante y apresurada, que iguale todavía más, por lo bajo, la formación de nuestros Oficiales, cuando ya con la citada ley descendieron desde el nivel de Licenciado, y que se separe y no tenga en cuenta la tecnificación del campo de batalla, en el horizonte 2035, como se pretende. Para los que necesitan la técnica, como herramienta de combate primordial, el no disponer de un grado que enlace con la Universidad en su rama técnica, como proponen los responsables universitarios de la Escuelas Técnicas de la Universidad Politécnica (UPM), significaría un segundo fracaso.
Ricardo Martínez Isidoro